miércoles, 5 de septiembre de 2012

Zacarías, Santo


Profeta, 6 de septiembre
 
Zacarías, Santo
Zacarías, Santo

Profeta del Antiguo Testamento

Martirologio Romano: Conmemoración de san Zacarías, profeta, vaticinador de la vuelta del pueblo desterrado a la tierra de promisión, anunciando al mismo tiempo que un rey pacífico, Cristo el Señor, entraría triunfante en la Ciudad Santa de Jerusalén, lo que se llevó a cumplimiento.
Zacarías es uno de los profetas menores, a quien se atribuye el libro que lleva su nombre. Su nombre significa Yaveh Ha Recordado. Zacarías se llama a sí mismo hijo de Berekías hijo de Idó (Zac 1:1,7) pero en otros pasajes se omite el nombre de Berekías. Probablemente nació en algún lugar de Babilonia, puesto que su actividad profética empezó tan solo diecisiete años después del regreso del exilio, y es razonable pensar que para entonces tenía más de diecisiete años, aunque todavía se le consideraba joven.

Yahveh se valió de Zacarías y Ageo para animar a Zorobabel, al sumo sacerdote Jesúa y a los exiliados que habían regresado a terminar la reconstrucción del templo de Yaveh, aun cuando todavía estaba en vigor una prohibición del gobierno persa. La profecía de Zacarías contiene mensajes que pronunció con ese fin durante un período de dos años y un mes.

Una de las profecías que recoge el libro de Zacarías en el capitulo 11 y versículos 12 y 13 hace referencia directa al precio (treinta piezas de plata) que los principales de los sacerdotes ofrecieron a Judas por entregarles a Jesús. Ver el evangelio de San Mateo en el capítulo 26 y versículo 15.
 

Zacarías (profeta)

Zacarías, representado por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina.
Zacarías "el grande" (Hebreo: זְכַרְיָה Zekjar·yáh) es uno de los profetas menores, a quien se atribuye el libro que lleva su nombre. Su nombre significa Yaveh Ha Recordado. Zacarias "el grande" se llama a sí mismo hijo de Berekías hijo de Idó (Zac 1:1,7) pero en otros pasajes se omite el nombre de Berekías. Probablemente nació en fer algún lugar de Babilonia, puesto que su actividad profética empezó tan solo diecisiete años después del regreso del exilio, y es razonable pensar que para entonces tenía más de diecisiete años, aunque todavía se le consideraba joven.
Yahveh se valió de Zacarías y Hageo para animar a Zorobabel, al sumo sacerdote Jesúa y a los exiliados que habían regresado a terminar la reconstrucción del Templo de Dios, aun cuando todavía estaba en vigor una prohibición del gobierno persa. La profecía de Zacarías contiene mensajes que pronunció con ese fin durante un período de dos años y un mes.
Una de las profecías que recoge el libro de Zacarías en el capitulo 11 y versículos 12 y 13 hace referencia directa al precio (treinta piezas de plata) que los principales de los sacerdotes ofrecieron a Judas por entregarles a Jesús. Ver el evangelio de San Mateo en el capítulo 26 y versículo 15.
En otra de las profecías de Zacarías (capítulo 14 versículos 4 a 5 sobre la llegada del día del Señor) se dice que el monte de los Olivos se separaría en dos y se allanaría el valle del Hinón como se allanó por un terremoto que ocurrió en tiempos de Ozías (o Azarías), rey de Judá que reinó desde el 809 al 759 a.e.c. En el registro de terremotos anteriores al siglo 20 cristiano, hay uno datado en octubre del 759 a.e.c. en Israel, y tal año es precisamente el último año del reinado de Ozías en Judá. En fecha hebrea era el año 3002 de la Era Hebrea que comenzó un 7 de octubre, el mismo día y mes de ese terremoto en Israel.

