Profeta del Antiguo Testamento, 4 de septiembre | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
No existen datos históricos que fundamenten la existencia real de Moisés, pues todas las referencias a él son muy posteriores, cuando ya se había formado el judaísmo. Hipótesis sobre el origen de su nombreSe cree que el nombre Moisés deriva de la supresión de una parte del nombre egipcio original que habría tenido este personaje, puesto que en el antiguo Egipto se colocaba el nombre de un dios antes de la palabra mses. Por ejemplo Ramsés significaba ‘engendrado por Ra’, así que Moisés al huir de Egipto y renegar de su origen egipcio quedó solo como Mses.Moisés significa = nacido de las aguas = en egipcio antiguo.1 En Éxodo 2:10 se narra: «Y cuando el niño creció, ella lo trajo a la hija del Faraón, la cual lo prohijó, y le puso por nombre Moisés, diciendo: “Porque de las aguas lo saqué”».2 En su libro Antigüedades judías (94 d. C.), el escritor judío Flavio Josefo (Yosef bar Mattityahu) da otra versión: mo: ‘agua’, uses: ‘salvado de’, que coincide con el sentido del nombre explicado por la Torá. Hagiografía de Moisés según la tradiciónLa Torá narra como Moisés lideró junto a su hermano Aarón la salida de los hebreos de Egipto y recibió la Torá de manos de Dios - Yahvé —tras haberle sido dictada por inspiración divina— en el monte Sinaí. La Torá comprende la historia de la vida de Moisés y de su pueblo hasta su muerte a la edad de 120 años, que según algunos cálculos exegéticos tuvo lugar en el año judío de 2488, que equivale a 1272 a. C.NacimientoCuando Moisés nació, el faraón ordenó que todo hijo varón de un esclavo hebreo fuera arrojado al Nilo. Iojebed, la tía paterna y esposa del levita hebreo Arman, dio a luz a un pequeño, y lo escondió durante los tres primeros meses. Cuando no pudo ocultarlo más, lo colocó en una cesta (embadurnada con barro en su interior y brea en el exterior para hacerla impearmeable) a la deriva del río Nilo. Con tan buena suerte que fue encontrado por la hija del faraón, Batía, quién le llamó Moisés.Miembro de la familia del faraón egipcio.Cuando la princesa Batía escogió que una mujer hebrea cuidara de Moisés, la escogida fue nada más y nada menos que su madre biológica. Durante dos años lo amamantó y después fue entregado a la princesa. Cuenta la tradición oral (recopilada en la Mishná) que con tres años, Moisés estaba sentado junto a la familia del faraón y los ministros. Moisés bajó del regazo de Batía, caminó hacia el faraón, levantó su corona y la colocó sobre su propia cabeza. El consejero del faraón Bilam exclamó que se trataba de una acción profética y que Moisés le arrebataría el trono. Por tal motivo, otro ministro sugirió una prueba: sugirió colocar enfrente del pequeño un diamante y un trozo de carbón ardiendo para valorar la astucia del niño. Moisés no sólo agarró el carbón ardiente, también se lo llevó a su boca. Se quemó los labios y la lengua, dificultándole el habla (una característica que está mencionada en la Torá) y, por tal motivo, la tradición oral determina que el pueblo hebreo, a sabiendas de la incapacidad de Moisés para la oratoria, comprendió que su líder solo podía dirigirse a ellos por una influencia divina.Cuando Moisés se hizo adulto, empezó a visitar asiduamente a los esclavos. Un día, al ver cómo un capataz egipcio golpeaba brutalmente a un supervisor hebreo llamado Datán, Moisés mató al capataz egipcio y ocultó su cuerpo bajo la arena, esperando que nadie estuviera dispuesto a revelar algo sobre el asunto. Al día siguiente, vio al joven que había salvado, peleando con su hermano e intentó separarlos. Los dos hermanos, enfadados por la intromisión de Moisés, lo delataron al faraón y Moisés tuvo que huir de Egipto. Exilio personalEn una de sus exégesis, Najmánides señala que transcurrió un período prolongado entre la partida de Moisés de Egipto y su arribo a Madián.Allí trabajó para Jetró (יִתְרוֹ, itró, ‘sacerdote’ en hebreo) de Madián, con cuya hija Séfora se casó más tarde. Allí trabajó durante cuarenta años como pastor, tiempo durante el cual nació su hijo Gershom. Revelación en la zarza ardienteSegún se narra en la Biblia, en cierta ocasión Moisés llevó a su rebaño al monte Horeb y allí vio una zarza que ardía sin consumirse. Cuando se volvió a un lado para observar más de cerca aquella maravilla, el Dios Yahvéh le habló desde la zarza, revelando su nombre (es decir su verdadero significado) a Moisés.En la época del emperador Constantino, el monte Horeb fue identificado con el monte Sinaí, pero la mayoría de los expertos creen que se encontraba mucho más al norte[cita requerida]. De acuerdo con la tradición, Yahvé dijo a Moisés que debía volver a Egipto y liberar a su pueblo de la esclavitud. Moisés declaró a Yahve que él no era el candidato para realizar dicha obra encomendada, dado que al parecer padecía de tartamudez. Yahvé le aseguró que le proporcionaría el apoyo para su obra entregándole las herramientas adecuadas. Moisés obedeció y regresó a Egipto, donde fue recibido por Aarón, su hermano mayor, y organizó una reunión para avisar a su pueblo de lo que debían hacer. Al principio, Moisés no fue muy bien recibido; pero la opresión era grande y Moisés realizó señales para que su pueblo lo siguiera como un enviado de Yahvé. Sin embargo, según el relato bíblico, lo más difícil fue persuadir al faraón para que dejase marchar a los hebreos. De hecho, estos no obtuvieron el permiso para partir hasta que Yahvé envió diez plagas sobre los egipcios. Estas plagas (palabra mal empleada, pues en el hebreo bíblico se habla más bien de «señales»), culminaron con la matanza de los primogénitos egipcios, lo cual causó tal terror entre los egipcios que ordenaron a los hebreos que se fueran. Inicio del éxodo hebreoLa gran caravana de los hebreos se movía lentamente y tuvo que acampar hasta tres veces antes de dejar atrás la frontera egipcia, la cual se cree que estaba establecida en el Gran Lago Amargo. Otros han sugerido que como muy lejos estaría en la punta más septentrional del Mar Rojo (una mala traducción de la expresión hebrea yam Suf, que significa Mar de juncos). Mientras tanto el faraón cambió de opinión y salió tras la pista de los hebreos con un gran ejército. Atrapados entre el ejército egipcio y el Mar Rojo, los hebreos se desesperaron, pero Yahvé dividió las aguas del mar por mediación de Moisés, permitiendo a los hebreos cruzarlo con seguridad. Cuando los egipcios intentaron seguirlos, las aguas volvieron a su cauce ahogando a los egipcios.La fecha del ÉxodoAunque la Biblia no cita al faraón del Éxodo por su nombre, sí da la fecha exacta del Éxodo. En 1Reyes 6:1 se lee que Salomón comenzó a construir el Templo en el cuarto año de su reinado, 480 años después que los hijos de Israel salieron de Egipto. La mayoría de los estudiosos de la Biblia estiman que el cuarto año del reinado de Salomón fue hacia el año 966 a. C.3 Según esto la fecha de Éxodo sería hacia el año 1446 a. C., cuando gobernaba Tutmosis III, sin embargo no hay ningún documento ni resto arqueológico egipcio que confirme este acontecimiento.Experiencia en el monte SinaíMoisés suele ser representado con las tablas de los Diez mandamientos. Yahvé le dio estos Mandamientos directamente a Moisés en el monte Sinaí durante la travesía en el desierto de Sinaí (véase siguiente sección). Moisés subió al monte a recibir las tablas del pacto, y estuvo ahí 40 días. Yahvé le dio dos tablas de piedra escritas con Su dedo. (Deuteronomio 9:9-10, Éxodo 31:18). Aunque en Éxodo 20, parece como si fuera Yahvé quien le dicta.Estas tablas de la ley recogían los diez mandamientos, unas leyes básicas de obligado cumplimiento para todo el pueblo hebreo. Además de ello, le dio una serie de Leyes menores que deberían ser también observadas. Cuando Moisés bajó a notificar a su pueblo, descubrió que en su ausencia habían fundido todo el oro y habían construido un becerro de oro, representación del dios egipcio Apis y le veneraban. Moisés montó en cólera, arrojó a su pueblo las Tablas de la Ley (que se rompieron) y quemó la estatua de oro. Travesía en la península del SinaíLa travesía por una serie de parajes inhóspitos de la gran masa de personas fue dura y muchos empezaron a dar rumores y a murmurar contra sus líderes (Moises y Aarón), aduciendo que era mejor estar bajo el yugo egipcio que padecer las penurias de la travesía. Moisés realizó innumerables milagros para aplacar la dureza de la travesía y demostrar al pueblo de Israel que Yahvé los guiaba. Las manifestaciones divinas fueron pródigas.Para alimentarlos, Yahvé hizo llover maná del cielo. Para beber, les dio múltiples fuentes de agua, como la fuente de agua amarga convertida en agua dulce, o la roca en la cual Moisés perdió el derecho de entrar en la Tierra Prometida, a causa de no alabar correctamente a Dios. En su travesía por los desiertos, Israel lucha por primera vez contra los amalecitas, que eran un pueblo principal y vencen solo por la pujanza de Moisés. (Éxodo 17:8). Israel además vence a Arad, a los amorreos liderados por Sehón (Números, 21) y rodean tierras por donde no se les permite combatir ni se les da el paso, como es el caso de las tierras de