A los cuarenta días después de la
Resurrección habiendo instruido a sus Apóstoles sobre la nobilísima
misión de establecer el Reino de Dios en el mundo, Jesús iba a subir al
cielo, donde le esperaban las glorias celestiales. Bendijo a su querida
Madre, a los Apóstoles y discípulos y se despidió de ellos. Una nube lo
ocultó de sus miradas.
Le acompañaban innumerables espíritus, los primeros frutos de la redención, que Él había sacado del Limbo. Las jerarquías angélicas salían al encuentro del Salvador del mundo.
Al situarse junto al Padre, toda la corte celestial entonó un himno glorioso de alabanza, como el que oyó Juan en sus visiones: "Digno es el Cordero, que ha sido degollado, de recibir el poder y la riqueza, la sabiduría y la fuerza, la honra, la gloria y la alabanza" (Ap 5, 12).
Le acompañaban innumerables espíritus, los primeros frutos de la redención, que Él había sacado del Limbo. Las jerarquías angélicas salían al encuentro del Salvador del mundo.
Al situarse junto al Padre, toda la corte celestial entonó un himno glorioso de alabanza, como el que oyó Juan en sus visiones: "Digno es el Cordero, que ha sido degollado, de recibir el poder y la riqueza, la sabiduría y la fuerza, la honra, la gloria y la alabanza" (Ap 5, 12).
Jesús entró en los cielos para tomar posesión de su gloria. Mientras
estaba en la tierra, gustaba siempre de la visión de Dios; pero
únicamente en la Transfiguración se manifestó la gloria de su Humanidad
Sacratísima, que, por la Ascensión, se colocó al lado del Padre
celestial y quedó ensalzada sobre toda criatura humana.
La noche antes de morir oraba Jesús al Padre diciendo: "Te he glorificado en la tierra, cumpliendo la obra que me habías encargado. Ahora tu, Padre, dame junto a ti la misma Gloria que tenía a tu lado desde antes que comenzara el mundo"(Juan 17, 4'’).
La noche antes de morir oraba Jesús al Padre diciendo: "Te he glorificado en la tierra, cumpliendo la obra que me habías encargado. Ahora tu, Padre, dame junto a ti la misma Gloria que tenía a tu lado desde antes que comenzara el mundo"(Juan 17, 4'’).
Por estar unida al Verbo Divino, que es la segunda persona de la
Santísima Trinidad, la Humanidad de Jesús disfruta del derecho a la
gloria eterna. Comparte con el Padre la infinita felicidad y poder de
Dios. Justa recompensa por todo lo que hizo y mereció en la tierra.
Humanidad elevada al Cielo por encima de toda criatura, porque en la
tierra por debajo de todo se humilló.
Cuando acabe la lucha en esta vida, Jesús nos dará la gracia de
compartir eternamente el gozo de su victoria.
Jesús subió a los cielos para ser nuestro Mediador ante el Padre. Allí está intercediendo por nosotros. Subió para rendir cuentas al Padre celestial de la gran obra que había acabado en la tierra. La Iglesia nació, la gracia brota en abundancia de su Cruz en el Calvario y se distribuye por los Sacramentos, la duda de justicia es pagada, la muerte y el infierno son vencidos, el Cielo es abierto y el hombre es puesto en el camino de salvación. Jesús merecía este glorioso recibimiento, al regresar a su hogar.
La Ascensión, además, es garantía de nuestra propia subida al Cielo, después del Juicio de Dios. Fue a prepararnos sitio en su Reino y prometió volver para llevarnos con Él.
Vayamos en espíritu con Jesús al Cielo y moremos allí. Sea esta nuestra aspiración ahora en fe, esperanza en caridad. Busquemos solamente los gozos verdaderos.
Jesús subió a los cielos para ser nuestro Mediador ante el Padre. Allí está intercediendo por nosotros. Subió para rendir cuentas al Padre celestial de la gran obra que había acabado en la tierra. La Iglesia nació, la gracia brota en abundancia de su Cruz en el Calvario y se distribuye por los Sacramentos, la duda de justicia es pagada, la muerte y el infierno son vencidos, el Cielo es abierto y el hombre es puesto en el camino de salvación. Jesús merecía este glorioso recibimiento, al regresar a su hogar.
La Ascensión, además, es garantía de nuestra propia subida al Cielo, después del Juicio de Dios. Fue a prepararnos sitio en su Reino y prometió volver para llevarnos con Él.
Vayamos en espíritu con Jesús al Cielo y moremos allí. Sea esta nuestra aspiración ahora en fe, esperanza en caridad. Busquemos solamente los gozos verdaderos.
Lo vieron levantarse
(Hc 1, 1-11)
En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue
haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles,
que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo.
Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de
que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló
del reino de Dios.
Una vez que
comían juntos, les recomendó: «No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi
Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos
días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.»
Ellos lo rodearon preguntándole:-
«Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?» Jesús contestó: «No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.»
«Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?» Jesús contestó: «No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.»
Dicho esto, lo
vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras
miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres
vestidos de blanco, que les dijeron:- «Galileos, ¿qué hacéis ahí
plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al
cielo volverá como le habéis visto marcharse.»
Palabra de Dios.
Novena de la Ascensión
Palabra de Dios
Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios. (Marco 16, 19)
Por eso dice: Subiendo a la altura, llevó cautivos y dio dones a los hombres. (Ef 4,8 y Sal 68, 19)
Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.
Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. (Col 3, 1-2)
Oración propia de la Novena
Jesús, te rindo homenaje en la fiesta de tu Ascensión a los Cielos. Me alegro de todo corazón por la gloria en que has entrado a reinar como Señor del Cielo y tierra. Cuando acabe la lucha de este mundo, dame la gracia de compartir en el Cielo el gozo de tu victoria por toda la eternidad.
Yo creo que entraste en tu Reino glorioso a preparar mi sitio, pues prometiste volver y llevarme contigo. Concédeme buscar solamente la dicha de tu amor y amistad, para que yo merezca unirme contigo en el Cielo.
Cuando me llegue la hora de subir y presentarme al Padre para rendir cuentas de mi vida, ten compasión de mí.
Jesús, por el amor que me tienes, me has trasladado del mal al bien y de la desgracia a la felicidad. Dame la gracia de elevarme sobre mi debilidad humana. Que tu Humanidad me dé fuerza en la flaqueza y me libre de los pecados.
Con tu gloria dame ánimo de perseverancia, pues me has llamado y justiicado por la fe. Que yo profundice en la vida que me has dado y alcance los premios eternos que prometes.
Tu me amas, buenísimo Jesús. Haz que yo a mi vez te ame. Te pido ahora esta gracia en particular (mencione el favor que desea).
En tu constante providencia, guía mis pasos a la vida gloriosa que has preparado para aquellos que te aman. Hazme crecer en santidad y darte gracias, viviendo fielmente para Ti.
Alabanza a Jesús glorioso
Te alabo, Corazón de Jesús amadísimo, Fuente de toda bondad.
Te alabo, Corazón de Jesús, todo bondad, por las infinitas gracias que has dado y seguirás dando a las almas de los justos.
Te alabo, Corazón de Jesús, por el tierno amor con que has aliviado tan
frecuentemente los corazones devotos con tu divino consuelo.
Te alabo, Corazón de Jesús, que eres todo amor, por la plenitud de tu gracia, el esplendor de tus virtudes, la generosidad de tu corazón y la pureza de tu amor.
Te alabo, Real Corazón de Jesús por tu victoria sobre la muerte y el pecado, tu poder sobre las almas y el triunfo sobre la muerte y el pecado, tu poder sobre las almas y el triunfo sobre vivos y difuntos.
Te alabo, Corazón tan pobre siendo tan rico, por haber despreciado las riquezas terrenas y haber renunciado a los honores mundanales.
Te alabo, Corazón de Jesús obedientísimo por tener hambre de cumplir la voluntad del Padre, y estar sediento de la mayor gloria de Dios y salvación de las almas.
Te alabo, Corazón de Jesús generosísimo, que no buscaste tu gloria propia; Corazón pascientísimo, que voluntariamente sobrellevaste los mayores insultos; Corazón más abnegado, que anhelabas la Cruz y la abrazaste con amor.
Sacratísimo Corazón de Jesús, enséñame a amarte con todo mi corazón y concede que en la medida de mis limitadas fuerzas imite yo tus admirables virtudes. Amén.
Te alabo, Corazón de Jesús, que eres todo amor, por la plenitud de tu gracia, el esplendor de tus virtudes, la generosidad de tu corazón y la pureza de tu amor.
Te alabo, Real Corazón de Jesús por tu victoria sobre la muerte y el pecado, tu poder sobre las almas y el triunfo sobre la muerte y el pecado, tu poder sobre las almas y el triunfo sobre vivos y difuntos.
Te alabo, Corazón tan pobre siendo tan rico, por haber despreciado las riquezas terrenas y haber renunciado a los honores mundanales.
Te alabo, Corazón de Jesús obedientísimo por tener hambre de cumplir la voluntad del Padre, y estar sediento de la mayor gloria de Dios y salvación de las almas.
Te alabo, Corazón de Jesús generosísimo, que no buscaste tu gloria propia; Corazón pascientísimo, que voluntariamente sobrellevaste los mayores insultos; Corazón más abnegado, que anhelabas la Cruz y la abrazaste con amor.
Sacratísimo Corazón de Jesús, enséñame a amarte con todo mi corazón y concede que en la medida de mis limitadas fuerzas imite yo tus admirables virtudes. Amén.
Oración
Dios y Padre nuestro, haznos participar del gozo de la Ascensión de tu Hijo Jesucristo. Que la sigamos en la nueva creación, pues su ascensión es nuestra gloria y nuestra esperanza. Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
Dios y Padre nuestro, haznos participar del gozo de la Ascensión de tu Hijo Jesucristo. Que la sigamos en la nueva creación, pues su ascensión es nuestra gloria y nuestra esperanza. Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
La
Gloria y Exaltación de Cristo
Luego que el Señor
Jesús se apareció a sus discípulos
fue elevado al cielo. Este acontecimiento marca la transición
entre la gloria de Cristo resucitado y la de Cristo
exaltado a la derecha del Padre. Marca también
la posibilidad de que la humanidad entre al Reino de
Dios como tantas veces lo anunció Jesús.
De esta forma, la ascensión del Señor
se integra en el Misterio de la Encarnación,
que es su momento conclusivo.
- La Ascensión del Señor
- Textos para meditar
- La vida del cristiano
-
Meditaciones
venerados hermanos en el episcopado;
amadísimos hermanos y hermanas:
1. Nos hallamos reunidos en torno al altar del Señor para celebrar su Ascensión al cielo. Hemos escuchado sus palabras: "Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos (...) hasta los confines del mundo" (Hch 1, 8). Desde hace dos mil años estas palabras del Señor resucitado impulsan a la Iglesia a adentrarse en el mar de la historia, la hacen contemporánea de todas las generaciones, la transforman en levadura de todas las culturas del mundo.
Las volvemos a escuchar hoy para acoger con renovado fervor la orden "duc in altum rema mar adentro", que un día Jesús dio a san Pedro: una orden que quise que resonara en toda la Iglesia con la carta apostólica Novo millennio ineunte, y que a la luz de esta solemnidad litúrgica cobra un significado más profundo aún. El altum hacia el que la Iglesia debe dirigirse no es sólo un compromiso misionero más fuerte, sino también, y sobre todo, un compromiso contemplativo más intenso. Como los Apóstoles, testigos de la Ascensión, también nosotros estamos invitados a fijar nuestra mirada en el rostro de Cristo, elevado al resplandor de la gloria divina.
