martes, 4 de septiembre de 2012

Moisés, Santo


Profeta del Antiguo Testamento, 4 de septiembre
Moisés, Santo
Moisés, Santo


Profeta del Antiguo Testamento.



Salvado de las aguas. Criado junto al Faraón. Elegido para salvar a su pueblo. Instrumento de Dios en las plagas. Caudillo desde el mar Rojo. Y ya en el desierto, el hombre de la Alianza: Amigo de Dios, padre del pueblo, legislador, juez, guerrero, libertador...

Es el hombre fuerte como un titán que se resiste a aceptar las debilidades de su pueblo.

Dios permite su fracaso. Viendo ya la Tierra Prometida, muere con la esperanza incumplida de entrar en la tierra de Canaán.

El que extendió su mano en el mar y lo secó o hizo brotar agua de la roca en el desierto, o consiguió de Dios el maná y las codornices para quitar la hambruna no disfruta su máximo proyecto humano: entrar en la Tierra de Promisión.

El sinsabor de la derrota humana es permitido por Dios para que reconozcamos nuestra flaqueza. El fracaso en lo humano marca la dependencia del creador.





San Moisés
Profeta del Antiguo Testamento
Moises ante la Sarza ardiendoMoisés y Abraham son los dos personajes más famosos del Antiguo Testamento. Los dos más grandes amigos de Dios en la antigüedad.
Moisés fue libertador del pueblo de Israel.
La historia de Moisés se encuentra en el segundo libro de la S. Biblia, el Libro del Exodo, uno de los libros más hermosos y emocionantes de toda la literatura universal. Ningún buen cristiano debería quedarse sin leer el Exodo no sólo una vez sino muchas veces. Su lectura le hará un gran provecho a su alma.
Cuenta el libro del Exodo que empezó a gobernar a Egipto un faraón que no quería a los israelitas y dio una ley mandando que todo niño varón que naciera había que matarlo. Y un día nació una bellísimo niño de la tribu de Leví. Sus padres lo escondieron para que no lo fueran a matar los soldados del faraón, pero como el niño lloraba y podían oírlo desde la calle, dispuso entonces la madre echarlo entre un canasto, que ella había forrado con brea por fuera, y dejarlo flotando sobre las aguas del río Nilo.
Y sucedió que fue la hija del faraón a bañarse al río Nilo y al ver el canasto sobre el agua mandó un nadador a que lo sacara. Y allí encontró el hermoso niño que lloraba. Se compadeció de él y en ese momento llegó la hermanita del niño, que estaba escondido entre los matorrales de la orilla observando, y le propuso que ella lo podía conseguir una señora para que criara al niño. La hija del rey aceptó y fue llamada la mamá a quien la princesa le pagó para que criara al pequeñín, al cual le puso por nombre Moisés, que significa: salvado de las aguas.
La hija del faraón adoptó a Moisés como príncipe y lo hizo educar en el palacio del rey donde se educaban los que iban a ser gobernantes de la nación. Esta educación tan esmerada le sirvió mucho después para saber gobernar muy bien al pueblo de Israel.
Cuando Moisés fue mayor, un día vio que un egipcio atormentaba a un israelita y por defender al israelita hirió gravemente al egipcio. Lo supo el rey y lo iba a mandar matar, y entonces Moisés salió huyendo hacia el desierto.
En el desierto encontró a unas pastoras que no podían dar de beber a sus rebaños porque unos pastores muy matones se lo impedían. Como él era un buen luchador las defendió y les permitió dar de beber a sus ovejas. Las muchachas le contaron esto a su padre y el buen hombre mandó llamar a Moisés y lo encargó de cuidar sus rebaños en el desierto. Allí estuvo por siete años, dedicado a la meditación y a la oración, y ese tiempo le fue muy útil porque pudo conocer muy bien el desierto por donde más tarde iba a conducir al pueblo de Israel.
Moisés se casó con Séfora, la hija del dueño de las ovejas, y de ella tuvo dos hijos: Eliécer y Gerson.
Un día mientras cuidaba las ovejas en el desierto vio Moisés que un montón de espinas ardían entre llamaradas pero no se quemaban. Lleno de curiosidad se acercó para ver qué era lo que pasaba y una voz le dijo: "Moisés, Moisés, quítate las zandalias porque el sitio que estás pisando es sagrado".
Le preguntó: ¿Quién eres Tú Señor?
La voz le respondió: Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. He oído las lamentaciones de mi pueblo de Israel y he dispuesto bajar a ayudarlos. He dispuesto liberarlos de la esclavitud de Egipto y llevarlos a una tierra que mana leche y miel. Yo te enviaré al faraón para que los deje salir en libertad.
Moisés preguntó: ¿Señor, y si me preguntan cuál es tu nombre, qué les diré?
El Señor le respondió: Yo soy Yahvé. Yo soy el que soy. Irás a los israelitas y les dirás: "Yahvé, que es el Dios de Abraham, Isaac y Jacob me envía a vosotros". Luego reunirás a los ancianos de Israel, y con ellos irás al faraón a pedirle que deje salir libre al pueblo. El faraón se negará pero yo haré toda clase de prodigios para que los dejen salir".
Moisés dijo al Señor: ¿Y qué demostración les voy a hacer para que sepan que sí voy de parte de Dios?
El Señor le respondió: Echa al suelo tu vara de pastor. Moisés lanzó al suelo su vara o bastón que se convirtió en serpiente.
Dios le dijo: Toma la serpiente por la cola.
La agarró y se volvió otra vez bastón.
Dios le dijo: esta será una de las señales con las cuales yo te voy a apoyar para que te crean.
Moisés le dijo a Nuestro Señor: "Yo tengo dificultad para hablar. ¿Por qué no mandas a otro?". El Señor le dijo: "Tu hermano Aarón, que sí tiene facilidad para hablar, te ayudará".
Moisés se volvió a Egipto y junto con su hermano Aarón reunió a los ancianos de Israel y les contó lo que le había mandado el Señor Dios. Y convirtió el bastón en serpiente para demostrarles que sí venía de parte de Dios.
Se fueron donde el faraón a pedirle que dejara salir en libertad al pueblo de Israel pero el faraón no quiso acepar sino que más bien esclavizó más a los israelitas y les puso trabajos más pesados, haciendo ladrillos. El pueblo clamó a Dios y Dios los escuchó y mandó las terribles diez plagas de Egipto.
La primera plaga consistió en que las aguas del Nilo se convirtieron en sangre, al ser tocadas por el bastón de Moisés. La segunda plaga fue una espantosa invasión de ranas por todas las casas. El faraón se asustó, pero apenas Moisés obtuvo que se acabara la plaga, ya no dejó salir al pueblo. La tercera, una nube inmensa de mosquitos que molestaban a todo el mundo. La cuarta, unos tábanos o abejones que picaban muy duro. La quinta plaga, una peste que mató el ganado. La sexta, úlceras por todo el cuerpo en la gente. La séptima plaga, una terrible granizada que destruyó los cultivos. La octava, las langostas que llegaron por millones y arrasaron con todo. La novena, tres días de tinieblas. Y la décima y más terrible, la muerte de todos los hijos mayores o primogénitos de las familias de Egipto. Ante esta calamidad, el faraón se asustó y dejó salir al pueblo de Israel.
Cuando el faraón asustado dio la orden de que los israelitas podían salir de Egipto donde estaban como esclavos, todos ellos se apresuraron a abandonar el país con sus animales y cuanto tenían dirigidos por Moisés. Pero al llegar al Mar Rojo vieron que el ejército egipcio venía a perseguirlos. Asustados clamaron a Dios y entonces el Señor mandó a Moisés que tocara con su bastón el mar. Inmediatamente se abrieron las aguas en dos grandes murallas y el pueblo pasó a pie por terreno seco hasta la otra orilla. El ejército del faraón quiso pasar también, pero por orden de Dios, Moisés tocó otra vez con su bastón las aguas y estas se cerraron y ahogaron a todo el ejército perseguidor. En ese día el pueblo aumentó su fe en Dios y creyó en Moisés su profeta.
En el desierto faltó el agua y el pueblo se moría de sed. Moisés, por orden del Señor, golpeó con su bastón una roca y de ella brotó una fuente de agua en la cual bebió todo el pueblo y bebieron sus ganados.
La gente empezó a sufrir hambre y a protestar. Entonces Dios hizo llover del cielo un pan blanco y agradable. La gente al verlo decía: ¿Maná? (que en su idioma significa ¿Qué es esto?). Dios le dijo a Moisés: "Este es el pan con el cual los voy a alimentar mientras se encuentran en el desierto". Y así durante 40 años el maná fue el alimento prodigioso que los libró de morirse de hambre.
Moisés subió al Monte Sinaí y allí Dios le dio los diez mandamiento, escritos en dos tablas de piedra. Y prometió que quien los cumpla tendrá siempre sus bendiciones y su ayuda.
Moisés tuvo que sufrir mucho porque el pueblo era rebelde y muy inclinado al mal, pero Dios se le aparecía y hablaba con él como un amigo de mucha confianza. Inspirado por Nuestro Señor dio Moisés al pueblo unas leyes sumamente sabias que fueron después muy útiles para conservarlos en las buenas costumbres y preservarlos en la fe.
Cuando el pueblo pecaba y Dios se proponía castigarlo, Moisés oraba por el pueblo pecador y Dios los perdonaba. Cuando los enemigos venían a atacarlos, Moisés se iba al monte a rezar. Mientras él rezaba con las manos levantadas triunfaba el ejército de Israel. Pero cuando Moisés dejaba de rezar, era derrotado el pueblo de Dios. Por eso entre dos hombre le tenían los brazos levantados para que no dejara de orar mientras duraba la batalla. Es que por ser tan amigo de Dios, conseguía de El cuanto le pedía en la oración.
Dios lo hizo subir a un Monte desde donde pudo ver la Tierra Prometida. Y allí murió y lo enterraron los ángeles. Nunca más hubo otro hombre que hablara con Dios de tú a tú, como Moisés y que hiciera tantos milagros y prodigios. Hasta que llegó Nuestro Señor Jesucristo, nuevo Moisés, pero muchísimo más poderoso y santo que él, porque Jesús es a la vez Dios y hombre.
La Biblia dice que en la antigüedad no hubo un hombre tan humilde y tan manso como Moisés. Que este gran amigo de Dios nos consiga de Nuestro Señor la gracia de ser mansos y humildes, y de permanecer siempre amigos de Dios hasta el último momento de nuestra vida y después para siempre en el cielo. Amén.

Moisés
מֹשֶׁה
موسىٰ
Moses041.jpg
Moisés, obra de José de Ribera.
santo y profeta
Venerado en judaísmo, cristianismo, islam y bahaísmo
Festividad 4 de septiembre
Moisés es un personaje del judaísmo, el cristianismo, el islam y la fe bahá'í.
Según la Torá judía (el Antiguo testamento) era hijo de Amram y su esposa Iojebed. Es descrito como el hombre encomendado por Dios Hashem para liberar al pueblo hebreo de la esclavitud en Egipto y como su máximo profeta y legislador.
No existen datos históricos que fundamenten la existencia real de Moisés, pues todas las referencias a él son muy posteriores, cuando ya se había formado el judaísmo.

Hipótesis sobre el origen de su nombre

Se cree que el nombre Moisés deriva de la supresión de una parte del nombre egipcio original que habría tenido este personaje, puesto que en el antiguo Egipto se colocaba el nombre de un dios antes de la palabra mses. Por ejemplo Ramsés significaba ‘engendrado por Ra’, así que Moisés al huir de Egipto y renegar de su origen egipcio quedó solo como Mses.
Moisés significa = nacido de las aguas = en egipcio antiguo.1
En Éxodo 2:10 se narra: «Y cuando el niño creció, ella lo trajo a la hija del Faraón, la cual lo prohijó, y le puso por nombre Moisés, diciendo: “Porque de las aguas lo saqué”».2
En su libro Antigüedades judías (94 d. C.), el escritor judío Flavio Josefo (Yosef bar Mattityahu) da otra versión: mo: ‘agua’, uses: ‘salvado de’, que coincide con el sentido del nombre explicado por la Torá.

Hagiografía de Moisés según la tradición

La Torá narra como Moisés lideró junto a su hermano Aarón la salida de los hebreos de Egipto y recibió la Torá de manos de Dios - Yahvé —tras haberle sido dictada por inspiración divina— en el monte Sinaí. La Torá comprende la historia de la vida de Moisés y de su pueblo hasta su muerte a la edad de 120 años, que según algunos cálculos exegéticos tuvo lugar en el año judío de 2488, que equivale a 1272 a. C.

Nacimiento

Cuando Moisés nació, el faraón ordenó que todo hijo varón de un esclavo hebreo fuera arrojado al Nilo. Iojebed, la tía paterna y esposa del levita hebreo Arman, dio a luz a un pequeño, y lo escondió durante los tres primeros meses. Cuando no pudo ocultarlo más, lo colocó en una cesta (embadurnada con barro en su interior y brea en el exterior para hacerla impearmeable) a la deriva del río Nilo. Con tan buena suerte que fue encontrado por la hija del faraón, Batía, quién le llamó Moisés.

Miembro de la familia del faraón egipcio.

Cuando la princesa Batía escogió que una mujer hebrea cuidara de Moisés, la escogida fue nada más y nada menos que su madre biológica. Durante dos años lo amamantó y después fue entregado a la princesa. Cuenta la tradición oral (recopilada en la Mishná) que con tres años, Moisés estaba sentado junto a la familia del faraón y los ministros. Moisés bajó del regazo de Batía, caminó hacia el faraón, levantó su corona y la colocó sobre su propia cabeza. El consejero del faraón Bilam exclamó que se trataba de una acción profética y que Moisés le arrebataría el trono. Por tal motivo, otro ministro sugirió una prueba: sugirió colocar enfrente del pequeño un diamante y un trozo de carbón ardiendo para valorar la astucia del niño. Moisés no sólo agarró el carbón ardiente, también se lo llevó a su boca. Se quemó los labios y la lengua, dificultándole el habla (una característica que está mencionada en la Torá) y, por tal motivo, la tradición oral determina que el pueblo hebreo, a sabiendas de la incapacidad de Moisés para la oratoria, comprendió que su líder solo podía dirigirse a ellos por una influencia divina.
Cuando Moisés se hizo adulto, empezó a visitar asiduamente a los esclavos. Un día, al ver cómo un capataz egipcio golpeaba brutalmente a un supervisor hebreo llamado Datán, Moisés mató al capataz egipcio y ocultó su cuerpo bajo la arena, esperando que nadie estuviera dispuesto a revelar algo sobre el asunto. Al día siguiente, vio al joven que había salvado, peleando con su hermano e intentó separarlos. Los dos hermanos, enfadados por la intromisión de Moisés, lo delataron al faraón y Moisés tuvo que huir de Egipto.

Exilio personal

En una de sus exégesis, Najmánides señala que transcurrió un período prolongado entre la partida de Moisés de Egipto y su arribo a Madián.
Allí trabajó para Jetró (יִתְרוֹ, itró, ‘sacerdote’ en hebreo) de Madián, con cuya hija Séfora se casó más tarde. Allí trabajó durante cuarenta años como pastor, tiempo durante el cual nació su hijo Gershom.

Revelación en la zarza ardiente

Según se narra en la Biblia, en cierta ocasión Moisés llevó a su rebaño al monte Horeb y allí vio una zarza que ardía sin consumirse. Cuando se volvió a un lado para observar más de cerca aquella maravilla, el Dios Yahvéh le habló desde la zarza, revelando su nombre (es decir su verdadero significado) a Moisés.
En la época del emperador Constantino, el monte Horeb fue identificado con el monte Sinaí, pero la mayoría de los expertos creen que se encontraba mucho más al norte[cita requerida].
De acuerdo con la tradición, Yahvé dijo a Moisés que debía volver a Egipto y liberar a su pueblo de la esclavitud. Moisés declaró a Yahve que él no era el candidato para realizar dicha obra encomendada, dado que al parecer padecía de tartamudez. Yahvé le aseguró que le proporcionaría el apoyo para su obra entregándole las herramientas adecuadas.
Moisés obedeció y regresó a Egipto, donde fue recibido por Aarón, su hermano mayor, y organizó una reunión para avisar a su pueblo de lo que debían hacer. Al principio, Moisés no fue muy bien recibido; pero la opresión era grande y Moisés realizó señales para que su pueblo lo siguiera como un enviado de Yahvé.
Sin embargo, según el relato bíblico, lo más difícil fue persuadir al faraón para que dejase marchar a los hebreos. De hecho, estos no obtuvieron el permiso para partir hasta que Yahvé envió diez plagas sobre los egipcios. Estas plagas (palabra mal empleada, pues en el hebreo bíblico se habla más bien de «señales»), culminaron con la matanza de los primogénitos egipcios, lo cual causó tal terror entre los egipcios que ordenaron a los hebreos que se fueran.

Inicio del éxodo hebreo

La gran caravana de los hebreos se movía lentamente y tuvo que acampar hasta tres veces antes de dejar atrás la frontera egipcia, la cual se cree que estaba establecida en el Gran Lago Amargo. Otros han sugerido que como muy lejos estaría en la punta más septentrional del Mar Rojo (una mala traducción de la expresión hebrea yam Suf, que significa Mar de juncos). Mientras tanto el faraón cambió de opinión y salió tras la pista de los hebreos con un gran ejército. Atrapados entre el ejército egipcio y el Mar Rojo, los hebreos se desesperaron, pero Yahvé dividió las aguas del mar por mediación de Moisés, permitiendo a los hebreos cruzarlo con seguridad. Cuando los egipcios intentaron seguirlos, las aguas volvieron a su cauce ahogando a los egipcios.

La fecha del Éxodo

Aunque la Biblia no cita al faraón del Éxodo por su nombre, sí da la fecha exacta del Éxodo. En 1Reyes 6:1 se lee que Salomón comenzó a construir el Templo en el cuarto año de su reinado, 480 años después que los hijos de Israel salieron de Egipto. La mayoría de los estudiosos de la Biblia estiman que el cuarto año del reinado de Salomón fue hacia el año 966 a. C.3 Según esto la fecha de Éxodo sería hacia el año 1446 a. C., cuando gobernaba Tutmosis III, sin embargo no hay ningún documento ni resto arqueológico egipcio que confirme este acontecimiento.