Edom. En el monte Sinaí, el pueblo judío fue organizado doctrinalmente por el sacerdocio menor de Aarón. Se les inculca estatutos, mandamientos y por sobre todo el desarrollar fidelidad a los convenios con Yahvé. Esta historia es contada en el Levítico. En el mismo monte, Yahvé entrega el Decálogo de los Diez Mandamientos, pero al bajar Moisés junto a Josué, encuentra a su pueblo adorando un becerro de oro. Esta perversión a los ojos de Yahvé fue castigada con la muerte de quienes lideraban estas prácticas paganas, situaciones como esta se sucederían varias veces en el trayecto hacia Palestina. Yahvé le volvió a dictar sus diez mandamientos y para transportar las sagradas escrituras, se construyó el arca de la alianza. Para portar dicha arca, se construyó el Tabernáculo, que sería el transporte del arca hasta que se llegara a la tierra prometida, donde se construiría un templo donde albergarla. Ya cerca de la tierra prometida, Moisés encomienda a 12 espías el investigar y dar un reporte de las bondades de la tierra de promisión, pero al volver, 10 de los 12 espías dan un reporte sumamente desalentador sobre las gentes que moraban sobre estas tierras, inculcando miedo a las huestes armadas y por sobre todo desconfianza a las promesas de Yahvé. Esta historia es contada en el libro de Números. Según esos textos, Yahvé ―al ver el miedo de su pueblo elegido― prohibió la entrada de todo varón de guerra (mayores de 20 años) a la tierra de promisión, incluyendo al mismo Moisés a quien solo se le permitió verla desde lo alto de un monte (Nebo). Hay que aclarar, sin embargo, que la prohibición no incluía a los levitas (tribu a la que pertenecía Moisés), quienes no estaban registrados para la guerra, ni tampoco a Josué y Caleb, quienes sí mostraron fe en las promesas divinas. A Moisés no se le permitió entrar por un incidente posterior en el que se atribuyó crédito personal por un milagro de Yahvé (Números capítulo 20) Ya estando cerca de Moab, Balac, rey de los moabitas ve venir a Israel por el margen oriental y teme del pueblo de Israel, manda a llamar a Balaam, un sacerdote de Melquisedec (Números 22) para que maldiga al pueblo de Israel; pero Yahvé envía a un ángel a interponerse en el camino de Balaam hacia el monte de Bamot-Baal y es persuadido a bendecir al pueblo israelita y lo hace tres veces a pesar de los deseos de Balac. Finalmente, tras cuarenta años de vagar por el desierto, los hebreos de aquella generación murieron en el desierto (Éxodo 16: 35; Números 14: 33, 34: Deuteronomio 1: 1-3; 2: 7; 8: 2, 4). Una nueva generación de hebreos libres, nacidos en el éxodo, llegaron a la Tierra Prometida y entraron por fin a ella guiados por Josué. Moisés, permaneció con aquellos que no iban a entrar a las tierras prometidas y sabiendo que no estaba lejos la hora de su muerte, le pasó el mando a Josué. Josué cruza el río Jordán dejando atrás casi 40 años de permanencia en el desierto de Parán y una distancia recorrida cercana a los 1000 km (a razón de 25 km/años) desde que dejaron Pi-Ramsés en Egipto. Cuando murió Moisés, a la edad de ciento veinte años, fue llorado por su pueblo durante treinta días y treinta noches, su sepulcro jamás ha sido hallado. Moisés en el judaísmoHay multitud de historias e información adicional sobre Moisés en las exégesis rabínicas conocidas como Midrásh, así como en los textos más importantes de la ley oral judía, del Mishná y del Talmud.Moisés en el cristianismoPara los cristianos, Moisés es a menudo un símbolo del contraste entre el judaísmo tradicional y las enseñanzas de Jesús. Los escritores del Nuevo Testamento comparan las palabras y los hechos de Jesús con los de Moisés para explicar la misión de Jesús. En el libro de los Hechos de los Apóstoles, por ejemplo, el rechazo de Moisés cuando los judíos adoraban al becerro de oro se compara con el rechazo a Jesús, también por parte de los judíos.Moisés también figura en varios de los mensajes de Jesús. Cuando conoce al fariseo Nicodemo por la noche, en el tercer capítulo del Evangelio de Juan, compara el alzado de la serpiente de bronce en el desierto, que cualquier hebreo podía mirar para ser curado, con su propia ascensión a los cielos (tras su muerte y resurrección) de modo que la gente lo vea y ser curada. En el sexto capítulo, Jesús responde a sus seguidores que Moisés hizo que cayera el maná en el desierto diciendo que no había sido él, sino Yahvé, quien había obrado el milagro. Llamándolo el «pan de la vida», Jesús afirma que ahora es él quien alimenta al pueblo de Yahvé. En la carta de Judas contiene una breve mención de una disputa entre el arcángel Miguel y el diablo por el cuerpo de Moisés.4 La iglesia católica lo venera como santo, como a todos los patriarcas y profetas del Antiguo Testamento. Moisés en el islamEn el Corán, el libro sagrado del islam, la vida de Moisés (Musa) se narra y se recuerda más que la de cualquier otro profeta reconocido por los musulmanes. Aunque el Corán reitera que es una figura principalmente judía, se encuentran pocas diferencias.Origen del «Pentateuco» de MoisésSe ha asumido tradicionalmente que Moisés recibió de Yahvé y transcribió todos los textos de la Torá. Ésta sigue siendo la creencia de la mayoría de los cristianos y de la mayoría de los judíos ortodoxos. Sin embargo, los avances en la crítica textual han convencido a muchos expertos e historiadores de que estos textos, en la forma en que nosotros los conocemos actualmente, fueron tomados y adaptados de varias fuentes. Esta idea se discute en la hipótesis documental.El islamismo, por su parte, está de acuerdo con los estudios de crítica textual y la hipótesis documental. El Corán afirma que Yahvé reveló personalmente el texto de la Torá a Moisés, tal y como creen judíos ortodoxos y muchos cristianos. Pero afirma también que el texto original de la Torá ha sido adulterado, manipulado y corrompido a lo largo de los siglos, por lo que hoy día, aunque aún contiene fragmentos de la revelación original, ya no es 100% revelación divina. En ese sentido, para los musulmanes la hipótesis documentaria y otros estudios hechos por eruditos bíblicos, que revelan que la Torá como la conocemos hoy día es el fruto del trabajo de varios autores a lo largo de varios siglos, es la confirmación de lo que dice el Corán al respecto, y por ello defienden la idea de que la Torá actual no es 100% confiable. Historicidad de MoisésAlgunos de los historiadores sugieren que Moisés nunca existió como figura histórica, y que el Éxodo es un mito. Por otra parte, los documentos históricos están tan fragmentados que los textos extrabíblicos que pudieran hablar de Moisés pueden haberse perdido para siempre en tiempos remotos[cita requerida]. Por ejemplo, si el Éxodo tuvo lugar durante el fin de la era de los hicsos en Egipto, tal y como afirman algunos expertos (siglo XVI a. C.), entonces sus documentos sobre Moisés probablemente habrían sido destruidos deliberadamente cuando los egipcios los expulsaron[cita requerida].Las referencias adicionales sobre Moisés datan de muchos siglos después de la época en la que supuestamente vivió. Se desconoce si se basan únicamente en la tradición judía o si también han tomado aspectos de otras fuentes. Algunos como Flavio Josefo, Filón de Alejandría y Manetón hablan de él. También existen, por supuesto, los relatos antes mencionados en la Mishná y el Corán. En el siglo III a. C., Manetón, un cronista y sacerdote heleno-egipcio, afirmó que Moisés no era judío, sino un sacerdote egipcio resentido, y que el Éxodo fue en realidad la expulsión de una colonia de leprosos. Incluso si Moisés se acepta como figura histórica, hay varios aspectos del relato bíblico que pueden ser reinterpretados. La hipótesis de Manetón de que Moisés era egipcio es absolutamente plausible. Se ha sugerido que pudo haber sido un noble o príncipe egipcio influido por la religión de Atón (véase la hipótesis de Freud más abajo), o simplemente un simpatizante de la cultura hebrea. Mosés es un nombre egipcio que significa ‘hijo’ y se utilizó a menudo en los nombres de los faraones (como por ejemplo TutMoses). Los hebreos pudieron haber creado la historia a partir de los relatos de Sargón de Acad (mesopotámico) o Edipo (griego) para legitimar su creencia. Por otra parte, antiguamente las clases más bajas abandonaban a veces a sus hijos, y Moshe es una palabra hebrea que significa ‘rescatado de las aguas’. Poner fecha al Éxodo también ha sido un gran reto. Hay diferentes hipótesis, pero ninguna prueba histórica que lo confirme:
Véase tambiénNotas
Enlaces externos
HISTORIA DE LA SALVACIÓN
Resumen cronológico
ANTES DE CRISTO
Hacia el 1850 ABRAHAM, emigra de Mesopotamia a la tierra de Canaán (Palestina). Su descendencia: Isaac, Jacob, José.
Hacia el 1700 Se establecen en Egipto, por invitación de José, los primeros hebreos. Su descendencia será oprimida.
Hacia el 1250 MOISÉS sale de Egipto por la ruta del desierto. La Alianza del Sinaí.
Hacia el 1220 JOSUÉ entra y conquista la Tierra prometida (Canaán). Los “Jueces" gobiernan.
Hacia el 1030 SAMUEL Y SAÚL primeros reyes de Israel.
Hacia el 1010 DAVID Conquista Jerusalén.
Hacia el 970 SALOMÓN: Rey hijo de David que construye el Templo de Jerusalén .