Ciertamente, contemplar el cielo no significa olvidar la tierra. Si nos viniera esta tentación, nos bastaría escuchar de nuevo a los "dos hombres vestidos de blanco" de la página evangélica de hoy: "¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?". La contemplación cristiana no nos aleja del compromiso histórico. El "cielo" al que Jesús ascendió no es lejanía, sino ocultamiento y custodia de una presencia que no nos abandona jamás, hasta que él vuelva en la gloria. Mientras tanto, es la hora exigente del testimonio, para que en el nombre de Cristo "se predique la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos" (cf. Lc 24, 47).
2. Precisamente para reavivar esta conciencia, quise convocar el consistorio extraordinario que se concluye hoy. Los señores cardenales de todo el mundo, a los que saludo con afecto fraterno, se han reunido conmigo durante estos días para afrontar algunos de los temas más importantes para la evangelización y el testimonio cristiano en el mundo actual, al comienzo de un nuevo milenio. Para nosotros ha sido, ante todo, un momento de comunión, en el que hemos experimentado un poco de la alegría que colmó el corazón de los Apóstoles, después de que el Resucitado, bendiciéndolos, se separó de ellos para subir al cielo. En efecto, dice san Lucas que, "después de adorarlo, se volvieron a Jerusalén con gran alegría, y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios" (Lc 24, 52-53).
La naturaleza misionera de la Iglesia hunde sus raíces en este icono de los orígenes. Lleva impresos sus rasgos y vuelve a proponer su espíritu. Vuelve a proponerlo comenzando por la experiencia de la alegría, que el Señor Jesús prometió a cuantos lo aman: "Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado" (Jn 15, 11). Si nuestra fe en el Señor resucitado es viva, nuestro corazón no puede menos de colmarse de alegría, y la misión se configura como un "rebosar" de alegría, que nos impulsa a llevar a todos la "buena nueva" de la salvación con valentía, sin miedos ni complejos, incluso a costa del sacrificio de la vida.
La naturaleza misionera de la Iglesia, que parte de Cristo, encuentra apoyo en la colegialidad episcopal, y es estimulada por el Sucesor de Pedro, cuyo ministerio tiende a promover la comunión en la Iglesia, garantizando la unidad de todos los fieles en Cristo.
3. Precisamente esta experiencia convirtió a san Pablo en el "Apóstol de los gentiles", llevándolo a recorrer gran parte del mundo entonces conocido, bajo el impulso de una fuerza interior que lo obligaba a hablar de Cristo: "Vae mihi est si non evangelizavero" "¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!" (1 Co 9, 16). También yo, en mi reciente peregrinación apostólica a Grecia, Siria y Malta, quise ir tras sus huellas, como completando, de este modo, mi peregrinación jubilar.
Experimenté en ella la alegría de compartir con afectuosa admiración algunos aspectos de la vida de nuestros amadísimos hermanos católicos orientales, y de ver abrirse nuevas perspectivas ecuménicas en las relaciones con nuestros también muy amados hermanos ortodoxos: con la ayuda de Dios se dieron pasos muy significativos hacia la anhelada meta de la comunión plena.
El encuentro con los musulmanes fue asimismo muy hermoso. Como en la peregrinación, tan anhelada, a la tierra del Señor, que realicé durante el gran jubileo, tuve la ocasión de destacar los vínculos particulares de nuestra fe con la del pueblo judío, igualmente fue muy intenso el momento de diálogo con los creyentes del islam. En efecto, el concilio Vaticano II nos enseñó que el anuncio de Cristo, único Salvador, no nos impide, sino que, al contrario, nos sugiere pensamientos y gestos de paz hacia los creyentes que pertenecen a otras religiones (cf. Nostra aetate, 2).
4. "Seréis mis testigos". Estas palabras que Jesús dirigió a los Apóstoles antes de la Ascensión explican bien el sentido de la evangelización de siempre, pero, de modo especial, resultan sumamente actuales en nuestro tiempo. Vivimos en una época en que sobreabunda la palabra, repetida hasta la saciedad por los medios de comunicación social, que ejercen tanto influjo sobre la opinión pública, para bien y para mal. Pero lo que necesitamos es la palabra rica en sabiduría y santidad. Por eso en la Novo millennio ineunte escribí que "la perspectiva en la que debe situarse el camino pastoral es la santidad" (n. 30), cultivada en la escucha de la palabra de Dios, la oración y la vida eucarística, especialmente durante la celebración semanal del dies Domini. Sólo gracias al testimonio de cristianos verdaderamente comprometidos a vivir de modo radical el Evangelio, el mensaje de Cristo puede abrirse camino en nuestro mundo.
La Iglesia afronta hoy enormes desafíos, que ponen a prueba la confianza y el entusiasmo de los heraldos. Y no se trata sólo de problemas "cuantitativos", debidos al hecho de que los cristianos constituyen una minoría, mientras el proceso de secularización sigue erosionando la tradición cristiana incluso en países de antigua evangelización. Los problemas más graves derivan de una transformación general del horizonte cultural, dominado por el primado de las ciencias experimentales inspiradas en los criterios de la epistemología científica. El mundo moderno, incluso cuando se muestra sensible a la dimensión religiosa y parece redescubrirla, acepta a lo sumo la imagen de Dios creador, mientras que le resulta difícil aceptar -como sucedió con los oyentes de san Pablo en el areópago de Atenas (cf. Hch 17, 32-34)- el scandalum crucis (cf. 1 Co 1, 23), el "escándalo" de un Dios que por amor entra en nuestra historia y se hace hombre, muriendo y resucitando por nosotros. Es fácil intuir el desafío que esto implica para las escuelas y las universidades católicas, así como para los centros de formación filosófica y teológica de los candidatos al sacerdocio, lugares en los que es preciso impartir una preparación cultural que esté a la altura del momento cultural actual.
Otros problemas derivan del fenómeno de la globalización, que, aunque ofrece la ventaja de acercar a los pueblos y las culturas, haciendo más accesible a todos un sinfín de mensajes, no facilita el discernimiento y una síntesis madura, sino que favorece una actitud relativista, que hace aún más difícil aceptar a Cristo como "camino, verdad y vida" (Jn 14, 6) para todo hombre.
¿Y qué decir de cuanto está emergiendo en el ámbito de los interrogantes morales? Hoy más que nunca, sobre todo en el campo de los grandes temas de la bioética, la justicia social, la institución familiar y la vida conyugal, la humanidad se siente interpelada por problemas formidables, que ponen en tela de juicio su mismo destino.
El consistorio ha reflexionado ampliamente sobre algunos de estos problemas, realizando análisis profundos y proponiendo soluciones meditadas. Diversas cuestiones se volverán a abordar en el próximo Sínodo de los obispos, que, como ha quedado demostrado, es un instrumento valioso y eficaz de la colegialidad episcopal, al servicio de las Iglesias particulares. Venerados hermanos cardenales, os agradezco la magnífica contribución que acabáis de dar: quiero aprovecharla para sacar oportunas indicaciones operativas, a fin de que la acción pastoral y evangelizadora en toda la Iglesia aumente su espíritu misionero, con plena conciencia de los desafíos actuales.
5. El misterio de la Ascensión nos abre hoy el horizonte ideal desde el que se ha de enfocar este compromiso. Es, ante todo, el horizonte de la victoria de Cristo sobre la muerte y el pecado. Asciende al cielo como rey de amor y paz, fuente de salvación para la humanidad entera. Asciende para "ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros", como hemos escuchado en la lectura de la carta a los Hebreos (Hb 9, 24). La palabra de Dios nos invita a tener confianza: "es fiel quien hizo la promesa" (Hb 10, 23).
También nos da fuerza el Espíritu, que Cristo derramó sin medida. El Espíritu es el secreto de la Iglesia de hoy, como lo fue para la Iglesia de la primera hora. Estaríamos condenados al fracaso si no siguiera siendo eficaz en nosotros la promesa que Jesús hizo a los primeros Apóstoles: "Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto" (Lc 24, 49). El Espíritu, Cristo, el Padre: ¡toda la Trinidad está comprometida con nosotros!
Sí, mis queridos hermanos y hermanas, no estaremos solos cuando recorramos el camino que nos espera. Nos acompañan los sacerdotes, los religiosos y los laicos, jóvenes y adultos, comprometidos a fondo para dar a la Iglesia, siguiendo el ejemplo de Jesús, un rostro de pobreza y misericordia, especialmente hacia los necesitados y los marginados, un rostro iluminado por el testimonio de la comunión en la verdad y en el amor. No estaremos solos, sobre todo porque con nosotros estará la santísima Trinidad. Los compromisos que encomendé como consigna a toda la Iglesia en la Novo millennio ineunte, así como los problemas sobre los que ha reflexionado el consistorio, no los afrontaremos sólo con nuestras fuerzas humanas, sino con la fuerza que viene "de lo alto". Esta es la certeza que se alimenta continuamente en la contemplación de Cristo elevado al cielo. Fijando en él nuesta mirada, aceptemos de buen grado la exhortación de la carta a los Hebreos a "mantenernos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa" (Hb 10, 23).
Nuestro renovado compromiso se hace canto de alabanza, a la vez que con las palabras del Salmo indicamos a todos los pueblos del mundo a Cristo resucitado y elevado al cielo: "Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo. (...) Dios es el rey del mundo" (Sal 47, 1. 8).
Por tanto, con renovada confianza, "rememos mar adentro" en su nombre.
Jueves 24 de mayo de 2001.
Homilía de Mons. Víctor Ochoa Cadavid durante la misa en la Iglesia Santa María in Traspontina con el Movimiento de Vida Cristiana.
Queridos hermanos y hermanas:
Hace cuarenta días celebrábamos la fiesta de la Pascua, "el día santo en que Nuestro Señor pasó de la muerte a la vida", que nos permitió recordar, con una bellísima simbología litúrgica, en el hoy de la celebración de la fe, nuestro Bautismo y asumir un renovado vigor en nuestra opción de vida cristiana.
Esa fiesta pascual se prolonga y se extiende en el tiempo humano y nos lleva, en la sabiduría de nuestra Madre la Iglesia, a esta celebración del misterio de la Ascensión, en el cual Jesucristo, victorioso sobre el pecado y la muerte, sube al Padre, en el cielo.
Nuevo tiempo y nueva historia
La fiesta de la Ascensión del Señor, que hoy celebramos, cierra el contacto personal de Cristo con sus discípulos. No podemos dudar de que la presencia de Cristo en la Iglesia está asegurada hasta el final de los tiempos.
En esta fiesta contemplamos a Cristo, glorioso en el cielo, junto al Padre. Él es el "Evangelio viviente del Padre"; en su existencia terrena Él ha anunciado la Buena Noticia de salvación a los hombres. Después de cumplir su misión en la tierra, anunciando la misericordia del Padre, es constituido Señor de la historia humana.
Al llegar Cristo al cielo sella definitivamente la redención del género humano. Hombre verdadero según la carne, es primicia de nuestra resurrección y es signo de esperanza para nuestra condición mortal y pecadora, signo claro de salvación. Llevando al cielo nuestra condición humana, Cristo es signo visible y claro de lo que un día nosotros seremos, en la gloria, después de nuestra lucha por la santidad y por la gracia.
Con la entrada de Cristo a la gloria del Padre, los Apóstoles deben comenzar a proclamar la Buena Noticia de este acontecimiento en toda la tierra. Podemos decir que se inicia un tiempo de misión y anuncio para la Iglesia, en el cual nosotros nos insertamos con nuestra acción apostólica. Este tiempo será sellado definitivamente con la llegada del Espíritu Santo.