Experiencia en el monte Sinaí


Moisés con las tablas de la Ley, por Rembrandt.
Moisés suele ser representado con las tablas de los Diez mandamientos. Yahvé le dio estos Mandamientos directamente a Moisés en el monte Sinaí durante la travesía en el desierto de Sinaí (véase siguiente sección). Moisés subió al monte a recibir las tablas del pacto, y estuvo ahí 40 días. Yahvé le dio dos tablas de piedra escritas con Su dedo. (Deuteronomio 9:9-10, Éxodo 31:18). Aunque en Éxodo 20, parece como si fuera Yahvé quien le dicta.
Estas tablas de la ley recogían los diez mandamientos, unas leyes básicas de obligado cumplimiento para todo el pueblo hebreo. Además de ello, le dio una serie de Leyes menores que deberían ser también observadas. Cuando Moisés bajó a notificar a su pueblo, descubrió que en su ausencia habían fundido todo el oro y habían construido un becerro de oro, representación del dios egipcio Apis y le veneraban. Moisés montó en cólera, arrojó a su pueblo las Tablas de la Ley (que se rompieron) y quemó la estatua de oro.

Travesía en la península del Sinaí

La travesía por una serie de parajes inhóspitos de la gran masa de personas fue dura y muchos empezaron a dar rumores y a murmurar contra sus líderes (Moises y Aarón), aduciendo que era mejor estar bajo el yugo egipcio que padecer las penurias de la travesía. Moisés realizó innumerables milagros para aplacar la dureza de la travesía y demostrar al pueblo de Israel que Yahvé los guiaba. Las manifestaciones divinas fueron pródigas.
Para alimentarlos, Yahvé hizo llover maná del cielo. Para beber, les dio múltiples fuentes de agua, como la fuente de agua amarga convertida en agua dulce, o la roca en la cual Moisés perdió el derecho de entrar en la Tierra Prometida, a causa de no alabar correctamente a Dios.
En su travesía por los desiertos, Israel lucha por primera vez contra los amalecitas, que eran un pueblo principal y vencen solo por la pujanza de Moisés. (Éxodo 17:8). Israel además vence a Arad, a los amorreos liderados por Sehón (Números, 21) y rodean tierras por donde no se les permite combatir ni se les da el paso, como es el caso de las tierras de Edom.
En el monte Sinaí, el pueblo judío fue organizado doctrinalmente por el sacerdocio menor de Aarón. Se les inculca estatutos, mandamientos y por sobre todo el desarrollar fidelidad a los convenios con Yahvé. Esta historia es contada en el Levítico.
En el mismo monte, Yahvé entrega el Decálogo de los Diez Mandamientos, pero al bajar Moisés junto a Josué, encuentra a su pueblo adorando un becerro de oro. Esta perversión a los ojos de Yahvé fue castigada con la muerte de quienes lideraban estas prácticas paganas, situaciones como esta se sucederían varias veces en el trayecto hacia Palestina.
Yahvé le volvió a dictar sus diez mandamientos y para transportar las sagradas escrituras, se construyó el arca de la alianza. Para portar dicha arca, se construyó el Tabernáculo, que sería el transporte del arca hasta que se llegara a la tierra prometida, donde se construiría un templo donde albergarla.
Ya cerca de la tierra prometida, Moisés encomienda a 12 espías el investigar y dar un reporte de las bondades de la tierra de promisión, pero al volver, 10 de los 12 espías dan un reporte sumamente desalentador sobre las gentes que moraban sobre estas tierras, inculcando miedo a las huestes armadas y por sobre todo desconfianza a las promesas de Yahvé. Esta historia es contada en el libro de Números.
Según esos textos, Yahvé ―al ver el miedo de su pueblo elegido― prohibió la entrada de todo varón de guerra (mayores de 20 años) a la tierra de promisión, incluyendo al mismo Moisés a quien solo se le permitió verla desde lo alto de un monte (Nebo). Hay que aclarar, sin embargo, que la prohibición no incluía a los levitas (tribu a la que pertenecía Moisés), quienes no estaban registrados para la guerra, ni tampoco a Josué y Caleb, quienes sí mostraron fe en las promesas divinas. A Moisés no se le permitió entrar por un incidente posterior en el que se atribuyó crédito personal por un milagro de Yahvé (Números capítulo 20)
Ya estando cerca de Moab, Balac, rey de los moabitas ve venir a Israel por el margen oriental y teme del pueblo de Israel, manda a llamar a Balaam, un sacerdote de Melquisedec (Números 22) para que maldiga al pueblo de Israel; pero Yahvé envía a un ángel a interponerse en el camino de Balaam hacia el monte de Bamot-Baal y es persuadido a bendecir al pueblo israelita y lo hace tres veces a pesar de los deseos de Balac.
Finalmente, tras cuarenta años de vagar por el desierto, los hebreos de aquella generación murieron en el desierto (Éxodo 16: 35; Números 14: 33, 34: Deuteronomio 1: 1-3; 2: 7; 8: 2, 4).
Una nueva generación de hebreos libres, nacidos en el éxodo, llegaron a la Tierra Prometida y entraron por fin a ella guiados por Josué. Moisés, permaneció con aquellos que no iban a entrar a las tierras prometidas y sabiendo que no estaba lejos la hora de su muerte, le pasó el mando a Josué. Josué cruza el río Jordán dejando atrás casi 40 años de permanencia en el desierto de Parán y una distancia recorrida cercana a los 1000 km (a razón de 25 km/años) desde que dejaron Pi-Ramsés en Egipto.
Cuando murió Moisés, a la edad de ciento veinte años, fue llorado por su pueblo durante treinta días y treinta noches, su sepulcro jamás ha sido hallado.

Moisés en el judaísmo

Hay multitud de historias e información adicional sobre Moisés en las exégesis rabínicas conocidas como Midrásh, así como en los textos más importantes de la ley oral judía, del Mishná y del Talmud.

Moisés, estatua del escultor Miguel Ángel.

Moisés en el cristianismo

Para los cristianos, Moisés es a menudo un símbolo del contraste entre el judaísmo tradicional y las enseñanzas de Jesús. Los escritores del Nuevo Testamento comparan las palabras y los hechos de Jesús con los de Moisés para explicar la misión de Jesús. En el libro de los Hechos de los Apóstoles, por ejemplo, el rechazo de Moisés cuando los judíos adoraban al becerro de oro se compara con el rechazo a Jesús, también por parte de los judíos.
Moisés también figura en varios de los mensajes de Jesús. Cuando conoce al fariseo Nicodemo por la noche, en el tercer capítulo del Evangelio de Juan, compara el alzado de la serpiente de bronce en el desierto, que cualquier hebreo podía mirar para ser curado, con su propia ascensión a los cielos (tras su muerte y resurrección) de modo que la gente lo vea y ser curada. En el sexto capítulo, Jesús responde a sus seguidores que Moisés hizo que cayera el maná en el desierto diciendo que no había sido él, sino Yahvé, quien había obrado el milagro. Llamándolo el «pan de la vida», Jesús afirma que ahora es él quien alimenta al pueblo de Yahvé.
En la carta de Judas contiene una breve mención de una disputa entre el arcángel Miguel y el diablo por el cuerpo de Moisés.4
La iglesia católica lo venera como santo, como a todos los patriarcas y profetas del Antiguo Testamento.

Moisés en el islam

En el Corán, el libro sagrado del islam, la vida de Moisés (Musa) se narra y se recuerda más que la de cualquier otro profeta reconocido por los musulmanes. Aunque el Corán reitera que es una figura principalmente judía, se encuentran pocas diferencias.

Origen del «Pentateuco» de Moisés

Se ha asumido tradicionalmente que Moisés recibió de Yahvé y transcribió todos los textos de la Torá. Ésta sigue siendo la creencia de la mayoría de los cristianos y de la mayoría de los judíos ortodoxos. Sin embargo, los avances en la crítica textual han convencido a muchos expertos e historiadores de que estos textos, en la forma en que nosotros los conocemos actualmente, fueron tomados y adaptados de varias fuentes. Esta idea se discute en la hipótesis documental.
El islamismo, por su parte, está de acuerdo con los estudios de crítica textual y la hipótesis documental. El Corán afirma que Yahvé reveló personalmente el texto de la Torá a Moisés, tal y como creen judíos ortodoxos y muchos cristianos. Pero afirma también que el texto original de la Torá ha sido adulterado, manipulado y corrompido a lo largo de los siglos, por lo que hoy día, aunque aún contiene fragmentos de la revelación original, ya no es 100% revelación divina. En ese sentido, para los musulmanes la hipótesis documentaria y otros estudios hechos por eruditos bíblicos, que revelan que la Torá como la conocemos hoy día es el fruto del trabajo de varios autores a lo largo de varios siglos, es la confirmación de lo que dice el Corán al respecto, y por ello defienden la idea de que la Torá actual no es 100% confiable.

Historicidad de Moisés

Algunos de los historiadores sugieren que Moisés nunca existió como figura histórica, y que el Éxodo es un mito. Por otra parte, los documentos históricos están tan fragmentados que los textos extrabíblicos que pudieran hablar de Moisés pueden haberse perdido para siempre en tiempos remotos[cita requerida]. Por ejemplo, si el Éxodo tuvo lugar durante el fin de la era de los hicsos en Egipto, tal y como afirman algunos expertos (siglo XVI a. C.), entonces sus documentos sobre Moisés probablemente habrían sido destruidos deliberadamente cuando los egipcios los expulsaron[cita requerida].
Las referencias adicionales sobre Moisés datan de muchos siglos después de la época en la que supuestamente vivió. Se desconoce si se basan únicamente en la tradición judía o si también han tomado aspectos de otras fuentes. Algunos como Flavio Josefo, Filón de Alejandría y Manetón hablan de él. También existen, por supuesto, los relatos antes mencionados en la Mishná y el Corán. En el siglo III a. C., Manetón, un cronista y sacerdote heleno-egipcio, afirmó que Moisés no era judío, sino un sacerdote egipcio resentido, y que el Éxodo fue en realidad la expulsión de una colonia de leprosos.
Incluso si Moisés se acepta como figura histórica, hay varios aspectos del relato bíblico que pueden ser reinterpretados. La hipótesis de Manetón de que Moisés era egipcio es absolutamente plausible. Se ha sugerido que pudo haber sido un noble o príncipe egipcio influido por la religión de Atón (véase la hipótesis de Freud más abajo), o simplemente un simpatizante de la cultura hebrea. Mosés es un nombre egipcio que significa ‘hijo’ y se utilizó a menudo en los nombres de los faraones (como por ejemplo TutMoses). Los hebreos pudieron haber creado la historia a partir de los relatos de Sargón de Acad (mesopotámico) o Edipo (griego) para legitimar su creencia. Por otra parte, antiguamente las clases más bajas abandonaban a veces a sus hijos, y Moshe es una palabra hebrea que significa ‘rescatado de las aguas’.
Poner fecha al Éxodo también ha sido un gran reto. Hay diferentes hipótesis, pero ninguna prueba histórica que lo confirme:
  • Alrededor del final de la era de los hicsos, tal y como se narra previamente;
  • Alrededor del 1420 a. C., puesto que existen documentos sobre la invasión de Canaán por parte de los habiru cuarenta años más tarde ―esta hipótesis casa bien con la idea actual de que el personaje histórico de Moisés era el décimo quinto príncipe del rey de Egipto del siglo XV a. C. llamado Ra-mose, que también desapareció de los expedientes egipcios alrededor de la época de la muerte de la reina Hatshepsut.
  • Durante el siglo XIII a. C., pues el faraón durante la mayoría de ese tiempo fue Ramsés II, el cual se considera habitualmente que fue el faraón con el cual se tuvo que enfrentar Moisés –conocido como «el faraón del Éxodo» o «el faraón opresor» de quien se dice haber obligado a los hebreos a construir las ciudades Pithom y Ramesés. Estas ciudades se conocen por haber sido construidas bajo Seti I y Ramsés II, haciendo a su sucesor Merenptah el posible «faraón del éxodo». Sin embargo, en la estela de Merenptah del 5.º año del citado faraón (1208 a. C.), se narra que «Israel está acabado, no queda ni la semilla». Además, en 1898 se descubrió la momia de Merenptah, pues no había perecido ahogado.
  • Una hipótesis más reciente y controvertida afirma que Moisés era un noble de la corte del faraón Akenatón. Muchos estudiosos, desde Sigmund Freud hasta Joseph Campbell sugieren que Moisés pudo haber abandonado Egipto tras la muerte de Akenatón (1358 a. C.) cuando las reformas monoteístas del faraón fueron rechazadas violentamente. Las principales ideas que apoyarían esta hipótesis serían que la religión monoteísta de Akenatón era la predecesora del monoteísmo de Moisés, y una colección contemporánea de las Cartas de Amarna,5 escritas por los nobles para Akenatón, describen bandas asaltantes de habirus atacando territorios egipcios.6

Véase también

Notas

  1. Véase Ramsés (Ra-mosés): ‘engendrado por [el dios] Ra’.
  2. Éxodo 2:10, Versión Reina Valera 1960
  3. Se etima que Salomón accedió al trono hacia el año 970 a. C.
  4. Judas 1:9
  5. Amarna es el nombre actual de la capital fundada por Akenatón, llamada Ajetatón.
  6. Joseph Campbell: Transformations of myth through time (pág. 87-90). Harper & Row.

Enlaces externos


Predecesor:
fundador
Guía del pueblo de Israel Sucesor:
Josué


 HISTORIA DE LA SALVACIÓN
Resumen cronológico



ANTES DE CRISTO
Hacia el 1850   ABRAHAM, emigra de Mesopotamia a la tierra de Canaán (Palestina). Su descendencia: Isaac, Jacob, José. 
Hacia el 1700   Se establecen en Egipto, por invitación de José, los primeros hebreos. Su descendencia será oprimida.
Hacia el 1250   MOISÉS sale de Egipto por la ruta del desierto. La Alianza del Sinaí. 
Hacia el 1220   JOSUÉ entra y conquista la Tierra prometida (Canaán). Los “Jueces" gobiernan.  
Hacia el 1030   SAMUEL Y SAÚL primeros reyes de Israel. 
Hacia el 1010   DAVID Conquista Jerusalén. 
Hacia el   970   SALOMÓN: Rey hijo de David que construye el Templo de Jerusalén . 
                931   Asamblea de Siquem. El cisma entre el Israel (Norte) y  Judá (Sur), dos reinos. 
Hacia el   885   Fundación de Samaria por el rey de Israel, Omri.
Hacia el   874   Acab, rey de Israel. Los profetas Elías y Eliseo. 
Hacia el   750   Los profetas Amós y Oseas
                740   El profeta Isaías (Libro de Isaías 1-39). El profeta Miqueas
                721   Conquista de SAMARIA por Sargón II de Asiria. Fin del Reino del Norte  (Israel). 
                 716   Ezequías, rey de Judá.
Hacia el    630   Los profetas Sofonías y Jeremías
                 622   Josías, rey de Judá. Hallazgo de la Ley y reforma religiosa. Primera redacción de los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes. 
                 612   Destrucción de Nínive, capital de Asiria. 
                           El profeta Nahúm.
Hacia el    600   El profeta Habacuc
                 587   Conquista de Jerusalén por los babilonios y deportación de los israelitas.
                            DESTIERRO DE BABILONIA (587-538). El profeta Ezequiel. El Libro de la Consolación de Israel (Oráculos de Isaías 40-55). 
                  539    PERÍODO PERSA. El rey Ciro de los medos y persas conquista Babilonia. (539-333). 
                  538   Edicto de Ciro concede la libertad a los deportados. Primeros retornos de judíos a Palestina. (otros judíos se van a Alejandría y otros lugares)
                  515   DEDICACIÓN DEL SEGUNDO TEMPLO. Los profetas Ageo y Zacarías (1-8). Tal vez Isaías 56-66
                  445   Primera misión de Nehemías. 
                            El profeta Malaquías.
                             Posiblemente aparecen los libros de Job, Proverbios, Cantar de los                              Cantares, Rut
                             Numerosos Salmos
Hacia el      400   Unificación de la legislación del Pentateuco.
Hacia el      350   El profeta Joel.
                             Los libros de las Crónicas y de Esdras-Nehemías.
                   333   Alejandro Magno. Comienzos del PERÍODO GRIEGO o HELENÍSTICO (333-63). 
                             Profecías de Zacarías 9-14.
                             Judea sometida a los Lágidas de Egipto (323-197). 
                             Libros de Jonás y Tobías
Después del 300  Comienzo de la traducción griega de la Biblia, llamado de los “SETENTA”. 
                             Helenización de Palestina, Libros del Eclesiastés y Ester
                    200   Victoria de Siria sobre Egipto en Panión.
                              Judea sometida a los Seléucidas de Siria (200-142).
Hacia el       180   Ben Sirá escribe en hebreo el libro del Eclesiástico (Sirácida).
                    167   Persecución del Antíoco Epífanes (167-164).
                    166   Rebelión de los Macabeos.
                              Libro de Daniel.
                              Fariseos, saduceos y esenios.
                    132   Traducción griega del libro del Eclesiástico.
Hacia el       125   Segundo libro de los Macabeos.
Hacia el       100   Primer libro de los Macabeos. Libro de Judit.
                       63   Conquista de Jerusalén por Pompeyo. Comienzo del PERÍODO ROMANO (63 a.C. - 135p.C.).
Hacia el          50   Libro de la Sabiduría.
                       37   HERODES EL GRANDE. Los procuradores romanos en Palestina.
Hacia el            6   NACIMIENTO DE JESÚS.
                         4   Muerte de Herodes el Grande, a quien suceden sus hijos Arquelao, Herodes Antipas y Filipo.