Véase también

 Profeta Zacarías
< En el octavo mes del año segundo de Darío fue dirigida la palabra de Yahveh al profeta Zacarías, hijo de Iddó...> (Zacarías 1, 1 - 2).
En la pared de entrada, el profeta está representado como un viejo barbudo con el busto de perfil mientras lee un libro. Zacarías, que vivió alrededor del año 500 a.C., se esforzó en dar apoyo con la palabra de Dios a los Israelitas de regreso a Jerusalén tras el exilio a Babilonia, desilusionados por la falta de señales de bendición frente a las dificultades afrontadas. En la primera parte de su libro (Zacarías caps.1-6) se describen ocho visiones que preanuncian la venida del Mesías, con las que el profeta trató de dar valor a su desanimado pueblo. En los capítulos siguientes el profeta promete que un día llegará la recompensa (Zacarías, 8, 1-23) y que Israel será restaurado, no sin antes pasar por guerras y calamidades (Zacarías, caps. 9-14) al no haber reconocido al Mesías (Zacarías 9, 9-10). Las palabras de Zacarías, que anuncian al Mesías, se citan en el Evangelio de Mateos para demostrar la venida mesiánica de Cristo (Mateos 21,4-7).
 
Zacarías
 
(En hebreo zekharyahu y zekharyah; que significa, "Yahweh recuerda", en los Setenta, Zacharia y Zacharias), hijo de Baraquías, hijo de Iddo, un profeta que surgió en Israel en el octavo mes del séptimo año del reinado de Darío, 520 antes de Cristo (Zac., 1,1) sólo dos meses después de que Ageo comenzara a profetizar (Ag., 1,1). Las incitaciones de los dos profetas produjeron la construcción del segundo templo (1 Esd., 5 y 6). Iddo fue uno de los sacerdotes principales que, en el primer año del reinado de Ciro (538 antes de Cristo), volvieron con Zorobabel de la cautividad (II Esd., 12, 4). Dieciséis años después, durante el sumo sacerdocio de Joaquín (versículo 12), Zacarías, de la familia de Iddo (versión hebrea del versículo 16), consta como sacerdote principal. Este Zacarías es muy probablemente el profeta y autor del libro canónico del mismo nombre. No es nada probable que fuera al profeta Zacarías al que se refiriera Cristo (Mat., 23, 35; Lucas, 11, 51) como habiendo sido muerto por los judíos en el Templo; ese Zacarías era hijo de Joiada (II Par., 24, 20). Además, los judíos del tiempo de Zorobabel obedecieron al profeta Zacarías (Zac., 6, 7); ni hay, en los Libros de Esdras, huella alguna de crimen tan atroz perpetrado en el atrio del Templo.
 
La profecía de Zacarías es uno de los libros admitidos tanto por los judíos como por los cristianos en su canon de las Sagradas Escrituras, como uno de los Profetas Menores. Este artículo tratará de su contenido e interpretación, su canonicidad, autor, época, lugar, y ocasión.
I. CONTENIDO E INTERPRETACIÓN
A. Parte primera (Capítulos 1-8)