La Iglesia, como depositaria de esta Palabra de verdad que es Cristo, lleva el Evangelio, anuncio de salvación, a todos los hombres, hasta los confines mismos de la tierra, sin hacer ninguna distinción acerca de la raza o de la lengua.
En Jesucristo se cumple la profecía del Daniel: "A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás"
Contemplamos en este misterio, queridos hermanos, cómo se cierra un momento en la historia de la salvación y se abre el tiempo de la Iglesia, necesitada del Espíritu Santo para evangelizar, para anunciar la Buena Nueva a toda la humanidad.
Cristo debe reinar en cada uno de nosotros. A Él sólo debemos rendir culto y honor. Construyamos su imperio en medio de los hombres.
Cristo es Señor de la vida y de la muerte
Los invito, queridos hermanos, para que en este día descubramos en profundidad la liturgia del triunfo de Cristo que, resucitado, "es Señor de la vida y de la muerte"
Nos dice San Pablo: "bajo sus pies sometió todas las cosas". La Ascensión de Cristo al cielo, conservando la plenitud de su humanidad, como primicia de redención, nos manifiesta la plenitud del poder que le ha sido concedido por el Padre.
Mirando al cielo encontramos nuestra humanidad transfigurada, sin dolor, sin pecado y sin mal. Cristo es el Señor del cosmos y de la historia. En Él, en Jesucristo, la historia de la humanidad --y nuestra propia historia concretamente-- encuentra un nuevo valor y una nueva dimensión.
Si queremos ser verdaderos discípulos de Cristo, tenemos que ser conscientes de su reino y de su poder. Cristo nos abre hoy la vía, el camino del cielo, como primicia, las puertas de la gloria del Padre. En esta fiesta encontramos a Jesús mismo, presente en nuestro recuerdo y conmemoración en la historia humana.
Mirando a Cristo, encontremos nuestra santidad
La vida de Cristo es una invitación a la santidad a la que estamos llamados todos nosotros. Si el Señor ha ido al cielo, ciertamente no estamos solos. Cristo glorificado permanece en su Iglesia.
Con la Ascensión ha iniciado la "última hora" de la historia humana, en la cual tenemos una tarea y una misión: proclamar su mensaje y su salvación a todos los hombres. Debemos unir el cielo y la tierra, con nuestro trabajo y con nuestra acción pastoral o apostólica.
Quisiera que, contemplando la gloria de Cristo, contempláramos nuestra propia debilidad, la necesidad que tenemos de la gracia de Cristo para poder completar en nosotros el proyecto de Dios. Recibiremos hoy el alimento de vida eterna que nos llena de fuerza y estimula para caminar hacia el cielo.
Cada uno de nosotros está llamado a la santidad, es decir a vivir según la voluntad de Dios.
El Espíritu Santo en la Palabra de Dios que escuchamos
La primera lectura que escuchamos en esta tarde, tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles, está íntimamente ligada al Evangelio de San Lucas, completa las palabras de Cristo mismo, la seguridad de que en nuestro empeño y en nuestra acción tendremos la compañía del Espíritu Santo: "Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo".
Como creyentes, como discípulos de Cristo podemos tener la tentación de permanecer como los Apóstoles, mirando fijo al cielo, olvidándonos de la tarea y de la consigna que el Señor ha dado a sus discípulos: "Id a todo el mundo y predicad el Evangelio". Todos los cristianos hemos recibido de Cristo esta invitación a ser sus testigos, a ser sus anunciadores.
El Apóstol San Pablo nos invita a reconocer el "Espíritu de sabiduría y revelación" para conocerlo, para poder "comprender cuál es la esperanza a la que os llama".
El libro de los Hechos nos dice que los Apóstoles "lo vieron levantarse hasta que una nube se los quitó de la vista". Nos sucede hoy lo mismo. Durante las celebraciones de la Pascua que propiciaron en nosotros una intensa reflexión hemos visto levantarse a Cristo, de la muerte, hasta la gloria del Padre. Pero no podemos quedarnos a contemplar el misterio, debemos --contemplándolo-- anunciarlo a todos los hombres.
Quisiera que en esta celebración trajéramos las circunstancias que nos reúnen en este bellísimo templo de Santa María in Traspontina. Ustedes han llegado a Roma, para encontrar al Papa, junto con otros movimientos apostólicos, para escuchar su palabra y ser confirmados en la fe. Traen la alegría y la esperanza de tantos y tantos jóvenes que quieren comprometerse con el Evangelio y con Cristo glorioso. Celebrando esta fiesta tenemos que poner a Cristo en el centro de nuestra historia y de nuestra esperanza. Tenemos también que poner a la Iglesia y al Evangelio que anuncia en el centro de nuestra vida.
Esta peregrinación a Roma debe ser para ustedes un encuentro privilegiado con Cristo y con su Iglesia, con el Sucesor de Pedro que es garantía y seguridad en la fe.
En esta ciudad está el Obispo de Roma, el Papa, el cual es el centro de la unidad de la Iglesia, la piedra sobre la cual se apoyan todos los miembros y las "construcciones" eclesiales, sin la cual no se puede tener la seguridad de la presencia de Cristo. El encuentro que tendrán con el Papa Juan Pablo II, apóstol incansable, marcará en ustedes un momento significativo e importante para su camino de fe.
Roma aparece ante ustedes en toda su riqueza eclesial. Es una ciudad que nos evangeliza y nos conforta con el testimonio de una fe vivida durante siglos. Una ciudad que nos muestra la fuerza evangelizadora de los mártires y de los santos.
Traen ustedes la alegría y la esperanza de la Iglesia que busca el camino para servir mejor al Señor. Este camino de peregrinación "en Roma", junto a los Sepulcros de los Apóstoles Pedro y Pablo, tiene que ser para cada uno de nosotros la manera de buscar más intensamente la santidad, a la cual tenemos que dedicar nuestros carismas y acción apostólica.
"Volvieron con alegría a Jerusalén"
Llevemos la alegría del encuentro con Cristo, después de haber mirado al cielo. Vivamos en la esperanza de encontrar a Cristo en su reino, como lo diremos en el Prefacio de la Santa Misa.
Esperanza de poder ser fieles hasta el final, de empeñarnos cada vez más en la evangelización y en el anuncio de su Evangelio en medio de los hombres. En estos días la Iglesia entera se reúne en oración, junto con Santa María la Virgen, para pedir el don del Espíritu Santo, el "Consolador", la fuerza y la vitalidad, aquel que debe aconsejarnos y ayudarnos en nuestro camino de vida cristiana.
Hoy precisamente es la memoria de Santa María "Auxilio de los cristianos". Pidámosle que nos ayude a ser verdaderamente hijos de Dios, reconociendo el señorío de Cristo sobre la historia y sobre el mundo.
Que Nuestra Señora bendiga, guíe y acompañe el camino de cada uno de los miembros del Movimiento de Vida Cristiana, del Sodalicio, de sus superiores.
24 de mayo de 1998.
Lecturas de la Misa.
Primera lecturaLectura del libro de los Hechos de los apóstoles 1, 1-11En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios.Una vez que comían juntos, les recomendó:- "No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo."Ellos lo rodearon preguntándole:- "Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?"Jesús contestó:- "No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo."Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndole irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:- "Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse."Palabra de DiosSal 46, 2-3. 6-7. 8-9 (R.: 6)R. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.Pueblos todos batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra. R.Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas;
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad. R.Porque Dios es el rey del mundo;
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado. R.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 1, 17-23Hermanos:Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro.Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.Palabra de Dios
"Mientras los bendecía iba subiendo al cielo"
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Estaba escrito que el Mesías tenía que padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se anunciaría a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén, la conversión y el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de estas cosas. Por mi parte, les voy a enviar el don prometido por mi Padre. Ustedes quédense en la ciudad hasta que sean revestidos de la fuerza que viene de lo alto». Después los llevó fuera de la ciudad hasta un lugar cercano a Betania y, alzando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de postrarse ante él, regresaron a Jerusalén con gran alegría. Y estaban continuamente en el templo bendiciendo a Dios.Palabra del Señor
La CelebraciónCelebramos la Ascensión del Señor, es el domingo anterior a la fiesta de Pentecostés, son solemnidades muy importantes de la Iglesia, nos hablan de nuestro destino final: ir al Padre como Jesús y de la fundación y misión de nuestra Iglesia Católica.Se usa el color blanco, tanto en el altar como en las vestiduras del sacerdote.Significado de la expresiónLos evangelistas describen al final de los evangelios y al principio del libro de los Hechos de los Apóstoles, que Jesús "fue elevado al cielo", por lo que los cristianos repetimos en nuestro Credo:"Subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre". Esta afirmación es un modo de hablar para decir que Jesús se fue al Padre, llevando consigo su naturaleza humana. La ida de Jesús al Padre constituyó nuestro cielo.Jesús, al ir al Padre, no entra en un lugar, sino en una nueva dimensión, en donde no tienen sentido nuestras expresiones: arriba, abajo, subir, bajar… Ir al cielo significa, ir a Dios. En el cielo, iremos a unirnos al cuerpo de Cristo resucitado todos los que aceptamos su salvación.Significado de la fiesta en la iglesiaSegún la narración de San Lucas, la Iglesia celebra la Ascensión del Señor a los cuarenta días de su resurrección. Esta fiesta está dentro del tiempo pascual que consta de cincuenta días y concluye con la Venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia. (Cf. Lc 24, 49-53; Hch 1, 3-11; 2, 1-41) La fiesta de la Ascensión no nos habla de un alejamiento de Cristo, sino de su glorificación en el Padre. Su cuerpo humano adquiere la gloria y las propiedades de Dios antes de encarnarse. Con la Ascensión, Cristo se ha acercado más a nosotros, con la misma cercanía de Dios. Es también una fiesta de esperanza, pues con Cristo una parte, la primicia de nuestra humanidad, está con Dios. Con él, todos nosotros hemos subido al Padre en la esperanza y en la promesa. En la Ascensión celebramos la subida de Cristo al Padre y nuestra futura ascensión con él. Al celebrar el misterio de la Ascensión del Señor, recuerda que EL CIELO ES NUESTRA META y que la vida terrena es el camino para conseguirla.Significado de las lecturasLa primera lectura (Hch 1,1-11) constituye la introducción general al libro de los Hechos de los Apóstoles, que enlaza directamente con el final del evangelio de Lucas (Hch 1,1; cf. Lc 24,45-53: "Ya traté en mi primer libro querido Teófilo todo lo que Jesús hizo y enseñó desde el principio hasta el día en que subió al cielo..."). De esta forma Lucas sigue el uso literario de la época de introducir el segundo volumen de una obra con una introducción que resumía el libro anterior. Para Lucas, la actividad terrena de Jesús concluye no con el momento de su muerte, sino con su ascensión al cielo, que incluye naturalmente la experiencia pascual de las apariciones. Por eso de ahora en adelante serán los apóstoles, aquellos que han visto al Señor y han sido instruidos por él "bajo la acción del Espíritu Santo" (Hch 1,2), los testigos autorizados de la palabra de Jesús y de su