A.D.
Hacia el            8   Nacimiento de Pablo en Tarso.
                       14   TIBERIO, emperador romano.
                       26   Poncio Pilato, procurador (26-36).
                       27   Predicación de JUAN EL BAUTISTA.
                               Comienzos del ministerio de Jesús.
                        30   Viernes, 7 de abril. MUERTE DE JESÚS.
                                Pentecostés. La IGLESIA se propaga por el poder del Espíritu Santo.
Hacia el           34   Martirio de Esteban.
                               Conversión de Pablo.
                        44   Martirio de Santiago el Mayor, hermano de Juan.
                   46-48   Primer viaje misionero de Pablo.
Hacia el           48   La asamblea (o “Concilio”) de Jerusalén (Hechos 15).
Hacia el           50   La “Buena Nueva” anunciada se recoge en el PRIMER EVANGELIO ESCRITO (Evangelio arameo de Mateo).
Hacia el            51   Primeras epístolas de Pablo: a los Tesalonicenses.
Hacia el            57   Epístolas a los Gálatas, Corintios, (Filipenses?), Romanos.
Hacia el            58?   Epístola de Santiago el Menor, hermano del Señor, obispo de Jerusalén.
Hacia el            62   Epístolas a los Colosenses, Efesios y Filemón (¿y Filipenses?).
                                Santiago el Menor es lapidado en Jerusalén.
Hacia el            64   Primera epístola de Pedro y Evangelio de Marcos.
Hacia el            65   Primera epístola a Timoteo, Epístola a Tito.
                     64-67   Martirio de Pedro en Roma.
                                 Epístola a los Hebreos. Segunda epístola a Timoteo.
                                  Primera sublevación judía (66-70).
Hacia el             67   Martirio de Pablo en Roma.
                                  Evangelio griego de Mateo, Evangelio de Lucas, Hechos de los      Apóstoles (o hacia el 80).
                           68   Destrucción del monasterio esenio de Qumrán.
                           70   ASEDIO Y DESTRUCCIÓN DE JERUSALÉN por Tito.
                                  Epístola de Judas. Segunda epístola de Pedro.
Hacia el             78    El historiador Josefo escribe “La Guerra de los judíos”.
Hacia el             95   Juan, deportado en Patmos, bajo el emperador Domiciano, escribe el Apocalipsis.
                                  Evangelio y epístolas de Juan.
Hacia el         100   Muerte de San Juan en Éfeso.
                        110   Cartas y martirio de Ignacio de Antioquía.
                                  Carta de Policarpo a los Filipenses.
                  131-135   Segunda sublevación judía, acaudillada por Simón Bar Kokebá.
                         134   Conquista de Jerusalén.



Otra cronología: SOBICAIN













Hacia 1750.
Los Patriarcas

Entre 2000 y 1750: período de trastornos políticos
 en Egipto y Mesopotamia. Nómades se establecen
 con sus rebaños de ovejas y cabras entre los
 pequeños reinos cananeos. La Biblia recuerda
 algunas personalidades sobresalientes que dejaron
 su nombre en la memoria y las tradiciones de estos
 clanes nómadas: Abraham, Isaac, Jacob entre
 otros; entre estos Patriarcas están los orígenes
del Pueblo de Dios.

Entre 1750 et 1550.
En Egipto

Egipto es gobernado por príncipes de origen asiático,
lo que favorece el establecimiento en el delta del Nilo
 de inmigrantes asiáticos en busca de pastos. Entre ellos
 se cuentan clanes procedentes de palestino que,
 en tiempos posteriores, serán parte del pueblo
 de Israel : bajada a Egipto de los hijos de Jacob.
 En 1750, príncipes egipcios derrocan a los reyes
 extranjeros: expulsión de los asiáticos: “primer” éxodo.

Hacia 1250.
El Éxodo

Grupos de nómades dirigidos por Moisés huyen para
 escapar de los trabajos impuestos por Ramses II:
 es el Éxodo o salida de Egipto.
En el Horeb, Experiencia espiritual decisiva para el
 porvenir de Israel. Posteriormente, la nueva fe es
 compartida con otras tribus en Cadés-Barné, lugar
 de peregrinación de los nómades.

1200.
Paso a la vida rural

Los nómades que volvieron a Palestina con Josué se juntan
 con aquellos que se quedaron en el país. Conflictos
 frecuentes con los cananeos del interior y con los
 filisteos de la costa; sus civilizaciones más avanzadas
 influencian a los nómades. Bajo el liderazgo de los
 Jueces y de los primeros profetas, las tribus aprenden
 la solidaridad entre ellas y la confianza en el Dios salvador.

1030-1010.
Comienzos de la monarquía

La frecuencia de los enfrentamientos y la falta de unidad
 inducen a las tribus a pedir un rey a Samuel, el último de
 los Jueces. Saúl, de la tribu de Benjamín es designado.
 Su reinado sin gloria permite definir los papeles respectivos
 del rey y del profeta. Israel no será un reino como los otros
 ya que es el pueblo de Dios llamado a dar testimonio de
su fidelidad al Dios único en medio de las naciones.

1010-970.
David

Muerto Saúl en el combate de Gelboé, David es
 consagrado rey por Samuel. Rehace la unidad
 del pueblo en que siempre renacen los conflictos
 tribales. Toma de Jerusalén por David que la
convierte en su capital. Campañas militares
 aseguran la independencia y la hegemonía
 de Israel.

970-931.
Salomón

Salomón, hijo de David hace suyo el concepto
del poder como lo tenía los soberanos orientales :
 sus esposas extranjeras introducen en Jerusalén
 a sus dioses y sus cultos. Se construye el Templo
  sobre la colina vecina, junto al palacio del rey,
 y dominando la ciudad donde reside el pueblo.
 Obras suntuosas y expansivas cuyo costo agobia
 principalmente las tribus del norte.

931.
El Cisma

Roboam proclamado rey en Siquem; las tribus
 del norte presentan sus quejas al nuevo rey que
 se niega a escuchar. Las tribus se rebelan y
 comienza un reino independiente de las tribus
 del centro y del norte que guardará el nombre
de reino de Israel. El sur, que se quedó fiel
 al descendiente de David, será llamado
 reino de Judá.

931-587.
Reyes y profetas

Después del cisma, las relaciones a menudo difíciles
 entre los dos reinos agravan el peligro de las
 agresiones exterio­res. En Israel como en Judá,
 los profetas recuerdan las maravillas realizadas
 por Dios a favor de los padres ; piden fidelidad
 a las exigencias de la alianza y la conversión
 del corazón.

REINO DEL NORTE 
 (931-721)
Debido a la convivencia
 con los cananeos, el reino
 de Israel se deja invadir
 por el culto a los ídolos
 y adopta las costumbres
 paganas. Intervención de
 los profetas: Elías, Eliseo,
 Oseas.
Inestabilidad propia de las
 insti­tuciones hu-manas:
numerosos golpes de estado
 con cambio de la dinastía.
} El despertar de
 Asiria en el siglo 8
 presagia el fin del
 reino del norte :
 invasión del país y
 caída de Samaria
tomada por
 Sargón II (721).
 De­portación de
 una parte de la
 po­blación a
 Nínive. Samaria
 es convertida en
una provincia
 del imperio
 asirio y los
 ocupantes establecen
ahí otros pueblos.

REINO DE JUDÁ
 (931-587)
A pesar de sus errores,
el reino de Judá, aunque
más exiguo tiene una suerte
 diferente. Dios, fiel a su
 promesa, mantiene en el
 trono a los descendientes
de David. Los reyes
 intervienen para afirmar
 la autoridad del clero
 del templo de Jerusalén
 y los sacerdotes apoyan
a los reyes legítimos.
En los siglos 8 y 7, algunos
 grandes pro-fetas: Isaías, 
Miqueas, Sofonías,
 Jeremías. Espera de
 un mesías y de
 tiempos nuevos.
Liberación milagrosa
 de Jerusalén en 701.
 Nuevos embates del paganismo
 y reforma de Josías.
  Invasiones arameas,
 asirias y al fin caldeas.
Ruina de Jerusalén y
 el Templo.  
Deportación 
a Babilonia de
 los elites y los
profesionales.

587.
Ruina de Jerusalén y Cautividad

La ruina de Jerusalén y
 el templo pone la fe a
 prueba. el profeta Ezequiel
 afirma a los deportados que
 Dios está con ellos en su
 tierra de exilio. Si se
convierten, Dios los
 restablecerá en su país.
 El “segundo Isaías”
 abre nuevas perspectivas:
 las humillaciones de Israel
 eran parte del plan de dios
 para prepararlo a una misión
 universal. Su debilidad será
 su fuerza porque lo propio
 de dios no es el poder sino
 el amor. Muchos de los que
 vuelven del exilio olvidan
 este mensaje y sólo pensarán
 en restablecer el antiguo
 reino de David.

538.
Ciro, Nehemías y Esdras

Triunfo de Ciro, el Persa,
sobre las diversas potencias
 del Oriente Medio y
creación de un enorme imperio.
Dueño de Babilonia, Ciro
 autoriza a las poblaciones
deportadas a volver a sus tierras.
 Vuelta a Jerusalén de numerosos
 deportados y reconstrucción de
 la ciudad y del templo.
Bajo la impulsión de Esdras
 se realiza una obra importante
 que instaura el judaísmo :
se fija en forma casi definitiva
el texto de la mayoría de los
libros del Antiguo Testamento,
 especialmente, de la Ley o Torah.
El clero ocupa una situación
 dominante en la sociedad.
El país. provincia persa ha
 perdido su independencia
política, pero los sacerdotes,
 guardianes y servidores del
 único templo, mantienen la
cohesión del pueblo de Dios.

333.
Alejandro y los Griegos

Alejandro, rey de Macedonia,
 lleva sus ejércitos a la conquista
 del imperio persa y, después
de derrotar a los ejércitos de
 Dario, alcanza la India.
Cuando muere, sus sucesores
 se reparten el imperio antes
 de desgarrarse entre sí.
Palestina es codiciada a la vez
 por los Seléucidas, que reinan
 en Antioquía de Si­ria, y los
 Lágidas (o Tolomeos )
 que gobiernan Egipto.
Fuertes tensiones en la
 comunidad judía entre
 los que aspiran a una
apertura a la cultura griega
 que a conquistado el Oriente
 Medio, y aquellos cuya fidelidad
 a las tradiciones de los antiguos
sigue indefectible. Comienzos
 del movimiento asideo
  (los “religiosos”) del que saldrán los  
Fariseos y los Esenios.

167-164.
Persecución y levantamiento

Antíoco IV, rey de Siria,
saquea el tesoro del templo
 de Jerusalén para rehacerse
 un ejército. Este sacrilegio y
la persecución que lo acompaña
 suscitan la rebelión del sacerdote
 Matatías, con sus hijos
 Judas Macabeo, Jonatán y Simón.
 Luchas encarnecidas de los judíos
 por su independencia política y religiosa.
 Simón, sumo sacerdote y rey,
 inaugura una dinastía (los asmoneos )
en que poder religioso y poder político
se unen bajo una sola cabeza.
Hace revivir el ensueño del gran reino
 de David y, aprovechando la
 decadencia del reino sirio,
 conquista tierras vecinas o lejanas.

63-4 (a.C.).
Pompeyo, Herodes

El romano Pompeyo aprovecha
 las querellas de dos hermanos
 asmoneos, Hircano II
et Aristóbulo II, pretendientes al
 trono para imponer la ley
de Roma en el país.
Después de perseverantes intrigas,  
Herodes el Grande, casado
 con una asmonea, elimina a sus rivales
 y se hace nombrar rey por Roma.
Reinado tiránico de Herodes.
 Los sumos sacerdotes, nombrados
 por el poder, ya no lo son en forma
 vitalicia ; siguen dominando el
 partido saduceo.
El partido de los Zelotes mantiene
 el terrorismo contra el ocupante
 romano que multiplica los impuestos
 exorbitantes cobrados por los
 publicanos. Hambrunas,
cesantía y grandes trabajos
para absorber la mano de obra.
En 19 Herodes inicia los trabajos
 de renovación del Templo.
Dos años ante la muerte de
Herodes, nace Jesús.

4 a.C.
Muerte de Herodes

Violentos disturbios a la muerte
de Herodes el Grande.
 El imperador Augusto encarga la
 Judea a Arquelao y a su hermano
 Herodes Antipas la Galilea y la
 Perea. Al ver los romanos el
 gobierno pésimo de Arquelao,
 lo exilian y encargan al gobernador
 de Siria la administración directa
 de Judea. Terrorismo zelote en
Galilea y feroz represión.

6-39.
Los Procuradores

Los procuradores residen
 en Cesarea, ciudad y puerto
 nuevos, el más famoso de
ellos será Poncio Pilato que
 condenará a Jesús. Galilea,
 “reino aliado” es encargado a
Herodes Antipas. Debido
a sus intrigas, es deportado
 a Occidente.
Al otoño del 27, predicación de
 Juan Bautista y comienzo de la
 vida pública de Jesús.
Pascua del 28, subida de 
Jesús a Jerusalén (Jn 2,13).
29, Juan Bautista es ejecutado
 en la fortaleza de Maque­ronte.
30, Jesús es crucificado en 
vísperas de la Pascua 
(con mucha pro­babilidad, 
el 7 de abril del 30). 
Se manifiesta resucitado a 
sus discípulos el día que
 sigue al sábado, primer día de
 la semana.

36-67.
Los comienzos de la Iglesia

36. Muerte de Esteban y  
conversión de Pablo.
37 Herodes Agripa es
 nombrado rey de toda la
 Palestina, menos Judea.
44. Herodes manda ejecutar
 a Santiago (He 12).
Liberación de Pedro.
46-48. Primera misión de Pablo.
49. El Concilio de Jerusalén
 libera a los cristianos de la Ley judía.
49-52. Segunda misión de Pablo.
 Está en Corinto en el tiempo
 de Galión (52).
53-58. Tercera misión de Pablo.
58. Nerón, imperador de Roma.
  Santiago, “hermano del Señor
 encabeza la Iglesia de Jerusalén.
Pablo es detenido en el templo (He 22).
60. Festo, procurador de Judea.
61-63. Pablo à Roma (He 28).
  Santiago es apedreado por
orden del sumo sacerdote.
64. Incendio de Roma por orden
 de Nerón y persecución contra
 los cristianos
64 (o 67 ?). Pedro mártir in Roma.
67 (o 64 ?). Pablo mártir in Roma.

66-72.
La primera Rebelión judía
66. Primeras revueltas.
La comunidad cristiana
se refugia a Pella al otro
lado del Jordán.
Al término de 4 años
de guerra, Tito toma
Jerusalén e incendia el Templo.



SAN MOISES, profeta. Antiguo Testamento
Moisés y Abraham son los dos personajes más famosos del Antiguo Testamento. Los dos más grandes amigos de Dios en la antigüedad.
Moisés fue el libertador del pueblo de Israel.
Salvado de las aguas. La historia de Moisés se encuentra en el segundo libro de la S. Biblia, el Libro del Exodo, uno de los libros más hermosos y emocionantes de toda la literatura universal. Ningún buen cristiano debería quedarse sin leer el Exodo no sólo una vez sino muchas veces. Su lectura le hará un gran provecho a su alma.
Cuenta el libro del Exodo que empezó a gobernar a Egipto un faraón que no quería a los israelitas y dio una ley mandando que todo niño varón que naciera había que matarlo. Y un día nació un bellísimo niño, de la tribu de Leví. Sus padres lo escondieron para que no lo fueran a matar los soldados del faraón, pero como el niño lloraba y podían oírlo desde la calle, dispuso entonces la madre echarlo entre un canasto, que ella había forrado con brea por fuera, y dejarlo flotando sobre las agua del río Nilo.
Sucedió que fue la hija del faraón a bañarse al río Nilo y al ver el canasto sobre el agua mandó un nadador a que lo sacara. Y allí encontró el hermoso niño que lloraba. Se compadeció de él y en ese momento llegó la hermanita del niño, que estaba escondida entre los matorrales de la orilla observando, y le propuso que ella le podía conseguir una señora para que criara al niño. La hija del rey aceptó y fue llamada la mamá a quien la princesa le pagó para que criara al pequeñín, al cual le puso por nombre Moisés, que significa: salvado de las aguas.
Moisés príncipe. La hija del faraón adoptó a Moisés como príncipe y lo hizo educar en el palacio del rey donde se educaban los que iban a ser gobernantes de la nación. Esta educación tan esmerada le sirvió mucho después para saber gobernar muy bien al pueblo de Israel.
Fugitivo en el desierto. Cuando Moisés fue mayor, un día vio que un egipcio atormentaba a un israelita y por defender al israelita hirió gravemente al egipcio. Lo supo el rey y lo iba a mandar matar, y entonces Moisés salió
huyendo hacia el desierto.
En el desierto encontró a unas pastoras que no podían dar de beber a sus rebaños porque otros pastores muy matones se lo impedían. Como él era un buen luchador las defendió y les permitió dar de beber a sus ovejas. Las muchachas le contaron esto a su padre y el buen hombre mandó llamar a Moisés y lo encargó de cuidarle sus rebaños en el desierto. Allí estuvo por siete años, dedicado a la meditación y a la oración, y ese tiempo le fue muy útil porque pudo conocer muy bien el desierto por donde más tarde iba a conducir al pueblo de Israel. Moisés se casó con Séfora, la hija del dueño de las ovejas, y de ella tuvo dos hijos: Eliécer y Gerson.
La zarza ardiente. Un día mientras cuidaba las ovejas en el desierto vio Moisés que un montón de espinas ardían entre llamaradas pero no se quemaban. Lleno de curiosidad se acercó para ver qué era lo que pasaba y una voz le dijo: "Moisés, Moisés, quítate las sandalias porque el sitio que estás pisando es sagrado".
El preguntó. ¿Quién eres Tú Señor?
La voz le respondió: Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. He oído las lamentaciones de mi pueblo,  Israel, y he dispuesto bajar a ayudarlos. He dispuesto librarlos de la esclavitud de Egipto y llevarlos a una tierra que emana leche y miel. Yo te enviaré al faraón para que los deje salir en libertad.
Moisés preguntó: ¿Señor, y si me preguntan cuál es tu nombre, qué les diré?
El Señor le respondió: Yo soy Yahvé. Yo soy el que soy. Irás a los israelitas y les dirás: "Yahvé, que es el Dios de Abraham, Isaac y Jacob me envía a vosotros". Luego reunirás a los ancianos de Israel, y con ellos irás al faraón a pedirle que deje salir libre al pueblo. El faraón se negará pero yo haré toda clase de prodigios para que los dejen salir".
Poder de hacer prodigios. Moisés dijo al Señor: ¿Y qué demostración les voy a hacer para que sepan que sí voy de parte de Dios?
El Señor le respondió: Echa al suelo tu vara de pastor. Moisés lanzó al suelo su vara o bastón que se convirtió en serpiente.
Dios le dijo: toma la serpiente por la cola.
La agarró y se volvió otra vez bastón.
Dios le dijo: esta será una de las señales con las cuales yo te voy a apoyar para que te crean.
Moisés le dijo a Nuestro Señor: "Yo tengo dificultad para hablar. ¿Por qué no mandas a otro?". El Señor le dijo: "Tu hermano Aarón, que sí tiene facilidad para hablar, te ayudará".
Moisés se volvió a Egipto y junto con su hermano Aarón reunió a los ancianos de Israel y les contó lo que le había mandado el Señor Dios. Y convirtió el bastón en serpiente para demostrarles que sí venía de parte de Dios.
Las diez plagas. Se fueron donde el faraón a pedirle que dejara salir en libertad al pueblo de Israel pero el faraón no quiso aceptar sino que más bien esclavizó más a los israelitas y les puso trabajos más pesados, haciendo ladrillos. El pueblo clamó a Dios y Dios los escuchó y mandó las terribles diez plagas de Egipto.
La primera plaga. Consistió en que las aguas del Nilo se convirtieran en sangre, al ser tocadas por el bastón de Moisés. La segunda plaga fue una espantosa invasión de ranas por todas las casas. El faraón se asustó, pero apenas Moisés obtuvo que se acabara la plaga, ya no dejó salir al pueblo. La tercera, una nube inmensa de mosquitos que molestaban a todo el mundo. La cuarta, unos tábanos o abejones que picaban muy duro. La quinta plaga, una peste que mató el ganado. La sexta, úlceras por todo el cuerpo en la gente. La séptima plaga, una terrible granizada que destruyó los cultivos. La octava, las langostas que llegaron por millones y arrasaron con todo. La novena, tres días de tinieblas. Y la décima y más terrible, la muerte de todos los hijos mayores o primogénitos de las familias de Egipto. Ante esta calamidad, el faraón se asustó y dejó salir al pueblo de Israel.
El Paso del Mar Rojo. Cuando el faraón asustado dio la orden de que los israelitas podían salir de Egipto donde estaban como esclavos, todos ellos se apresuraron a abandonar el país con sus animales y cuanto tenían dirigidos por Moisés. Pero al llegar al Mar Rojo vieron que el ejército egipcio venía a perseguirlos. Asustados clamaron a Dios y entonces el Señor mandó a Moisés que tocara con su bastón el mar. Inmediatamente se abrieron las aguas en dos grandes murallas y el pueblo pasó a pie por terreno seco hasta la otra orilla. El ejército del faraón quiso pasar también, por orden de Dios, Moisés tocó otra vez con su bastón las aguas y estas se cerraron y ahogaron a todo el ejército perseguidor. En ese día el pueblo aumentó su fe en Dios y creyó en Moisés su profeta.
El agua de la roca. En el desierto faltó el agua y el pueblo se moría de sed. Moisés, por orden del Señor, golpeó con su bastón una roca y de ella brotó una fuente de agua en la cual bebió todo el pueblo y bebieron sus ganados.
El maná. La gente empezó a sufrir hambre y a protestar. Entonces Dios hizo llover del cielo un pan blanco y agradable. La gente al verlo decía: ¿Maná? (que en su idioma significa ¿Qué es esto?). Dios le dijo a Moisés: "Este es el pan con el cual los voy a alimentar mientras se encuentren en el desierto". Y así durante 40 años el maná fue el alimento prodigioso que los libró de morirse de hambre.
Los diez mandamientos. Moisés subió al Monte Sinaí y allí Dios le dio los diez mandamientos, escritos en dos tablas de piedra. Y prometió que quien los cumpla tendrá siempre sus bendiciones y su ayuda.
Sufrimientos y leyes. Moisés tuvo que sufrir mucho porque el pueblo era rebelde y muy inclinado al mal, pero Dios se le aparecía y hablaba con él como un amigo de mucha confianza. Inspirado por Nuestro Señor  Moisés dio al pueblo unas leyes sumamente sabias que fueron después muy útiles para conservarlos en las buenas costumbres y preservarlos en la fe.
La intercesión de Moisés. Cuando el pueblo pecaba y Dios se proponía castigarlo. Moisés oraba por el pueblo pecador y Dios los perdonaba. Cuando los enemigos venían a atacarlos, Moisés se iba al monte a rezar. Mientras él rezaba con las manos levantadas triunfaba el ejército de Israel. Pero cuando Moisés dejaba de rezar, era derrotado el pueblo de Dios. Por eso entre dos hombres le tenían los brazos levantados para que no dejara de orar mientras duraba la batalla. Es que por ser tan amigo de Dios, conseguía de El cuanto le pedía en la oración.
Muerte de Moisés. Dios lo hizo subir a un Monte desde donde pudo ver la Tierra Prometida. Y allí murió y lo enterraron los ángeles. Nunca más hubo otro hombre que hablara con Dios de tú a tú, como Moisés y que hiciera tantos milagros y prodigios. Hasta que llegó Nuestro Señor Jesucristo, nuevo Moisés, pero muchísimo más poderoso y santo que él, porque Jesús es a la vez Dios y hombre.
La Biblia dice que en la antigüedad no hubo un hombre tan humilde y tan manso como Moisés. Que este gran amigo de Dios nos consiga de Nuestro Señor la gracia de ser mansos y humildes, y de permanecer siempre amigos de Dios hasta el último momento de nuestra vida y después para siempre en el cielo. Amén.