Introducción. La finalidad del libro, la vuelta del pueblo a Yahweh (1, 1-6).
(1) Las ocho visiones del profeta, en la noche del vigésimo cuarto día del undécimo mes del segundo año del reinado de Darío en Babilonia (1, 7- 6, 8).
. Los jinetes en el bosquecillo de mirtos (1, 7-17). Sus monturas son de color castaño, bayo, y blanco. Traen noticias de todas partes; todos los países están en paz, no hay signo alguno de inminente cataclismo de las naciones como el que debe preceder a la liberación de Israel de la esclavitud. Y aun así Yahweh confortará a Sión, reconstruirá la ciudad y el Templo.
. Los cuatro cuernos y los cuatro herreros (1,18-21). Los primeros son las naciones que han lanzado a los vientos a Judá e Israel y Jerusalén; los segundos son las potencias que a su vez derribarán a los enemigos de Israel
. El hombre con la cuerda de medir (2, 1-13).No intenta medir Jerusalén. La nueva Jerusalén no tendrá necesidad de muros, el propio Yahvé será para ella un muro de fuego. Morará en ella. La visión se hace ahora mesiánica, se extiende mucho más allá del futuro inmediato, y representa a todas las naciones del mundo alrededor de la nueva Jerusalén.
. El sumo sacerdote Josué ante el ángel de Yahweh (3, 1-10). Vestido con sucias ropas, acusado por Satán, el sumo sacerdote aparece avergonzado. Se le quita su vergüenza. Se le ponen vestidos limpios. Se hace la promesa de la rehabilitación del sumo sacerdote en el templo que va a construir Zorobabel; y se pronuncia la promesa mesiánica del germen (en hebreo, çémáh ), el siervo de Yahweh (cf. Is., 4,2; Jer., 22, 5; 23, 15), que será enviado en medio del sacerdocio levítico.
. El candelabro de los siete brazos del templo(4, 1-14). Un olivo a cada lado alimenta el candelabro. Las siete lámparas y sus luces son los siete ojos de Yahweh que van por toda la tierra de un extremo a otro (versículo 10). Los olivos son "los dos hijos del aceite", el ungido sacerdote Josué y el rey Zorobabel. La imagen es la de la providencia de Yahweh y sus dos agentes en el gobierno teocrático de la Jerusalén restaurada; esta providencia es un símbolo de la economía de la gracia en el reino mesiánico. Los versículos 6b-10a parecen estar fuera de lugar y pertenecer más bien al final del capítulo o ir después de 3, 10; esta última es la opinión de Van Hoonacker, "Les douze petits prophètes" (París, 1908).
. El rollo de pergamino volante (4, 1-14). En él está la maldición de Yahweh que entra para consumir la casa de todos los ladrones y perjuros. La escena de la visión profética ha retrocedido varios cientos de años a los días de las fulminaciones y denuncias de Isaías, Amós, y Oseas; desde ese distante punto de vista se ven los efectos de los pecados de Israel y de las maldiciones de Yahweh - el exilio de Babilonia.
. La mujer en la efá (5, 5-11). Es introducida por la fuerza en la medida, se cierra la tapa, enseguida se le pone un peso de plomo; es llevada a la tierra de Sennaar. La imagen es símbolo de la iniquidad de Israel transportada por la fuerza a Babilonia.
. Los cuatro carros (6, 1-8). Portando la ira de Yahweh, son conducidos a las cuatro esquinas de la tierra; y el que va al norte asume la venganza de Yahweh contra las naciones del Norte que han tenido en cautividad a su pueblo elegido. Ha de subrayarse que esta serie de ocho visiones empieza y termina con imágenes similares - los caballos de diversos colores cuyos jinetes traen como resultado que toda la tierra está en paz y cuyos conductores, de similar manera, son portadores del mensaje de Yahweh.
(2) Secuela de la ocho visiones