resurrección. En efecto, Lucas insiste en el realismo de las apariciones y en la enseñanza de Jesús Resucitado a los apóstoles antes de subir al cielo: "Después de su pasión, Jesús se les presentó muchas veces con muchas y evidentes pruebas de que estaba vivo, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles del reino de Dios" (Hch 1,3). Estos "cuarenta días" son un número simbólico que evoca un tiempo perfecto y arquetípico. El tiempo necesario para pasar de una etapa a otra en la historia de la salvación y, por tanto, el tiempo de las manifestaciones divinas importantes y decisivas. El número evoca los cuarenta años que Israel caminó en el desierto siendo probado y educado por Dios (Dt 8,2-6); los cuarenta días que pasó Moisés en el monte Sinaí para recibir la Ley de parte de Dios (Ex 24,18); los cuarenta días de Jesús en el desierto antes de iniciar su misión (Lc 4,1-2). "Cuarenta" indica el tiempo de la prueba y de la enseñanza necesaria. En los Hechos, sin embargo, se insiste solamente en la segunda dimensión. En la tradición de los rabinos el número "cuarenta" también tenía, en línea con la tradición bíblica, un valor simbólico para indicar un período de aprendizaje completo y normativo. Lucas quiere poner de manifiesto que los apóstoles han recibido del Señor resucitado aquella formación autorizada y completa que los prepara para continuar su obra y ser testigos del reino de Dios en la historia. Jesús les recomienda no apartarse de Jerusalén y esperar la promesa del Padre, el don del Espíritu Santo. Jerusalén, la ciudad en la cual Jesús concluyó su camino, se convierte en el punto de partida de la misión de la iglesia. En Jerusalén los apóstoles recibirán el don escatológico del Espíritu Santo y desde allí comenzarán a ser testigos de Jesús hasta los confines de la tierra. Jerusalén es y permanecerá para siempre la madre de todas las iglesias. La misión de la comunidad cristiana, en efecto, echa sus raíces en aquella misma ciudad santa, sede del Templo y centro de toda la tierra santa, porque como anunció Isaías: "de Sión saldrá la Ley, de Jerusalén la Palabra del Señor" (Is 2,3). En Jerusalén los apóstoles serán "bautizados en el Espíritu Santo", es decir, serán inmersos en la potencia divina y vivificante del Espíritu que los llenará plenamente (Hch 2).El texto hace referencia a la mentalidad de los apóstoles, enraizada en la esperanza mesiánica del Antiguo Testamento, en relación a la instauración del reino mesiánico en favor del pueblo elegido: "Señor, ¿vas a restablecer ahora el reino de Israel?" (v. 6). Esta expectativa no era necesariamente nacionalística o política, sino que reflejaba la estrecha concepción del pueblo de la primera alianza que limitaba la salvación a Israel. Al mismo tiempo la pregunta evoca un interrogante de la iglesia primitiva y que en nuestro tiempo vuelve a resultar de actualidad:"¿cuándo va a ser reconstruido el Reino?". Jesús rechaza categóricamente todas las especulaciones apocalípticas sobre la fecha del fin del mundo. Ese momento definitivo del reino sólo lo conoce el Padre que guía la historia de la salvación: "No les toca conocer a ustedes los tiempos y momentos que ha establecido el Padre con su autoridad" (v. 7). En un segundo momento Jesús les enseña que no hay conexión temporal directa entre el don del Espíritu y la llegada del reino. La experiencia del Espíritu más bien servirá para dar inicio al tiempo de la iglesia, a la misión de la comunidad cristiana (Hch 1,8).Después de este diálogo con Jesús Lucas relata la ascensión del Señor (vv. 9-11). Para comprender la narración de Lucas hay que tener en cuenta que utiliza un conocido esquema simbólico presente en tantas religiones y también en la Biblia, que coloca en lo "alto", en el "cielo", todo aquello que es mejor y que domina el ámbito "horizontal", de "abajo", de nuestro mundo, en el cual se coloca el mal y la muerte. Por eso la Biblia habla muchas veces que Dios "baja" del cielo (Gen 11,5; Es 19,11-13; Sal 144,5) para hablar con el hombre y vuelve a "subir" (Gen 17,22) después de realizar su obra. Por tanto, el lenguaje simbólico de la ascensión no tenemos que interpretarlo en base a esquemas espaciales, que representan solamente la envoltura externa. Es necesario leer la ascensión desde la óptica de la pascua y captar en este misterio el mensaje fundamental: Jesús ha sido introducido eternamente en el ámbito de la trascendencia y en el mundo de lo divino. Lucas ha intentando hacer visible la afirmación de fe en relación con la plenitud divina del Resucitado y su señorío absoluto en el mundo. Sin embargo, en el texto el acento está puesto sobre todo en la "despedida". Se trata de una "separación". El Señor Jesús ya no está presente en medio de nosotros en forma física; su cuerpo glorificado está presente ahora en la historia con la fuerza vivificante de Dios. La "nube" que oculta a Jesús de la vista de los discípulos es precisamente el signo de esta nueva forma de presencia. Un signo que al mismo tiempo "esconde" y "revela" la trascendencia de Dios. En el Antiguo Testamento la nube indica la cercanía de Yahvéh: una presencia escondida y majestuosa, pero cierta y salvadora para su pueblo (cf. Ex 13,21; 24,16.18; 33,9-11; 34,5; Ez 1,4; Sal 96/97,2; etc.). Los apóstoles aparecen "mirando atentamente" a Jesús hasta el último momento (v. 10). Este "mirar" no debe ser entendido en sentido material. Con esta indicación Lucas quiere subrayar que ellos son testigos de toda la historia de Jesús, incluido el momento de la plenitud del misterio pascual, cuando Jesús es glorificado e introducido en el mundo de Dios. Así como Eliseo que, mirando a Elías que era llevado al cielo en un carro de fuego, fue digno de recibir los dos tercios de su espíritu (2 Re 2,9-12), también los apóstoles que "miran" a Jesús recibirán el Espíritu de Jesús. El Resucitado continuará estando presente en los apóstoles mediante el Espíritu.El texto de los Hechos, en síntesis, invita a superar una fe pasiva y demasiado ligada a lo espectacular: "Por qué se han quedado mirando al cielo?" (Hch 1,10). Estas palabras son un llamado indirecto a no perder el tiempo cuando hay que ser testigos de Jesús y a no esperar del cielo soluciones milagrosas o revelaciones especiales. La desaparición material de Jesús marca el inicio de la misión y del compromiso de la iglesia. La fe verdadera se basa, según las palabras de Jesús en el v. 8, en la fuerza del Espíritu, en el testimonio cristiano en el mundo y en la apertura universal de la iglesia. La ascensión, más que recuerdo, es exigencia y llamado a la misión y al compromiso.El evangelio (Lucas 24, 46-53 ) refiere la aparición pascual en Galilea. El mensaje de la fiesta se mueve en varias direcciones: indica el triunfo de Jesús sobre las peripecias y limitaciones terrenas; señala el retorno de Cristo a la gloria del Padre como antecedente y muestra del que ocurrirá para los creyentes; manifiesta su señorío sobre la historia y la creación; muestra el inicio de la nueva vida junto a Dios; e invita al cristiano a superar lo caduco y aspirar y buscar lo otro, lo definitivo y permanente del más allá desde el más acá. Aunque la Iglesia celebra en secuencia los eventos de la muerte, resurrección y ascensión (glorificación) de Cristo, en realidad los propone simplemente como aspectos complementarios del único misterio pascual.En este sentido, Los evangelistas terminan sus respectivos evangelios asegurando a los apóstoles que Jesús los comisiona a continuar su obra y a repetir sus señales. Ahora toca a ellos cuidar los intereses de Dios y reflejar su fidelidad al Emmanuel, siendo activos en el mundo y seguros de su presencia (Mateo y Marcos). En cambio, Lucas describe lo indescriptible en forma de compromiso. Los seguidores de Jesús no tienen tiempo de ver cómo quedó el cielo después de la ascensión de Jesús, sino de volver a la ciudad humana, ser alegres, alabar a Dios y anunciar a todos los hombres que, gracias a Cristo, Dios concede la conversión y el perdón de los pecados para recibir la salvación (evangelio).
Así pues la ascensión de Jesús a la gloria recuerda dos cosas fundamentales a la comunidad cristiana: que la plenitud de vida se consigue solamente después de la existencia terrena; y que la promesa de esa vida nueva por alcanzar no es ilusión, ni sueño ni utopía, sino una realidad que ha iniciado ya en la persona de cada uno de los cristianos. En otras palabras, la ascensión se comprende a medida que el cristiano deja de mirar el espacio intentando hallar el agujero por donde Jesús entró al Cielo o por donde él mismo "podría treparse" a la gloria. La ascensión hace volver al cristiano al lugar en donde se encuentran los hombres; lo invita a trabajar entre ellos y lo convence de ser presencia activa de Cristo mientras no llegue su propio retorno al Padre.
La Ascensión inicia ahora como preparación del mañana. En su momento, Cristo se encargará de darnos la perfección e incluirnos en su vida eterna como nos ha prometido.El hecho de la Ascensión es relatado no solamente en los pasajes de la Escritura citados arriba, sino también es predecido y mencionado en otros lugares como un hecho establecido. Por ejemplo en Juan 6:62, Cristo pregunta a los Judíos: "Pues que sería si vierais al Hijo del hombre subir ahí a donde estaba antes?" y en 20:17, dice a María Magdalena: "No me toques, porque aún no he subido al Padre, pero ve a mis hermanos y díles: Subo a mi padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios." Además en Efesios 4:8-10, y en Timoteo 3:16, se habla de la Ascensión de Cristo como un hecho aceptado.El lenguaje empleado por los Evangelistas para describir la Ascensión debe ser interpretado de acuerdo al uso. Decir que fue elevado o que ascendió, no necesariamente implica que localizaran al cielo directamente encima de la tierra; de la misma manera que las palabras "sentado a la derecha del Padre" no significan que esa sea realmente su postura. Al desaparecer de su vista "Fue arrebatado a vista de ellos y una nube lo sustrajo de sus ojos" (Hechos1:9), y entrando en la gloria permanece con el Padre en el honor y poder denotado en la frase de la escritura.Notas Bíblicas del Evangelio:
Del versículo 49 del Libro de Lucas, capítulo 24: "Y he aquí que Yo envío sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Mas vosotros estaos quedos en la ciudad hasta que desde lo alto seáis investidos de fuerza" se entiende que esa "Promesa" del Padre es el Espíritu Santo, según lo refiere el mismo Lucas en Hech. 1, 4. Véase 3, 16; Mat. 3, 11; Marc. 1, 8; Juan 1, 26; 14, 26.En el versículo 50: "Y los sacó fuera hasta frente a Betania y, alzando sus manos, los bendijo. 51 Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue elevado hacia el cielo."... Esta bendición de despedida de Jesús no es sino un "hasta luego" (Juan 16, 16 ss. y nota), porque Él mismo dijo que iba a prepararnos un lugar en la casa de su Padre, y volvería a tomarnos para estar siempre juntos (Juan 14, 2 s.). San Lucas continúa este relato de la Ascensión en los Hechos de los Apóstoles, para decirnos que, según anunciaron entonces los ángeles, Jesús volverá de la misma manera que se fue, esto es, en las nubes (Hech. 1, 11 y nota). Entonces terminarán de cumplirse todos esos anuncios de que habla Jesús en el v. 44, para cuyo entendimiento hemos de pedirle que nos abra la inteligencia como hizo aquí con los apóstoles (v. 45).En el versículo 53: "Y estaban constantemente en el Templo, alabando y bendiciendo a Dios" se entiende por la expresión "en el Templo" que se trata del mismo de Jerusalén (cf. Hech. 3, 1) cuyo culto continuó hasta su destrucción por los romanos el año 70, después del anuncio hecho por San Pablo a Israel en Hech. 28, 25 ss. Cf. Hebr. 8, 4 y nota.
*Notas de la Biblia Comentada J. StraubingerNEXO ENTRE LAS LECTURASEl mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo, volverá como le habéis visto marcharse. Esta afirmación de los Hechos de los apóstoles nos ofrece una síntesis profunda de la liturgia en la solemnidad de la Ascensión. Jesús sube al cielo con su cuerpo glorificado. Deja a los apóstoles una misión clara y comprometedora: Id y haced discípulos a todos los pueblos. Se trata de ir hasta los confines de la tierra para que resuene el pregón de Dios. Se trata de anunciar sin descanso cuál es la altura, la anchura y la profundidad del amor de Dios, que se ha manifestado en Cristo Jesús. El apóstol será pues el hombre del "amor más grande". El hombre consciente de que el Señor, que hoy asciende entre aclamaciones, volverá. ¡Volverá sin falta y lleno de Gloria! Así pues, se trata en último término de comprender cuál es la esperanza a la que hemos sido llamados, comprender cuál es la herencia que Dios prepara a los que lo aman. Esta solemnidad de la Ascensión es pues un momento magnífico para examinar nuestro peregrinar en la vida, considerar que el Señor volverá para tomarnos consigo y que, por lo tanto, hay que reemprender con entusiasmo nuestras tareas cotidianas recuperando en ellas el valor de eternidad.La Ascensión del Señor Jesús Ascendió al Cielo con su Padre, después de haber cumplido su misión en la tierra. 5 de junio 2011
La Ascensión del Señor
¡Es el momento en el que Jesús regresó al Cielo con su Padre, después de haber cumplido su misión en la tierra¡
En el Evangelio de San Lucas 24, 50-53 se narra como, después de dar las últimas instrucciones a los Apóstoles, los llevó cerca de Betania y mientras los bendecía, alzando las manos, subió al Cielo. Los Apóstoles lo vieron alejarse hasta que desapareció en una nube.
Con su Ascensión al Cielo, Jesús nos abre las puertas para que podamos seguirle. La Ascensión es para todos los cristianos un símbolo de esperanza, pues sabemos que Cristo está sentado a la derecha del Padre, intercediendo por nosotros y que un día podremos llegar con Él a gozar de la felicidad eterna. Por esto, celebramos la fiesta con una Misa solemne. Durante la celebración de la Misa, puede haber una procesión solemne, con incienso. El crucifijo se adorna de blanco, se llevan luces y flores.
¿Qué nos enseña la Ascensión?
Debemos luchar por ser perfectos y buenos para poder ir al Cielo con Jesús. Él vivió como todos nosotros su proyecto y lo fue perfeccionando día a día. Su proyecto no terminó con la Muerte, sino que siguió con su Resurrección y su Ascensión.
Con la Ascensión, Jesús alcanza la meta final y es exaltado; se hace Señor y primogénito de sus hermanos. La plenitud sólo se alcanza al final y es un don de Dios.
Jesús ha ascendido al Cielo y nos espera en la meta. Nosotros debemos trabajar para cumplir con nuestra misión en la tierra. Hay que vivir como Él, amar como Él, buscar el Reino de Dios.
Debemos anunciar el Evangelio con la palabra y con la vida.El cielo es tuyo ¿Subes o te quedas? Al ascender al cielo Jesús no pensaba sólo en su triunfo; quería que todos los hombres subieran con Él a la patria eterna.
El cielo es tuyo ¿Subes o te quedas?
¿Qué decir a los hombres sobre ella? ¿Qué te dirás a ti mismo? La Ascensión clava nuestra esperanza de forma inviolada en nuestra propia felicidad eterna. Así como Jesús, tu Hijo, el Hijo de José y María, ha subido con su cuerpo eternizado a la patria de los justos, así el mío y el de mis hermanos, el de todos los fieles que se esfuercen, subirá para nunca bajar, para quedarse para siempre allí.
La Ascensión, además, es un subir, es un superarse de continuo, un no resignarse al muladar. Subir, siempre subir; querer ser otro, distinto, mejor; mejor en lo humano, mejor en lo intelectual y en lo espiritual. Cuando uno se para, se enferma; cuando uno se para definitivamente, ha comenzado a morir. Se impone la lucha diaria, la tenaz conquista de una meta tras otra, hasta alcanzar la última, la añorada cima de ser santo. Esa es mi meta, esa es mi cima. ¿También la tuya?
Al ascender al cielo Jesús no pensaba sólo en su triunfo; quería que todos los hombres subieran con Él a la patria eterna. Había pagado el precio; había escrito el nombre de todos en el cielo, también el tuyo y el mío. El cielo es mío, el cielo es tuyo. ¿Subimos o nos quedamos? ¿Eterno muladar o eterna gloria? Voy a prepararos un lugar. ¡Con qué emoción se lo dijiste! Dios preparando un lugar, tu lugar, en el cielo.
Dios creó al hombre, a ti y a mí, para que, al final, viviéramos eternamente felices en la gloria. Si te salvas, Dios consigue su plan, y tú logras tu sueño. Entonces habrá valido la pena vivir...
¡Con cuanta ilusión Jesús hubiera llevado a la gloria consigo a sus dos compañeros de suplicio! Pero sólo pudo llevarse a uno. Porque el otro no quiso...
Si Cristo pudiese ser infeliz, lloraría eternamente por aquellos que, como a Gestas, no pudo salvar. Jesús lloró sobre Jerusalén, Jesús ha llorado por ti, cuando le has cerrado la puerta de tu alma. Ojalá que esas lágrimas, sumadas a su sangre, logren llevarte al cielo.
Si tú le pides con idéntica sinceridad que el buen ladrón: “Acuérdate de mí, Señor, cuando estés en tu Reino”, de seguro escucharás también: ”Estarás conmigo en el Paraíso”. Y así, el que escribió tu nombre en el cielo podrá, por fin, decir: “Misión cumplida”.
Dios es amor. El cielo lo grita.
Lo ha demostrado mil veces y de mil formas. Te lo ha demostrado a ti; se lo ha demostrado a todos los hombres. Se lo ha probado amándoles sin medida, perdonándoles todo y siempre; regalándoles el cielo, dándoles a su Madre. Si no hemos sabido hacerlo, ya es hora de corresponder al amor. No podemos vivir sin amor. La vida sin Él es un penar continuo, una madeja de infelicidad y amarguras. Amar es la respuesta, es el sentido, amar eternamente al que infinitamente nos ha amado.
La ascensión nuestra al cielo será el último peldaño de la escalera; será la etapa final y feliz, sin retorno ni vuelta atrás. Debemos pensar en ella, soñar con ella y poner todos los medios para obtenerla. Todo será muy poco para conquistarla. Después del cielo sólo sigue el cielo. Después del Paraíso ya no hay nada que anhelar o esperar. Todos nuestros anhelos más profundos y entrañables, estarán, por fin, definitivamente cumplidos. Entonces, ¿te interesa el cielo?
¿A quién debo una felicidad tan grande? ¿A qué precio me lo ha conseguido. ¿Qué he hecho hasta ahora por el cielo? ¿Qué hago actualmente para asegurarlo? Y, en adelante, ¿qué pienso hacer?
Al final de la vida lo único que cuenta es lo hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos. “Yo sé que toda la vida humana se gasta y se consume bien o mal, y no hay posible ahorro. Los años son ésos y no más, y la eternidad es lo que sigue a esta vida. Gastarnos por Dios y por nuestros hermanos en Dios es lo razonable y seguro”.Ascensión de Jesús
La ascensión de Jesucristo es una expresión que procede de las primeras comunidades cristianas, para hacer referencia a la glorificación que según la Biblia recibió Jesús de Nazaret tras su muerte, de manos de Dios Padre.La tradición judía, mantenía el símbolo de que el cielo era como la morada de Dios, simbología que fue adoptada por el cristianismo. De ahí, que la ascensión a los cielos sea el símbolo de que Jesús es investido de la divinidad de Dios.Véase también
- Año litúrgico
- Capilla de la Ascensión
- Día de la Ascensión
Enlaces externos
- Wikimedia Commons alberga contenido multimedia sobre Ascensión de Jesús.
- Sitio Oficial del Vaticano
- Ascensión de Jesús en la Enciclopedia Católica
- Ascensión de Jesús en Catholic.net
- Ascención del Señor en Diccionario Católico
-
El contenido de este artículo incorpora material de una entrada de la Enciclopedia Libre Universal, publicada en español bajo la licencia Creative Commons Compartir-Igual 3.0.
LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
*La
Ascensión del Señor se celebra el jueves de la VI semana de pascua, en
algunas diócesis es transferido al Domingo VII de Pascua.
PRIMERA LECTURA
Lo vieron levantarse
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 1, 1-11En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios.
Una vez que comían juntos, les recomendó:
-«No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.»
Ellos lo rodearon preguntándole:
-«Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?»
Jesús contestó:
-«No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.»
Dicho
esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista.
Mientras miraban fijos al cielo, viéndole irse, se les presentaron dos
hombres vestidos de blanco, que les dijeron:
-«Galileos,
¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha
dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse. »
Palabra de Dios.Salmo responsorial Sal 46, 2-3. 6-7. 8-9 (R.: 6)
R. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
Pueblos todos batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo; porque el Señor es sublime y terrible, emperador de toda la tierra. R.
Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas; tocad para Dios, tocad, tocad para nuestro Rey, tocad. R.
Porque Dios es el rey del mundo; tocad con maestría. Dios reina sobre las naciones, Dios se sienta en su trono sagrado. R.
SEGUNDA LECTURA
Lo sentó a su derecha en el cielo
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 1, 17-23Hermanos:
Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro.
Y
todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre
todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.
Palabra de Dios.
Aleluya Mt 28, 19. 20Id y haced discípulos de todos los pueblos -dice el Señor-; yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
EVANGELIOSe me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra
+ Conclusión del santo evangelio según san Mateo 28, 16-20En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban.
Acercándose a .-ellos, Jesús les dijo:
-«Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra.
Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.»
Palabra de Dios
COMENTARIO
- Hoy recordamos el día que Jesús ascendió al cielo.
- El dijo que nos prepararía un lugar para estar todos con El.
- El cielo es estar perfectamente unidos a Dios por medio de Cristo.
- ¿De verdad queremos ir al cielo?
- Si entendemos que ir al cielo es ir a Jesús, dependerá de cuanto amamos a Jesús.
- Cuando me despido de personas que posiblemente no vuelva a ver en este mundo, suelo decirles: "espero que nos encontremos en el cielo. Ellos suelen responder algo así: "¡Espero que no sea pronto!"
- La verdad es que muy pocas personas desean ir al cielo. Si les damos a escoger entre cielo o infierno, dicen que prefieren el cielo. Pero prefieren aun mas su vida en la tierra.
- El problema es que conocemos poco a Jesús y por eso lo amamos poco. Hay muchas cosas que ponemos antes que El.
- No digo que despreciemos este mundo. Los santos deseaban ir al cielo y por eso vivían aquí con tanto amor. Porque en el cielo se vive el amor y se comienza a amar aquí.
- Cuanto mas deseamos a Jesús (estar con El en el cielo) mas vamos a apreciar nuestra vida en la tierra. El nos da el Espíritu Santo para que podamos amar a todos y todas las cosas en Cristo.
- Es como una novia que anhela por casarse con su novio. Cuanto mas lo anhela mas goza el noviazgo con toda la preparación.
- No podemos imaginarnos el cielo porque está fuera de nuestras categorías de conocimiento. No puede una persona completamente ciega de nacimiento imaginarse los colores.
- El cielo no es tanto un lugar como un estado de vida muy superior al nuestro. En el cielo no hay tiempo ni espacio. Solo podemos anticipar el cielo basado en el amor. ¡En el cielo todo se conjuga en el amor!
