lunes, 14 de mayo de 2012

Miguel Garicoits



Miguel Garicoits
Michele Garicoits - disegno.jpg
San Miguel Garicoits, fundador de los Padres Bayoneses
Nacimiento 15 de abril de 1797
Ibarre Bandera de Francia Francia
Fallecimiento 14 de mayo de 1863
Betharram Bandera de Francia Francia
Beatificación 14 de mayo de 1923
Canonización 6 de julio de 1947
Festividad 14 de mayo
Miguel Garicoits (* Ibarre, 15 de abril de 1797 – f. Betharram, 14 de mayo de 1863) (Michel Garicoïts en francés; Mikel o Mixel Garikoitz en su lengua madre, el euskera) fue fundador de la congregación de los “Padres del Sagrado Corazón de Jesús de Betharram” (Padres Bayoneses).

Sus Comienzos

Nació el 15 de abril de 1797 en la aldea de Ibarre, diócesis de Bayona (Francia), de padres campesinos, humildes pero de gran fe cristiana. Desde niño sintió el llamado al sacerdocio, pero como su familia carecía de recursos para costearle los estudios, debió trabajar como criado hasta los 15 años. Entretanto obtuvo el ansiado favor de hacer su primera comunión.
Pasó luego a la casa parroquial de Saint Palais y de allí al palacio episcopal de Bayona en calidad de alumno y mucamo a la vez, lo que no le impidió colocarse a la cabeza de su clase. Terminados sus estudios secundarios, entró en el seminario de Dax donde sobresalió en ciencia y piedad al extremo de ser llamado "otro San Luis Gonzaga" por sus maestros y discípulos.
El 20 de diciembre de 1823, Miguel Garicoits fue ordenado sacerdote y enviado al pueblo de Cambo como auxiliar del párroco muy enfermo y mayor de edad. Con su celo apostólico renovó admirablemente la vida espiritual de la feligresía y promovió la comunión frecuente y el culto al Sagrado Corazón.
Tres años después, el Obispo de Bayona lo nombró profesor de filosofía y administrador del Seminario Mayor de la diócesis, establecido en Betharram, junto a un renombrado santuario de la Virgen y al pie de una colina que ostenta un monumental calvario.
Miguel desempeñó sus funciones con tanto acierto que posteriormente fue nombrado Director del Seminario.

La Congregación

Al trasladarse a Bayona al Seminario de Betharram, el P. Garicoits permaneció como capellán del santuario, lugar de peregrinación muy concurrido. Fue entonces cuando la Virgen le inspiró la fundación de un Instituto religioso de Sacerdotes, basados en la modestia, el desprendimiento y la obediencia para dedicarse a las misiones y a la enseñanza.
Fue aprobado y confirmado en sus proyectos por el Obispo de Bayona y en octubre de 1835 echó las bases de su obra con otros cinco sacerdotes (P. Fondeville – P. Guimon – P. Perguilhen – P. Larrouy – P. Chirou) que lo eligieron como superior.
En 1841, la obra recibió su nombre definitivo, "Instituto de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús de Betharram", cuyos primeros misioneros recorrieron con santo celo las poblaciones de Gascuña, Vasconia y el Bearn.
El P. Garicoits, contando ya con un personal selecto, abrió en Betharram, Mauleón, Orthez y Oloron varios colegios de enseñanza primaria y luego secundaria que figuraron entre los mejores de la región. Consolidada por el fervor y la abnegación de sus primeros miembros, la congregación pudo extenderse fuera de su diócesis de origen, Bayona, (de donde proviene el nombre de Bayoneses).