Como una secuela de las ocho visiones, especialmente de la cuarta y la quinta, Yahweh ordena a Zacarías que tome el oro y la plata traído de Babilonia por una delegación de judíos de la cautividad, y con ello haga una corona; que coloque esa corona sobre la cabeza del sumo sacerdote Josué, y luego la cuelgue como una ofrenda votiva en el Templo (6, 9-15). Los críticos generalmente insisten en que era Zorobabel y no Josué quien iba a ser coronado. Yerran al ignorar el simbolismo profético de la acción. Es el sumo sacerdote más que el rey el que es símbolo del sacerdote del reino mesiánico, "el hombre cuyo nombre es Germen" (texto hebreo), el que construirá el Templo de la Iglesia y en quien se unirán los oficios de sacerdote y rey.
(3) La profecía del cuarto día del noveno mes del cuarto año del reinado de Darío en Babilonia (7 y 8)
Casi dos años después de las ocho visiones, el pueblo preguntó a los sacerdotes y a los profetas si era preciso aún mantener los ayunos del exilio. Zacarías da la respuesta que se le ha revelado; deben ayunar del mal, mostrar misericordia, ablandar sus corazones endurecidos; hacer abstinencia del fraude y no de alimentos es el servicio que Yahweh pide. Como motivo para este verdadero servicio de Dios, les pinta las glorias y las alegrías de la Jerusalén reconstruida (7,1-9).El profeta termina con una predicción mesiánica de la reunión de las naciones en Jerusalén (8, 20-23).
B. Parte segunda (Capítulos 9-14): Los dos oráculos
Muchos años han transcurrido. El templo de Zorobabel está construido. El culto de Yahweh, restaurado. Zacarías se asoma en el remoto futuro y habla del reino mesiánico.
(1) Primer oráculo, en Hadrach (9-11)
. La venida del rey (9-10). Las naciones de alrededor serán destruidas; las tierras de los sirios, fenicios, y filisteos caerán en manos de los invasores (9, 1-7). Israel será protegido en consideración a su rey, que llegará a ella "humilde y montado en un asno". Aquel al que se llamó el Germen (3, 8; 6,12) será para la nueva Jerusalén tanto sacerdote como rey (3, 8; 6, 3).
. Los pastores de las naciones (11).Los significados, literal y simbólico, de este pasaje son muy oscuros, e interpretados diversamente por los comentaristas. La ruina del orgullo del Jordán, la destrucción de la tierra desde los cedros del Líbano a las encinas de Basán, al sur del Mar de Galilea (versículos 1-3) parecen referirse a un acontecimiento pasado hace mucho tiempo - la pérdida de la independencia del estado judío en 586 antes de Cristo -- en la misma forma que lo hace Jer., 22, 6,7. La alegoría de los tres pastores despedidos en un mes (versículos 4-8) es notablemente similar a la de Jer., 22 y 23. Probablemente esos gobernantes inicuos sean: Sellum, que fue deportado a Egipto (Jer., 22, 10-12); Joaquín, hijo de Josías, que fue "enterrado con el entierro de un borrico" (ibíd., 12-19); y su hijo Jeconías que fue arrojado a la tierra del extranjero (ibíd., 24-30). El pastor necio (versículos 15-17) es probablemente Sedecías. En los versículos 9-14 tenemos a Zacarías asumiendo el papel del pastor de Judá e Israel, intentando ser un buen pastor, siendo arrojado, vendido por treinta monedas de plata, y en todo esto simbolizando al Buen Pastor del reino mesiánico.
(2) Segundo oráculo, la visión apocalíptica del futuro de Jerusalén (12-14)
. Las naciones se congregarán contra Jerusalén (12, 1-3); pero Yahweh les golpeará en su poder, por medio de la casa de David (versículos 4-9); y los habitantes de Jerusalén se lamentarán como uno se lamenta por su hijo único (versículos 10-14). Las plegarias del pueblo de Jerusalén a Yahweh, que dice que "me mirarán a mí, a quien han traspasado", y su dolor por los males que le han hecho son símbolos del reino mesiánico. Yahweh es el símbolo de Jesús, las plegarias y lamentaciones de Jerusalén son el símbolo de las plegarias y lamentaciones que Jesús inspirará a la Iglesia cuando sus miembros contemplen a Aquel a quien han traspasado (cf. Juan, 19, 37). Como resultado de la victoria de Yahweh sobre las naciones, la idolatría será extirpada de Judá (13, 1-6).
