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Nunzio Sulprizio, Beato |
Obrero Adolescente
Etimológicamente significa “anuncio, buena noticia”. Viene de la
lengua italiana.
Caminando sin ver, como envuelto por la noche...¡qué lucha
tienes que llevar! No tanto una lucha contra la duda,
sino una lucha para mantenerte fiel y atreverte a llegar
hasta el don de ti mismo, a un sí para
toda la vida.
En una sociedad en la que el compromiso
para toda la vida parece algo pasado de moda,
este joven se nos presenta hoy como un modelo a
imitar.
Nació el 13 de abril de 1817 en Pescosansonesco, Pescara,
Italia.
Muy niño se quedó huérfano de padre y madre. Una
triste realidad que hay que afrontar en la noche oscura
del alma.
Lo recogió su tío, pero el chico se lo
pasaba francamente mal por la palizas que le daba sin
venir a cuento.
Como consecuencia de tanto golpe, le quedó para
siempre una llaga en la pierna.
Le llamaban “El pequeño santo
cojo”. Tuvo que emigrar a Nápoles buscando un trabajo para
ganarse la vida.
Los compañeros le querían mucho porque era amable,
dulce, humilde y fiel con cada uno de ellos.
Lo veían
que trabajaba como el primero. Y en un mundo obrero
–no muy entregado a la oración– él practicaba y vivía
la oración cada día. En su corazón abrigaba el
deseo de ser sacerdote.
Lo poco que tenía, lo compartía con
sus compañeros y, sobre todo, con los pobres que estaban
en paro.
Murió el 5 de mayo de 1836, cuando se
enteraron de que había muerto a los 19 años, todo
el mundo lloró su pérdida como algo propio.
Se había
encarnado con la gente obrera, para la que dejó un
mensaje de fe y caridad inapreciable.
¡Felicidades a quien lleve este
nombre!
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