931 Asamblea de Siquem. El cisma entre el Israel (Norte) y Judá (Sur), dos reinos.
Hacia el 885 Fundación de Samaria por el rey de Israel, Omri.
Hacia el 874 Acab, rey de Israel. Los profetas Elías y Eliseo.
Hacia el 750 Los profetas Amós y Oseas.
740 El profeta Isaías (Libro de Isaías 1-39). El profeta Miqueas.
721 Conquista de SAMARIA por Sargón II de Asiria. Fin del Reino del Norte (Israel).
716 Ezequías, rey de Judá.
Hacia el 630 Los profetas Sofonías y Jeremías.
622 Josías, rey de Judá. Hallazgo de la Ley y reforma religiosa. Primera redacción de los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes.
612 Destrucción de Nínive, capital de Asiria.
El profeta Nahúm.
Hacia el 600 El profeta Habacuc.
587 Conquista de Jerusalén por los babilonios y deportación de los israelitas.
DESTIERRO DE BABILONIA (587-538). El profeta Ezequiel. El Libro de la Consolación de Israel (Oráculos de Isaías 40-55).
539 PERÍODO PERSA. El rey Ciro de los medos y persas conquista Babilonia. (539-333).
538 Edicto
de Ciro concede la libertad a los deportados. Primeros retornos de
judíos a Palestina. (otros judíos se van a Alejandría y otros lugares)
515 DEDICACIÓN DEL SEGUNDO TEMPLO. Los profetas Ageo y Zacarías (1-8). Tal vez Isaías 56-66.
445 Primera misión de Nehemías.
El profeta Malaquías.
Posiblemente aparecen los libros de Job, Proverbios, Cantar de los Cantares, Rut.
Numerosos Salmos.
Hacia el 400 Unificación de la legislación del Pentateuco.
Hacia el 350 El profeta Joel.
Los libros de las Crónicas y de Esdras-Nehemías.
333 Alejandro Magno. Comienzos del PERÍODO GRIEGO o HELENÍSTICO (333-63).
Profecías de Zacarías 9-14.
Judea sometida a los Lágidas de Egipto (323-197).
Libros de Jonás y Tobías.
Después del 300 Comienzo de la traducción griega de la Biblia, llamado de los “SETENTA”.
Helenización de Palestina, Libros del Eclesiastés y Ester.
200 Victoria de Siria sobre Egipto en Panión.
Judea sometida a los Seléucidas de Siria (200-142).
Hacia el 180 Ben Sirá escribe en hebreo el libro del Eclesiástico (Sirácida).
167 Persecución del Antíoco Epífanes (167-164).
166 Rebelión de los Macabeos.
Libro de Daniel.
Fariseos, saduceos y esenios.
132 Traducción griega del libro del Eclesiástico.
Hacia el 125 Segundo libro de los Macabeos.
Hacia el 100 Primer libro de los Macabeos. Libro de Judit.
63 Conquista de Jerusalén por Pompeyo. Comienzo del PERÍODO ROMANO (63 a.C. - 135p.C.).
Hacia el 50 Libro de la Sabiduría.
37 HERODES EL GRANDE. Los procuradores romanos en Palestina.
Hacia el 6 NACIMIENTO DE JESÚS.
4 Muerte de Herodes el Grande, a quien suceden sus hijos Arquelao, Herodes Antipas y Filipo.
A.D.
Hacia el 8 Nacimiento de Pablo en Tarso.
14 TIBERIO, emperador romano.
26 Poncio Pilato, procurador (26-36).
27 Predicación de JUAN EL BAUTISTA.
Comienzos del ministerio de Jesús.
30 Viernes, 7 de abril. MUERTE DE JESÚS.
Pentecostés. La IGLESIA se propaga por el poder del Espíritu Santo.
Hacia el 34 Martirio de Esteban.
Conversión de Pablo.
44 Martirio de Santiago el Mayor, hermano de Juan.
46-48 Primer viaje misionero de Pablo.
Hacia el 48 La asamblea (o “Concilio”) de Jerusalén (Hechos 15).
Hacia el 50 La “Buena Nueva” anunciada se recoge en el PRIMER EVANGELIO ESCRITO (Evangelio arameo de Mateo).
Hacia el 51 Primeras epístolas de Pablo: a los Tesalonicenses.
Hacia el 57 Epístolas a los Gálatas, Corintios, (Filipenses?), Romanos.
Hacia el 58? Epístola de Santiago el Menor, hermano del Señor, obispo de Jerusalén.
Hacia el 62 Epístolas a los Colosenses, Efesios y Filemón (¿y Filipenses?).
Santiago el Menor es lapidado en Jerusalén.
Hacia el 64 Primera epístola de Pedro y Evangelio de Marcos.
Hacia el 65 Primera epístola a Timoteo, Epístola a Tito.
64-67 Martirio de Pedro en Roma.
Epístola a los Hebreos. Segunda epístola a Timoteo.
Primera sublevación judía (66-70).
Hacia el 67 Martirio de Pablo en Roma.
Evangelio griego de Mateo, Evangelio de Lucas, Hechos de los Apóstoles (o hacia el 80).
68 Destrucción del monasterio esenio de Qumrán.
70 ASEDIO Y DESTRUCCIÓN DE JERUSALÉN por Tito.
Epístola de Judas. Segunda epístola de Pedro.
Hacia el 78 El historiador Josefo escribe “La Guerra de los judíos”.
Hacia el 95 Juan, deportado en Patmos, bajo el emperador Domiciano, escribe el Apocalipsis.
Evangelio y epístolas de Juan.
Hacia el 100 Muerte de San Juan en Éfeso.
110 Cartas y martirio de Ignacio de Antioquía.
Carta de Policarpo a los Filipenses.
131-135 Segunda sublevación judía, acaudillada por Simón Bar Kokebá.
134 Conquista de Jerusalén.
Otra cronología: SOBICAIN
La historia del Profeta Moisés
] Español–[ إسباني
﴿ قصة نبي الله موسى ﴾
« باللغة الإسبانية »
عائشة ستايسي
ترجمة: محمد عيسى
غارسيه
Índice
El escenario está listo y el niño nace
Tanto
en el judaísmo como en el cristianismo, Moisés es una figura central. Él es el
hombre del Antiguo Testamento más mencionado en el Nuevo Testamento, guio a los
israelitas liberándolos de la esclavitud en Egipto, se comunicaba con Dios y
recibió los Diez Mandamientos. Moisés es conocido como líder religioso y como
legislador.
En el Islam, Moisés es amado y respetado, él es tanto
Profeta como Mensajero. Dios lo menciona más de 120 veces, y su historia está
repartida por varios capítulos. Es la historia más larga y detallada de un
Profeta en el Corán y se analiza con gran detalle.
La palabra Profeta (Nabi en árabe) se deriva de
la palabra Naba, que significa noticia. El mensaje de Dios
es revelado y el Profeta divulga las buenas nuevas entre su gente. Un Mensajero,
por otro lado, viene con una misión específica, generalmente transmitir un
nuevo ordenamiento de Dios. Todo Mensajero es un Profeta, pero no todo Profeta
es un Mensajero.
El Islam enseña que todos los Profetas llegaron a sus
pueblos con la misma proclama: “Adorad sólo a Allah, pues no existe otra
divinidad salvo Él” (Corán 11:50). Moisés llamó a los hijos de
Israel a adorar sólo a Dios y estableció las leyes prescritas en la Tora.
“Hemos revelado la Torá. En ella hay guía y luz. De
acuerdo a ella, los Profetas que se sometieron a Allah emitían los juicios
entre los judíos, [también lo hacían] los rabinos y juristas según lo que se
les confió del Libro de Allah y del cual eran testigos”. (Corán 5:44)
El Corán es un libro de orientación para toda la humanidad.
No es un libro de historia; sin embargo, contiene información histórica. Dios
nos pide que contemplemos las historias de los Profetas y reflexionemos sobre
ellas, de modo que podamos aprender de sus pruebas, tribulaciones y triunfos.
La historia de Moisés contiene muchas lecciones para la humanidad. Dios dice
que el relato de Moisés y el Faraón en el Corán es verdadero. Es una historia
de intriga política y de opresión que no conoció límites.
“Te narramos parte de la verdadera historia de Moisés y
del Faraón, para [que se beneficien] quienes creen. Por cierto que el Faraón
fue un tirano en la Tierra. Dividió a sus habitantes en clases y esclavizó a un
grupo de ellos [los Hijos de Israel], degollando a sus hijos varones y dejando
con vida a las mujeres; por cierto que fue un corruptor”. (Corán 28:3-4)
Moisés nació en una época cargada políticamente hablando.
El Faraón era la figura de poder dominante en Egipto. Era tan increíblemente
poderoso que se refería a sí mismo como a un dios, y nadie estaba inclinado o
en condiciones de disputar esto. Él dijo: “Yo
soy vuestro Señor supremo”. (Corán 79:24)
El Faraón ejercía su autoridad e influencia sin
esfuerzo sobre toda la gente en Egipto. Utilizaba la estrategia de “divide y
vencerás”. Estableció las diferencias de clases, dividió a la gente en grupos y
tribus, y puso a unos contra otros. Los judíos, los hijos de Israel, fueron
puestos en el nivel más bajo de la sociedad egipcia. Eran los esclavos y
sirvientes. La familia de Moisés era Israelita.
Egipto en aquella época era la superpotencia del mundo
conocido. El poder supremo descansaba en manos de unos pocos. El Faraón y sus
ministros de confianza dirigían todos los asuntos, como si la vida del pueblo
fuera de poca o ninguna importancia. La situación política era en cierto modo
similar al mundo político del siglo XXI. En una época en la que los jóvenes de
todo el mundo son utilizados como carne de cañón por los juegos políticos y
militares de los más poderosos, la historia de Moisés es particularmente pertinente.