.El tema de los pastores es retomado otra vez. El pastor de Yahweh será herido; las ovejas se dispersarán; dos tercios de ellas perecerán; un tercio será reunido, para ser purificado como la plata y probado como el oro (13, 7-9). La escena profética cambia de repente. Zacarías pinta vívidamente los detalles de la destrucción de Jerusalén. En la primera parte de su oráculo, había pronosticado el traspaso de la Ciudad Santa de los Seleúcidas a los Ptolomeos y de nuevo la vuelta de los primeros, la helenización y paganización del judaísmo bajo Antioco Epifanes (168 antes de Cristo), la profanación del templo por Pompeyo y su saqueo por Craso (47 antes de Cristo). Ahora, después de arrojar al pastor de Yahweh, la ciudad está de nuevo en poder del enemigo; pero después "el Señor será rey sobre toda la tierra: en ese día habrá un solo Señor, y su nombre será único". El castigo del enemigo será terrible (versículos 8-19). Todas las cosas serán santas para Yahweh (versículos 20-21).
II. CANONICIDAD
Zacarías está incluido en los cánones tanto de Palestina como de Alejandría; los judíos y todos los cristianos lo aceptan como inspirado. El libro se encuentra entre los Profetas Menores en todas las listas canónicas hasta las de Trento y el Vaticano. Los escritos del Nuevo Testamento a menudo se refieren a las profecías del Libro de Zacarías como cumplidas. Mateo (21, 5) dice que en la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén el Domingo de Ramos, los detalles tuvieron lugar para que se cumpliera lo que Zacarías (9, 9) había predicho; y Juan (12, 15) lo trae como testigo. Aunque en 27, 9 Mateo menciona sólo a Jeremías-aun así se refiere al cumplimiento de dos profecías, la de Jeremías (32, 6-9) sobre la compra del campo del alfarero y la de Zacarías (11, 12-13) sobre las treinta monedas de plata, el precio puesto al símbolo del Mesías. Juan (19, 37) ve en la Crucifixión el cumplimiento de las palabras de Zacarías "mirarán al que traspasaron" (12, 10). Mateo (26, 31) cree que el profeta (13, 7) predijo la dispersión de los discípulos del Señor.
III. AUTOR
En el análisis precedente del contenido de Zacarías, hemos determinado el autor, época, lugar y ocasión del libro. El autor de toda la profecía es Zacarías. La época de la primera parte es el segundo y el cuarto años del reinado de Darío en Babilonia (520 y 522 antes de Cristo). La época de la segunda parte es probablemente hacia el final del reinado de Darío o el comienzo del de Jerjes (485 antes de Cristo). El lugar de toda la profecía es Jerusalén. La ocasión de la primera parte es llevar a efecto la construcción del segundo Templo; la de la segunda parte es quizá la proximidad de la muerte del profeta. La opinión tradicional sostenida por los exegetas católicos sobre la unidad de autoría del libro se debe en parte al testimonio de todos los manuscritos del texto original y de las diversas versiones; esta unanimidad muestra que tanto en el Judaísmo como en la Iglesia nunca hubo seria duda sobre la unidad de autoría de Zacarías. Son necesarias razones sólidas, y no meras conjeturas, para debilitar la confianza en esta opinión tradicional. No se dispone de tales razones sólidas. Se apela a la evidencia interna; pero la evidencia interna no favorece a la teología crítica. Más bien al contrario; el objetivo y el estilo son únicos en la profecía.
A. Unidad de objetivo
Toda la profecía tiene el mismo objetivo; está por todas partes impregnada de idéntico anuncio mesiánico. El reino y sacerdocio del Mesías se pintan oscuramente en la primera parte; vívidamente en los dos oráculos de la segunda parte. Ambas secciones insisten en la venganza que se obrará contra los enemigos de Judá (cf. 1, 14 y 6, 8, con 9, 1 y s.); el sacerdocio y el reino unidos en Cristo (cf. 3, 8 y 6,12 con 9, 9-17); la conversión de los gentiles (cf. 2, 11; 6, 15 y 7, 22, con 14, 16,17); la vuelta de Israel de la cautividad (cf. 7, 8 con 9, 11-16; 10, 8 y s.); la santidad del nuevo reino (cf.3, 1, y 5,1 y s. con 13,1); su prosperidad (cf.1, 17; 3, 10; 7, 3 y s. con 11,16; 14, 7 y s.).