La llegada a América

A mediados del siglo pasado fue ampliamente propiciada la inmigración europea a las márgenes del Río de la Plata. Allí se dirigieron millares de vascos y bearneses que tomaron su parte en el desarrollo y el progreso del país. Pero esa corriente migratoria amenazaba detenerse si no se atendía a las necesidades religiosas de la misma con misioneros de su raza, lengua y nación. Por tal razón y merced al entendimiento entre el gobierno de la ciudad de Buenos Aires y Monseñor Escalada, Obispo de Bayona, el P. Garicoits recibió la propuesta de enviar a la Argentina un núcleo de sus religiosos. Aceptó en el acto y estuvo a punto de embarcarse el mismo, pero el Obispo se opuso y el P. Diego Barbé fue designado superior de la modesta misión Betharramita que, embarcada en Bayona el 30 de agosto, día de Santa Rosa, llegó a Buenos Aires el 4 de noviembre de 1856.
Entre sus miembros figuraba el ya mencionado P. Barbé, fundador del colegio San José de Buenos Aires, el P. Juan B. Harbustán fundador de la casa de Montevideo (1861), el P. Pedro Sardoy, superior de la Iglesia de San Juan (Alsina y Piedras - Buenos Aires), otros dos Padres, dos coadjutores y el estudiante Juan Magendie (18351925) destinado a dirigir durante unos 40 años la obra betharramita en América y abrir las casas de Rosario (1899Colegio del Sagrado Corazón), La Plata (1902 – Colegio San José) y Asunción del Paraguay (1904 – Colegio San José).
El P. Miguel Garicoits falleció el 14 de mayo de 1863, a las tres de la mañana, hora en la que iniciaba sus actividades con la oración. Fue canonizado el 6 de julio de 1947 en la Basílica de San Pedro bajo el pontificado del Papa Pío XII.