De acuerdo con el erudito islámico Ibn Kazir, el
pueblo de Israel hablaba vagamente sobre que uno de los hijos de su nación se
levantaría para arrebatarle el trono de Egipto al Faraón. Quizás era sólo el
sueño persistente de un pueblo oprimido o tal vez una profecía antigua, pero la
historia de Moisés comienza aquí. Un anhelo de libertad junto con el sueño de
un rey tirano.
El pueblo de Egipto estaba influenciado por los sueños
y sus interpretaciones. Los sueños ocuparon un lugar predominante en la historia
del Profeta José, y una vez más en la historia de Moisés el destino de los
hijos de Israel se ve afectado por un sueño. El Faraón soñó que uno de los
hijos de Israel crecía hasta la edad adulta y se apoderaba de su trono.
Fiel a su papel, el Faraón reaccionó con arrogancia y
dio la orden de que todos los niños varones nacidos entre los hijos de Israel
fueran asesinados. Sus ministros percibieron, sin embargo, que esto llevaría a
la aniquilación total de los hijos de Israel y a la ruina económica de Egipto.
¿Cómo —se preguntaron— funcionaría el imperio sin esclavos y sirvientes? La orden
fue alterada: los niños varones serían asesinados un año, pero perdonados al
siguiente.
El Faraón llegó a ser tan fanático que enviaba espías
o agentes de seguridad para que buscaran a las mujeres embarazadas. Si alguna
mujer daba a luz a un hijo varón, este era asesinado de inmediato. Cuando la
madre de Moisés quedó embarazada del niño destinado a llevar a los hijos de
Israel fuera de la esclavitud, ocultó su embarazo. Sin embargo, Dios quiso
hacerle un favor a los débiles y oprimidos, y los planes del Faraón fueron
frustrados.
“Y quisimos agraciar a quienes fueron esclavizados en
la Tierra y los convertimos en líderes ejemplares y sucesores. Les dimos poder
sobre la tierra [de la antigua Siria y Egipto], e hicimos que el Faraón, Hamán
y sus huestes vieran [hecho realidad] lo que temían”. (Corán 28:5-6)
El escenario está listo y el niño ha nacido. Los
vientos de cambio comienzan a soplar y Dios demuestra que los seres humanos
pueden planificar y diseñar, pero sólo Él es el mejor de los planificadores.
La madre de Moisés demuestra que no hay nada más digno
de confianza que Dios, el Único
Hay lecciones para la humanidad a lo largo de la
historia de Moisés que no sólo se aprenden después de su profecía, sino que se
encuentran incluso cuando era un recién nacido. El comportamiento de su piadosa
madre nos da muchas lecciones que son importantes aún hoy día. ¡Pon tu
confianza en Dios!
Moisés nació en un año en el que los hijos del pueblo
de Israel eran asesinados en el instante en que nacían. Imagina el sentimiento
de temor que impregnaba todos los aspectos de la vida en esas condiciones. El
embarazo ya no era un evento a celebrar y apreciar, sino una fuente de miedo e
inseguridad.
Los guardias de seguridad recorrían las calles e
invadían hogares buscando mujeres embarazadas, por lo que la madre de Moisés
ocultó su embarazo. Imagina las condiciones en las que ella dio a luz: temor,
silencio, posiblemente envuelta en la oscuridad. ¿Estuvo sola o rodeada de
mujeres? ¿Su esposo le sujetó la mano, rezando para que ella no gritara
revelándose así a los vecinos o guardias?
Cualesquiera que hayan sido las condiciones, Moisés nació.
Un niño. El corazón de sus padres debió llenarse de alegría y temor al mismo
tiempo. ¿Qué iban a hacer ahora? ¿Cómo iban a ocultar a un recién nacido? La
madre de Moisés era una mujer recta, piadosa y temerosa de Dios; por lo tanto,
en su hora de necesidad se volvió hacia Dios y Él le inspiró sus próximas
acciones.
“Inspiramos a la madre de Moisés [y le dijimos]:
Amamántalo, y cuando temas por él déjalo [en un cesto de mimbre] en el río. Y
no temas ni te entristezcas, porque ciertamente te lo devolveremos y haremos de
él un Mensajero”. (Corán 28:7)
La madre de Moisés acababa de pasar sus últimos meses
ocultando su embarazo por temor a que su hijo fuera condenado a muerte, y ahora
que lo sostiene contra su pecho, Dios le inspira que lo arroje al río. No a un
suave manantial, sino al río Nilo, un enorme río con una corriente fuerte. Su
reacción inicial debe haber sido imaginar que tal acción lo estaría condenando
a una muerte segura.
La madre de Moisés puso su confianza en Dios. “No
temas ni te entristezcas, porque ciertamente te lo devolveremos”. Hizo una
canasta a prueba de agua, puso en su interior a su pequeño hijo y la arrojó al
río. Ibn Kazir narra que en cuanto la canasta tocó el agua, la corriente pasó
de rabiosa a tranquila y suave, meciendo la canasta silenciosamente aguas
abajo. La hermana de Moisés fue instruida por su madre para que se deslizara en
silencio a través de las cañas y siguiera a la cesta en su viaje.
La canasta con su preciosa carga bajó por el río Nilo,
pasando desapercibida por casas, botes y personas, hasta que se detuvo en el
palacio del Faraón. La hermana de Moisés observó temerosa cómo alguien de la
familia del Faraón sacaba la cesta del río. Moisés fue lanzado al río para
escapar de una muerte segura y ahora su lugar de descanso es el palacio del
Faraón. Esto sin duda es demasiado para una madre, sin embargo los eventos que
estaban a punto de desarrollarse demostrarían que la promesa de Dios es
verdadera.
“...Dios siempre le dará una salida a quien Le tema. Y
lo sustentará de donde menos lo espera. Y quien se encomiende a Dios, sepa que
Él le será suficiente y que Dios siempre hace que se ejecuten Sus órdenes.
Ciertamente Él ha establecido a cada cosa su justa medida”. (Corán 65:2-3)
El bebé Moisés fue llevado a Asia, la esposa del
Faraón. Asia, en contraste con su arrogante y orgulloso marido, era una mujer
justa y misericordiosa. Dios abrió su corazón y Asia miró de abajo hacia arriba
al pequeño bebé sintiéndose superada por su amor hacia él. La pareja real no
pudo concebir un hijo y este pequeño niño despertó sus instintos maternales.
Asia lo apretó contra su pecho y le pidió a su marido que aceptara al niño en
la familia.
Posiblemente, en contra de su mejor juicio, el Faraón
aceptó al niño que fue parte del plan de Dios para derribar la casa real. Lejos
de abandonarlo, Dios hizo a Moisés un príncipe de Egipto, y le brindó el mayor
apoyo humano en la tierra. Asia y el Faraón ahora tenían un hijo, que estaba
protegido por la misma persona que había tratado de matarlo.
“Hicimos que lo recogiera la gente del Faraón para que
[sin saberlo] se convirtiera en su enemigo y fuese un pesar para ellos. Por
cierto que el Faraón, Hamán y sus huestes eran pecadores. La mujer del Faraón
dijo: [Este niño] Será mi alegría y la tuya, no lo matéis. Puede que nos
beneficie. ¡Adoptémoslo! Y ellos no presentían [que él sería su destrucción]”.
(Corán 28:8-9)
Asia convocó a las nodrizas al palacio, pero el
pequeño niño se negó a mamar. Esto fue causa de una gran angustia, en esos días
no había fórmulas ni suplementos para ofrecerle al bebé. En esa etapa el
palacio real estaba alborotado, las mujeres de la familia estaban quejándose
sobre Asia y el llanto de su bebé recién nacido, de modo que nadie se dio
cuenta de la presencia de la hermana de Moisés entre los sirvientes. Ella
reunió todo su coraje y dio un paso adelante ofreciendo una solución. Dijo que
sabía de una mujer que amamantaría al niño con cariño. ¿Por qué la familia real
tomaría el consejo de una niña desconocida, sino para cumplir con el plan de
Dios? Le ordenaron a la hermana de Moisés que se apresurara en buscar y llevar
a la mujer.
“No permitimos que ninguna nodriza pudiera
amamantarlo. Dijo [la hermana de Moisés]: ¿Acaso queréis que os indique una
familia que puede encargarse de cuidarlo y aconsejarlo para su bien?” (Corán
28:12)
La madre de Moisés estaba en su casa. ¿Estaba muy nerviosa
o lloraba en silencio? No sabemos, pero Dios nos dice que su corazón estaba
vacío y que ella estaba a punto de exponerse. ¿Estaba considerando correr hacia
el río y buscar frenéticamente entre las cañas? Dios le alivió su tormento
cuando su hija entró en la casa sin aliento contándole la historia de lo que había
ocurrido con Moisés.
Madre e hija no perdieron tiempo en regresar al
palacio. Cuando Moisés fue entregado a su verdadera madre, se acomodó de
inmediato y comenzó a mamar. Según Ibn Kazir, la familia, incluyendo al propio
Faraón, quedó atónita. El Faraón preguntó a la mujer quién era ella, y ella
respondió: “Soy una mujer de leche dulce y dulce aroma, y ningún niño se me niega”.
El Faraón aceptó esta respuesta, y entonces Moisés volvió a los brazos de su
madre y se crio en el palacio como un príncipe de Egipto.