- En la tierra empezamos a amar, pero todavía tras velos y límites. En el cielo estaremos en la plenitud del amor.
- Por eso, la ascensión NO es una fiesta triste y melancólica.
- Al partir hacia el cielo, Cristo comienza a comunicar el Espíritu Santo a sus apóstoles y los frutos son inmediatos:
- Jesus los reviste de fortaleza como les había prometido (cf. Evangelio de hoy)
- Ellos “se postraron ante él (adoración) y se volvieron con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios (alabanza)." (cf. Evangelio de hoy).
- Son hombres nuevos llenos de convicción sobre la realidad de Cristo, llenos de propósito.
- La ascensión es la fiesta de la entronización de Cristo. Sube al cielo y se sienta en Su trono a la derecha del Padre. Significa que Jesús ha transcendido a todas las limitaciones de este mundo y está con Dios. Significa que en Jesús, todos los hombres que creen transcienden también porque somos su Cuerpo.
- Jesucristo ejercita ahora soberanía sobre los suyos, dándoles la gracia para llevar a cabo su misión en este mundo. A través de ellos su presencia se hace presente en la tierra.
- Esta verdad es el fundamento de la nueva vida de los Apóstoles.
- Esta misma experiencia del Señorío de Jesús es expresada por Pablo quien nos dice que Cristo se elevó por encima de todo. Señor “Kyrios”. “puso todas las cosas bajo sus pies”.
- Frente a Cristo debe doblarse toda rodilla: en los cielos, la tierra y lo que está bajo la tierra (Cf. Flp. 2,9)
- Jesús, lejos de separarse de nosotros nos ha unido a El para siempre.
- En Cristo, nuestra humanidad es elevada hasta Dios.
- Nosotros somos miembros de su Cuerpo, unidos a la Cabeza.
- Ya desde la tierra somos de su reino y no del mundo.
- «He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».
- En la tierra podemos estar unidos a Cristo, pero hay diferentes capacidades de unidad.
- Un novio conoce a su novia y ambos se aman ya. Pero anhelan el día de la boda.
- Nosotros conocemos a Jesús pero vivimos en la esperanza firme del cielo. Si no tuviésemos ya los primeros frutos, no anhelaríamos la plenitud.
- Ir al cielo significa ir a estar "con Cristo" (Fi. 1,23)
Solemnidad de la Ascensión del Señor. «El Señor Jesús subió al Cielo y se sentó a la derecha de Dios»
I. LA PALABRA DE DIOS
Hech 1,1-11: “Lo vieron levantarse”En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando desde el principio hasta que, después de dar instrucciones por medio del Espíritu Santo a los Apóstoles, ascendió al cielo. Después de su pasión se les presentó, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del Reino de Dios.Una vez que comían juntos, les recomendó:—«No se alejen de Jerusalén; aguarden que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo les he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días ustedes serán bautizados con Espíritu Santo».Ellos lo rodearon preguntándole:—«Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?»Jesús contestó:—«No les toca a ustedes conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes, recibirán fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo».Dicho esto, fue elevado, hasta que una nube lo ocultó de su vista. Mientras miraban fijamente al cielo, viendo cómo Jesús se alejaba, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que dijeron:—«Galileos, ¿qué hacen ahí plantados mirando al cielo? Este Jesús que de entre ustedes ha sido llevado al cielo volverá de la misma manera que lo han visto marcharse».Sal 46,2-3.6-7.8-9: “Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas”Ef 1,17-23: “Lo sentó a su derecha en el Cielo”Hermanos:Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les dé espíritu de sabiduría y de revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de su corazón, para que comprendan cuál es la esperanza a la que han sido llamados, cuál es la riqueza gloriosa que da en herencia al pueblo santo, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el Cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro.Todo lo puso bajo los pies de Cristo, constituyéndolo Cabeza suprema de la Iglesia, que es su cuerpo y, por lo mismo, plenitud del que llena totalmente el universo.Mc 16,15-20: “Vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio a toda la creación”En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo:—«Vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio a toda la creación.El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado.A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos».Después de hablarles, el Señor Jesús subió al Cielo y se sentó a la derecha de Dios.Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.II. APUNTES
Antes de ascender al Cielo, el Señor Resucitado manda a sus Apóstoles que permanezcan en Jerusalén para aguardar el Don del Espíritu, prometido por el Padre. Por Él recibirán “el poder de lo Alto” para ser sus testigos «en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo» (1ª. lectura). La reconciliación obtenida por el Señor Jesús no es ya solamente para los hijos de Israel, sino que tiene un alcance universal: es para todos los hombres de todos los tiempos y culturas.El mandato explícito y misión de ir al mundo entero y proclamar el Evangelio a todas las naciones es una tarea que no podrán realizar con sus solas fuerzas, sino sólo con la fuerza del Espíritu divino. El Espíritu del Señor es el que enciende los corazones en el fuego del divino amor y los lanza al anuncio audaz, decidido, valiente. La evangelización, en ese sentido, tendrá como protagonista al Espíritu Santo que actúa en aquellos que humilde y decididamente cooperan con Él prestándole sus mentes, sus corazones y sus labios. Con la fuerza de lo Alto, los Apóstoles podrán encender otros corazones con ese mismo fuego de amor. El Espíritu Santo anima y conduce a la Iglesia en la tarea evangelizadora a lo largo de los siglos, hasta que el Señor vuelva en su gloria.En la Ascensión misma contemplamos al Señor resucitado que victoriosamente asciende al Cielo. ¿Quién asciende al Cielo, sino Aquel que antes ha bajado del Cielo? El misterio de la Ascensión hay que verlo como la culminación de un proceso kenótico-ascensional, es decir, un proceso mediante el cual el Hijo de Dios “se abaja” al asumir nuestra naturaleza humana para luego “elevarse” nuevamente al Padre con un cuerpo resucitado y glorificado (ver Flp 2,6-11). Todos los misterios del Verbo Eterno que siendo Dios se hace hombre en las entrañas de María Inmaculada, están unidos entre sí, desde la kénosis o abajamiento de la Encarnación, pasando por los acontecimientos dramáticos del Viernes Santo, hasta el júbilo del Primer Día de la Semana, la Pascua del Señor, la Resurrección y finalmente la Ascensión.La Ascensión al Cielo constituye el fin de la peregrinación del Verbo Encarnado en este mundo. La presencia visible del Señor Jesús «termina con la entrada irreversible de su humanidad en la gloria divina simbolizada por la nube y por el Cielo» (Catecismo de la Iglesia Católica, 659). La Ascensión, por la que el Señor «deja el mundo y va al Padre» (ver Jn 16,28), se integra en el misterio de la Encarnación, y es su momento conclusivo.Aquel que se ha abajado se eleva a los Cielos llevando consigo una multitud de redimidos. Por ello la Ascensión es una fiesta de esperanza para toda la humanidad. Celebrar la Ascensión del Señor resucitado es confesar que Él es verdaderamente el Camino, la Verdad y la Vida que conducen al Padre (ver Jn 14,6), es repetir en el corazón alborozado que realmente vale la pena ser persona humana pues Dios, habiéndose hecho hombre, reconciliándonos por su muerte en Cruz, resucitando al tercer día y realizando una nueva Creación mediante el don de su Espíritu, por su Ascensión nos ha abierto finalmente el camino ascensional que conduce a la plena realización humana en participación de la Comunión Divina de Amor.He allí la esperanza a la que todo ser humano ha sido llamado por Dios, la riqueza de la gloria que otorga en herencia a los santos (2ª. lectura). El Señor Jesús, como primicia, como Cabeza de la Iglesia cuyos miembros somos nosotros, ha ascendido a la derecha del Padre para prepararnos un lugar (ver Jn 14,2-3). Hacia allí donde el Señor Resucitado ha ascendido, se dirige también todo aquel que hace de Cristo su Camino, la Verdad que ilumina sus pasos, la Vida de la que se nutre y que al mismo tiempo es la meta final de su terreno peregrinar (ver Jn 5,24; 6,40).Luego de su Ascensión los Apóstoles se volvieron a Jerusalén en espera del acontecimiento anunciado y prometido. En el Cenáculo, unidos en común oración en torno a María, la Madre de Jesús (ver Hech 1,13-14), los discípulos preparan sus corazones aguardando la Promesa del Padre. En los Hechos de los Apóstoles San Lucas relata la vida y acción evangelizadora de la Iglesia primitiva a partir de la Ascensión. Este acontecimiento, junto con el don del Espíritu Santo el día de Pentecostés, marca el inicio del despliegue de la misión evangelizadora de la Iglesia.San Pablo es llamado por el Señor a sumarse a aquellos Apóstoles que cumplen fielmente la misión confiada a ellos por el Señor. El “Apóstol de los Gentiles” escribe a los efesios de Aquel a quien el Padre, luego de resucitarlo de entre los muertos, ha «sentado a su diestra en los Cielos», sometiendo todas las cosas bajo sus pies y constituyéndole «Cabeza suprema de la Iglesia, que es su Cuerpo» (2ª. lectura).III. LUCES PARA LA VIDA CRISTIANA
Contemplamos a Cristo, el Señor resucitado, que victoriosamente asciende al Cielo. Al contemplarlo nuestros ojos se dirigen con firme esperanza hacia ese destino glorioso que Dios por y en su Hijo nos ha prometido también a cada uno de nosotros: la participación en la vida divina, en la comunión de Dios-Amor, por toda la eternidad (ver 2Pe 1,4; Ef 1,17ss).Mas al contemplar nuestro destino glorioso no podemos menospreciar nuestra condición de viadores. Mientras estemos en este mundo, hay camino por recorrer. Por tanto, tampoco nosotros podemos quedarnos «allí parados mirando al cielo» (Hech 1,11), sino que hemos de “bajar del monte” y “volver a la ciudad” (ver Hech 1,12), volver a la vida cotidiana con todos sus quehaceres, con toda la a veces pesada carga de preocupaciones diarias. Sin embargo, aunque hemos de sumergirnos nuevamente en las diversas actividades y preocupaciones de cada día, tampoco podemos perder de vista nuestro destino eterno, no podemos dejar de dirigir nuestra mirada interior al Cielo.Así hemos de vivir día a día este dinamismo: sin dejar de mirar siempre hacia allí donde Cristo está glorioso, con la esperanza firme y el ardiente anhelo de poder participar un día de su misma gloria junto con todos los santos, hemos de vivir intensamente la vida cotidiana como Cristo nos ha enseñado, buscando en cada momento impregnar con la fuerza del Evangelio nuestras propias actitudes, pensamientos, opciones y modos de vida, así como las diversas realidades humanas que nos rodean.La “aspiración a las cosas de arriba” (ver Col 3,2), el deseo de participar de la misma gloria de Cristo, lejos de dejarnos inactivos frente a las realidades temporales nos compromete a trabajar intensamente por transformarlas, según el Evangelio.Sin dejar de mirar al Cielo, ¡debemos actuar! ¡Hay mucho por hacer! ¡Hay mucho que cambiar, en mí mismo y a mi alrededor! ¡Muchos dependen de mí! ¡Es todo un mundo el que hay que transformar desde sus cimientos! Y el Señor nos promete la fuerza de su Espíritu para que seamos hoy sus apóstoles que anuncien su Evangelio a tiempo y destiempo, un pequeño ejército de santos que con la fuerza de su Amor trabajemos incansablemente por cambiar el mundo entero, para hacerlo más humano, más fraterno, más reconciliado, según el Evangelio de Jesucristo y con la fuerza de su gracia, sin la cual nada podemos.IV. PADRES DE LA IGLESIA