La historia del Profeta Moisés
] Español–[ إسباني  

﴿ قصة نبي الله موسى
« باللغة الإسبانية »
عائشة ستايسي
ترجمة: محمد عيسى غارسيه







Índice


El escenario está listo y el niño nace
Tanto en el judaísmo como en el cristianismo, Moisés es una figura central. Él es el hombre del Antiguo Testamento más mencionado en el Nuevo Testamento, guio a los israelitas liberándolos de la esclavitud en Egipto, se comunicaba con Dios y recibió los Diez Mandamientos. Moisés es conocido como líder religioso y como legislador.
En el Islam, Moisés es amado y respetado, él es tanto Profeta como Mensajero. Dios lo menciona más de 120 veces, y su historia está repartida por varios capítulos. Es la historia más larga y detallada de un Profeta en el Corán y se analiza con gran detalle.
La palabra Profeta (Nabi en árabe) se deriva de la palabra Naba, que significa noticia. El mensaje de Dios es revelado y el Profeta divulga las buenas nuevas entre su gente. Un Mensajero, por otro lado, viene con una misión específica, generalmente transmitir un nuevo ordenamiento de Dios. Todo Mensajero es un Profeta, pero no todo Profeta es un Mensajero.
El Islam enseña que todos los Profetas llegaron a sus pueblos con la misma proclama: “Adorad sólo a Allah, pues no existe otra divinidad salvo Él” (Corán 11:50). Moisés llamó a los hijos de Israel a adorar sólo a Dios y estableció las leyes prescritas en la Tora.
“Hemos revelado la Torá. En ella hay guía y luz. De acuerdo a ella, los Profetas que se sometieron a Allah emitían los juicios entre los judíos, [también lo hacían] los rabinos y juristas según lo que se les confió del Libro de Allah y del cual eran testigos”. (Corán 5:44)
El Corán es un libro de orientación para toda la humanidad. No es un libro de historia; sin embargo, contiene información histórica. Dios nos pide que contemplemos las historias de los Profetas y reflexionemos sobre ellas, de modo que podamos aprender de sus pruebas, tribulaciones y triunfos. La historia de Moisés contiene muchas lecciones para la humanidad. Dios dice que el relato de Moisés y el Faraón en el Corán es verdadero. Es una historia de intriga política y de opresión que no conoció límites.
“Te narramos parte de la verdadera historia de Moisés y del Faraón, para [que se beneficien] quienes creen. Por cierto que el Faraón fue un tirano en la Tierra. Dividió a sus habitantes en clases y esclavizó a un grupo de ellos [los Hijos de Israel], degollando a sus hijos varones y dejando con vida a las mujeres; por cierto que fue un corruptor”. (Corán 28:3-4)
Moisés nació en una época cargada políticamente hablando. El Faraón era la figura de poder dominante en Egipto. Era tan increíblemente poderoso que se refería a sí mismo como a un dios, y nadie estaba inclinado o en condiciones de disputar esto. Él dijo: “Yo soy vuestro Señor supremo”. (Corán 79:24)
El Faraón ejercía su autoridad e influencia sin esfuerzo sobre toda la gente en Egipto. Utilizaba la estrategia de “divide y vencerás”. Estableció las diferencias de clases, dividió a la gente en grupos y tribus, y puso a unos contra otros. Los judíos, los hijos de Israel, fueron puestos en el nivel más bajo de la sociedad egipcia. Eran los esclavos y sirvientes. La familia de Moisés era Israelita.
Egipto en aquella época era la superpotencia del mundo conocido. El poder supremo descansaba en manos de unos pocos. El Faraón y sus ministros de confianza dirigían todos los asuntos, como si la vida del pueblo fuera de poca o ninguna importancia. La situación política era en cierto modo similar al mundo político del siglo XXI. En una época en la que los jóvenes de todo el mundo son utilizados como carne de cañón por los juegos políticos y militares de los más poderosos, la historia de Moisés es particularmente pertinente.
De acuerdo con el erudito islámico Ibn Kazir, el pueblo de Israel hablaba vagamente sobre que uno de los hijos de su nación se levantaría para arrebatarle el trono de Egipto al Faraón. Quizás era sólo el sueño persistente de un pueblo oprimido o tal vez una profecía antigua, pero la historia de Moisés comienza aquí. Un anhelo de libertad junto con el sueño de un rey tirano.
El pueblo de Egipto estaba influenciado por los sueños y sus interpretaciones. Los sueños ocuparon un lugar predominante en la historia del Profeta José, y una vez más en la historia de Moisés el destino de los hijos de Israel se ve afectado por un sueño. El Faraón soñó que uno de los hijos de Israel crecía hasta la edad adulta y se apoderaba de su trono.
Fiel a su papel, el Faraón reaccionó con arrogancia y dio la orden de que todos los niños varones nacidos entre los hijos de Israel fueran asesinados. Sus ministros percibieron, sin embargo, que esto llevaría a la aniquilación total de los hijos de Israel y a la ruina económica de Egipto. ¿Cómo —se preguntaron— funcionaría el imperio sin esclavos y sirvientes? La orden fue alterada: los niños varones serían asesinados un año, pero perdonados al siguiente.
El Faraón llegó a ser tan fanático que enviaba espías o agentes de seguridad para que buscaran a las mujeres embarazadas. Si alguna mujer daba a luz a un hijo varón, este era asesinado de inmediato. Cuando la madre de Moisés quedó embarazada del niño destinado a llevar a los hijos de Israel fuera de la esclavitud, ocultó su embarazo. Sin embargo, Dios quiso hacerle un favor a los débiles y oprimidos, y los planes del Faraón fueron frustrados.
“Y quisimos agraciar a quienes fueron esclavizados en la Tierra y los convertimos en líderes ejemplares y sucesores. Les dimos poder sobre la tierra [de la antigua Siria y Egipto], e hicimos que el Faraón, Hamán y sus huestes vieran [hecho realidad] lo que temían”. (Corán 28:5-6)
El escenario está listo y el niño ha nacido. Los vientos de cambio comienzan a soplar y Dios demuestra que los seres humanos pueden planificar y diseñar, pero sólo Él es el mejor de los planificadores.
La madre de Moisés demuestra que no hay nada más digno de confianza que Dios, el Único
Hay lecciones para la humanidad a lo largo de la historia de Moisés que no sólo se aprenden después de su profecía, sino que se encuentran incluso cuando era un recién nacido. El comportamiento de su piadosa madre nos da muchas lecciones que son importantes aún hoy día. ¡Pon tu confianza en Dios!
Moisés nació en un año en el que los hijos del pueblo de Israel eran asesinados en el instante en que nacían. Imagina el sentimiento de temor que impregnaba todos los aspectos de la vida en esas condiciones. El embarazo ya no era un evento a celebrar y apreciar, sino una fuente de miedo e inseguridad.
Los guardias de seguridad recorrían las calles e invadían hogares buscando mujeres embarazadas, por lo que la madre de Moisés ocultó su embarazo. Imagina las condiciones en las que ella dio a luz: temor, silencio, posiblemente envuelta en la oscuridad. ¿Estuvo sola o rodeada de mujeres? ¿Su esposo le sujetó la mano, rezando para que ella no gritara revelándose así a los vecinos o guardias?
Cualesquiera que hayan sido las condiciones, Moisés nació. Un niño. El corazón de sus padres debió llenarse de alegría y temor al mismo tiempo. ¿Qué iban a hacer ahora? ¿Cómo iban a ocultar a un recién nacido? La madre de Moisés era una mujer recta, piadosa y temerosa de Dios; por lo tanto, en su hora de necesidad se volvió hacia Dios y Él le inspiró sus próximas acciones.
“Inspiramos a la madre de Moisés [y le dijimos]: Amamántalo, y cuando temas por él déjalo [en un cesto de mimbre] en el río. Y no temas ni te entristezcas, porque ciertamente te lo devolveremos y haremos de él un Mensajero”. (Corán 28:7)
La madre de Moisés acababa de pasar sus últimos meses ocultando su embarazo por temor a que su hijo fuera condenado a muerte, y ahora que lo sostiene contra su pecho, Dios le inspira que lo arroje al río. No a un suave manantial, sino al río Nilo, un enorme río con una corriente fuerte. Su reacción inicial debe haber sido imaginar que tal acción lo estaría condenando a una muerte segura.
La madre de Moisés puso su confianza en Dios. “No temas ni te entristezcas, porque ciertamente te lo devolveremos”. Hizo una canasta a prueba de agua, puso en su interior a su pequeño hijo y la arrojó al río. Ibn Kazir narra que en cuanto la canasta tocó el agua, la corriente pasó de rabiosa a tranquila y suave, meciendo la canasta silenciosamente aguas abajo. La hermana de Moisés fue instruida por su madre para que se deslizara en silencio a través de las cañas y siguiera a la cesta en su viaje.
La canasta con su preciosa carga bajó por el río Nilo, pasando desapercibida por casas, botes y personas, hasta que se detuvo en el palacio del Faraón. La hermana de Moisés observó temerosa cómo alguien de la familia del Faraón sacaba la cesta del río. Moisés fue lanzado al río para escapar de una muerte segura y ahora su lugar de descanso es el palacio del Faraón. Esto sin duda es demasiado para una madre, sin embargo los eventos que estaban a punto de desarrollarse demostrarían que la promesa de Dios es verdadera.
“...Dios siempre le dará una salida a quien Le tema. Y lo sustentará de donde menos lo espera. Y quien se encomiende a Dios, sepa que Él le será suficiente y que Dios siempre hace que se ejecuten Sus órdenes. Ciertamente Él ha establecido a cada cosa su justa medida”. (Corán 65:2-3)
El bebé Moisés fue llevado a Asia, la esposa del Faraón. Asia, en contraste con su arrogante y orgulloso marido, era una mujer justa y misericordiosa. Dios abrió su corazón y Asia miró de abajo hacia arriba al pequeño bebé sintiéndose superada por su amor hacia él. La pareja real no pudo concebir un hijo y este pequeño niño despertó sus instintos maternales. Asia lo apretó contra su pecho y le pidió a su marido que aceptara al niño en la familia.
Posiblemente, en contra de su mejor juicio, el Faraón aceptó al niño que fue parte del plan de Dios para derribar la casa real. Lejos de abandonarlo, Dios hizo a Moisés un príncipe de Egipto, y le brindó el mayor apoyo humano en la tierra. Asia y el Faraón ahora tenían un hijo, que estaba protegido por la misma persona que había tratado de matarlo.
“Hicimos que lo recogiera la gente del Faraón para que [sin saberlo] se convirtiera en su enemigo y fuese un pesar para ellos. Por cierto que el Faraón, Hamán y sus huestes eran pecadores. La mujer del Faraón dijo: [Este niño] Será mi alegría y la tuya, no lo matéis. Puede que nos beneficie. ¡Adoptémoslo! Y ellos no presentían [que él sería su destrucción]”. (Corán 28:8-9)
Asia convocó a las nodrizas al palacio, pero el pequeño niño se negó a mamar. Esto fue causa de una gran angustia, en esos días no había fórmulas ni suplementos para ofrecerle al bebé. En esa etapa el palacio real estaba alborotado, las mujeres de la familia estaban quejándose sobre Asia y el llanto de su bebé recién nacido, de modo que nadie se dio cuenta de la presencia de la hermana de Moisés entre los sirvientes. Ella reunió todo su coraje y dio un paso adelante ofreciendo una solución. Dijo que sabía de una mujer que amamantaría al niño con cariño. ¿Por qué la familia real tomaría el consejo de una niña desconocida, sino para cumplir con el plan de Dios? Le ordenaron a la hermana de Moisés que se apresurara en buscar y llevar a la mujer.
“No permitimos que ninguna nodriza pudiera amamantarlo. Dijo [la hermana de Moisés]: ¿Acaso queréis que os indique una familia que puede encargarse de cuidarlo y aconsejarlo para su bien?” (Corán 28:12)
La madre de Moisés estaba en su casa. ¿Estaba muy nerviosa o lloraba en silencio? No sabemos, pero Dios nos dice que su corazón estaba vacío y que ella estaba a punto de exponerse. ¿Estaba considerando correr hacia el río y buscar frenéticamente entre las cañas? Dios le alivió su tormento cuando su hija entró en la casa sin aliento contándole la historia de lo que había ocurrido con Moisés.
Madre e hija no perdieron tiempo en regresar al palacio. Cuando Moisés fue entregado a su verdadera madre, se acomodó de inmediato y comenzó a mamar. Según Ibn Kazir, la familia, incluyendo al propio Faraón, quedó atónita. El Faraón preguntó a la mujer quién era ella, y ella respondió: “Soy una mujer de leche dulce y dulce aroma, y ningún niño se me niega”. El Faraón aceptó esta respuesta, y entonces Moisés volvió a los brazos de su madre y se crio en el palacio como un príncipe de Egipto.
“Y así se lo devolvimos a su madre como nodriza para que se alegrara y no se entristeciera demasiado por la separación, y para que supiera que lo que Allah promete se cumple; pero la mayoría [de los hombres] lo ignoran”. (Corán 28:13)
Dios remplaza la debilidad con la fuerza
El capítulo 28 del Corán se llama “El Relato”, los primeros 45 versículos se enfocan sólo en la historia de Moisés. Es de aquí que aprendemos sobre la fortaleza y la piedad de su madre, y cómo Dios recompensó su rectitud y su confianza en Él devolviéndole a su hijo. Algunos eruditos creen que Moisés y su madre regresaron a su casa entre los hijos de Israel; otros, incluyendo a Ibn Kazir, creen que Moisés y su madre vivieron en el palacio mientras ella lo amamantaba, y que a medida que él creció, se le permitió a ella visitarlo.
El Corán y las tradiciones auténticas del Profeta Muhammad, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él, no dicen nada sobre este período de la vida de Moisés, aunque sería justo decir que por la época en que Moisés era un hombre, probablemente conoció su origen y se identificó con los hijos de Israel. Las tradiciones del Profeta Muhammad describen a Moisés como un hombre alto, bien constituido, de piel oscura y con el cabello rizado. Su carácter y su físico son descritos como fuertes.
“Cuando se convirtió en adulto le concedimos conocimiento y sabiduría. Así es como retribuimos a quienes son benefactores”. (Corán 28:14)
Descubriremos en la historia de Moisés que era un hombre sincero. Creía en decir lo que pensaba y en defender a los miembros más débiles de la sociedad. Siempre que fue testigo de la opresión y la crueldad, le resultó imposible a sí mismo dejar de intervenir.
Ibn Kazir narra que un día, mientras caminaba por la ciudad, Moisés se encontró con dos hombres que peleaban. Uno era un israelita y el otro un egipcio. El israelita reconoció a Moisés y le gritó pidiéndole ayuda. Moisés entró en la pelea e hirió al egipcio de un golpe violento. Este cayó de inmediato al piso y murió. Moisés quedó abrumado de dolor. Era consciente de su propia fuerza, pero no imaginaba que tenía el poder de matar a alguien de un solo golpe.
“Y [Moisés] ingresó cierta vez a la ciudad sin que sus habitantes se percataran, cuando encontró a dos hombres que peleaban, uno era de los suyos [de los Hijos de Israel] y el otro de sus enemigos. El que era de los suyos le pidió ayuda contra el que era de sus enemigos. Entonces Moisés lo golpeó con su puño y lo mató [inintencionadamente]. Exclamó [Moisés]: Esto es obra de Satanás, ciertamente [Satanás] es un enemigo evidente que pretende desviar a los hombres. Dijo: ¡Señor mío! He sido injusto conmigo mismo; perdóname. Y [Dios] lo perdonó, porque ciertamente Él es Absolvedor, Misericordioso. Dijo: ¡Señor mío! Por la gracia que me has concedido, no ayudaré [nuevamente] a los pecadores”. (Corán 28:15-17)
Ya sea porque las calles estaban desiertas o porque los testigos no quisieron verse envueltos en un asunto grave, nadie informó a las autoridades que Moisés estaba involucrado en la pelea. Sin embargo, al siguiente día Moisés vio al mismo israelita envuelto en otra pelea. Sospechó que el hombre era un alborotador y se acercó a él para advertirle sobre su comportamiento.
El israelita vio a Moisés acercándose rápidamente hacia él y sintió miedo, entonces gritó: “¿Vas a matarme como mataste al desgraciado de ayer? El oponente del hombre, un egipcio, escuchó esto y salió corriendo a reportar a Moisés a las autoridades. Después ese mismo día, Moisés fue abordado por un desconocido que le informó que las autoridades planeaban arrestarlo, y posiblemente matarlo, por el crimen de asesinar a un egipcio.
“A la mañana siguiente amaneció temeroso y cauteloso; y quien le había pedido ayuda el día anterior nuevamente le pedía auxilio a gritos. Entonces Moisés le dijo: Evidentemente eres un descarriado. Y cuando quiso separarlo violentamente del enemigo de ambos, éste exclamó: ‘¡Oh, Moisés! ¿Acaso pretendes matarme como lo hiciste ayer con otro? Sólo quieres ser un tirano en la Tierra, en lugar de contarte entre quienes luchan por establecer el bienestar’. Y un hombre que vivía en las afueras de la ciudad se dirigió presuroso [hacia donde Moisés] y le dijo: ‘¡Oh, Moisés! La nobleza se confabuló para matarte, huye pues. Yo sólo pretendo aconsejarte’. Y Moisés se alejó de la ciudad con temor y cautela, y exclamó: ‘¡Señor mío! Protégeme de los opresores’”. (Corán 28:18-21)
Moisés dejó de inmediato los límites de la ciudad. No tuvo tiempo para regresar a casa y cambiarse de ropa o preparar provisiones. Moisés entró en el desierto hacia Madián, la tierra que se extendía entre Siria y Egipto. Su corazón estaba lleno de miedo, temía dar la vuelta y ver que las autoridades lo perseguían. Caminó y caminó, y cuando sintió sus pies y sus piernas como plomo, continuó caminando. Sus zapatos se desgastaron en el suelo áspero del desierto y la arena caliente le quemó la planta de los pies. Moisés estaba exhausto, hambriento, sediento y sangrando, pero se obligó a sí mismo a continuar, algunos dicen que durante más de una semana, hasta que llegó a un pozo de agua. Moisés entonces se lanzó a la sombra de un árbol.
Morir en el ardiente, seco y polvoriento desierto egipcio debería haber sido el resultado más probable del viaje de Moisés. Andando a través de un paisaje inhóspito, sin provisiones ni ropa adecuada, habría sido una expedición destinada al fracaso. Sin embargo, una vez más la historia de Moisés revela una verdad fundamental. Si un creyente se somete totalmente a la voluntad de Dios, Él le proveerá a partir de fuentes inimaginables. Dios remplazará la debilidad con la fuerza y sustituirá el fracaso con la victoria.
Moisés llegó a salvo al oasis del desierto, el olor del agua y la sombra de los árboles debió haberle parecido un paraíso en la tierra. El pozo de agua estaba rodeado de pastores que abrevaban sus rebaños.
Moisés encuentra refugio en Madián
Después de caminar por más de una semana a través del desierto ardiente, Moisés llegó a un oasis donde grupos de hombres abrevaban a sus animales. Estaban empujándose, peleando, bromeando y riendo, comportándose de manera ruda y baja. Moisés se tiró al suelo agradecido por la sombra de un árbol. Mientras recuperaba el aliento, se fijó en dos mujeres y su rebaño de ovejas. Estaban muy atrás, reacias a acercarse al pozo de agua.
Moisés era un hombre de honor. A pesar de que estaba exhausto y deshidratado, él no podía soportar ver a las mujeres de pie, temerosas de moverse hacia el pozo de agua. Se acercó a ellas y les preguntó por qué los hombres de su familia no cuidaban de las ovejas. Las dos jóvenes le explicaron que su padre era anciano y que la tarea de cuidar las ovejas era ahora su responsabilidad.
Moisés llevó a las ovejas de las mujeres hasta le pozo de agua, donde se abrió paso con facilidad entre los hombres que estaban allí. Después de completar su tarea, Moisés estaba totalmente desgastado. Se sentó bajo la sombra del árbol y comenzó a suplicarle a Dios. Dijo: “¡Oh, Señor! Cualquier bien que puedas concederme, en verdad lo necesito”.
“Y cuando se encontraba camino a Madián dijo: ¡Señor mío! Guíame por el camino correcto [que conduce a esta ciudad]. Cuando llegó al pozo de agua de Madián, encontró pastores dando de beber a sus rebaños, y vio que apartadas de ellos había dos mujeres que sujetaban a sus rebaños, entonces les preguntó: ¿Qué os sucede? Respondieron [ellas]: No podemos dar de beber a nuestro rebaño hasta que los pastores no terminen con los suyos, y nuestro padre es ya un anciano [y no puede venir]. Luego [cuando los pastores se hubieron retirado, levantó la pesada roca que cubría el pozo y] le dio de beber al rebaño por ellas, y finalmente se retiró exhausto a la sombra y exclamó: ¡Señor mío! Realmente necesito cualquier gracia que me concedas”. (Corán 28:22-24)
El Corán nos relata las historias de los Profetas de Dios para que podamos aprender de ellos. Los Profetas son modelos dignos de ser seguidos y sus vidas no son tan diferentes de las nuestras. ¿Cuántas veces no nos hemos sentido tan agotados física y mentalmente que pareciera que no podemos resistir un segundo más?
Nuevamente, Moisés se volvió hacia la única fuente real de ayuda para la humanidad: Dios. Y antes que terminara su súplica, la ayuda estaba en camino. Moisés probablemente tenía la esperanza de recibir una rebanada de pan o un puñado de dátiles, pero en lugar de ello, Dios le dio seguridad, provisiones y una familia.
Una de las mujeres regresó con Moisés. Con la modestia y timidez apropiadas, le dijo a Moisés: “Mi padre quiere que recompensarte por tu amabilidad y te invita a nuestra casa”. En consecuencia, Moisés se levantó y fue a ver al anciano. Se sentaron juntos y Moisés le contó su historia. El anciano disipó sus temores y le dijo a Moisés que había cruzado de forma segura la frontera de Egipto, ahora estaba en Madián a salvo de cualquier autoridad que pudiera estar persiguiéndolo.
 “Y [más tarde] una de ellas regresó y acercándose a él con recato dijo: Mi padre te llama para retribuirte por haber dado de beber a nuestro rebaño. Y cuando se presentó ante él, le relató su historia; y [el padre de las dos mujeres] le dijo: No temas, [aquí] estás a salvo de los opresores”. (Corán 28:25)
Después que Moisés había sido invitado a estar con la familia, una de las mujeres se acercó a su padre en privado y le aconsejó que contratara a Moisés. Cuando su padre le preguntó por qué, ella contesto que debido a su fuerza y honestidad. Dos cualidades que nos dice el Islam que son signos de liderazgo. En los años inmediatamente posteriores a la muerte del Profeta Muhammad, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él, los líderes de la nación musulmana fueron elegidos por estas dos cualidades. Ellos aprendieron sus políticas del Corán, de las historias de sus predecesores piadosos.
El anciano —que algunos estudiosos creen que era el Profeta Jetró, aunque no hay fuentes auténticas que confirmen o nieguen esto— ofreció a Moisés la seguridad y protección de su propia familia. Le dio una de sus hijas en matrimonio a cambio de que trabajara durante ocho años, o diez si Moisés accedía a quedarse durante dos años más. Moisés era un extraño en tierras extranjeras, exhausto y solo. Pero Dios escuchó su súplica y lo proveyó con recursos que Moisés jamás hubiera podido imaginar.
“Una de ellas dijo: ‘¡Oh, padre! Contrátalo, pues qué mejor que contratar a un hombre fuerte y honesto’. Dijo [el padre de las dos mujeres a Moisés]: Quisiera casarte con una de mis dos hijas a condición de que trabajes con nosotros durante ocho años, y si deseas quedarte diez será algo que tú hagas voluntariamente. Ésta no será una tarea difícil ni pesada; me encontrarás, si Dios quiere, entre los justos’. Dijo [Moisés]: ‘Estoy de acuerdo. Cualquiera que sea el plazo que yo cumpla no se me reprochará, y Dios es testigo de lo que decimos’”. (Corán 28:26-28)
Como creyentes, no debemos olvidar nunca que Dios escucha nuestras oraciones y súplicas, y las responde. A veces la sabiduría detrás de estas respuestas está más allá de nuestra comprensión, pero Dios sólo desea lo que es bueno para nosotros. Poner su confianza en Dios y someterse a Su voluntad le permite al creyente capear cualquier tormenta, y hacerle frente a cualquier adversidad. Nunca estamos solos, al igual que Moisés no estaba solo mientras avanzaba por el desierto, huyendo de la única vida y tierra que había conocido.