“Y así se lo devolvimos a su madre como nodriza para
que se alegrara y no se entristeciera demasiado por la separación, y para que
supiera que lo que Allah promete se cumple; pero la mayoría [de los hombres] lo
ignoran”. (Corán 28:13)
Dios remplaza la debilidad con la fuerza
El
capítulo 28 del Corán se llama “El Relato”, los primeros 45 versículos se enfocan
sólo en la historia de Moisés. Es de aquí que aprendemos sobre la fortaleza y
la piedad de su madre, y cómo Dios recompensó su rectitud y su confianza en Él
devolviéndole a su hijo. Algunos eruditos creen que Moisés y su madre
regresaron a su casa entre los hijos de Israel; otros, incluyendo a Ibn Kazir,
creen que Moisés y su madre vivieron en el palacio mientras ella lo amamantaba,
y que a medida que él creció, se le permitió a ella visitarlo.
El Corán y las tradiciones auténticas del Profeta Muhammad,
que la paz y las bendiciones de Dios sean con él, no dicen nada sobre este
período de la vida de Moisés, aunque sería justo decir que por la época en que
Moisés era un hombre, probablemente conoció su origen y se identificó con los
hijos de Israel. Las tradiciones del Profeta Muhammad describen a Moisés como
un hombre alto, bien constituido, de piel oscura y con el cabello rizado. Su
carácter y su físico son descritos como fuertes.
“Cuando se convirtió en adulto le concedimos
conocimiento y sabiduría. Así es como retribuimos a quienes son benefactores”.
(Corán 28:14)
Descubriremos en la historia de Moisés que era un hombre
sincero. Creía en decir lo que pensaba y en defender a los miembros más débiles
de la sociedad. Siempre que fue testigo de la opresión y la crueldad, le
resultó imposible a sí mismo dejar de intervenir.
Ibn Kazir narra que un día, mientras caminaba por la
ciudad, Moisés se encontró con dos hombres que peleaban. Uno era un israelita y
el otro un egipcio. El israelita reconoció a Moisés y le gritó pidiéndole
ayuda. Moisés entró en la pelea e hirió al egipcio de un golpe violento. Este
cayó de inmediato al piso y murió. Moisés quedó abrumado de dolor. Era
consciente de su propia fuerza, pero no imaginaba que tenía el poder de matar a
alguien de un solo golpe.
“Y [Moisés] ingresó cierta vez a la ciudad sin que sus
habitantes se percataran, cuando encontró a dos hombres que peleaban, uno era
de los suyos [de los Hijos de Israel] y el otro de sus enemigos. El que era de
los suyos le pidió ayuda contra el que era de sus enemigos. Entonces Moisés lo
golpeó con su puño y lo mató [inintencionadamente]. Exclamó [Moisés]: Esto es
obra de Satanás, ciertamente [Satanás] es un enemigo evidente que pretende
desviar a los hombres. Dijo: ¡Señor mío! He sido injusto conmigo mismo;
perdóname. Y [Dios] lo perdonó, porque ciertamente Él es Absolvedor,
Misericordioso. Dijo: ¡Señor mío! Por la gracia que me has concedido, no
ayudaré [nuevamente] a los pecadores”. (Corán 28:15-17)
Ya sea porque las calles estaban desiertas o porque
los testigos no quisieron verse envueltos en un asunto grave, nadie informó a
las autoridades que Moisés estaba involucrado en la pelea. Sin embargo, al
siguiente día Moisés vio al mismo israelita envuelto en otra pelea. Sospechó
que el hombre era un alborotador y se acercó a él para advertirle sobre su comportamiento.
El israelita vio a Moisés acercándose rápidamente
hacia él y sintió miedo, entonces gritó: “¿Vas a matarme como mataste al
desgraciado de ayer? El oponente del hombre, un egipcio, escuchó esto y salió
corriendo a reportar a Moisés a las autoridades. Después ese mismo día, Moisés
fue abordado por un desconocido que le informó que las autoridades planeaban
arrestarlo, y posiblemente matarlo, por el crimen de asesinar a un egipcio.
“A la mañana siguiente amaneció temeroso y cauteloso;
y quien le había pedido ayuda el día anterior nuevamente le pedía auxilio a
gritos. Entonces Moisés le dijo: Evidentemente eres un descarriado. Y cuando
quiso separarlo violentamente del enemigo de ambos, éste exclamó: ‘¡Oh, Moisés!
¿Acaso pretendes matarme como lo hiciste ayer con otro? Sólo quieres ser un
tirano en la Tierra, en lugar de contarte entre quienes luchan por establecer
el bienestar’. Y un hombre que vivía en las afueras de la ciudad se dirigió presuroso
[hacia donde Moisés] y le dijo: ‘¡Oh, Moisés! La nobleza se confabuló para
matarte, huye pues. Yo sólo pretendo aconsejarte’. Y Moisés se alejó de la
ciudad con temor y cautela, y exclamó: ‘¡Señor mío! Protégeme de los
opresores’”. (Corán 28:18-21)
Moisés dejó de inmediato los límites de la ciudad. No
tuvo tiempo para regresar a casa y cambiarse de ropa o preparar provisiones.
Moisés entró en el desierto hacia Madián, la tierra que se extendía entre Siria
y Egipto. Su corazón estaba lleno de miedo, temía dar la vuelta y ver que las
autoridades lo perseguían. Caminó y caminó, y cuando sintió sus pies y sus
piernas como plomo, continuó caminando. Sus zapatos se desgastaron en el suelo
áspero del desierto y la arena caliente le quemó la planta de los pies. Moisés
estaba exhausto, hambriento, sediento y sangrando, pero se obligó a sí mismo a
continuar, algunos dicen que durante más de una semana, hasta que llegó a un pozo
de agua. Moisés entonces se lanzó a la sombra de un árbol.
Morir en el ardiente, seco y polvoriento desierto
egipcio debería haber sido el resultado más probable del viaje de Moisés.
Andando a través de un paisaje inhóspito, sin provisiones ni ropa adecuada,
habría sido una expedición destinada al fracaso. Sin embargo, una vez más la historia
de Moisés revela una verdad fundamental. Si un creyente se somete totalmente a
la voluntad de Dios, Él le proveerá a partir de fuentes inimaginables. Dios
remplazará la debilidad con la fuerza y sustituirá el fracaso con la victoria.
Moisés llegó a salvo al oasis del desierto, el olor
del agua y la sombra de los árboles debió haberle parecido un paraíso en la
tierra. El pozo de agua estaba rodeado de pastores que abrevaban sus rebaños.
Moisés encuentra refugio en Madián
Después de caminar por más de una semana a través del
desierto ardiente, Moisés llegó a un oasis donde grupos de hombres abrevaban a
sus animales. Estaban empujándose, peleando, bromeando y riendo, comportándose
de manera ruda y baja. Moisés se tiró al suelo agradecido por la sombra de un
árbol. Mientras recuperaba el aliento, se fijó en dos mujeres y su rebaño de
ovejas. Estaban muy atrás, reacias a acercarse al pozo de agua.
Moisés era un hombre de honor. A pesar de que estaba
exhausto y deshidratado, él no podía soportar ver a las mujeres de pie,
temerosas de moverse hacia el pozo de agua. Se acercó a ellas y les preguntó
por qué los hombres de su familia no cuidaban de las ovejas. Las dos jóvenes le
explicaron que su padre era anciano y que la tarea de cuidar las ovejas era
ahora su responsabilidad.
Moisés llevó a las ovejas de las mujeres hasta le pozo
de agua, donde se abrió paso con facilidad entre los hombres que estaban allí.
Después de completar su tarea, Moisés estaba totalmente desgastado. Se sentó
bajo la sombra del árbol y comenzó a suplicarle a Dios. Dijo: “¡Oh, Señor!
Cualquier bien que puedas concederme, en verdad lo necesito”.
“Y cuando se encontraba camino a Madián dijo: ¡Señor
mío! Guíame por el camino correcto [que conduce a esta ciudad]. Cuando llegó al
pozo de agua de Madián, encontró pastores dando de beber a sus rebaños, y vio
que apartadas de ellos había dos mujeres que sujetaban a sus rebaños, entonces
les preguntó: ¿Qué os sucede? Respondieron [ellas]: No podemos dar de beber a
nuestro rebaño hasta que los pastores no terminen con los suyos, y nuestro
padre es ya un anciano [y no puede venir]. Luego [cuando los pastores se hubieron
retirado, levantó la pesada roca que cubría el pozo y] le dio de beber al
rebaño por ellas, y finalmente se retiró exhausto a la sombra y exclamó: ¡Señor
mío! Realmente necesito cualquier gracia que me concedas”. (Corán 28:22-24)
El Corán nos relata las historias de los Profetas de
Dios para que podamos aprender de ellos. Los Profetas son modelos dignos de ser
seguidos y sus vidas no son tan diferentes de las nuestras. ¿Cuántas veces no
nos hemos sentido tan agotados física y mentalmente que pareciera que no
podemos resistir un segundo más?
Nuevamente, Moisés se volvió hacia la única fuente
real de ayuda para la humanidad: Dios. Y antes que terminara su súplica, la
ayuda estaba en camino. Moisés probablemente tenía la esperanza de recibir una
rebanada de pan o un puñado de dátiles, pero en lugar de ello, Dios le dio
seguridad, provisiones y una familia.
Una de las mujeres regresó con Moisés. Con la modestia
y timidez apropiadas, le dijo a Moisés: “Mi padre quiere que recompensarte por
tu amabilidad y te invita a nuestra casa”. En consecuencia, Moisés se levantó y
fue a ver al anciano. Se sentaron juntos y Moisés le contó su historia. El
anciano disipó sus temores y le dijo a Moisés que había cruzado de forma segura
la frontera de Egipto, ahora estaba en Madián a salvo de cualquier autoridad
que pudiera estar persiguiéndolo.