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Un apóstol del amor de Dios

La infancia de un santo
Nacido el 15 de abril de 1797, el mayor de seis hijos, Miguel vivió su niñez en una casa aislada al pie de los Pirineos, cerca de la frontera franco-española, en el País Vasco. Creció en el seno de una familia católica, que permaneció fiel a la Iglesia de Roma durante las persecuciones revolucionarias. Por su piedad y su ejemplo, sus padres y abuelos lo marcaron profundamente. Recibió, sobre todo su madre, una educación muy estricta; más tarde, Miguel dirá que, después de Dios, a ella le debe todo.
El joven conoce su catecismo de memoria, y canta cánticos al mismo tiempo que guarda su rebaño. A la edad de 13 años, empezó a trabajar como pastor en la granja de los Anghelu en Oneix. Aquí recibe la eucaristía a los 14 años, el domingo 9 de julio de 1811, fiesta de la Santísima Trinidad. Tiene 14 años. Ésta es una experiencia fuerte de la Presencia del Amor de Dios que lo acompañará toda su vida.
La primera comunión marca el inicio de su vocación. De regreso a su pueblo, anuncia a su padre: “Quisiera ser sacerdote”. Sueño imposible, por falta de dinero. Pero su abuela hizo a pie diez kilómetros para ver al Arcipreste de Saint-Palais que se dejó convencer para inscribir a Miguel en la escuela del pueblo a cambio de algunos servicios. Trabajador infatigable, el pequeño vasco estudia de noche, a la luz de una lámpara, y se convierte muy pronto en el mejor alumno en latín y en francés.
Un joven clérigo que promete
Tanto en el seminario menor de Aire-sur-Adour como en el seminario mayor de Dax, impresionó positivamente no sólo por sus resultados escolares sino también por su piedad, lo que le valió ser comparado a S. Luis Gonzaga. No ha terminado aún sus estudios que Don Claverie lo llama para que lo ayude en el seminario menor de Laresorre. Pronto se convirtió en el docente preferido por los alumnos, tanto en clase como en el patio. Se ordenó sacerdote el 20 de diciembre de 1823, en la catedral de Bayona, por Mons. d’Astros.
Nombrado en Cambo, conquista el corazón de los parroquianos, al mismo tiempo que propaga la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Progresivamente coloca al Sagrado Corazón en el centro de su vida y de su espiritualidad.
Al cabo de dos años, don Garicoïts cambia su cargo de vicario por el de profesor en Betharram. En 1825, el seminario está en un estado deplorable. Mons. d’Astros, que había encarado establecer en Betharram un grupo de misioneros, ha encontrado en Miguel Garicoïts, más que un agente de cambio, un visionario.
Muy cerca de ahí, ha conocido a Elisabeth Bichier des Ages y a las Hijas de la Cruz  fundadas por ella. El encuentro es decisivo. A través del despojo y de la entrega de esta nueva comunidad, descubre la vida religiosa. Al mismo tiempo, el director del seminario es testigo del desconcierto de la jerarquía, frente al dejar hacer y a la disciplina de algunos clérigos. Toma su decisión: “formaré sacerdotes que, por su obediencia, consolarán el corazón de sus obispos”.
Los Padres del Sagrado Corazón
Desde el principio, Miguel Garicoïts tuvo en mente fundar una Orden de religiosos propiamente dicha (con votos y un superior elegido). Sueña con un “cuerpo de soldados” de Cristo, siempre dispuestos a responder al llamado de la Iglesia. En 1832, después de un retiro de 30 días con los jesuitas, le hace abrazar la voluntad de Dios, resumida por el  P. Le Blanc, su director espiritual: “Dios quiere que sea más que un jesuita; siga su primera inspiración, que creo que le viene del cielo, y será el Padre de una Familia que será hermana de la nuestra...” De vuelta a Betharram, Miguel se arrodilla delante del Santísimo; sale confirmado en el proyecto que le ocupará por el resto de sus días. Las dificultades no faltarán: “¡Qué difícil es hacer nacer una Congregación!”, exclamaba de vuelta de una visita a Bayona – las gracias tampoco.
Los betharramitas, reagrupados en 1835, toman el nombre de Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús en 1841. El Padre Garicoïts dirige su pequeña familia a través de la palabra y el ejemplo. Propone a sus compañeros vivir según las reglas jesuitas y el espíritu de san Ignacio. Lanza su pequeña sociedad en la aventura de ultramar, enviando a los primeros Betharramitas a Argentina. Acompaña a las religiosas de la diócesis, empezando por las Hijas de la Cruz de Igón. Da conferencias semanales y anima los retiros de sus religiosos; tiene el cuidado de que cada uno, educador, misionero, pastor, trabajador manual, reciba la preparación apropiada para su ministerio. En comunidad, está cerca de los Hermanos; en la sociedad, está atento a todas las necesidades humanas.
San Miguel de Betharram y de todas partes
En 1853, es víctima de un ataque. “No tengan miedo, dice a quienes su parálisis parcial inquieta, seguiremos todo el tiempo  que Dios permita.” Un día de la Ascensión, Miguel alcanzó el cielo que un día, niño aún, trató de alcanzar escalando las montañas una tras otra. El día  14 de mayo de 1863, hacia las 3 de la mañana, muere sin ver su obra terminada. Habrá que esperar 14 años para que su sueño se realice. Las Constituciones de la Congregación de Betharram son aprobadas por el Papa León XIII. Fue beatificado el 10 de mayo de 1923 y canonizado veinticuatro años después.
Hoy, el espíritu de S. Miguel, el “Aquí estoy, para hacer tu voluntad”, está vivo y activo en los diferentes países del mundo. Es el mismo impulso que los empuja a responder al llamado de los obispos, particularmente allí en donde nadie quiere comprometerse.
En pos de nuestro Padre san Miguel Garicoïts, tratamos de dar compartir la felicidad que nos embarga. Nos ponemos en manos de Dios y en su Providencia para continuar la misión del Sagrado Corazón con la misma convicción que nuestro fundador, queremos “ver en Dios al Autor y al Guardián de nuestra Sociedad; la gobernará y la protegerá”. Como cristianos y miembros de una misma familia religiosa, nos esforzamos por responder al amor de Dios en nuestros ministerios de cada día, diciendo: ¡Siempre adelante!

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