El anhelo del hogar lleva a Moisés hacia su destino
Moisés, que Dios lo bendiga, se casó con una de las mujeres que había ayudado inicialmente en el pozo de agua, y se dedicó los siguientes diez años a trabajar con su suegro y formar su propia familia. Su nueva vida era tranquila y contemplativa, no tenía que soportar las intrigas de la corte egipcia ni la humillación de su pueblo, los hijos de Israel. Moisés era capaz de reflexionar sobre las maravillas de Dios y el universo.
Cualquier recuento de la vida de Moisés está lleno de lecciones y orientación, para  Moisés y para la humanidad. Dios puso a Moisés a través de experiencias que lo prepararon para su próxima misión. Moisés había sido educado en la casa del Faraón de Egipto, por lo tanto, era consciente de las políticas e intrigas del gobierno egipcio. Moisés también experimentó de primera mano la corrupción del propio Faraón, el hombre que se declaraba a sí mismo dios.
Fue a través de la gracia y la misericordia de Dios que Moisés logró escapar de Egipto y viajar por las tierras. Pudo experimentar otras culturas y pueblos. Viajar entonces, y ahora, amplía horizontes y abre los corazones y mentes a las diferencias y las similitudes entre las personas de distintos contextos. Dice Dios:
“¡Oh, humanos! Os hemos creado a partir de un hombre [Adán] y una mujer [Eva], y [de su descendencia] os congregamos en pueblos y tribus para que os conozcáis unos a otros”. (Corán 49:13)
Durante este tiempo en Madián, Moisés era pastor. El profeta Muhammad, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él, nos informa que todos los Profetas de Dios pasaron tiempo cuidando rebaños de ovejas. Puede parecer una extraña profesión, pero mirándolo con más cuidado, podemos ver que los pastores aprenden algunas lecciones invaluables mientras cuidan de sus rebaños. Un pastor tiene una vida tranquila y solitaria, tiene tiempo para la reflexión personal y la contemplación de las maravillas de la vida.
Sin embargo, al mismo tiempo, el pastor debe estar en constante alerta por el peligro. Las ovejas en particular, son animales que requieren cuidado y atención constantes. Incluso si una sola oveja se aleja de la protección de la manada se convierte en presa fácil. Un Profeta, por lo general, tiene la tarea de proteger a una nación entera, debe estar alerta y al tanto de cualquier peligro que amenace a sus seguidores, sobre todo a los débiles, los pobres y los oprimidos de entre ellos.
Después que Moisés terminó su período de servicio que había prometido a su suegro, se sintió abrumado por la nostalgia. Comenzó a extrañar a su familia y a la tierra de Egipto. A pesar de que tenía miedo de lo que sucedería si regresaba, experimentó un extraño deseo de regresar a la tierra que lo había visto nacer. Moisés reunió a su familia y emprendió el largo viaje de regreso a Egipto.
“Y cuando Moisés hubo cumplido el plazo, partió con su familia [rumbo a Egipto] y [en el camino, en una noche fría, tras haberse perdido] divisó un fuego en la ladera de un monte y le dijo a su familia: Permaneced aquí, pues he divisado un fuego y quizás pueda traeros alguna noticia [acerca de nuestro rumbo], o bien una brasa encendida para que podamos calentarnos”. (Corán 28:29)
Mientras Moisés caminaba a través del desierto, se perdió. Era una noche fría y oscura. Moisés vio lo que parecía ser un fuego encendido en la distancia. Le dijo a su familia que se quedaran donde estaban. Tenía la esperanza de recibir orientación o bien de poder llevar un poco de fuego para calentar a su familia. Sin saberlo, Moisés estaba a punto de participar en una de las conversaciones más sorprendentes de la historia. Caminó hacia el fuego, y mientras lo hacía, escuchó una voz.
“Cuando llegó a él, una voz lo llamó: ‘¡Bendito sea quien esté donde el fuego y a su alrededor, y glorificado sea Dios, Señor del universo! ¡Oh, Moisés! Yo soy Dios, Poderoso, Sabio’”. (Corán 27:8-9)
Dios le habló a Moisés. Le pidió a Moisés que se quitara los zapatos, por lo que se quedó de pie asustado. Dios le reveló a Moisés que había sido elegido para una misión especial y le pidió que escuchara lo que estaba a punto de decir.
“Ciertamente Yo soy Dios, y no hay más divinidad que Yo. Adórame, pues, y haz la oración para tenerme presente en tu corazón. Y por cierto que el Día de la Resurrección es indubitable, y nadie salvo Dios sabe cuándo llegará. Ese día todos los hombres recibirán la recompensa o el castigo que se merezcan por sus obras. No te dejes seducir por quienes no creen en él y siguen sus pasiones, porque serás de los que pierdan”. (Corán 20:14-16)
En una conversación directa entre Dios y Moisés, le fue prescrita la oración a Moisés y a sus seguidores. De la misma forma, la oración también le fue prescrita al Profeta Muhammad y a sus seguidores en la noche en que hizo su viaje a Jerusalén y ascendió a los cielos.
En ese momento, Moisés debió quedar pasmado. Partió hacia Egipto, siguiendo un extraño anhelo de regresar a su tierra natal. Se perdió en la oscuridad y el frío y fue a buscar luz y guía. Caminó hacia lo que pensó era un fuego ardiendo y encontró la luz y la guía de Dios.
Moisés sostenía una vara o bastón en su mano. Dios habló y le preguntó acerca de la vara y le pidió que le hablara de ella. Moisés respondió: “Es mi vara. Me sirve de apoyo, y con ella vareo los árboles para que mi ganado coma de su follaje; además de otros usos” (Corán 20:18). Moisés conocía muy bien su bastón, sabía que no tenía cualidades milagrosas. Dios le pidió a Moisés que lo tirara al suelo, y cuando lo hizo ella empezó a deslizarse y agitarse. El palo se había transformado en una serpiente.
Moisés tuvo miedo, giró sobre sus talones y echó a correr. Es una inclinación humana natural el temer a lo desconocido y lo extraño, pero Dios quería eliminar este miedo del corazón de Moisés. Estaba a punto de embarcarse en una misión difícil y era importante que comenzara con una completa confianza en que Dios lo protegería, sabiendo que no había razón alguna para tener miedo.
“Arroja tu vara. Y cuando la vio moverse como si fuera una serpiente, se dio vuelta y huyó sin mirar atrás. [Dijo Dios:] ‘¡Oh, Moisés! Acércate y no temas. Ciertamente tú eres de los que están protegidos’”. (Corán 28:31)
Entonces Dios le dijo a Moisés que pusiera su mano en su pecho, así le reveló otra señal de Su grandeza y omnipotencia. Señales que Moisés necesitaría en su próxima misión, pruebas para aquellos que son desobedientes y rebeldes.
“E introduce tu mano por el cuello de tu túnica y saldrá blanca y resplandeciente, sin tener ningún mal; y lleva tu mano al pecho cuando quieras vencer el temor. Éstos son dos milagros de tu Señor para el Faraón y su nobleza. Por cierto que ellos están descarriados”. (Corán 28:32)
Dios quiso enviar a Moisés ante el Faraón. El hombre que más temía, el hombre que Moisés pensaba de seguro le quitaría la vida. Su corazón se encogió de miedo, pero Dios lo tranquilizó.