“Y [más tarde]
una de ellas regresó y acercándose a él con recato dijo: Mi padre te llama para
retribuirte por haber dado de beber a nuestro rebaño. Y cuando se presentó ante
él, le relató su historia; y [el padre de las dos mujeres] le dijo: No temas,
[aquí] estás a salvo de los opresores”. (Corán 28:25)
Después que Moisés había sido invitado a estar con la
familia, una de las mujeres se acercó a su padre en privado y le aconsejó que
contratara a Moisés. Cuando su padre le preguntó por qué, ella contesto que
debido a su fuerza y honestidad. Dos cualidades que nos dice el Islam que son
signos de liderazgo. En los años inmediatamente posteriores a la muerte del
Profeta Muhammad, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él, los líderes
de la nación musulmana fueron elegidos por estas dos cualidades. Ellos
aprendieron sus políticas del Corán, de las historias de sus predecesores
piadosos.
El anciano —que algunos estudiosos creen que era el Profeta
Jetró, aunque no hay fuentes auténticas que confirmen o nieguen esto— ofreció a
Moisés la seguridad y protección de su propia familia. Le dio una de sus hijas
en matrimonio a cambio de que trabajara durante ocho años, o diez si Moisés
accedía a quedarse durante dos años más. Moisés era un extraño en tierras
extranjeras, exhausto y solo. Pero Dios escuchó su súplica y lo proveyó con
recursos que Moisés jamás hubiera podido imaginar.
“Una de ellas dijo: ‘¡Oh, padre! Contrátalo, pues qué
mejor que contratar a un hombre fuerte y honesto’. Dijo [el padre de las dos
mujeres a Moisés]: Quisiera casarte con una de mis dos hijas a condición de que
trabajes con nosotros durante ocho años, y si deseas quedarte diez será algo
que tú hagas voluntariamente. Ésta no será una tarea difícil ni pesada; me
encontrarás, si Dios quiere, entre los justos’. Dijo [Moisés]: ‘Estoy de
acuerdo. Cualquiera que sea el plazo que yo cumpla no se me reprochará, y Dios
es testigo de lo que decimos’”. (Corán 28:26-28)
Como creyentes, no debemos olvidar nunca que Dios escucha
nuestras oraciones y súplicas, y las responde. A veces la sabiduría detrás de
estas respuestas está más allá de nuestra comprensión, pero Dios sólo desea lo
que es bueno para nosotros. Poner su confianza en Dios y someterse a Su
voluntad le permite al creyente capear cualquier tormenta, y hacerle frente a
cualquier adversidad. Nunca estamos solos, al igual que Moisés no estaba solo
mientras avanzaba por el desierto, huyendo de la única vida y tierra que había
conocido.
El anhelo del hogar lleva a Moisés hacia su destino
Moisés,
que Dios lo bendiga, se casó con una de las mujeres que había ayudado inicialmente
en el pozo de agua, y se dedicó los siguientes diez años a trabajar con su
suegro y formar su propia familia. Su nueva vida era tranquila y contemplativa,
no tenía que soportar las intrigas de la corte egipcia ni la humillación de su
pueblo, los hijos de Israel. Moisés era capaz de reflexionar sobre las
maravillas de Dios y el universo.
Cualquier recuento de la vida de Moisés está lleno de
lecciones y orientación, para Moisés y
para la humanidad. Dios puso a Moisés a través de experiencias que lo
prepararon para su próxima misión. Moisés había sido educado en la casa del
Faraón de Egipto, por lo tanto, era consciente de las políticas e intrigas del
gobierno egipcio. Moisés también experimentó de primera mano la corrupción del
propio Faraón, el hombre que se declaraba a sí mismo dios.
Fue a través de la gracia y la misericordia de Dios
que Moisés logró escapar de Egipto y viajar por las tierras. Pudo experimentar
otras culturas y pueblos. Viajar entonces, y ahora, amplía horizontes y abre
los corazones y mentes a las diferencias y las similitudes entre las personas
de distintos contextos. Dice Dios:
“¡Oh, humanos! Os hemos creado a partir de un hombre
[Adán] y una mujer [Eva], y [de su descendencia] os congregamos en pueblos y
tribus para que os conozcáis unos a otros”. (Corán 49:13)
Durante este tiempo en Madián, Moisés era pastor. El
profeta Muhammad, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él, nos informa
que todos los Profetas de Dios pasaron tiempo cuidando rebaños de ovejas. Puede
parecer una extraña profesión, pero mirándolo con más cuidado, podemos ver que
los pastores aprenden algunas lecciones invaluables mientras cuidan de sus
rebaños. Un pastor tiene una vida tranquila y solitaria, tiene tiempo para la
reflexión personal y la contemplación de las maravillas de la vida.
Sin embargo, al mismo tiempo, el pastor debe estar en
constante alerta por el peligro. Las ovejas en particular, son animales que
requieren cuidado y atención constantes. Incluso si una sola oveja se aleja de
la protección de la manada se convierte en presa fácil. Un Profeta, por lo
general, tiene la tarea de proteger a una nación entera, debe estar alerta y al
tanto de cualquier peligro que amenace a sus seguidores, sobre todo a los
débiles, los pobres y los oprimidos de entre ellos.
Después que Moisés terminó su período de servicio que
había prometido a su suegro, se sintió abrumado por la nostalgia. Comenzó a
extrañar a su familia y a la tierra de Egipto. A pesar de que tenía miedo de lo
que sucedería si regresaba, experimentó un extraño deseo de regresar a la
tierra que lo había visto nacer. Moisés reunió a su familia y emprendió el
largo viaje de regreso a Egipto.
“Y cuando Moisés hubo cumplido el plazo, partió con su
familia [rumbo a Egipto] y [en el camino, en una noche fría, tras haberse
perdido] divisó un fuego en la ladera de un monte y le dijo a su familia:
Permaneced aquí, pues he divisado un fuego y quizás pueda traeros alguna
noticia [acerca de nuestro rumbo], o bien una brasa encendida para que podamos
calentarnos”. (Corán 28:29)
Mientras Moisés caminaba a través del desierto, se
perdió. Era una noche fría y oscura. Moisés vio lo que parecía ser un fuego
encendido en la distancia. Le dijo a su familia que se quedaran donde estaban.
Tenía la esperanza de recibir orientación o bien de poder llevar un poco de
fuego para calentar a su familia. Sin saberlo, Moisés estaba a punto de
participar en una de las conversaciones más sorprendentes de la historia.
Caminó hacia el fuego, y mientras lo hacía, escuchó una voz.
“Cuando llegó a él, una voz lo llamó: ‘¡Bendito sea
quien esté donde el fuego y a su alrededor, y glorificado sea Dios, Señor del
universo! ¡Oh, Moisés! Yo soy Dios, Poderoso, Sabio’”. (Corán 27:8-9)
Dios le habló a Moisés. Le pidió a Moisés que se
quitara los zapatos, por lo que se quedó de pie asustado. Dios le reveló a
Moisés que había sido elegido para una misión especial y le pidió que escuchara
lo que estaba a punto de decir.
“Ciertamente Yo soy Dios, y no hay más divinidad que
Yo. Adórame, pues, y haz la oración para tenerme presente en tu corazón. Y por
cierto que el Día de la Resurrección es indubitable, y nadie salvo Dios sabe
cuándo llegará. Ese día todos los hombres recibirán la recompensa o el castigo
que se merezcan por sus obras. No te dejes seducir por quienes no creen en él y
siguen sus pasiones, porque serás de los que pierdan”. (Corán 20:14-16)
En una conversación directa entre Dios y Moisés, le
fue prescrita la oración a Moisés y a sus seguidores. De la misma forma, la
oración también le fue prescrita al Profeta Muhammad y a sus seguidores en la
noche en que hizo su viaje a Jerusalén y ascendió a los cielos.
En
ese momento, Moisés debió quedar pasmado. Partió hacia Egipto, siguiendo un
extraño anhelo de regresar a su tierra natal. Se perdió en la oscuridad y el
frío y fue a buscar luz y guía. Caminó hacia lo que pensó era un fuego ardiendo
y encontró la luz y la guía de Dios.
Moisés sostenía una vara o bastón en su mano. Dios
habló y le preguntó acerca de la vara y le pidió que le hablara de ella. Moisés
respondió: “Es mi vara. Me sirve de
apoyo, y con ella vareo los árboles para que mi ganado coma de su follaje;
además de otros usos” (Corán 20:18). Moisés conocía muy bien su bastón,
sabía que no tenía cualidades milagrosas. Dios le pidió a Moisés que lo tirara
al suelo, y cuando lo hizo ella empezó a deslizarse y agitarse. El palo se
había transformado en una serpiente.
Moisés tuvo miedo, giró sobre sus talones y echó a correr.
Es una inclinación humana natural el temer a lo desconocido y lo extraño, pero
Dios quería eliminar este miedo del corazón de Moisés. Estaba a punto de
embarcarse en una misión difícil y era importante que comenzara con una
completa confianza en que Dios lo protegería, sabiendo que no había razón
alguna para tener miedo.
“Arroja tu vara. Y cuando la vio moverse como si fuera
una serpiente, se dio vuelta y huyó sin mirar atrás. [Dijo Dios:] ‘¡Oh, Moisés!
Acércate y no temas. Ciertamente tú eres de los que están protegidos’”. (Corán
28:31)
Entonces Dios le dijo a Moisés que pusiera su mano en
su pecho, así le reveló otra señal de Su grandeza y omnipotencia. Señales que
Moisés necesitaría en su próxima misión, pruebas para aquellos que son
desobedientes y rebeldes.
