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Ubaldo Baldassini de Gubbio, Santo |
Obispo
Martirologio Romano: En Gubbio, en la región de Umbría,
Italia, san Ubaldo, obispo, que se entregó a la labor
de reformar la vida común de los clérigos. († 1160)
Nacido de noble cuna
en Gubbio, Umbría, Italia.
Perdió a su padre cuando era
muy joven, fue educado por el prior de la Iglesia
Catedral de su ciudad natal, donde fue canónigo regular.
Deseando servir
a Dios con mayor regularidad,pasó al monasterio de San Segundo
de la misma ciudad, donde permaneció algunos años. Llamado de
vuelta por su obispo regresó al monasterio de la Catedral,
donde fue hecho prior.
Fue nombrado obispo de Gubbio por el
papa Honorio II. Durante su gobierno pastoral se distinguió por
su gran paciencia y la notable frugalidad de su vida.
Su presencia salvó a la ciudad de ser saqueada por
Federico Barbarroja. Murió el año 1160.
El día 16 de mayo
se celebra la festividad de San Ubaldo, siendo el patrón
de Gubbio, también se celebra su festividad en Jessup, Pennsylvania,
Estados Unidos.
La devoción hacia el santo es muy grande en
toda la Umbria y especialmente en Gubbio, donde en todas
las familias hay al menos algún miembro con el nombre
de Ubaldo. La festividad de su patrón se celebra por
los habitantes con gran solemnidad.
-------------------fuente:«Vidas de los santos», Alban Butler
Felizmente
poseemos una excelente biografía de san Ubaldo Baldassini, obispo de
Gubbio, escrita por Teobaldo, su sucesor en la sede. Ubaldo
pertenecía a una noble familia de Gubbio. Quedó huérfano a
temprana edad; su tío, el obispo de la ciudad, se
encargó de educarle en la escuela de la catedral. Ubaldo
recibió la ordenación sacerdotal al terminar sus estudios. Aunque era
muy joven, fue nombrado deán de la catedral para que
llevase a cabo la reforma de los canónigos, cuya existencia
disipada era el escándalo de la ciudad. La tarea no
era fácil, pero Ubaldo logró convencer a tres de los
canónigos para que formasen una comunidad. Con el propósito de
familiarizarse con la vida en común de los canónigos regulares,
Ubaldo fue a pasar tres meses en la comunidad que
Pedro de Honestis había fundado en el territorio de Ravena.
A su regreso estableció en Gubbio las mismas reglas y,
al poco tiempo, las aceptó todo el capítulo. Algo más
tarde, un incendio consumió la casa de los canónigos y
Ubaldo aprovechó la ocasión para trasladarse a Fonte Avellano y
consultar a Pedro de Rímini, pues tenía la intención de
retirarse a la soledad. Pero el siervo de Dios le
hizo ver que se trataba de una tentación muy peligrosa
y le exhortó a volver a ocupar el puesto que
Dios le había señalado para bien de los demás. Ubaldo
retornó, pues, a Gubbio y, bajo su dirección, el capítulo
floreció más que nunca. En 1126, el santo fue elegido
obispo de Perugia, pero se escondió para que los delegados
de la ciudad no le encontrasen; en seguida fue a
Roma a rogar al papa Honorio III que le permitiese
rehusar el cargo. El Papa accedió a su petición, pero
dos años después, quedó vacante la sede de Gubbio y
el mismo Pontífice aconsejó al clero que eligiese a Ubaldo.
El santo practicó todas las virtudes dignas de un sucesor
de los Apóstoles, pero se distinguió sobre todo por la
mansedumbre y paciencia con que soportaba las injurias y afrentas,
como si fuese insensible a ellas. En cierta ocasión, los
obreros que reparaban las murallas de la ciudad, penetraron en
la viña de san Ubaldo y dañaron las plantas. Al
ver esto, el santo les rogó que procediesen con mayor
cuidado; pero el capataz, que probablemente no le reconoció, le
propinó un empellón con el que le hizo caer en
un charco de mortero. San Ubaldo se levantó cubierto de
lodo y se retiró sin decir palabra; pero algunos testigos
del incidente esparcieron la noticia y el pueblo pidió que
se castigase al capataz. La gran indignación popular estaba a
punto de ejecutar un castigo brutal contra el capataz, cuando
se presentó san Ubaldo en la corte y manifestó que,
como se trataba de una ofensa cometida contra un miembro
del clero, el culpable debía ser juzgado por el obispo.
Después, se acercó al acusado, le dio el beso de
paz en señal de reconciliación, rogó a Dios que le
perdonara ésa y todas las otras injurias que hubiese cometido
en su vida y pidió al juez que dejera en
libertad al reo.
El santo defendió, repetidas veces, a su
grey contra los peligros públicos. El emperador Federico Barbarroja había
saqueado Espoleto y amenazaba con caer sobre Gubbio. San Ubaldo
salió al encuentro del emperador y consiguió que desistiese de
su propósito. Durante los dos últimos años de su vida,
el santo obispo tuvo una serie de enfermedades que le
hicieron sufrir mucho; pero todo lo soportó con heroica paciencia.
El día de Pascua de 1160, aunque estaba muy enfermo,
se levantó a celebrar la misa, predicó y dio la
bendición al pueblo para que no quedase decepcionado. Al terminar
estaba tan débil, que debió ser trasportado a su lecho,
del que ya no se levantó. El día de Pentecostés,
todo el pueblo de Gubbio desfiló por su habitación para
despedirse del que cada uno consideraba como a un padre.
San Ubaldo murió el 16 de mayo de 1160. La
multitud que acudió a sus funerales, desde muy lejos, fue
testigo de los numerosos milagros que Dios obró en su
tumba.
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