B. Unidad de estilo
Cualquier ligera diferencia que haya en el estilo de las dos secciones puede explicarse fácilmente por el hecho de que las visones están en prosa y los oráculos en verso. Podemos comprender que un mismo escritor muestre diferencias en la forma y modo de expresión, si, después de un periodo de treinta y cinco años, reproduce en forma poética exultante y exuberante el tema que, mucho antes y bajo muy diversas circunstancias, había expuesto en lenguaje más pausado y molde de prosa. Para contrarrestar estas ligeras diferencias estilísticas, tenemos la indudable evidencia de la unidad de estilo. En ambas partes se presentan modos de expresión que son distintivos de Zacarías. Tales son, por ejemplo: la oración, llena de significado "y la tierra quedó devastada detrás de ellos sin quedar quien fuese ni viniese"-en hebreo me'ober umisshab (7, 14 y 9, 8); el uso del Hiphil of'abar en el sentido de "borrar la iniquidad" (3, 4 y 13, 2); la metáfora del "ojo de Dios" por su Providencia (3,9; 1,10 y 9,1); las designaciones del pueblo elegido, "casa de Judá y casa de Israel", "Judá, Israel, Jerusalén", "Judá y Efraím", Judá y José" (cf. 1, 2,10; 7, 15, etc., y 9, 13; 10, 6; 11,14, etc.). Además, versículos y partes de versículos de la primera parte son idénticos a versículos y partes de versículos de la segunda parte (cf. 2, 10 y 9, 9; 2, 6 y 9, 12,13; 7, 14 y 9, 8; 8, 14 y 14, 5).
C. Crítica divisoria
Generalmente se admite que Zacarías es el autor de la primera parte de la profecía (capítulos 1-8). La segunda parte se atribuye por los críticos a otro u otros autores. Joseph Mede, un inglés, comenzó con la cuestión, en sus "Fragmenta sacra" (1653), 9.
Deseando salvar del error a Mateo, 27, 9,19, atribuyó la parte final de Zacarías a Jeremías. En esta exégesis, fue secundado por Kidder, "La demostración del Mesías" (Londres, 1700), 199, y Whiston, "Un ensayo de restauración del verdadero texto del Antiguo Testamento" (Londres, 1722), 92. De esta manera se engendró la idea del Deutero-Zacarías. La idea creció tan fuerte como prolífica. A su debido tiempo, la crítica divisoria encontró muchos autores diferentes para 9-14. A fines del Siglo XVIII, Flugge, "Die Weissagungen, welche den Schriften des Zacharias beigebogen sind" (Hamburgo, 1788), había descubierto nueve profecías dispares en estos seis capítulos. Un único o múltiple Deutero-Zacarías es defendido también por Bauer, Augusti, Bertholdt, Eichorn (4ª. ed.), De Wette (aunque no después de la 3ª ed.), Hitzig, Ewald, Maurer, Knobel, Bleck, Stade, Nowack, Wellhousen, Driver etc. Los críticos no se ponen de acuerdo, sin embargo, sobre si los capítulos discutidos son anteriores o posteriores al exilio. Los estudiosos católicos de la Biblia están casi unánimemente en contra de esta opinión. Los argumentos en su favor se dan por Van Hoonacker (op. cit., pp. 657 y s.) y contestan de manera convincente.
La profecía de Zacarías ha sido interpretada por S. EFRAÍN Y S. JERONIMO; cf. los comentarios sobre los Profetas Menores por RIBERA (Amberes, 1571, etc.); MONTANO (Amberes, 1571, 1582); DE PALACIO (Colonia, 1588); MESSAN (Amberes, 1597); SANCTIUS (Lyon, 1621); DE CASTRO (Lyon, 1615, etc.); DE CALANO (Palermo, 1644); MAUCORPS (París, 1614); SCHOLZ (Francfort, 1833); SCHEGG (Ratisbona, 1854 y 1862); TROCHON (París, 1883); KNABENBAUER (París, 1886); GRIESBACH (Lille, 1901); LEIMBACH en Bibl. Volksbucher, IV (Fulda, 1908), PATRIZI (Roma, 1852) trataron las profecías mesiánicas de Zacarías. Los comentarios protestantes han sido mencionados en el curso del artículo. Los autores católicos de introducciones generales son de utilidad respecto a la autoría de Zacarías; cf. CORNELY; KAULEN, GIGOT.
 