San León Magno: «Así como en la solemnidad de Pascua la Resurrección del Señor fue para nosotros causa de alegría, así también ahora su Ascensión al cielo nos es un nuevo motivo de gozo, al recordar y celebrar litúrgicamente el día en que la pequeñez de nuestra naturaleza fue elevada, en Cristo, por encima de todos los ejércitos celestiales, de todas las categorías de ángeles, de toda la sublimidad de las potestades, hasta compartir el trono de Dios Padre».San Gregorio de Nisa: «Cristo, el primogénito de entre los muertos, quien con su resurrección ha destruido la muerte, quien mediante la reconciliación y el soplo de su Espíritu ha hecho de nosotros nuevas criaturas, dice hoy: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. ¡Oh mensaje lleno de felicidad y de hermosura! El que por nosotros se hizo hombre, siendo el Hijo único, quiere hacernos hermanos suyos y, para ello, hace llegar hasta el Padre verdadero su propia humanidad, llevando en ella consigo a todos los de su misma raza».San Cirilo de Alejandría: «El Señor sabía que muchas de sus moradas ya estaban preparadas y esperaban la llegada de los amigos de Dios. Por esto, da otro motivo a su partida: preparar el camino para nuestra ascensión hacia estos lugares del Cielo, abriendo el camino, que antes era intransitable para nosotros. Porque el Cielo estaba cerrado a los hombres y ningún ser creado había penetrado nunca en este dominio santísimo de los ángeles. Es Cristo quien inaugura para nosotros este sendero hacia las alturas. Ofreciéndose Él mismo a Dios Padre como primicia de los que duermen el sueño de la muerte, permite a la carne mortal subir al cielo. Él fue el primer hombre que penetra en las moradas celestiales… Así, pues, Nuestro Señor Jesucristo inaugura para nosotros este camino nuevo y vivo: “ha inaugurado para nosotros un camino nuevo y vivo a través del velo de su carne” (Heb 10,20)».San Gregorio Magno: «El Señor arrastró cautivos cuando subió a los cielos, porque con su poder trocó en incorrupción nuestra corrupción. Repartió sus dones, porque enviando desde arriba al Espíritu Santo, a unos les dio palabras de sabiduría, a otros de ciencia, a otros la gracia de los milagros, a otros la de curar, a otros la de interpretar. En cuanto Nuestro Señor subió a los cielos, su Santa Iglesia desafió al mundo y, confortada con su Ascensión, predicó abiertamente lo que creía a ocultas».V. CATECISMO DE LA IGLESIA
«Jesucristo subió a los Cielos, y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso»
659: «Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al Cielo y se sentó a la diestra de Dios» (Mc 16,19). El cuerpo de Cristo fue glorificado desde el instante de su Resurrección, como lo prueban las propiedades nuevas y sobrenaturales, de las que desde entonces su cuerpo disfruta para siempre. Pero durante los cuarenta días en los que él come y bebe familiarmente con sus discípulos y les instruye sobre el Reino, su gloria aún queda velada bajo los rasgos de una humanidad ordinaria. La última aparición de Jesús termina con la entrada irreversible de su humanidad en la gloria divina simbolizada por la nube y por el cielo donde él se sienta para siempre a la derecha de Dios. Sólo de manera completamente excepcional y única, se muestra a Pablo «como un abortivo» (1Cor 15,8) en una última aparición que constituye a éste en apóstol.661: Esta última etapa permanece estrechamente unida a la primera, es decir, a la bajada desde el Cielo realizada en la Encarnación. Sólo el que «salió del Padre» puede «volver al Padre»: Cristo. «Nadie ha subido al Cielo sino el que bajó del Cielo, el Hijo del hombre» (Jn 3,13). Dejada a sus fuerzas naturales, la humanidad no tiene acceso a la «Casa del Padre» (Jn 14,2), a la vida y a la felicidad de Dios. Sólo Cristo ha podido abrir este acceso al hombre, «ha querido precedernos como Cabeza nuestra para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su Reino».662: En el Cielo, Cristo ejerce permanentemente su sacerdocio. «De ahí que pueda salvar perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor» (Heb 7,25).663: «Por derecha del Padre entendemos la gloria y el honor de la divinidad, donde el que existía como Hijo de Dios antes de todos los siglos, como Dios y consubstancial al Padre, está sentado corporalmente después de que se encarnó y de que su carne fue glorificada».664: Sentarse a la derecha del Padre significa la inauguración del reino del Mesías… A partir de este momento, los Apóstoles se convirtieron en los testigos del «Reino que no tendrá fin».668: La Ascensión de Cristo al Cielo significa su participación, en su humanidad, en el poder y en la autoridad de Dios mismo. Jesucristo es Señor: posee todo poder en los cielos y en la tierra. Él está «por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, Dominación» porque el Padre «bajo sus pies sometió todas las cosas» (Ef 1,20-22). Cristo es el Señor del cosmos y de la historia. En él, la historia de la humanidad e incluso toda la Creación encuentran su recapitulación, su cumplimiento trascendente.El mandato misionero
849-850: «“La Iglesia, enviada por Dios a las gentes para ser ‘sacramento universal de salvación’, por exigencia íntima de su misma catolicidad, obedeciendo al mandato de su Fundador se esfuerza por anunciar el Evangelio a todos los hombres” (AG, 1): “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,19-20)».VI. PALABRAS DE LUIS FERNANDO FIGARI (transcritas de textos publicados)
«La Anunciación-Encarnación del Verbo Eterno de Dios en el vientre Inmaculado de la siempre Virgen María, y su secuela —los misterios de su Vida, Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión—, nos arrancan de una perspectiva que podría colorearse de pesimismo para situarnos en un horizonte pascual pleno de esperanza en el que por la fuerza de la gracia, que nos llama a la cooperación, nos adherimos vitalmente al Señor Jesús en un dinamismo ascensional que transforma el sentido del obrar y nos conduce a la vida plena».«A semejanza de la primera creación, la nueva creación en el Señor Jesús —que nos hace hombres nuevos por el dinamismo kenótico, que alcanza su momento sacrificial en la Cruz, y el ascensional, cuya realización culminante se da en la Resurrección y Ascensión— al reconciliarnos con el Padre abre nuevamente el horizonte de amistad, de comunión. Se trata de una realidad concreta, efectiva, pero que invita libremente a la participación del ser humano en sus dones. El haber sido sellados con la Vida de Cristo por el sacramento del Bautismo, que obra lo que significa, no es una garantía de que en los días y los años de este terreno peregrinar vamos a responder a las gracias de amor que el Espíritu Santo derrama abundantemente en nuestros corazones. Vivir la dinámica de la reconciliación supone una voluntad que con la fuerza de la gracia, con fortaleza y firmeza se adhiera al Plan de Dios y a su dinamismo reconciliador».«La conciencia misional está fuertemente presente en los escritos neotestamentarios. Ante todo la misión del Hijo ocupa un lugar centralísimo en el anuncio apostólico. “Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer”, para restaurar el vínculo quebrado, redimir a la humanidad y realizar el don de la adopción filial. “En efecto, cuando todavía estábamos sin fuerzas, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvos de la cólera! Si cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida!”.»Prolongando esa misión a través de la historia, aparece la Iglesia, en María, en los Apóstoles, en los discípulos, en los seguidores del Señor Jesús. La Epístola a los Hebreos dice: “hermanos, ustedes que han sido santificados y participan de un mismo llamado celestial, piensen en Jesús, Apóstol y Sumo Sacerdote de la fe que profesamos”. El llamado a la fidelidad en que aparece este pasaje hace referencia a la consecuencia del llamado celestial de confesar y anunciar la fe en el Apóstol por excelencia y Sumo Sacerdote por excelencia: Jesús, el Señor. El sentido misional de la existencia cristiana queda hermosamente explicado en el relato sobre la Ascensión, al revelar el Señor Jesús la misión de aquellos que habrían de recibir la fuerza del Espíritu Santo: “seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra”. El anuncio evangélico está ligado al llamado a ser cristiano como se ve en la historia de la Iglesia desde el principio. La vida apostólica de San Pablo es un especial ejemplo de ello. Dando testimonio de su misión declara: “Y me dijo: ‘Marcha, porque yo te enviaré lejos, a los gentiles’”. Y en otra ocasión escribe: “Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no evangelizare!”.»La Iglesia que brota públicamente en la Pascua del Señor como humanidad nueva tiene como misión por la efusión del Espíritu sobre los discípulos, servidores responsables de la marcha del nuevo Pueblo de Dios, el dar testimonio de la Vida, prolongando su misión. En Pentecostés la gran efusión del Espíritu divino inicia la manifestación pública de la Iglesia que se produce a través de los frutos del don por la palabra que engendra la fe, y por los sacramentos. El horizonte trasciende al antiguo pueblo escogido para extenderse universalmente en el nuevo Pueblo de Dios. Las conversiones de samaritanos y gentiles tornan concreta la misión universal del anuncio del Señor Jesús, el Salvador. Hay un nuevo horizonte producido por la irrupción del Verbo Eterno en la historia humana, haciéndose Hijo de María Virgen para la reconciliación de los seres humanos, sus hermanos. Este nuevo horizonte lleva a la adhesión personal al Señor Jesús y a la aceptación de su Plan. El sentido misional de la existencia cristiana brota precisamente de esa adhesión, del aceptar la vocación de vivir el amor y permanecer en él, y de compartir esa experiencia de gracia con todos los hermanos. La generosidad en el compartir, en el comunicar los bienes alcanza también, y en primer lugar, a la mayor riqueza que se posee: la fe».Día de la Ascensión
Día de la Ascensión
Ascensión de Jesús, obra de Giotto.Significado Conmemora la ascensión de Jesucristo al cielo en presencia de sus discípulos tras anunciarles que les enviaría el Espíritu Santo. Día de celebración Se celebra cuarenta días después del domingo de resurrección. Lugar de celebración Día Internacional
Relatos Bíblicos
En el Evangelio de Marcos el relato de la Ascensión es breve. Jesús y los restantes Apóstoles están sentados a la mesa, seguramente en el Cenáculo. Jesús reprocha a sus discípulos la falta de fe y la dureza de corazón, porque no habían creído a quienes le habían visto resucitado. Les dice: "Id por el mundo entero y anunciad a todos el Evangelio. Quienes crean y se bauticen se salvarán, pero quienes no crean se condenarán. Las señales que acompañarán a los que habrán creído serán estas: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes con las manos y si beben veneno no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos, y se curarán." Después, Jesús, fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a predicar y el Señor cooperaba, y les confirmaba los sermones con señales. (Mc 16, 14-20).
Marcos sólo describe que la Ascensión tuvo lugar y la relaciona con la glorificación del Resucitado, llama a la Fe y la conversión, y se inicia la predicación del Evangelio. Lucas, en su Evangelio, es aún más breve (Lc 24, 50-53). Sólo en los Hechos de los Apóstoles, se especifica que los discípulos volvieron a Jerusalén desde el Monte de los Olivos.
Fechas de los jueves de Ascensión , 2000-2020 Año Occidente Oriente 2000 Junio 1 Junio 8 2001 Mayo 24 2002 Mayo 9 Junio 13 2003 Mayo 29 Junio 5 2004 Mayo 20 2005 Mayo 5 Junio 9 2006 Mayo 25 Junio 1 2007 Mayo 17 2008 Mayo 1 Junio 5 2009 Mayo 21 Mayo 28 2010 Mayo 13 2011 Junio 2 2012 Mayo 17 Mayo 24 2013 Mayo 9 Junio 13 2014 Mayo 29 2015 Mayo 14 Mayo 21 2016 Mayo 5 Junio 9 2017 Mayo 25 2018 Mayo 10 Mayo 17 2019 Mayo 30 Junio 6 2020 Mayo 21 Mayo 28 Enlaces externos
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- Sitio Oficial del Vaticano
- Ascensión de Jesús en la Enciclopedia Católica
- Ascensión de Jesús en Catholic.net
- Ascención del Señor en Diccionario Católico
Categorías:
Lecturas Ascensión del Señor - Ciclo B.
