¡Oh Jesús
de mi alma, encanto único de mi corazón!, heme aquí postrado a tus
plantas, arrepentido y confuso, como llegó el hijo pródigo
a la casa de su padre. Cansado de todo, sólo a Ti quiero,
sólo a Ti busco, sólo en Ti hallo mi bien. Tú, que fuiste en busca de la
Samaritana; Tú, que me llamaste cuando huía de Ti, no me
arrojarás de tu presencia ahora que te busco.
Señor,
estoy triste, bien lo sabes, y nada me alegra; el mundo me parece un
desierto. Me hallo en oscuridad, turbado y lleno de temor e
inquietudes...; te busco y no te encuentro, te llamo y no
respondes, te adoro, clamo a Ti y se acrecienta mi dolor. ¿Dónde estás,
Señor, dónde, pues no gusto las dulzuras de tu presencia,
de tu amor?
Pero no
me cansaré, ni el desaliento cambiará el afecto que me impulsa hacia Ti.
¡Oh buen Jesús! Ahora que te busco y no te encuentro
recordaré el tiempo en que Tú me llamabas y yo huía... Y
firme y sereno, a despecho de las tentaciones y del pesar, te amaré y
esperaré en Ti.
Jesús
bueno, dulce y regalado padre y amigo incomparable, cuando el dolor
ofusque mi corazón, cuando los hombres me abandonen, cuando el
tedio me persiga y la desesperación clave su garra en mí, al
pie del Sagrario, cárcel donde el amor te tiene prisionero, aquí y sólo
aquí buscaré fuerza para luchar y vencer.
No temas
que te abandone, cuando más me huyas, más te llamaré y verteré tantas
lágrimas que, al fin, vendrás... Sí..., vendrás, y al
posarte, disfrutaré en la tierra las delicias del cielo.
Dame tu ayuda para cumplir lo que te ofrezco; sin Ti nada
soy, nada puedo, nada valgo... Fortaléceme, y desafiaré las tempestades.
Jesús, mío, dame humildad, paciencia y gratitud, amor..., amor, porque si te amo de veras, todas las virtudes vendrán en pos del
amor.
Te ruego
por los que amo... Tú los conoces, Tú sabes las necesidades que tienen;
socórrelos con generosidad. Acuérdate de los pobres, de
los tristes, de los huérfanos, consuela a los que padecen,
fortalece a los débiles, conmueve a los pecadores para que no te ofendan
y lloren sus extravíos.
Ampara a todos tus hijos, Señor, más tierno que una madre.
Y a mí,
que te acompaño cuando te abandonan otros, porque he oído la voz de la
gracia; a mí, que no te amo por el cielo, ni por el
infierno te temo; a mí, que sólo busco tu gloria y estoy
recompensado con la dicha de amarte, auméntame este amor y dadme
fortaleza para luchar y obtener el apetecido triunfo.
Adiós,
Jesús de mi alma salgo de tu presencia, pero te dejo mi corazón; en
medio del bullicio del mundo estaré pensando en Ti, y a cada
respiración, entiende. oh Jesús, que deseo ser tuyo.
Amén.
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Capilla de la sede
de ARPU en Madrid (clik para aumentar)
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Señor,
estoy triste, bien lo sabes, y nada me alegra; el mundo me parece un
desierto. Me hallo en oscuridad, turbado y lleno de temor e
inquietudes...; te busco y no te encuentro, te llamo y no
respondes, te adoro, clamo a Ti y se acrecienta mi dolor. ¿Dónde estás,
Señor, dónde, pues no gusto las dulzuras de tu presencia,
de tu amor?
Pero no
me cansaré, ni el desaliento cambiará el afecto que me impulsa hacia Ti.
¡Oh buen Jesús! Ahora que te busco y no te encuentro
recordaré el tiempo en que Tú me llamabas y yo huía... Y
firme y sereno, a despecho de las tentaciones y del pesar, te amaré y
esperaré en Ti.
Jesús
bueno, dulce y regalado padre y amigo incomparable, cuando el dolor
ofusque mi corazón, cuando los hombres me abandonen, cuando el
tedio me persiga y la desesperación clave su garra en mí, al
pie del Sagrario, cárcel donde el amor te tiene prisionero, aquí y sólo
aquí buscaré fuerza para luchar y vencer.
No temas
que te abandone, cuando más me huyas, más te llamaré y verteré tantas
lágrimas que, al fin, vendrás... Sí..., vendrás, y al
posarte, disfrutaré en la tierra las delicias del cielo.
Dame tu ayuda para cumplir lo que te ofrezco; sin Ti nada
soy, nada puedo, nada valgo... Fortaléceme, y desafiaré las tempestades.
Jesús, mío, dame humildad, paciencia y gratitud, amor..., amor, porque si te amo de veras, todas las virtudes vendrán en pos del
amor.
Te ruego
por los que amo... Tú los conoces, Tú sabes las necesidades que tienen;
socórrelos con generosidad. Acuérdate de los pobres, de
los tristes, de los huérfanos, consuela a los que padecen,
fortalece a los débiles, conmueve a los pecadores para que no te ofendan
y lloren sus extravíos.
Ampara a todos tus hijos, Señor, más tierno que una madre.
Y a mí,
que te acompaño cuando te abandonan otros, porque he oído la voz de la
gracia; a mí, que no te amo por el cielo, ni por el
infierno te temo; a mí, que sólo busco tu gloria y estoy
recompensado con la dicha de amarte, auméntame este amor y dadme
fortaleza para luchar y obtener el apetecido triunfo.
Adiós,
Jesús de mi alma salgo de tu presencia, pero te dejo mi corazón; en
medio del bullicio del mundo estaré pensando en Ti, y a cada
respiración, entiende. oh Jesús, que deseo ser tuyo.
Amén.
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