San Zacarías, santo del AT
fecha: 6 de septiembre
canonización: bíblico
Conmemoración de san Zacarías, profeta, vaticinador de la vuelta del pueblo desterrado a la tierra de promisión. Anunció al mismo tiempo que un rey pacífico, Cristo el Señor, iba a entrar triunfante en la Ciudad Santa de Jerusalén, lo que se llevó a cumplimiento.
Ver más información en:
Los Profetas

La noticia que nos trae el Martirologio Romano sobre el profeta Zacarías está redactada con bastante descuido, al menos en su versión castellana: «vaticinador de la vuelta del pueblo desterrado a la tierra de promisión», nos dice, pero el propio libro de Zacarías comienza con estas palabras: «En el octavo mes del año segundo de Darío fue dirigida la palabra de Yahveh al profeta Zacarías», es decir, en el año 520... cuando el pueblo desterrado ya había vuelto a la tierra de promisión: nada más fácil que vaticinar lo que ya pasó. Bromas aparte, el problema sólo lo tiene el Martirologio, porque el libro de Zacarías no engaña, ni siquiera como ficción literaria, respecto de la época en que fue escrito: el pueblo ya ha ido volviendo de Babilonia, y se enfrenta al desafío de reconstruir la vida comunitaria luego de la amarga -pero muy fecunda- experiencia del destierro. Tanto Zacarías como su contemporáneo Ageo, con su predicación buscarán interpretar para el pueblo el sentido de los acontecimientos que están viviendo, la importancia de reconstruir el templo, la profundización en la fidelidad a la Ley, en definitiva, la consolidación de los rasgos que van a ir creando, en el término de poco más de un siglo, lo que conoceremos luego como el judaísmo clásico.
Dentro de «Los Doce», es decir el conjunto de doce pequeños libros proféticos que en la Biblia hebrea forman una unidad, Zacarías es uno de los extensos, junto con Oseas y Amós. Y no sólo es mediano en longitud, sino tan rico en imágenes, que nos lo encontraremos citado o aludido abundantemente en el Nuevo Testamento, sobre todo en Apocalipsis. El elogio del Martirologio Romano evoca una de esas citas: «Anunció al mismo tiempo que un rey pacífico, Cristo el Señor, iba a entrar triunfante en la Ciudad Santa de Jerusalén, lo que se llevó a cumplimiento», se refiere a Zacarías 9,9: «¡Exulta sin freno, hija de Sión, grita de alegría, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino, cría de asna.» Gracias a los relatos de la Pasión, es posiblemente uno de los versículos de los profetas que más se conocen popularmente. Sin embargo el libro no se agota en esa imagen.
Respecto de la persona del profeta, poco sabemos: en 1,1 dice que es «hijo de Berekías, hijo de Iddó»; esto permite identificarlo con el profeta Zacarías «hijo de Iddó» del que habla Esdras 5,1, que menciona a Zacarias y a Ageo como profetas de la reconstrucción del templo:
«Los profetas Ageo y Zacarías, hijo de Iddó, empezaron a profetizar a los judíos de Judá y de Jerusalén, en nombre del Dios de Israel que velaba sobre ellos. Con esto, Zorobabel, hijo de Sealtiel, y Josué, hijo de Yosadaq, se decidieron a reanudar la construcción de la Casa de Dios en Jerusalén: los profetas de Dios estaban con ellos, apoyándoles.» (Esd 5,1) la identificación está fuera de toda duda, aunque lamentablemente el versículo 1,1 de Zac no dice «hijo de Iddó» sino «hijo de Berekías, hijo de Iddó», lo que en general se entiende en la actualidad como error de algún copista, que se le ha mezclado este Zacarías profeta, hijo de Iddó, con el «Zacarías, hijo de Beraquías» que menciona Isaías 8,1, y que nada tiene que ver con el nuestro. «Zacarías, hijo de Iddó» es, entonces, lo correcto, y de hecho las ediciones críticas de la Biblia ponen la expresión «hijo de Beraquías» entre paréntesis.
Una segunda identificación podría hacerse, aunque es menos segura: en la lista de sacerdotes de Nehemías 12,1ss, en el versículo 16, se habla de un sacerdote llamado también Zacarías, hijo de Iddó. Si se trata del mismo, entonces sabemos que además de profeta era sacerdote. Lamentablemente, carecemos de más noticias como para poder afirmarlo con certeza; es verdad que el libro de Nehemías pertenece al mismo contexto, pero precisamente por eso, es posible que si hubiera querido mencionar al profeta, suficientemente conocido, lo habria señalado. En todo caso, no todos aceptan que Zacarías haya sido, además de profeta, sacerdote. Ningún otro dato poseemos, no sabemos, por ejemplo, si era joven o viejo, aunque sí podemos saber que su ministerio lo ejerció por dos años: del año segundo de Darío, al año cuarto, esto es, desde el 520 aC hasta el 518. Por tanto no sabemos si llegó a ver el templo terminado y su consagración, en el 515.
En cuanto al libro, los especialistas están de acuerdo en que hay una marcada diferencia entre la primera parte del escrito, los capítulos 1 a 8, y la segunda parte, del 9 al 14. Hasta tal punto que se suele hablra, como en el caso del libro de Isaías, de dos profetas distintos: el Zacarías de la vuelta del destierro, que ya hemos presentado sumariamente, y un profeta (o una escuela) anónimo posterior, que desarrolla el pensamiento de Zacarías, pero no con su estilo, y que a falta de otro nombre simplemente se denomina Déutero-Zacarías, o Segundo Zacarías. Stuhlmüller señala así las diferencias entre el primero y el segundo Zacarías:

