Hubo una vez un hombre que calficaron de miserable,
por lo que profesaban poco respeto hacia él. Se sentían superiores a
este hombre y en una ocasión, en la que aportó muy poco a una respetable
organización de caridad, lo criticaron abiertamente.
No mucho tiempo después, el caballero visitó a uno de
sus críticos. Este último quedó sorprendido al escuchar a aquel hombre,
a quien había catalogado como tacaño, y que ya por varias semanas venía
subsistiendo con lo imprescindible. Le contó que tiempo atrás, contrajo
grandes deudas, pero desde su conversión, decidió pagar hasta el último
céntimo a sus acreedores. También le explicó que por ello, no compraba
nada para su satisfacción personal y gastaba sólo en lo más elemental.
Cristo me ha convertido en un hombre honesto, dijo y
por tener que enfrentar tantos compromisos, puedo dar muy pocas ofrendas
adicionales a diezmo. Tengo que saldar toda responsabilidad con mis
vecinos seculares. y mostrarles que la gracia de Dios puede obrar en el
corazón de un hombre que una vez fue deshonesto.
Entonces su critico le ofreció disculpas a aquel hombre y le pidió perdón.
Es fácil encontrar faltas en otros, cuando no
conocemos las circunstancias o motivos que fomentaron sus actos. También
es impresionante cómo escasos sucesos, puedan alterar para siempre
nuestra percepción de una situación. Cuando nos sintamos inclinados a
juzgar, será un buen momento para suplicar a Dios la sabiduría y
paciencia para entender las acciones.
Proverbios 11, 12
El que menosprecia a su prójimo carece de entendimiento, pero el hombre prudente guarda silencio.
El que menosprecia a su prójimo carece de entendimiento, pero el hombre prudente guarda silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario