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Monasterio Cisterciense de San Andrés de Arroyo |
Nuestro Carisma
Nuestra Orden Cisterciense, tiene como cometido primordial
la “Alabanza”, que se expresa en nuestro día a día,
tanto en el canto litúrgico, en el que nuestro corazón
y nuestra mente, alaban en unísono al Señor como el
coro de los ángeles, como también en el trabajo donde
expresamos esa misma alabanza, dedicando nuestra labor al Señor, realizándola
con esmero, en comunidad y con la fraternidad que nos
caracteriza, en un entorno de silencio para facilitar la vivencia
interior; de aquí nuestro lema “Ora et Labora”.
Nuestra vida
está cimentada en la Regla de San Benito y el
carácter cenobítico de la vida monástica hacia la que nos
encamina que es una manera determinada de vivir el evangelio.
Para
poder vivir fielmente según el evangelio es necesaria también una
disciplina: el trabajo, la oración y el estudio.
Hay que vivir
unas virtudes: humildad, pobreza, simplicidad, caridad.
La disciplina nos obliga a
ser humildes y por la humildad alcanzamos el amor.
La espiritualidad
cisterciense está marcada con un marchamo impregnado de humildad. Cisterciense,
pobre y humilde viene a significar lo mismo. Es un
participación en la oscuridad de la humillación y del desprecio
de Cristo, siempre “manso y humilde de corazón”. Acercarse al ideal
cisterciense supone una experiencia de despojo de toda superfluidad, de
la fachada que desfigura la simplicidad profunda de la persona
humana. Es un camino relativamente fácil hacia la autenticidad interior,
en cuanto imagen de Dios. Si la humildad es la
verdad, para el cisterciense enamorado de su carisma humilde, es
accesibilidad transparente del Reino de Dios en él.
Valores
fundamentales de la vida cisterciense actual
1. Vocación de buscar a
Dios siguiendo a Cristo en la escuela de la caridad En
la unidad del acto de caridad tiene su fundamento la
unidad de nuestra vida de oración y las ocupaciones materiales,
nuestra solicitud en el trabajo se integra con el culto
divino y el tiempo de la contemplación se completa con
las ocupaciones útiles a la sociedad humana.
2. Respuesta a la
vocación dada en la profesión Con nuestra profesión según la Regla
de san Benito damos una respuesta permanente, dedicando toda nuestra
vida al servicio de Cristo. De tal modo, nuestra profesión
constituye una consagración particular de toda nuestra existencia, consagración que
tiene sus raíces en el sacramento del bautismo, que se
formula con mayor claridad en la profesión y que la
Iglesia asocia al sacrificio de la Misa.
3. Servicio de la
Iglesia Como sea que nuestra profesión ha sido recibida por la
Iglesia, nosotros estamos totalmente a su servicio. Para nosotros, Cristo
está presente en la Iglesia, con la cual está inseparablemente
unido. Por lo tanto, el servicio a Cristo es y
debe ser servicio a la Iglesia. Como monjas contemplativas, nuestra
oración y nuestra vida dan testimonio de lo absoluto de
Dios, siendo así el corazón de la Iglesia.
Medios comunes necesarios
para alcanzar el fin de nuestra vida cisterciense en el
momento actual
1. La vida especialmente consagrada a Dios y a
la Iglesia mediante la práctica de los consejos evangélicos: a) La
castidad b) La pobreza c) La obediencia
2. La vida de estable convivencia
fraterna según la tradición cisterciense. 3. La vida de oración. 4. El
humilde seguimiento de Cristo, cargado con la cruz. 5. Nuestro trabajo.
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Nosotras podemos ofrecerte un seguimiento y
discernimiento vocacional para que puedas descubrir tu vocación y afianzarte
en ella.
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Cisterciense
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