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (1,1-11):Salmo
En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios.
Una vez que comían juntos, les recomendó: «No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.»
Ellos lo rodearon preguntándole: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?»
Jesús contestó: «No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.»
Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.»
Palabra de Dios
Sal 46,2-3.6-7.8-9Segunda lectura
R/. Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas
Pueblos todos batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra. R/.
Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas;
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad. R/.
Porque Dios es el rey del mundo;
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado. R/.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (1,17-23):Evangelio
Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.
Palabra de Dios
Conclusión del santo evangelio según san Marcos (16,15-20):
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en m¡ nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»
Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.
Palabra del Señor.
EL CIELO Y LA TIERRAEn un sermón pronunciado en la fiesta de la Ascensión, San Juan de Ávila decía que esta fiesta nos invita a la vez a la alegría y al llanto. “Nuestro deseo parece que se inclina a tener presente a Jesucristo en forma mortal, para que lo viéramos con ojos de carne y gozáramos de su conversación; mas Él a otra parte parece que tira”.
Solemnidad de la Ascensión del Señor
20 de mayo de 2012
A veces tenemos la impresión de vivir abandonados. Se desvanece la certeza de la presencia de Dios en nuestra vida. Y todo nos parece un signo escandaloso de su ausencia. Es como si, de pronto, tuviéramos que experimentar el dolor de la orfandad. Y permanecemos mudos y desganados.
Lo dramático es que esta sensación no es el castigo de los incrédulos o los ateos. También los creyentes parecen obligados a pasar alguna vez por el valle de tinieblas. Dios se oculta y no se deja percibir en el horizonte de nuestra vida. Si somos “buscadores de Dios”, no lo somos por gusto. Como Magdalena, “no sabemos dónde lo han puesto”.
ENVÍO Y RESPONSABILIDAD
Nuestra fe confiesa que Jesús ha subido a los cielos en cuerpo y alma. Con esa expresión, de cuño semítico, se nos dice que toda su persona ha entrado definitivamente en el ámbito de la divinidad. El que se abajó y humilló tomando la forma de siervo, ha sido glorificado como Señor. Es más, la humillación parece reclamar para Él la gloria.
Pero la ascensión de Jesús a los cielos no puede ser para los cristianos el comienzo de una triste y quejumbrosa orfandad. Es la toma de conciencia de una gozosa y activa responsabilidad. El Señor ha dicho y dice siempre a sus discípulos: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”.
Si Él vivió limitado a un rincón de la tierra, a sus discípulos se les abren todos los caminos del mundo. Si Él proclamó la buena noticia del Reino de Dios, sus discípulos han recibido el don y la tarea de completar aquella misión. Si Él era el Señor de la creación, sus discípulos se saben enviados a toda la creación.
EL SEÑOR Y LOS DISCÍPULOS
Es muy interesante el final del Evangelio según San Marcos (Mc 16, 15-20). Entre otras razones, porque concluye vinculando la misión de los discípulos a la misión misma del Mesías:
• “Después de hablarles, el Señor Jesús ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios”. Al principio fue la palabra. Al principio de la vida de Jesús. Y al principio de la misión de la Iglesia. Antes de subir al cielo, Jesús fue sembrando la semilla de su palabra
• “Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes”. Los discípulos de Jesús no fueron llamados para permanecer en la holganza. Su patria son los caminos. Y su trabajo, la proclamación de una buena noticia que nos salva y hace comunidad.
• “El Señor actuaba con ellos y confirmaba la palabra con los signos que los acompañaban”. Jesús anunció a los discípulos que siempre estaría con ellos. Ahora sabemos que siempre estará en el mundo por medio de ellos.
- Padre nuestro, tu Hijo Jesús ha subido a los cielos, llevando con él toda nuestra humanidad, con sus logros y sus fracasos, con nuestro cansancio y nuestra esperanza. Que por medio de él baje sobre toda la humanidad la lluvia de tu gracia y de tu misericordia. Amén.
LECTIO DIVINA: Evangelio del VII Domingo de Pascua: LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR, ciclo B, 20 de mayo de 2012Mc 16,15-20
“Nadie ha subido al cielo,
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sino el que bajó del cielo,
el Hijo del hombre”
OL Domingo VII de Pascua LA ASCENSIÓN B PDF
Beethoven, Trio in G major, Op. 9 No. 1; II Adagio, ma non tanto, e cantabile
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LECTURAS DEL SIGUIENTE DOMINGO, 27 de mayo
Domingo de PENTECOSTÉS, ciclo B
Hch 2,1-11: “Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar”
Sal 103: “Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra”
1 Co 12,3b-7.12-13: “Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo”
Jn 20,19-23: “Como el Padre me ha enviado, así también les envío yo. Reciban el Espíritu Santo”
ASCENCIÓN DEL SEÑOR
La Ascención del Señor
A los cuarenta días después de la Resurrección habiendo instruido a sus Apóstoles sobre la nobilísima misión de establecer el Reino de Dios en el mundo, Jesús iba a subir al cielo, donde le esperaban las glorias celestiales. Bendijo a su querida Madre, a los Apóstoles y discípulos y se despidió de ellos. Una nube lo ocultó de sus miradas.Le acompañaban innumerables espíritus, los primeros frutos de la redención, que Él había sacado del Limbo. Las jerarquías angélicas salían al encuentro del Salvador del mundo.Al situarse junto al Padre, toda la corte celestial entonó un himno glorioso de alabanza, como el que oyó Juan en sus visiones: "Digno es el Cordero, que ha sido degollado, de recibir el poder y la riqueza, la sabiduría y la fuerza, la honra, la gloria y la alabanza" (Ap 5, 12).Jesús entró en los cielos para tomar posesión de su gloria. Mientras estaba en la tierra, gustaba siempre de la visión de Dios; pero únicamente en la Transfiguración se manifestó la gloria de su Humanidad Sacratísima, que, por la Ascensión, se colocó al lado del Padre celestial y quedó ensalzada sobre toda criatura humana.La noche antes de morir oraba Jesús al Padre diciendo: "Te he glorificado en la tierra, cumpliendo la obra que me habías encargado. Ahora tu, Padre, dame junto a ti la misma Gloria que tenía a tu lado desde antes que comenzara el mundo"(Juan 17, 4'’).Por estar unida al Verbo Divino, que es la segunda persona de la Santísima Trinidad, la Humanidad de Jesús disfruta del derecho a la gloria eterna. Comparte con el Padre la infinita felicidad y poder de Dios. Justa recompensa por todo lo que hizo y mereció en la tierra. Humanidad elevada al Cielo por encima de toda criatura, porque en la tierra por debajo de todo se humilló.Cuando acabe la lucha en esta vida, Jesús nos dará la gracia de compartir eternamente el gozo de su victoria.Jesús subió a los cielos para ser nuestro Mediador ante el Padre. Allí está intercediendo por nosotros. Subió para rendir cuentas al Padre celestial de la gran obra que había acabado en la tierra. La Iglesia nació, la gracia brota en abundancia de su Cruz en el Calvario y se distribuye por los Sacramentos, la duda de justicia es pagada, la muerte y el infierno son vencidos, el Cielo es abierto y el hombre es puesto en el camino de salvación. Jesús merecía este glorioso recibimiento, al regresar a su hogar.
La Ascensión, además, es garantía de nuestra propia subida al Cielo, después del Juicio de Dios. Fue a prepararnos sitio en su Reino y prometió volver para llevarnos con Él.Vayamos en espíritu con Jesús al Cielo y moremos allí. Sea esta nuestra aspiración ahora en fe, esperanza en caridad. Busquemos solamente los gozos verdaderos.Lo vieron levantarse (Hc 1, 1-11)En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios.Una vez que comían juntos, les recomendó: «No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.» Ellos lo rodearon preguntándole:-
«Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?» Jesús contestó: «No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.»Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:- «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.»Palabra de Dios.Novena de la Ascensión
Palabra de DiosCon esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios. (Marco 16, 19)Por eso dice: Subiendo a la altura, llevó cautivos y dio dones a los hombres. (Ef 4,8 y Sal 68, 19)Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. (Col 3, 1-2)Oración propia de la Novena
Jesús, te rindo homenaje en la fiesta de tu Ascensión a los Cielos. Me alegro de todo corazón por la gloria en que has entrado a reinar como Señor del Cielo y tierra. Cuando acabe la lucha de este mundo, dame la gracia de compartir en el Cielo el gozo de tu victoria por toda la eternidad.
Yo creo que entraste en tu Reino glorioso a preparar mi sitio, pues prometiste volver y llevarme contigo. Concédeme buscar solamente la dicha de tu amor y amistad, para que yo merezca unirme contigo en el Cielo.Cuando me llegue la hora de subir y presentarme al Padre para rendir cuentas de mi vida, ten compasión de mí.Jesús, por el amor que me tienes, me has trasladado del mal al bien y de la desgracia a la felicidad. Dame la gracia de elevarme sobre mi debilidad humana. Que tu Humanidad me dé fuerza en la flaqueza y me libre de los pecados.Con tu gloria dame ánimo de perseverancia, pues me has llamado y justiicado por la fe. Que yo profundice en la vida que me has dado y alcance los premios eternos que prometes.Tu me amas, buenísimo Jesús. Haz que yo a mi vez te ame. Te pido ahora esta gracia en particular (mencione el favor que desea).En tu constante providencia, guía mis pasos a la vida gloriosa que has preparado para aquellos que te aman. Hazme crecer en santidad y darte gracias, viviendo fielmente para Ti.
Alabanza a Jesús glorioso
Te alabo, Corazón de Jesús amadísimo, Fuente de toda bondad.
Te alabo, Corazón de Jesús, todo bondad, por las infinitas gracias que has dado y seguirás dando a las almas de los justoTe alabo, Corazón de Jesús, por el tierno amor con que has aliviado tan frecuentemente los corazones devotos con tu divino consuelo.
Te alabo, Corazón de Jesús, que eres todo amor, por la plenitud de tu gracia, el esplendor de tus virtudes, la generosidad de tu corazón y la pureza de tu amor.Te alabo, Real Corazón de Jesús por tu victoria sobre la muerte y el pecado, tu poder sobre las almas y el triunfo sobre la muerte y el pecado, tu poder sobre las almas y el triunfo sobre vivos y difuntos.Te alabo, Corazón tan pobre siendo tan rico, por haber despreciado las riquezas terrenas y haber renunciado a los honores mundanales.
Te alabo, Corazón de Jesús obedientísimo por tener hambre de cumplir la voluntad del Padre, y estar sediento de la mayor gloria de Dios y salvación de las almas.Te alabo, Corazón de Jesús generosísimo, que no buscaste tu gloria propia; Corazón pascientísimo, que voluntariamente sobrellevaste los mayores insultos; Corazón más abnegado, que anhelabas la Cruz y la abrazaste con amor.Sacratísimo Corazón de Jesús, enséñame a amarte con todo mi corazón y concede que en la medida de mis limitadas fuerzas imite yo tus admirables virtudes. Amén.
Oración
Dios y Padre nuestro, haznos participar del gozo de la Ascensión de tu Hijo Jesucristo. Que la sigamos en la nueva creación, pues su ascensión es nuestra gloria y nuestra esperanza. Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo.Amén.
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