1-8


Claras alusiones históricas. Fechas exactas.
Preocupación por la reconstrucción del templo por Josué y Zorobabel.
Prosaico, redundante, confuso.
Influido indirectamente por el pensamiento de Ezequiel.
Mesianismo centrado en Jerusalén y resurgimiento de la dinastía davídica.

9-14


Alusiones oscuras o no históricas. Falta de fechas.
No se menciona la reconstrucción del templo, ni a Josué ni Zorobabel.
Poético, directo, sencillo.
Citas o alusiones directas a Os, Is, Dt, Jr, Ez, Joel, Job.
Mesianismo centrado en Judá, con alusiones secundarias a Jerusalén y a la dinastía davídica.
Aunque podemos, entonces, hablar de un desarrollo doctrinario entre una y otra parte, al leer Zacarías debemos tener en cuenta este dato de que estamos leyendo realmente dos libros. De todos modos, todo el conjunto está dominado por el surgimiento de un nuevo tipo de profecía, que de a poco se va a ir imponiendo: la profecía "apocalíptica". No es casual que precisamente sean el libro y los fragmentos apocalípticos del Nuevo Testamento los que más imágenes hayan tomado prestadas de Zacarías; es que realmente podemos considerar a Zacarías omo uno de los precursores de ese estilo que se va a hacer tan habitual en la vida del pueblo bíblico en los siglos inmediatamente anteriores a Jesús, que incluso pasará a confundirse la profecía con la «futurología» apocalíptica, confusión que permanece popularmente hasta hoy.
Una excelente introducción, separada en dos partes, una a Zac 1-8 y otra a 9-14, la encontramos en Los Profetas, tomo II, pp. 1141ss y 1176ss, respectivamente, del P. Alonso Schökel, con análisis del texto en su perspectiva narratológica; Carroll Stuhlmueller tiene una interesante introducción, además del análisis del texto en perspectiva histórico-crítica, en C.B. San Jerónimo, tomo II, pp 142ss. Una buena introducción, menos técnica que las anteriores, pero muy sólida: Los ultimos profetas, de Samuel Amsler, cuaderno bíblico nº 90 de la serie de Verbo Divino, 1996. En el artículo correspondiente a Ageo, en este mismo santoral, se encuentra una introducción un poco más detallada a la situación histórica de ese profeta, pero que es completamente válida para Zacarías. El libro de Zacarías puede leerse en la sección de Biblia de ETF en distintas versiones. Cuadro: detalle de Zacarías, fresco de Miguel Ángel perteneciente a la serie de los profetas, en la Capilla Sixtina, 1509

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