En una noche oscura, a la sombra del Monte Tur, Dios le confirió la profecía a Moisés
Su primera orden fue que buscara al Faraón.
“Ve ante el Faraón, pues se ha extralimitado”. (Corán 20:24)
Moisés huyó de Egipto temiendo por su vida, había pasado diez años en un país fuera de la jurisdicción del Faraón. Ahora, Dios le estaba diciendo que debía encarar su mayor miedo. Debía enfrentarse al corrupto Faraón, el hombre que Moisés estaba seguro quería verlo ejecutado. Moisés volvió a sentir el temor que lo había ayudado a seguir durante su largo viaje por el desierto. Respondió así a las palabras de Dios:
“¡Señor mío! He matado a un hombre de los suyos y temo que me ejecuten”. (Corán 28:33)
Moisés sintió miedo, pero entendió que Dios era completamente capaz de brindarle todo el apoyo que necesitaba para una misión que parecía prácticamente imposible. Moisés hizo una súplica: pidió fortaleza y facilidad en esta tarea tan difícil. Le pidió a Dios que abriera su pecho y le concediera elocuencia, confianza en sí mismo y serenidad. También le pidió a Dios que lo fortaleciera dándole un compañero en su misión profética, capaz y de confianza, su hermano Aarón.
El diálogo entre Dios y Moisés es una de las conversaciones más sorprendentes que aparecen en las páginas del Corán. Las palabras de Dios se entregan con elocuencia y claridad. Ellas pintan el retrato de un hombre fuerte pero humilde, cautivado por su encuentro con Dios. Ellas entregan el sentido etéreo de que Dios es Todopoderoso, Omnipotente, pero también lleno de misericordia y amor hacia Sus siervos.
Dijo [Moisés]: ¡Oh, Señor mío! Abre mi corazón [disponiéndolo para que pueda recibir la profecía], facilítame mi misión, haz que pueda expresarme correctamente para que comprendan mi mensaje, asígname de mi familia para que me ayude [en la transmisión del Mensaje] a mi hermano Aarón, fortaléceme con él, y asócialo en mi misión [y desígnalo Mensajero igual que a mí], para que Te glorifiquemos y Te recordemos mucho. Por cierto que Tú bien sabes nuestra necesidad de Ti.
Dijo [Allah]: Te ha sido concedido lo que pides ¡Oh, Moisés! Y por cierto que anteriormente también te agraciamos, cuando le inspiramos a tu madre [y le dijimos]: Ponlo en un cesto y déjalo en el río, que éste lo llevará hasta una orilla y será recogido por un enemigo Mío y suyo [el Faraón]. Y por cierto que infundimos en ellos [el Faraón y su gente] amor por ti, y creciste bajo Nuestra observancia [y protección]. Cuando tu hermana, que seguía tus rastros, le dijo [al Faraón, al ver que ninguna nodriza podía amamantarte]: ¿Acaso queréis que os indique alguien que puede encargarse de cuidarlo? Y así te devolvimos a tu madre para que se alegrara y no se entristeciera. Y cuando mataste a un hombre [del pueblo del Faraón] te salvamos de que tomaran represalias contigo, y así te probamos de distintas maneras. Y luego de permanecer unos años en Madián, regresaste por decreto Nuestro, ¡oh, Moisés!
Y ciertamente te he elegido [para que seas uno de Mis Mensajeros].
Id tú y tu hermano con Mis signos, y no dejéis de recordarme. Presentaos ante el Faraón, pues se ha extralimitado, y habladle cortésmente, para que así recapacite o tema a Dios y se arrepienta.
Dijeron: ¡Oh, Señor nuestro! Tememos que nos reprima y se propase con nosotros.
Dijo [Allah]: No temáis, pues Yo estoy con vosotros escuchando y observando todo. Id ante él y decidle: Somos Mensajeros enviados por tu Señor para que dejes ir con nosotros a los Hijos de Israel, y no los tortures. Por cierto que hemos venido con un signo de tu Señor, y quien siga la guía estará a salvo. Nos ha sido revelado que quien desmienta [el Mensaje que hemos traído] y vuelva la espalda, será castigado. (Corán 20:25-48)
Esta breve conversación cambió la vida de Moisés. Le enseñó lecciones sobre sí mismo, sobre su mundo, sobre la naturaleza de la humanidad, y más importante aún, sobre la naturaleza de Dios. Hoy día sigue enseñando lecciones importantes a la humanidad. Diariamente las palabras del Corán cambian vidas. Las lecciones aprendidas en la historia de Moisés son tan relevantes hoy día como lo fueron hace miles de años.
Leyendo la historia de Moisés hemos aprendido, hasta el momento, la importancia de confiar en Dios; hemos aprendido que, si bien los seres humanos pueden planear y complotar, sólo el plan de Dios vence cualquier confabulación o tribulación. La historia de Moisés nos ha enseñado que no hay alivio en los tormentos de este mundo excepto con el recuerdo y la cercanía de Dios.
La historia de Moisés nos enseña que Dios puede sustituir la debilidad con fortaleza y el fracaso con victoria, y que Dios apoya a los justos a partir de fuentes inimaginables. Ahora bien, ya que Dios confirió la profecía a Moisés y a su hermano Aarón, aprendemos el verdadero significado de la hermandad y el verdadero significado de por qué la elección de compañeros rectos puede ser la llave del Paraíso.
Moisés quería que su hermano fuera su compañero en la profecía y en esta peligrosa misión para hacerle frente al Faraón, debido a que Aarón era fuerte y honesto, y también un orador elocuente y persuasivo. Siempre que una persona se encuentra unida a su hermano en un propósito común, unidos en su adoración a Dios, unidos en la rectitud, ambos son imbatibles, incluso frente al enemigo más formidable.
Ibn Kazir narró que Moisés y Aarón fueron juntos con el Faraón y le entregaron su mensaje. Moisés le habló al Faraón sobre Dios, Su misericordia y Su Paraíso, y sobre la obligación de la humanidad de adorar sólo a Dios.
Con el permiso de Dios, Moisés derrota a los magos
El Corán narra varias conversaciones entre Moisés y el Faraón. Uno de los relatos más detallados está en el capítulo 26, cuyo título es “Los Poetas”. Moisés le habla amablemente al Faraón sobre Dios, Su Misericordia y Su Paraíso, pero el Faraón reacciona con desprecio y arrogancia. Le recuerda a Moisés su crimen pasado y le pide que agradezca el haber sido criado en el palacio entre lujos y riqueza. Moisés se excusa diciendo que cometió el crimen de matar a un hombre inocente cuando era ignorante, y señala que creció en el palacio sólo porque no podía vivir con su propia familia debido al asesinato indiscriminado de niños por parte del Faraón.
Dijo [Moisés]: Lo hice por ignorancia. Y hui de vosotros por temor [a que me mataseis], y fue entonces cuando mi Señor me agració con la profecía y decretó que yo fuera uno de Sus Mensajeros. ¿De qué favor hablas, cuando has esclavizado a los Hijos de Israel?
Preguntó el Faraón: ¿Quién es el Señor del Universo? Dijo [Moisés]:
Es el Señor de los cielos, la Tierra y todo lo que hay entre ellos. ¿Es que no os convencéis de ello?
Dijo [el Faraón] a quienes estaban en torno a él: ¿Habéis oído?
Agregó [Moisés]: Él es vuestro Señor, y también el Señor de vuestros ancestros.
Dijo [el Faraón a su pueblo]: En verdad, el Mensajero que os ha sido enviado es un demente [y no responde lo que le pregunto].
[Moisés] Prosiguió: Él es el Señor del oriente y del occidente, y de lo que hay entre ambos. ¿Es que no razonáis?
Dijo [el Faraón]: Si adoptas otra divinidad que no sea yo, te encarcelaré.
Dijo [Moisés]: ¿Y si te presento una prueba evidente [de mi profecía]?
Dijo [el Faraón]: Preséntala, si es que dices la verdad. (Corán 26:20-31)
El Faraón comenzó burlándose de Moisés, luego lo acusó de ser ingrato y finalmente lo amenazó. Durante este período histórico, mucha gente en Egipto practicaba la magia. Incluso había escuelas que enseñaban magia e ilusionismo. El Faraón llegó a la conclusión errada de que los signos manifiestos que Moisés era capaz de mostrar con el permiso de Dios eran trucos de magia e ilusiones.
Cuando Moisés tiró su vara y esta se convirtió en una serpiente, deslizándose y resbalando por el suelo, y cuando retiró la mano de su manto y ésta estaba blanca y brillante, el Faraón presumió que Moisés había aprendido el arte del ilusionismo. Ibn Kazir narra que el Faraón detuvo a Moisés y a Aarón mientras despachaba correos por todo Egipto para convocar a todos los magos al palacio. El Faraón prometió a los magos prestigio y dinero a cambio de sus trucos. Se estableció una competencia entre Moisés y los magos egipcios.
El Faraón estaba seguro de que sus magos eran insuperables. Él llevaba mucho tiempo utilizándolos para influenciar los corazones y las mentes del pueblo. El Faraón utilizaba sus trucos de magia e ilusiones para dominar y controlar a sus súbditos. Moisés pudo fijar el día de la competencia y eligió un día festivo. Las calles estarían llenas de gente y el poder y la fuerza de Dios serían visibles a todos. Habría la máxima exposición de la veracidad de las palabras de que no hay nadie merecedor de adoración sino sólo Dios.
“Y por cierto que le mostramos [al Faraón] todos Nuestros signos, pero los desmintió y se rehusó a creer. Dijo [el Faraón]: ‘¡Oh, Moisés! ¿Acaso viniste a expulsarnos de nuestra tierra con tu magia? Nosotros te mostraremos una magia igual que la tuya, sólo fija un día para que tú y nosotros nos encontremos en un lugar conveniente para ambos; y que ninguno falte a la cita’.
Dijo [Moisés]: ‘Nuestra cita será el día de vuestra festividad. Convocad a la gente, pues, por la mañana’”. (Corán 20:56-59)
Moisés les pidió a los magos que comenzaran ellos. Se narra que había unos 70 magos alineados en una fila. Los magos tiraron sus varas y cuerdas en el nombre del Faraón y el suelo se convirtió en un mar hirviente de serpientes, retorciéndose y arrastrándose. La multitud miraba con asombro. Moisés tuvo miedo, pero se mantuvo firme, con la certeza de que Dios lo protegería y facilitaría su tarea. Dios lo cubrió con tranquilidad y ordenó a Moisés que lanzara su vara.
La vara de Moisés se transformó en una serpiente enorme que devoró rápidamente a las serpientes ilusorias que cubrían el piso. La multitud se levantó como una gran ola, aplaudiendo y gritando por Moisés. Los magos quedaron atónitos. Eran muy hábiles en el arte de la magia y el ilusionismo, pues eran los mejores magos en aquella época, pero sus conjuros no eran más que trucos. Los magos sabían que la serpiente de Moisés era real. Cayeron todos en postración declarando su creencia en el Señor de Moisés y Aarón.
“Y entonces los magos [al percibir la Verdad] se postraron y exclamaron: ‘Creemos en el Señor de Aarón y Moisés’. Dijo [el Faraón]: ‘¿Acaso vais a creer en él sin que yo os lo permita? Ciertamente él es vuestro maestro que os ha ensañado la magia. Haré que se os ampute la mano y el pie opuestos, y luego os haré crucificar en troncos de palmera. Así sabréis quién de nosotros puede infligir el castigo más severo y perdurable’.
Dijeron: ‘No te preferiremos a las pruebas evidentes que nos han llegado, y [menos aún] a Quien nos creó. Haz pues con nosotros lo que has decidido; tú sólo puedes condenarnos en esta vida. Ciertamente creemos en nuestro Señor, y Él nos perdonará nuestros pecados y la magia que nos obligaste a hacer. Por cierto que la recompensa de Dios es la mejor y Su castigo es el más perdurable’”. (Corán 20:70-73)
Los magos comenzaron ese día siendo infieles, corruptos e interesados sólo en la riqueza y en la fama. Sin embargo, en el término de unas pocas horas habían reconocido la verdad. Vieron con sus propios ojos la omnipotencia de Dios y se arrepintieron de sus caminos errados. Dios es el más misericordioso, y Él perdonará a quienes recurran a Él con arrepentimiento humilde y sincero.
Moisés y Aarón dejaron el lugar de la contienda. Los magos, como les fue dicho, fueron condenados a muerte, sus cuerpos colgados en las plazas y mercados para enseñarle a la gente una lección, el Faraón regresó a su palacio y su rabia se acrecentó. Se peleó con sus ministros y consejeros. Los despidió y luego los llamó a su presencia. Se volvió a su primer ministro y le dijo: “¿Acaso soy un mentiroso, Hamán?” El Faraón había construido su reino sobre el hecho de que él era dios, ¿qué haría ahora que Moisés había revelado la verdad de que no existe dios sino el Único Dios Verdadero?
“Dijo el Faraón: ‘¡Oh, Hamán! Constrúyeme una torre para que pueda ascender. Ascender a los cielos y ver a quien adora Moisés; y por cierto que creo que [Moisés] miente’. Y así [Satanás] le hizo ver al Faraón como buenas sus malas acciones, y logró que se extraviara completamente, y los planes del Faraón fracasaron”. (Corán 40:36-37)