“E introduce tu mano por el cuello de tu túnica y
saldrá blanca y resplandeciente, sin tener ningún mal; y lleva tu mano al pecho
cuando quieras vencer el temor. Éstos son dos milagros de tu Señor para el
Faraón y su nobleza. Por cierto que ellos están descarriados”. (Corán 28:32)
Dios quiso enviar a Moisés ante el Faraón. El hombre
que más temía, el hombre que Moisés pensaba de seguro le quitaría la vida. Su
corazón se encogió de miedo, pero Dios lo tranquilizó.
En una noche oscura, a la sombra del Monte Tur, Dios
le confirió la profecía a Moisés
Su primera orden fue que buscara al Faraón.
“Ve
ante el Faraón, pues se ha extralimitado”. (Corán 20:24)
Moisés huyó de Egipto temiendo por su vida, había
pasado diez años en un país fuera de la jurisdicción del Faraón. Ahora, Dios le
estaba diciendo que debía encarar su mayor miedo. Debía enfrentarse al corrupto
Faraón, el hombre que Moisés estaba seguro quería verlo ejecutado. Moisés
volvió a sentir el temor que lo había ayudado a seguir durante su largo viaje
por el desierto. Respondió así a las palabras de Dios:
“¡Señor mío! He matado a un hombre de los suyos y temo
que me ejecuten”. (Corán 28:33)
Moisés sintió miedo, pero entendió que Dios era completamente
capaz de brindarle todo el apoyo que necesitaba para una misión que parecía
prácticamente imposible. Moisés hizo una súplica: pidió fortaleza y facilidad
en esta tarea tan difícil. Le pidió a Dios que abriera su pecho y le concediera
elocuencia, confianza en sí mismo y serenidad. También le pidió a Dios que lo
fortaleciera dándole un compañero en su misión profética, capaz y de confianza,
su hermano Aarón.
El diálogo entre Dios y Moisés es una de las
conversaciones más sorprendentes que aparecen en las páginas del Corán. Las
palabras de Dios se entregan con elocuencia y claridad. Ellas pintan el retrato
de un hombre fuerte pero humilde, cautivado por su encuentro con Dios. Ellas
entregan el sentido etéreo de que Dios es Todopoderoso, Omnipotente, pero
también lleno de misericordia y amor hacia Sus siervos.
Dijo [Moisés]: ¡Oh, Señor mío! Abre mi corazón
[disponiéndolo para que pueda recibir la profecía], facilítame mi misión, haz
que pueda expresarme correctamente para que comprendan mi mensaje, asígname de
mi familia para que me ayude [en la transmisión del Mensaje] a mi hermano
Aarón, fortaléceme con él, y asócialo en mi misión [y desígnalo Mensajero igual
que a mí], para que Te glorifiquemos y Te recordemos mucho. Por cierto que Tú
bien sabes nuestra necesidad de Ti.
Dijo [Allah]: Te ha sido concedido lo que pides ¡Oh,
Moisés! Y por cierto que anteriormente también te agraciamos, cuando le
inspiramos a tu madre [y le dijimos]: Ponlo en un cesto y déjalo en el río, que
éste lo llevará hasta una orilla y será recogido por un enemigo Mío y suyo [el
Faraón]. Y por cierto que infundimos en ellos [el Faraón y su gente] amor por
ti, y creciste bajo Nuestra observancia [y protección]. Cuando tu hermana, que
seguía tus rastros, le dijo [al Faraón, al ver que ninguna nodriza podía
amamantarte]: ¿Acaso queréis que os indique alguien que puede encargarse de
cuidarlo? Y así te devolvimos a tu madre para que se alegrara y no se
entristeciera. Y cuando mataste a un hombre [del pueblo del Faraón] te salvamos
de que tomaran represalias contigo, y así te probamos de distintas maneras. Y
luego de permanecer unos años en Madián, regresaste por decreto Nuestro, ¡oh,
Moisés!
Y ciertamente te he elegido [para que seas uno de Mis
Mensajeros].
Id tú y tu hermano con Mis signos, y no dejéis de recordarme.
Presentaos ante el Faraón, pues se ha extralimitado, y habladle cortésmente,
para que así recapacite o tema a Dios y se arrepienta.
Dijeron: ¡Oh, Señor nuestro! Tememos que nos reprima y
se propase con nosotros.
Dijo [Allah]: No temáis, pues Yo estoy con vosotros
escuchando y observando todo. Id ante él y decidle: Somos Mensajeros enviados
por tu Señor para que dejes ir con nosotros a los Hijos de Israel, y no los
tortures. Por cierto que hemos venido con un signo de tu Señor, y quien siga la
guía estará a salvo. Nos ha sido revelado que quien desmienta [el Mensaje que
hemos traído] y vuelva la espalda, será castigado. (Corán 20:25-48)
Esta breve conversación cambió la vida de Moisés. Le enseñó
lecciones sobre sí mismo, sobre su mundo, sobre la naturaleza de la humanidad,
y más importante aún, sobre la naturaleza de Dios. Hoy día sigue enseñando
lecciones importantes a la humanidad. Diariamente las palabras del Corán
cambian vidas. Las lecciones aprendidas en la historia de Moisés son tan
relevantes hoy día como lo fueron hace miles de años.
Leyendo la historia de Moisés hemos aprendido, hasta
el momento, la importancia de confiar en Dios; hemos aprendido que, si bien los
seres humanos pueden planear y complotar, sólo el plan de Dios vence cualquier
confabulación o tribulación. La historia de Moisés nos ha enseñado que no hay
alivio en los tormentos de este mundo excepto con el recuerdo y la cercanía de
Dios.
La historia de Moisés nos enseña que Dios puede
sustituir la debilidad con fortaleza y el fracaso con victoria, y que Dios
apoya a los justos a partir de fuentes inimaginables. Ahora bien, ya que Dios
confirió la profecía a Moisés y a su hermano Aarón, aprendemos el verdadero
significado de la hermandad y el verdadero significado de por qué la elección
de compañeros rectos puede ser la llave del Paraíso.
Moisés quería que su hermano fuera su compañero en la
profecía y en esta peligrosa misión para hacerle frente al Faraón, debido a que
Aarón era fuerte y honesto, y también un orador elocuente y persuasivo. Siempre
que una persona se encuentra unida a su hermano en un propósito común, unidos
en su adoración a Dios, unidos en la rectitud, ambos son imbatibles, incluso
frente al enemigo más formidable.
Ibn Kazir narró que Moisés y Aarón fueron juntos con
el Faraón y le entregaron su mensaje. Moisés le habló al Faraón sobre Dios, Su
misericordia y Su Paraíso, y sobre la obligación de la humanidad de adorar sólo
a Dios.
Con el permiso de Dios, Moisés derrota a los magos
El
Corán narra varias conversaciones entre Moisés y el Faraón. Uno de los relatos
más detallados está en el capítulo 26, cuyo título es “Los Poetas”. Moisés le habla
amablemente al Faraón sobre Dios, Su Misericordia y Su Paraíso, pero el Faraón
reacciona con desprecio y arrogancia. Le recuerda a Moisés su crimen pasado y
le pide que agradezca el haber sido criado en el palacio entre lujos y riqueza.
Moisés se excusa diciendo que cometió el crimen de matar a un hombre inocente
cuando era ignorante, y señala que creció en el palacio sólo porque no podía
vivir con su propia familia debido al asesinato indiscriminado de niños por
parte del Faraón.
Dijo [Moisés]: Lo hice por ignorancia. Y hui de
vosotros por temor [a que me mataseis], y fue entonces cuando mi Señor me
agració con la profecía y decretó que yo fuera uno de Sus Mensajeros. ¿De qué
favor hablas, cuando has esclavizado a los Hijos de Israel?
Preguntó el Faraón: ¿Quién es el Señor del Universo?
Dijo [Moisés]:
Es el Señor de los cielos, la Tierra y todo lo que hay
entre ellos. ¿Es que no os convencéis de ello?
Dijo [el Faraón] a quienes estaban en torno a él:
¿Habéis oído?
Agregó [Moisés]: Él es vuestro Señor, y también el
Señor de vuestros ancestros.
Dijo [el Faraón a su pueblo]: En verdad, el Mensajero
que os ha sido enviado es un demente [y no responde lo que le pregunto].
[Moisés] Prosiguió: Él es el Señor del oriente y del
occidente, y de lo que hay entre ambos. ¿Es que no razonáis?
Dijo [el Faraón]: Si adoptas otra divinidad que no sea
yo, te encarcelaré.
Dijo [Moisés]: ¿Y si te presento una prueba evidente
[de mi profecía]?
Dijo [el Faraón]: Preséntala, si es que dices la
verdad. (Corán 26:20-31)
El Faraón comenzó burlándose de Moisés, luego lo acusó
de ser ingrato y finalmente lo amenazó. Durante este período histórico, mucha
gente en Egipto practicaba la magia. Incluso había escuelas que enseñaban magia
e ilusionismo. El Faraón llegó a la conclusión errada de que los signos
manifiestos que Moisés era capaz de mostrar con el permiso de Dios eran trucos
de magia e ilusiones.
Cuando Moisés tiró su vara y esta se convirtió en una
serpiente, deslizándose y resbalando por el suelo, y cuando retiró la mano de
su manto y ésta estaba blanca y brillante, el Faraón presumió que Moisés había
aprendido el arte del ilusionismo. Ibn Kazir narra que el Faraón detuvo a
Moisés y a Aarón mientras despachaba correos por todo Egipto para convocar a
todos los magos al palacio. El Faraón prometió a los magos prestigio y dinero a
cambio de sus trucos. Se estableció una competencia entre Moisés y los magos
egipcios.