Egipto sufre, pero el Faraón se niega a liberar a los hijos de Israel
El Faraón estaba furioso. Su reino de terror estaba construido sobre la opresión del pueblo y el mantener sus mentes y corazones cautivos. Toda la gente de Egipto, desde los ministros y magos hasta el menor de los esclavos y siervos, temían el poder y la furia del Faraón, pero Moisés le había expuesto un punto débil. Al Faraón le preocupaba que su reinado fuera desenmascarado; sin embargo, estaba rodeado de aduladores y parásitos que lo instaron a una mayor tiranía.
Los oficiales de seguridad y de inteligencia del Faraón comenzaron a difundir rumores. Decían que Moisés y algunos magos se habían complotado en secreto para que Moisés ganara la competencia. Los cuerpos sin vida de los magos muertos fueron colgados en lugares públicos para aterrorizar a la gente. Debido a su asociación con Moisés, los hijos de Israel se convirtieron en chivos expiatorios. Se quejaron ante Moisés de que fueron maltratados cuando él nació y ahora él les causaba opresión de nuevo.
El faraón ordenó más muertes, saqueos y violaciones. Apresó a cualquiera que hablaba en contra de esta opresión, y Moisés estaba impotente. No podía intervenir. Aconsejó tener paciencia y observar en silencio. Los hijos de Israel se quejaban con  Moisés y él estaba en una situación muy difícil. Mientras se enfrentaba a los planes y tramas del Faraón, su pueblo se había vuelto contra él y uno de los suyos estaba trabajando con los agentes del poder egipcio.
Qarún era un hombre de los hijos de Israel bendecido con riqueza y estatus, mientras todo a su alrededor era pobreza e incluso indigencia. Él no reconocía las bendiciones de Dios y trataba a los pobres con desprecio. Cuando Moisés le recordó que su deber, como el de todo aquel que adore a Dios, era pagar el impuesto a los pobres, se negó y comenzó a difundir el rumor de que Moisés había inventado ese impuesto para hacerse rico. La ira de Dios cayó sobre Qarún y la tierra se abrió y se lo tragó como si nunca hubiera existido.
“Por cierto que Qarún era del pueblo de Moisés, pero se ensoberbeció. Le habíamos concedido tantos tesoros que hasta las llaves [de dichas riquezas] resultaban pesadas para un grupo de hombres fornidos [cuando las cargaban]. ‘Y recuerda [¡oh, Muhammad!] cuando su pueblo le dijo: No te jactes [de lo que tienes] porque Dios no ama a los presuntuosos. Y trata de ganarte el Paraíso con lo que Dios te ha concedido, y no te olvides que también puedes disfrutar de lo que Dios ha hecho lícito en esta vida. Sé generoso como Dios lo es contigo, y no corrompas la Tierra; ciertamente Dios no ama a los corruptores’. Dijo [Qarún]: ‘Por cierto que lo que se me ha concedido es gracias a mi conocimiento [y Dios sabe que me lo merezco]’. ¿Acaso no sabía que Dios anteriormente había destruido a naciones más poderosas y con más riquezas que él? Y los perversos no serán indagados sobre sus pecados.
Y se presentó [Qarún un día] ante su pueblo con todo su lujo, y quienes amaban la vida mundanal exclamaron: ‘¡Ojalá tuviéramos lo mismo que Qarún! Realmente que es muy afortunado’. Y quienes fueron agraciados con el conocimiento dijeron: ‘¡Ay de vosotros! La recompensa de Dios para quien crea y obre rectamente será mejor, pero sólo la obtendrán quienes hayan sido perseverantes’. Entonces hicimos que la tierra se tragase a Qarún y a su casa, y no hubo nadie que pudiese socorrerlo, y tampoco pudo salvarse a sí mismo. Y quienes antes habían deseado estar en su lugar comenzaron a decir: ‘Dios le concede el sustento en abundancia o se lo restringe a quien Él quiere de Sus siervos. De no haber sido que Dios nos agració con Su misericordia nos hubiera tragado la tierra a nosotros también’. Por cierto que los incrédulos nunca prosperarán”. (Corán 28: 76-82)
El Faraón convocó a Moisés al palacio. Ibn Kazir narró que el Faraón quería matar a Moisés y era apoyado en ello por todos sus ministros y oficiales de gobierno, excepto uno. Este hombre, que se cree era pariente del Faraón, era un creyente en la Unicidad de Dios, aunque hasta ese momento había mantenido su fe en secreto.
“Dijo un hombre creyente de la familia del Faraón que ocultaba su fe: ‘¿Mataréis a un hombre porque dice: Mi Señor es Dios, siendo que os ha presentado las pruebas [evidentes] de vuestro Señor? Si se trata de un mentiroso, sobre él recaerá su mentira; y si dice la verdad os azotará una parte del castigo conque os amenaza [en esta vida y seréis destruidos]. Por cierto que Dios no guía a quien se extralimita, y es mentiroso’”. (Corán 40:28)
El creyente habló con elocuencia, advirtió a su pueblo que iban a sufrir un día de desastre, como esos días que habían afligido a la gente en el pasado. Les recordó que Dios había enviado señales claras con Moisés, pero sus palabras cayeron en oídos sordos. El Faraón y muchos de sus ministros amenazaron con matar al creyente, pero Dios lo mantuvo a salvo bajo Su protección.
“Dios lo preservó de las maldades que tramaron contra él, y la familia del Faraón fue azotada por un terrible castigo [y perecieron ahogados]”. (Corán 40: 45)
Dios le ordenó a Moisés que advirtiera al Faraón que él y los egipcios sufrirían un castigo severo si los hijos de Israel no eran liberados. Si la tortura, la opresión y el acoso no se detenían, las señales de la ira de Dios descenderían sobre ellos. La respuesta del Faraón fue llamar al pueblo de Egipto, incluyendo a los hijos de Israel, a una gran reunión. Les informó que él era su Señor, les señaló que Moisés no era más que un simple esclavo sin poder, fuerza ni posibilidades. La fuerza de Moisés, sin embargo, venía directamente de Dios. A pesar de ello, la gente le creyó al Faraón y le obedeció, así que las señales del poder de Dios comenzaron a descender.
Dios afligió a Egipto con una sequía severa. Incluso el exuberante, verde y fértil valle del Nilo comenzó a decaer y morir. Las cosechas se perdieron y la gente comenzó a sufrir, pero el Faraón se mantuvo arrogante, por lo que Dios envió una gran inundación que devastó la tierra. La gente, incluyendo a los principales ministros, apeló a Moisés.
“Y cuando se les castigó con esto, dijeron: ‘¡Oh, Moisés! Ruega por nosotros a tu Señor, puesto que ha realizado un pacto contigo [concediéndote la profecía]; si logras apartar este castigo creeremos en ti y dejaremos que los Hijos de Israel se marchen contigo’”. (Corán 7:134)
La tierra regresó a la normalidad y los cultivos comenzaron a crecer de nuevo, pero los hijos de Israel seguían esclavizados. Dios envió una plaga de langostas que devoró todo a su paso. La gente acudió a Moisés rogándole su ayuda. Las langostas se fueron, pero los hijos de Israel seguían esclavizados. Luego llegó una plaga de piojos, propagando enfermedades entre la gente, seguida de una plaga de ranas que acosaba y aterrorizaba a la gente en sus casas y en sus camas. Cada vez que descendía un castigo de Dios, la gente le rogaba a Moisés que implorara a su Señor por alivio, y cada vez se comprometían a liberar a los esclavizados hijos de Israel, y cada vez incumplían esa promesa.
Entonces, la última señal de la ira de Dios fue revelada, el agua del río Nilo se convirtió en sangre. Para los hijos de Israel el agua se mantuvo clara y pura, pero para todos los demás aparecía como sangre roja y espesa. Incluso después de esta devastadora serie de señales del desagrado de Dios, los hijos de Israel seguían esclavizados.
“Y azotamos al pueblo del Faraón con años de sequía y mengua de frutos, para que reflexionaran. Y cuando les llegó nuevamente una época de prosperidad dijeron: Esto es lo que merecemos. Cuando les acontecía un mal le echaban la culpa a Moisés y a sus seguidores; pero ciertamente cuanto les ocurría era porque Allah así lo decretaba, pero la mayoría lo ignoraba. Y dijeron: ‘Cualquiera que sea el signo que nos presentes para hechizarnos con él, no te creeremos’. Enviamos entonces contra ellos la inundación, las langostas, los piojos, las ranas, y la sangre, como signos evidentes; pero se ensoberbecieron y fueron un pueblo de pecadores. Y cuando se les castigó con esto, dijeron: ‘¡Oh, Moisés! Ruega por nosotros a tu Señor, puesto que ha realizado un pacto contigo [concediéndote la profecía]; si logras apartar este castigo creeremos en ti y dejaremos que los Hijos de Israel se marchen contigo’. Pero cada vez que apartamos de ellos el castigo hasta un plazo que habíamos decretado [para castigarles nuevamente] no cumplieron lo pactado. Entonces nos vengamos de ellos y los ahogamos en el mar, porque ellos habían desmentido Nuestros signos y por haberse mostrado indiferentes”. (Corán 7: 130-136)
Los Hijos de Israel huyen, pero se comportan con incredulidad
El Faraón y la mayoría de la gente de Egipto se negaron a creer en las señales. Dios envió repetidamente sus castigos y la gente apeló a Moisés con la promesa de adorar sólo a Dios y liberar a los hijos de Israel, pero una y otra vez rompieron sus promesas. Finalmente, Dios retiró Su misericordia y dio la orden a Moisés de conducir a su pueblo fuera de Egipto.
“Pero cada vez que apartamos de ellos el castigo hasta un plazo que habíamos decretado [para castigarlos nuevamente] no cumplieron lo pactado. Entonces nos vengamos de ellos y los ahogamos en el mar, porque ellos habían desmentido Nuestros signos y por haberse mostrado indiferentes”. (Corán 7: 135-136)
Los espías del Faraón supieron de inmediato que algo importante estaba ocurriendo y el Faraón llamó a una reunión a sus asesores de mayor confianza. Ellos decidieron reunir todas las fuerzas armadas para perseguir a los esclavos fugitivos. Reunir al ejército les tomó toda la noche, y el ejército del Faraón no dejó los confines de la ciudad hasta el amanecer.
El ejército del Faraón marchó hacia el desierto. No pasó mucho tiempo antes de que los hijos de Israel pudieran divisar atrás en la distancia el polvo levantado por el ejército que se les acercaba. Tampoco fue mucho antes de que las primeras filas de los hijos de Israel hubieran llegado a orillas del Mar Rojo.
Los hijos de Israel estaban atrapados. Frente a ellos estaba el Mar Rojo y a sus espaldas estaba el ejército vengador. El miedo y el pánico comenzaron a extenderse entre sus filas. Apelaron a Moisés. Moisés había estado caminando en la parte posterior de su pueblo fugitivo, podía ver al ejército acercarse. Se hizo camino a través de las filas hasta la orilla del mar. Caminó entre su gente disipando sus temores y recordándoles que mantuvieran la fe para seguir confiando en que Dios no los defraudaría.
Moisés se detuvo a orillas del Mar Rojo y observó el horizonte. Ibn Kazir narra que Josué se dirigió a Moisés y dijo: “Frente a nosotros hay una barrera infranqueable, el mar, y detrás está el ejército; ¡sin duda no podemos evitar la muerte!” Moisés no se dejó llevar por el pánico, permaneció de pie en silencio, y esperó que Dios mantuviera Su promesa de liberar a los hijos de Israel.
En ese momento, cuando el pánico se apoderó de ellos, Dios inspiró a Moisés que golpeara el mar con su vara. Él hizo lo que se le había ordenado. Un fuerte viento comenzó a soplar, el mar comenzó a girar y girar, y de repente se abrió para revelar un camino. El fondo del mar se secó lo suficiente para que la gente pudiera caminar por él.
Moisés comenzó a dirigir a la gente a través del corredor seco en medio del mar. Esperó a que la última persona comenzara a caminar por el mar antes de volverse para mirar al ejército que se acercaba, y luego siguió a su pueblo a través del lecho marino. Al llegar al otro lado, el pánico y el miedo comenzaron a abrumar a los hijos de Israel. Volvieron a rogar y a suplicar a Moisés para que cerrara el corredor. Moisés se negó, el plan de Dios ya estaba en marcha y él confiaba en que su pueblo estaría a salvo a pesar de que el ejército del Faraón los había seguido por el corredor del lecho marino desecado.
“Hicimos que los Hijos de Israel cruzaran el mar. Y los persiguieron el Faraón y su ejército injustamente, empujados por el odio. Y cuando [el Faraón] sintió que se ahogaba indefectiblemente dijo: ‘Creo en una única divinidad como lo hace el pueblo de Israel, y a Él me someto’. ¿Recién ahora crees, luego de haber desobedecido y haberte contado entre los corruptores? Conservaremos tu cuerpo y te convertirás en un signo para que las generaciones que te sucedan reflexionen. Por cierto que muchos de los hombres son indiferentes a Nuestros signos”. (Corán10:90-92)
Ibn Kazir describe así la muerte del Faraón: “Cayó el telón sobre la tiranía del Faraón, y las olas arrojaron su cadáver a la orilla occidental del mar. Los egipcios lo vieron y supieron que el dios al que adoraban y obedecían era sólo un hombre que no podía alejar la muerte de su propio cuello”. Cuando el Faraón tuvo poder, riqueza, salud y fortaleza, se negó a reconocer a Dios; pero cuando vio la muerte aproximándosele, clamó a Dios con miedo y horror. Si la humanidad recuerda a Dios en épocas de calma, Dios recordará incluso al más humilde de los seres humanos en épocas de emergencia.
Generaciones de opresión habían dejado una marca indeleble en los hijos de Israel. Años de humillación y de miedo constante los había convertido en ignorantes y obstinados. Muchos de ellos habían sido privados de comodidades y lujos todas sus vidas. Anhelaban algo que fuera una señal de riqueza o materialismo. Los hijos de Israel creían en Dios, y acababan de presenciar los milagros más sorprendentes y las señales del poder de Dios, pero aún codiciaban un ídolo que vieron en su viaje fuera de Egipto.
“Hicimos que los Hijos de Israel cruzaran el mar, y cuando llegaron a un pueblo que se prosternaba ante los ídolos dijeron: ‘¡Oh, Moisés! Permítenos adorar ídolos como lo hacen ellos’. Dijo: ‘Vosotros, en verdad, sois un pueblo de ignorantes. Ciertamente aquello en lo que creen será destruido y sus obras habrán sido en vano’.
Dijo: ‘¿Cómo podría admitir que adoréis a ídolos en vez de Dios, cuando Él os ha preferido [enviándoos un Profeta] a vuestros contemporáneos?’
Recordad cuando os salvamos del Faraón y su ejército, quienes os castigaban sin piedad, matando a vuestros hijos y dejando con vida a las mujeres; en esto hubo una dura prueba de vuestro Señor”. (Corán 7: 138-141)
Dios favoreció a los hijos de Israel. Fueron conducidos a salvo fuera de Egipto y presenciaron el ahogamiento de su cruel gobernante, el Faraón. Cuando necesitaron agua, Dios ordenó a Moisés que golpeara una roca, que se abrió en doce fuentes para las doce tribus, de modo que no hubiera disputa entre ellos. Dios también envió nubes para protegerlos del sol abrasador, y para calmar su hambre les envió un alimento especial y delicioso llamado maná, además de codornices. Lamentablemente, a pesar de la generosidad de Dios, muchos de los hijos de Israel se quejaron y anhelaron la comida que solían comer en Egipto, cebollas, ajos, frijoles y lentejas.
Moisés advirtió a su pueblo y les recordó que acababan de salir de una vida de degradación y humillación. Les preguntó por qué lloraban por las peores provisiones cuando Dios les estaba otorgando las mejores. Moisés dijo: “¿Es que queréis cambiar lo mejor por lo peor? Dirigíos a Egipto que allí tendréis lo que pedís” (Corán 2: 61). Dios estaba brindándoles regalos y facilitándoles la vida a los hijos de Israel mientras ellos hacían su viaje hacia la tierra prometida, pero ellos eran un pueblo dañado, incapaz de mantenerse alejado del pecado y la corrupción.



El profeta Moisés condujo a su pueblo, los hijos de Israel, fuera de Egipto
Salieron bajo el amparo de la oscuridad, llevando sus escasas pertenencias, y se dirigieron por el desierto hacia el Mar Rojo. Cuando llegaron al mar, el ejército del Faraón los perseguía de cerca, el pueblo de Moisés podía ver el polvo levantado por el ejército acercándose. Miraron al mar frente a ellos y se sintieron atrapados. Por voluntad y con permiso de Dios, Moisés golpeó el mar con su vara y éste se abrió revelando un camino. Los hijos de Israel caminaron por el lecho marino. Cuando la última persona cruzó a salvo, el mar volvió a su lugar y ahogó al ejército de Egipto, incluyendo al tiránico Faraón.
Los hijos de Israel fueron un pueblo oprimido y humillado durante mucho tiempo. Muchas generaciones habían vivido bajo el yugo del Faraón. Se habían convertido en un pueblo hostil. Siempre esperando lo peor. Anhelando siempre las cosas buenas de este mundo. El sentido del honor y la confianza en sí mismos se había erosionado. Durante su viaje fuera de Egipto hacia la tierra prometida, hubo una gran oportunidad para que sus defectos de carácter se hicieran obvios. Los hijos de Israel fueron ingratos con Dios, a pesar de Su cuidado y atención hacia ellos. Eran incapaces de comportarse con sumisión y aceptar la voluntad de Dios.
Cuando los hijos de Israel llegaron a un pueblo que adoraba ídolos, su afán de ser como esas personas que parecían ser felices se hizo manifiesto y le pidieron a Moisés que los dejara tener un ídolo, olvidando por completo los milagros de Dios que habían presenciado. Cuando Dios los proveyó con comida deliciosa que era desconocida para ellos se quejaron, deseando la comida inferior a la que estaban acostumbrados. Cuando Moisés los mandó a marchar contra una ciudad y derrotar a los cananeos se negaron, en su mayoría por miedo, y así desobedecieron las órdenes de Dios. Ibn Kazir narra que Moisés sólo pudo encontrar dos hombres dispuestos a luchar.
“Dijo: ‘¡Señor mío! Sólo tengo control de mis actos y autoridad sobre mi hermano; apártanos, pues, de los extraviados’. Dijo [Dios a Moisés]: ‘Les estará prohibida [la entrada en la Tierra Santa] durante cuarenta años, tiempo en el que vagarán por la Tierra. No te aflijas por quienes se desviaron’”. (Corán 5:25-26)
Los “días de vagar” comenzaron. Cada día era como el anterior. La gente viajaba sin un destino en mente. Eventualmente, entraron al Sinaí, Moisés lo reconoció como el lugar donde había hablado con Dios antes de que su gran viaje a Egipto comenzara. Dios le ordenó a Moisés que ayunara, como purificación, durante 30 días y luego añadió 10 días más. Después que el ayuno terminó, Moisés estaba listo para comunicarse de nuevo con Dios.
“Y convocamos a Moisés durante treinta noches, pero luego extendimos [la cita] otras diez noches más, y el encuentro con su Señor duró cuarenta noches. Y [antes de partir hacia Él] Moisés dijo a su hermano Aarón: ‘Remplázame ante mi pueblo y ordena el bien, y no sigas el sendero de los corruptores’. Y cuando Moisés acudió al encuentro y su Señor le habló, [Moisés] le pidió: ‘Muéstrate para que pueda verte’. Dijo [Allah]: ‘No lo resistirías. Observa la montaña, si permanece firme en su lugar [después de mostrarme a ella], pues entonces tú también podrás verme’. Pero cuando su Señor se mostró a la montaña, ésta se convirtió en polvo, y Moisés cayó inconsciente. Cuando volvió en sí exclamó: ‘¡Glorificado seas! Me arrepiento y soy el primero en creer en Ti’. Dijo: ‘¡Oh, Moisés! Ciertamente te he distinguido entre los hombres con la profecía y por haberte hablado directamente. Aférrate a lo que te he revelado y sé de los agradecidos’”. (Corán 7:142-144)
Dios le dio a Moisés dos tablas de piedra, con los Diez Mandamientos escritos sobre ellas. Estos mandamientos forman la base de la ley judía, la Tora, y son normas morales que siguen siendo establecidas por las iglesias cristianas. Ibn Kazir y los sabios del Islam afirman que los Diez Mandamientos están reiterados en dos versículos del Corán:
“Diles: Venid que os informaré lo que vuestro Señor os ha prohibido: No debéis asociarle nada y seréis benevolentes con vuestros padres, no mataréis a vuestros hijos por temor a la pobreza, Nosotros Nos encargamos de vuestro sustento y el de ellos, no debéis acercaros al pecado, tanto en público como en privado, y no mataréis a nadie que Dios prohibió matar, salvo que sea con justo derecho. Esto es lo que os ha ordenado para que razonéis. No os apropiaréis de los bienes del huérfano si no es para su propio beneficio [del huérfano] hasta que alcance la madurez; mediréis y pesaréis con equidad. No imponemos a nadie una carga mayor de la que puede soportar. Cuando habléis [para declarar o decir algo] deberéis ser justos, aunque se trate en contra de un pariente, y cumpliréis vuestro compromiso con Dios. Esto es lo que os ha ordenado para que recapacitéis”. (Corán 6:151-152)
Moisés había estado ausente durante 40 días. Su pueblo se había inquietado, eran como niños, quejándose y actuando de manera impulsiva. Ibn Kazir describe su descenso hacia el imperdonable pecado de la idolatría: “As-Samiri, un hombre que se inclinaba hacia el mal, sugirió que debían encontrar otra guía, pues Moisés había roto su promesa. Él les dijo: ‘A fin de hallar la guía verdadera, necesitan un dios, y yo voy a darles uno’. De modo que recolectó todo el oro y las joyas de ellos, y los fundió. Durante el proceso, lanzó un puñado de polvo de oro, actuando como un mago para impresionar a los ignorantes. A partir del metal fundido, hizo un becerro de oro. Era hueco, y cuando el viento pasaba a través de él, producía un sonido”.
Era como si hubiera conseguido hacerles un dios viviente. El hermano de Moisés, Aarón, tuvo miedo de enfrentarse a la gente, pero cuando vio el ídolo y se dio cuenta de que se estaba cometiendo un pecado grave, habló. Le recordó a la gente que debían adorar sólo a Dios y les advirtió de las graves consecuencias de sus actos, tanto de Moisés a su regreso como de Dios mismo. Aquellos que permanecieron fieles a su creencia en Dios se apartaron de aquellos que adoraron al ídolo. Cuando Moisés regresó con su pueblo, los vio cantando y bailando alrededor del becerro de oro. Estaba furioso.
Dios castiga a los idólatras y Moisés muere
Moisés no podía creer lo que veían sus ojos, a pesar de que Dios le había advertido que un castigo severo estaba por caer sobre su pueblo por adorar al becerro de oro. El corazón de Moisés estaba lleno de vergüenza y de ira. Su propio pueblo había sido testigo del poder y la majestad de Dios, sin embargo actuaba de forma hostil y sin temor al castigo de Dios.
“Dijo [Dios]: Por cierto que hemos puesto a prueba a tu pueblo después de que los dejaste, y el samaritano los extravió [exhortándolos a adorar el becerro]. Y cuando Moisés regresó ante su pueblo airado y apenado, les dijo: ‘¡Oh, pueblo mío! ¿Acaso vuestro Señor no os ha hecho una hermosa promesa? ¿Es que os parece que me ausenté por mucho tiempo? ¿Acaso queréis que la ira de vuestro Señor se desate sobre vosotros, y por ello quebrantasteis la promesa que me hicisteis?’” (Corán 20:85-86)
Moisés se volvió hacia su hermano Aarón, se enojó y lo tomó por la barba acercándolo de cabeza hacia él. Le gritó a su hermano Aarón exigiéndole que explicara por qué había desobedecido las instrucciones que le había dado, y por qué había permitido que As-Samiri engañara a los hijos de Israel. Aarón le explicó que la gente no lo había escuchado y habían estado a punto de matarlo. Pidió a Moisés que no permitiera que los idólatras los separaran. Aarón no era tan fuerte y poderoso como su hermano y temía no ser capaz de controlar a su pueblo, por lo que había esperado el regreso de su hermano Moisés.
La promesa de Dios es verdadera y su castigo no se hizo esperar. Moisés se enfrentó con As-Samiri y lo envió al exilio.
“Dijo [Moisés]: ‘Aléjate de nosotros; ciertamente tu castigo en esta vida será vivir sólo, sin que nadie se te acerque, y [en la otra] te aguarda una cita ineludible [el Día del Juicio]. Y observa [lo que haremos con] lo que consideraste tu divinidad, y a lo cual has adorado: Lo quemaremos y esparciremos sus restos en el mar. Ciertamente vuestra única divinidad es Dios. No existe nada ni nadie con derecho a ser adorado salvo Él, y todo lo abarca con Su conocimiento’”. (Corán 20:97-98)
El castigo impuesto a los idólatras fue severo.
“Y cuando Moisés dijo a su pueblo: ‘¡Oh, pueblo mío! Ciertamente habéis sido injustos con vosotros mismos al tomar el becerro [como objeto de adoración]. Arrepentíos ante vuestro Señor y mataos unos a otros [ejecutando a quienes adoraron el becerro]. Ello será lo mejor para vosotros ante vuestro Creador. Así os perdonará, pues Él es Indulgente, Misericordioso’”.  (Corán 2:54)
Dios es el Más Misericordioso y perdona. Después de que los hijos de Israel se habían purificado y habían ejecutado a los idólatras, Dios aceptó su arrepentimiento. Incluso después de su continua hostilidad y obstinación, los hijos de Israel sintieron de nuevo la gracia de Dios sobre ellos.
Moisés escogió entonces a 70 hombres entre los ancianos más piadosos de los hijos de Israel. Regresó con ellos al Monte Tur. Eran una delegación con la intención de pedir perdón a Dios por su comportamiento. Se quedaron atrás y Moisés se perdió entre la neblina para hablar con Dios mientras los ancianos esperaban. Cuando regresó a ellos, en lugar de sentirse arrepentidos y pedirle disculpas a Moisés, le informaron que realmente no lo seguirían hasta que vieran a Dios con sus propios ojos.
“¡Oh, Moisés! No creeremos en ti hasta que veamos a Dios en forma manifiesta”. (Corán 2:55)
La tierra tembló y los 70 hombres fueron alcanzados por un rayo. Cayeron muertos al suelo. Moisés quedó atónito. De inmediato se preguntó qué le diría a los hijos de Israel. Estos 70 hombres eran los mejores entre su pueblo; Moisés sintió que ahora los hijos de Israel no tenían esperanza. Acudió a Dios.
“Y Moisés eligió entre su pueblo a setenta hombres para que se encontrasen con Nosotros, y cuando les azotó un violento temblor, [Moisés] exclamó: ‘¡Señor mío! Si hubieras querido los habrías aniquilado antes, y a mí también. ¿Acaso nos aniquilarás por lo que han cometido los necios que hay entre nosotros? Ciertamente esto [el becerro] no es sino una prueba con la que extravías y guías a quien quieres. Tú eres nuestro protector, perdónanos y ten misericordia de nosotros; Tú eres el más Indulgente. Y concédenos el bienestar en esta vida y en la otra; ciertamente nosotros nos hemos arrepentido’. Dijo [Dios]: ‘Azoto con Mi castigo a quien quiero, pero sabed que Mi misericordia lo abarca todo, y se la concederé a los piadosos que pagan el Zakat y creen en Nuestros signos’”. (Corán 7:155-156)
Dios es en verdad el Más Misericordioso y Su misericordia abarca todas las cosas. Cuando Moisés suplicó a Dios, Él resucitó a los 70 ancianos muertos. Por muchos años, los hijos de Israel vagaron por el desierto y tierras baldías. El profeta Moisés sufrió mucho a manos de ellos. Soportó su amotinamiento, hostilidad, ignorancia e idolatría, y ellos incluso le causaron daños personales. Sufrió sólo por causa de agradar a Dios. Después de muchos años el Profeta Aarón murió, de modo que Moisés estaba finalmente sin su mayor apoyo. Sin embargo, se mantuvo firme, continuó en el desierto sin alcanzar nunca la tierra prometida. Moisés murió, rodeado aún por los hostiles hijos de Israel. Rodeado por la gente que se negó a ver los milagros que tenían ante sus ojos, a pesar de que Dios en Su misericordia continuaba dándoles oportunidad tras oportunidad.
En las tradiciones del Profeta Muhammad, la paz y las bendiciones de Dios sean con él, se cuenta la muerte del Profeta Moisés: “El ángel de la muerte fue enviado a Moisés. Cuando llegó, Moisés lo golpeó en el ojo. El ángel regresó a su Señor diciendo: ‘Me has enviado a un siervo que no desea morir’. Dios dijo: ‘Regresa con él y dile que ponga su mano sobre el lomo de un buey, y que por cada pelo que quede debajo de ella le otorgaré un año de vida’. Moisés dijo: ‘¡Oh Señor!, ¿qué pasará después?’ Dios contestó: ‘Morirás’. Moisés dijo: ‘¡Que la muerte llegue ya!’ Moisés pidió entonces a Dios que le dejara morir cerca de la Tierra Santa, estando a una distancia de un tiro de piedra de ella”[1].
¡Pon tu confianza en Dios!
La condición humana está llena de pruebas, preocupaciones y curvas de aprendizaje tremendas. La vida está llena de sorpresas. Sin embargo, recordar a Dios y esforzarse por complacerlo es la clave para la salvación de la humanidad. El Corán contiene historias inspiradoras de la vida de los Profetas y de hombres y mujeres rectos. La vida de Moisés se discute con frecuencia y su historia nos enseña que Dios es Misericordioso, Confiable y Cariñoso. Allah, el Más Clemente, no nos ha dejado solos, nos ha proporcionado Su guía y Su luz.
“Por cierto que en las historias [de los Profetas] hay un motivo de reflexión para los dotados de sano juicio. No es [el Corán] un relato inventado sino una confirmación de lo revelado anteriormente, y es una explicación detallada de todas las cosas, guía y misericordia para los creyentes”. (Corán 12: 111)
A lo largo de esta serie de artículos hemos aprendido sobre la tremenda fortaleza de carácter de Moisés y su habilidad para perseverar incluso en circunstancias extremas. Moisés siguió los mandamientos de Dios con valor y determinación, y más allá de todo; poseía una característica de gran importancia, la característica de la sinceridad. Moisés era sincero en todos sus esfuerzos. Sin importar lo que hiciera, actuaba siempre con el propósito expreso de agradar a Dios. Cuando la determinación es acompañada con sinceridad, el carácter de una persona puede llegar a ser extraordinario.
Durante los años en que los hijos de Israel vagaron por el desierto sin poder entrar a la tierra prometida, Moisés encontró a Jidr y pasó un tiempo con él. Un hombre que la mayoría de los eruditos cree que era un Profeta.
Ibn Kazir narró que un día alguien le preguntó a Moisés: “Oh, Mensajero de Dios, ¿hay en la tierra alguien con más conocimiento que tú?” Moisés le contestó: “¡No!”, creyendo que, ya que Dios le había permitido hacer milagros y le había entregado la Tora, él debía ser el hombre vivo más sabio. Esto, sin embargo, no era cierto. El encuentro de Moisés con Jidr le enseña a la humanidad que ninguna persona puede tener toda la información disponible y que, aunque pensemos que somos inteligentes y sabios, la necesidad de buscar el conocimiento nunca termina. Cuando Moisés se dio cuenta de la existencia de Jidr, pidió reunirse con él.
Dios le dijo a Moisés que pusiera un pez vivo en un recipiente. Cuando el pez desapareciera, él se encontraría con el hombre que buscaba. Moisés inició su viaje acompañado por un joven que llevaba el recipiente con el pescado. Llegaron a un lugar donde se encontraban dos mares y decidieron descansar allí. Moisés se durmió al instante. Mientras dormía, su compañero vio cómo el pez se escapaba hacia el mar y se iba nadando, pero olvidó informar de ello a Moisés.
Cuando Moisés despertó, continuó su viaje hasta que estaban exhaustos y hambrientos. Moisés pidió comida. Sólo cuando hizo esto, su compañero recordó que el pescado se había escapado. Al oír esto, Moisés exclamó: “¡Eso es exactamente lo que buscábamos!” Volvieron rápidamente sobre sus pasos para encontrar el lugar donde los mares se encontraban y donde el pez había saltado.
Cuando Moisés se dio cuenta que habían tomado la dirección equivocada, de inmediato volvió atrás. No siguió adelante con la esperanza de proteger su reputación o ahorrar tiempo, él sabía que el camino era errado y lo corrigió. En esta vida, muchos de nosotros elegimos el camino incorrecto, pero nos da miedo o vergüenza volver atrás y tomar una dirección distinta. Hay grandes lecciones para aprender de los actos del Profeta Moisés. Una vez una persona se da cuenta que va en la dirección equivocada en la vida, debe de inmediato dar la vuelta y volver al camino correcto. Uno no debe considerar esto como una derrota, sino como una victoria.
Cuando Moisés regresó al camino correcto, conoció a Jidr. Fue un encuentro diseñado para darle la luz del conocimiento. Este momento histórico de la reunión de Moisés con Jidr se narra en el Corán en el capítulo 18, “La Cueva”.
“Moisés le dijo: ‘¿Puedo seguirte para que me instruyas sobre aquello que se te ha enseñado?’ Respondió: ‘Tú no podrás soportarlo. ¿Cómo podrías soportar algo que desconoces?’ Dijo: ‘Verás, si Allah quiere, que lo resistiré y no te desobedeceré’. Dijo: ‘Si me sigues, no me preguntes sobre nada hasta que yo no te haga mención de ello’. Y partieron hasta que abordaron una embarcación a la que dañó. Dijo [Moisés]: ‘¿La has dañado para que se ahoguen quienes la abordaron? Has cometido algo asombroso y grave’. Dijo: ‘¿No te había dicho que no lo soportarías?’ ‘Disculpa mi olvido, y no me impongas una carga muy difícil’. Y partieron hasta que se encontraron con un niño al que mató. Dijo [Moisés]: ‘¿Has matado a una persona inocente sin que él haya matado a nadie? Por cierto que has cometido algo terrible’. Dijo: ‘¿No te había dicho que no lo soportarías?’ Dijo [Moisés]: ‘Si vuelvo a preguntarte por algo, no consientas en que te acompañe. Ya me has disculpado varias veces’. Y partieron hasta que llegaron a un pueblo y pidieron a sus habitantes que los alimentaran, pero ellos se negaron a ser hospitalarios. Luego encontraron en el pueblo un muro que estaba a punto de derrumbarse, y lo reconstruyó. Dijo [Moisés]: ‘Si hubieras querido, podrías haber pedido una paga por ello’. Dijo: ‘Aquí nos separamos. Pero te informaré acerca de aquello que no pudiste soportar.
En cuanto a la embarcación, pertenecía a unos pobres que trabajaban en el mar, y quise averiarla porque detrás de ellos venía un rey que se apoderaba por la fuerza de todas las naves que estuvieran en perfectas condiciones. En cuanto al niño, sus padres eran creyentes y supimos que él los induciría al desvío y la incredulidad. Quiso su Señor concederles en su lugar otro hijo más puro y benevolente. En cuanto al muro, pertenecía a dos jóvenes huérfanos del pueblo. Había debajo de él un tesoro que les pertenecía. Su padre había sido un hombre piadoso y tu Señor quiso que cuando alcanzaran la madurez encontrasen el tesoro, como una misericordia de tu Señor. Yo no lo hice por propia iniciativa. Ésta es la razón de aquello que no pudiste soportar’”. (Corán 18:66-82)
La historia de Moisés y Jidr nos recuerda que Dios es el Más Sabio. La frágil vida del ser humano puede contener mucha alegría y risas, pero a veces nos vemos acosados por las pruebas, las tragedias y las calamidades que aparentemente no tienen sentido. Como creyentes, debemos creer que todo lo que Dios decreta surge de Su Sabiduría Suprema y Absoluta.



[1] Sahih Al-Bujari

Moisés, profeta y legislador hebreo, fundador de Israel o del pueblo judío. La historia de su vida se relata sobre todo en los libros Éxodo y Deuteronomio del A.T.. Nació en Gosén, región del antiguo Egipto. Los judíos residentes en Egipto se hallaban esclavizados por el faraón. Poco antes del nacimiento de Moisés, el faraón había ordenado dar muerte a todos los varones hebreos recién nacidos. Para salvar a su hijo, su madre le colocó en una cesta de papiro que echó al Nilo, episodio que fue observado por su hermana Miriam (Éx.2:4; Nu.26:59). Fue rescatado por la hija del faraón, que crió al niño como si fuera suyo.

Moisés mató a un egipcio que a su vez había asesinado a un hebreo, por lo que hubo de huir de Egipto. En el exilio, Moisés fue pastor toda su vida. A los 80 años, Jehová, se le apareció en una zarza ardiente y le ordenó volver a Egipto y salvar a su pueblo de la esclavitud. Una vez hecho esto, debía guiarlos hacia la tierra de Canaán, donde debían instalarse de forma permanente. Para ayudarle en el proyecto, Jehová otorgó a Moisés el poder de realizar milagros.

Moisés se presentó ante el faraón junto con su hermano Aarón, pero a pesar de los milagros realizados azotando a los egipcios con una serie de plagas—, el faraón se negó a liberar al pueblo hebreo. Al final, aceptó que Moisés condujera a los hebreos fuera de Egipto, camino de Canaán. Al aproximarse al Mar Rojo, un ejército egipcio enviado por el faraón se les aproximó. Moisés extendió su brazo, dividiendo el mar y formando murallas de agua a derecha e izquierda. Los hebreos cruzaron el tramo, pero cuando los egipcios intentaron seguirles, las murallas de agua cayeron sobre ellos y los ahogaron.

Al llegar al pie del monte Sinaí, en la península homónima, Moisés subió a la cima para hablar con Jehová. Estuvo con él por 40 días y 40 noches y recibió dos tablas de piedra en las que estaban escritos los Diez Mandamientos.

Tras 40 años de travesía del desierto bajo la dirección de Moisés, periodo signado por diversas tribulaciones como terremotos, plagas, incendios, sequías y guerras con los pueblos nativos de Palestina, los hebreos llegaron al fin a Canaán. Jehová permitió a Moisés divisar la Tierra Prometida, desde la cima del monte Nebó, y después de esta visión murió. Sin embargo, ya había entregado el liderazgo del pueblo a Josué. Aunque es difícil precisar las fechas de nacimiento y muerte de Moisés, numerosos especialistas contemporáneos aseguran que el éxodo tuvo lugar en el siglo XIII a.C.

Además Moisés fue quizá el autor de los cinco primeros libros del Antiguo Testamento, denominados en su conjunto Pentateuco, así como de otras partes del A.T., incluyendo quizá el Libro de Job. Sin embargo, la opinión casi unánime de los especialistas es que estos libros son la obra combinada de numerosos autores.

Moisés se le menciona con frecuencia en el N.T. como en la transfiguración de Cristo, Moisés representa a la Ley (Mt. 17,3). El papel que desempeñó en el A.T. es reseñado en la Epístola a los Hebreos, comparándolo con el de Cristo (Heb. 3:1-6). También se le menciona en el Evangelio de San Juan, de nuevo para destacar el papel de Cristo (Jn.1:17) como refrendo de lo anunciado en las Escrituras.

También el islam, que le llama Musa, le venera.



Moisés

Profeta y legislador hebreo, fundador de Israel o del pueblo judío. También el islam, que le llama Musa, le venera. La historia de su vida se relata sobre todo en los libros Éxodo y Deuteronomio del Antiguo Testamento. Según estos relatos, nació en Gosén, región del antiguo Egipto. A la sazón, los judíos residentes en Egipto se hallaban esclavizados por el faraón. Poco antes del nacimiento de Moisés, el faraón había ordenado dar muerte a todos los varones hebreos recién nacidos. Para salvar a su hijo, su madre le colocó en una cesta de papiro que echó al Nilo, episodio que fue observado por su hermana Miriam (Éx. 2,4; Núm. 26,59). Fue rescatado por la hija del faraón, que crió al niño como si fuera suyo. Ya adulto, Moisés mató a un egipcio que a su vez había asesinado a un hebreo, por lo que hubo de huir de Egipto. En el exilio, Moisés fue pastor toda su vida. A los 80 años, Dios se le apareció en una zarza ardiente y le ordenó volver a Egipto y salvar a su pueblo de la esclavitud. Una vez hecho esto, debía guiarlos hacia la tierra de Canaán, más tarde denominada Palestina, donde debían instalarse de forma permanente. Para ayudarle en el proyecto, Dios otorgó a Moisés el poder de realizar milagros.


El éxodo
Moisés se presentó ante el faraón junto con su hermano Aarón, pero a pesar de los milagros realizados -como convertir en sangre las aguas del Nilo y azotar a los egipcios con una serie de plagas-, el faraón se negó a liberar al pueblo hebreo. Al final, aceptó que Moisés condujera a los hebreos fuera de Egipto, camino de Canaán. Al aproximarse al Mar Rojo, un ejército egipcio enviado por el faraón se les aproximó. Moisés extendió su brazo, dividiendo el mar y formando murallas de agua a derecha e izquierda. Los hebreos cruzaron el tramo, pero cuando los egipcios intentaron seguirles, las murallas de agua cayeron sobre ellos y los ahogaron. Al llegar al pie del monte Sinaí, en la península homónima, Moisés subió a la cima para hablar con Dios. Estuvo con la divinidad 40 días y 40 noches y recibió dos tablas de piedra en las que estaban escritos los Diez Mandamientos, que a partir de entonces constituyeron las leyes fundamentales de los hebreos. Tras 40 años de travesía del desierto bajo la dirección de Moisés, periodo signado por diversas tribulaciones como terremotos, plagas, incendios, sequías y guerras con los pueblos nativos de Palestina, los hebreos llegaron al fin a Canaán. Dios permitió a Moisés divisar la Tierra Prometida, desde la cima del monte Nebó (hoy Jordania), y después de esta visión murió. Sin embargo, ya había entregado el liderazgo del pueblo a Josué. Aunque es difícil precisar las fechas de nacimiento y muerte de Moisés, numerosos especialistas contemporáneos aseguran que el éxodo tuvo lugar en el siglo XIII a.C.


El Pentateuco
Además de ser uno de los líderes nacionales y legisladores más famosos de la historia, Moisés fue quizá el autor de los cinco primeros libros del Antiguo Testamento, denominados en su conjunto Pentateuco, así como de otras partes del Antiguo Testamento, incluyendo quizá el Libro de Job. Sin embargo, la opinión casi unánime de los especialistas es que estos libros son la obra combinada de numerosos autores.


En el cristianismo

Moisés es un personaje bien conocido en el cristianismo, y se le menciona con frecuencia en el Nuevo Testamento. En la transfiguración de Cristo, Moisés representa a la Ley (Mt. 17,3). El papel que desempeñó en el Antiguo Testamento es reseñado en la Epístola a los hebreos, comparándolo con el de Cristo (Heb. 3,1-6). También se le menciona en el Evangelio de San Juan, de nuevo para destacar el papel de Cristo (Jn. 1,17) como refrendo de lo anunciado en las Escrituras.



Video de Moisés:


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