El Faraón estaba seguro de que sus magos eran insuperables.
Él llevaba mucho tiempo utilizándolos para influenciar los corazones y las
mentes del pueblo. El Faraón utilizaba sus trucos de magia e ilusiones para
dominar y controlar a sus súbditos. Moisés pudo fijar el día de la competencia
y eligió un día festivo. Las calles estarían llenas de gente y el poder y la
fuerza de Dios serían visibles a todos. Habría la máxima exposición de la
veracidad de las palabras de que no hay nadie merecedor de adoración sino sólo
Dios.
“Y por cierto que le mostramos [al Faraón] todos
Nuestros signos, pero los desmintió y se rehusó a creer. Dijo [el Faraón]:
‘¡Oh, Moisés! ¿Acaso viniste a expulsarnos de nuestra tierra con tu magia?
Nosotros te mostraremos una magia igual que la tuya, sólo fija un día para que
tú y nosotros nos encontremos en un lugar conveniente para ambos; y que ninguno
falte a la cita’.
Dijo [Moisés]: ‘Nuestra cita será el día de vuestra
festividad. Convocad a la gente, pues, por la mañana’”. (Corán 20:56-59)
Moisés les pidió a los magos que comenzaran ellos. Se
narra que había unos 70 magos alineados en una fila. Los magos tiraron sus
varas y cuerdas en el nombre del Faraón y el suelo se convirtió en un mar
hirviente de serpientes, retorciéndose y arrastrándose. La multitud miraba con
asombro. Moisés tuvo miedo, pero se mantuvo firme, con la certeza de que Dios
lo protegería y facilitaría su tarea. Dios lo cubrió con tranquilidad y ordenó
a Moisés que lanzara su vara.
La vara de Moisés se transformó en una serpiente
enorme que devoró rápidamente a las serpientes ilusorias que cubrían el piso.
La multitud se levantó como una gran ola, aplaudiendo y gritando por Moisés.
Los magos quedaron atónitos. Eran muy hábiles en el arte de la magia y el
ilusionismo, pues eran los mejores magos en aquella época, pero sus conjuros no
eran más que trucos. Los magos sabían que la serpiente de Moisés era real.
Cayeron todos en postración declarando su creencia en el Señor de Moisés y
Aarón.
“Y entonces los magos [al percibir la Verdad] se
postraron y exclamaron: ‘Creemos en el Señor de Aarón y Moisés’. Dijo [el
Faraón]: ‘¿Acaso vais a creer en él sin que yo os lo permita? Ciertamente él es
vuestro maestro que os ha ensañado la magia. Haré que se os ampute la mano y el
pie opuestos, y luego os haré crucificar en troncos de palmera. Así sabréis
quién de nosotros puede infligir el castigo más severo y perdurable’.
Dijeron: ‘No te preferiremos a las pruebas evidentes
que nos han llegado, y [menos aún] a Quien nos creó. Haz pues con nosotros lo
que has decidido; tú sólo puedes condenarnos en esta vida. Ciertamente creemos
en nuestro Señor, y Él nos perdonará nuestros pecados y la magia que nos
obligaste a hacer. Por cierto que la recompensa de Dios es la mejor y Su
castigo es el más perdurable’”. (Corán 20:70-73)
Los magos comenzaron ese día siendo infieles,
corruptos e interesados sólo en la riqueza y en la fama. Sin embargo, en el
término de unas pocas horas habían reconocido la verdad. Vieron con sus propios
ojos la omnipotencia de Dios y se arrepintieron de sus caminos errados. Dios es
el más misericordioso, y Él perdonará a quienes recurran a Él con
arrepentimiento humilde y sincero.
Moisés y Aarón dejaron
el lugar de la contienda. Los magos, como les fue dicho, fueron condenados a
muerte, sus cuerpos colgados en las plazas y mercados para enseñarle a la gente
una lección, el Faraón regresó a su palacio y su rabia se acrecentó. Se peleó
con sus ministros y consejeros. Los despidió y luego los llamó a su presencia.
Se volvió a su primer ministro y le dijo: “¿Acaso soy un mentiroso, Hamán?” El
Faraón había construido su reino sobre el hecho de que él era dios, ¿qué haría
ahora que Moisés había revelado la verdad de que no existe dios sino el Único
Dios Verdadero?
“Dijo
el Faraón: ‘¡Oh, Hamán! Constrúyeme una torre para que pueda ascender. Ascender
a los cielos y ver a quien adora Moisés; y por cierto que creo que [Moisés]
miente’. Y así [Satanás] le hizo ver al Faraón como buenas sus malas acciones,
y logró que se extraviara completamente, y los planes del Faraón fracasaron”.
(Corán 40:36-37)
Egipto sufre, pero el Faraón se niega a liberar a los
hijos de Israel
El Faraón estaba furioso. Su reino de terror estaba
construido sobre la opresión del pueblo y el mantener sus mentes y corazones
cautivos. Toda la gente de Egipto, desde los ministros y magos hasta el menor
de los esclavos y siervos, temían el poder y la furia del Faraón, pero Moisés
le había expuesto un punto débil. Al Faraón le preocupaba que su reinado fuera
desenmascarado; sin embargo, estaba rodeado de aduladores y parásitos que lo
instaron a una mayor tiranía.
Los oficiales de seguridad y de inteligencia del
Faraón comenzaron a difundir rumores. Decían que Moisés y algunos magos se
habían complotado en secreto para que Moisés ganara la competencia. Los cuerpos
sin vida de los magos muertos fueron colgados en lugares públicos para
aterrorizar a la gente. Debido a su asociación con Moisés, los hijos de Israel
se convirtieron en chivos expiatorios. Se quejaron ante Moisés de que fueron
maltratados cuando él nació y ahora él les causaba opresión de nuevo.
El faraón ordenó más muertes, saqueos y violaciones.
Apresó a cualquiera que hablaba en contra de esta opresión, y Moisés estaba
impotente. No podía intervenir. Aconsejó tener paciencia y observar en
silencio. Los hijos de Israel se quejaban con
Moisés y él estaba en una situación muy difícil. Mientras se enfrentaba
a los planes y tramas del Faraón, su pueblo se había vuelto contra él y uno de
los suyos estaba trabajando con los agentes del poder egipcio.
Qarún era un hombre de los hijos de Israel bendecido
con riqueza y estatus, mientras todo a su alrededor era pobreza e incluso
indigencia. Él no reconocía las bendiciones de Dios y trataba a los pobres con
desprecio. Cuando Moisés le recordó que su deber, como el de todo aquel que
adore a Dios, era pagar el impuesto a los pobres, se negó y comenzó a difundir
el rumor de que Moisés había inventado ese impuesto para hacerse rico. La ira
de Dios cayó sobre Qarún y la tierra se abrió y se lo tragó como si nunca
hubiera existido.
“Por cierto que Qarún era del pueblo de Moisés, pero
se ensoberbeció. Le habíamos concedido tantos tesoros que hasta las llaves [de
dichas riquezas] resultaban pesadas para un grupo de hombres fornidos [cuando
las cargaban]. ‘Y recuerda [¡oh, Muhammad!] cuando su pueblo le dijo: No te
jactes [de lo que tienes] porque Dios no ama a los presuntuosos. Y trata de
ganarte el Paraíso con lo que Dios te ha concedido, y no te olvides que también
puedes disfrutar de lo que Dios ha hecho lícito en esta vida. Sé generoso como
Dios lo es contigo, y no corrompas la Tierra; ciertamente Dios no ama a los
corruptores’. Dijo [Qarún]: ‘Por cierto que lo que se me ha concedido es
gracias a mi conocimiento [y Dios sabe que me lo merezco]’. ¿Acaso no sabía que
Dios anteriormente había destruido a naciones más poderosas y con más riquezas
que él? Y los perversos no serán indagados sobre sus pecados.
Y se presentó [Qarún un día] ante su pueblo con todo
su lujo, y quienes amaban la vida mundanal exclamaron: ‘¡Ojalá tuviéramos lo
mismo que Qarún! Realmente que es muy afortunado’. Y quienes fueron agraciados
con el conocimiento dijeron: ‘¡Ay de vosotros! La recompensa de Dios para quien
crea y obre rectamente será mejor, pero sólo la obtendrán quienes hayan sido
perseverantes’. Entonces hicimos que la tierra se tragase a Qarún y a su casa,
y no hubo nadie que pudiese socorrerlo, y tampoco pudo salvarse a sí mismo. Y
quienes antes habían deseado estar en su lugar comenzaron a decir: ‘Dios le
concede el sustento en abundancia o se lo restringe a quien Él quiere de Sus
siervos. De no haber sido que Dios nos agració con Su misericordia nos hubiera
tragado la tierra a nosotros también’. Por cierto que los incrédulos nunca
prosperarán”. (Corán 28: 76-82)
El Faraón convocó a Moisés al palacio. Ibn Kazir narró
que el Faraón quería matar a Moisés y era apoyado en ello por todos sus
ministros y oficiales de gobierno, excepto uno. Este hombre, que se cree era
pariente del Faraón, era un creyente en la Unicidad de Dios, aunque hasta ese
momento había mantenido su fe en secreto.
“Dijo un hombre creyente de la familia del Faraón que
ocultaba su fe: ‘¿Mataréis a un hombre porque dice: Mi Señor es Dios, siendo
que os ha presentado las pruebas [evidentes] de vuestro Señor? Si se trata de
un mentiroso, sobre él recaerá su mentira; y si dice la verdad os azotará una
parte del castigo conque os amenaza [en esta vida y seréis destruidos]. Por
cierto que Dios no guía a quien se extralimita, y es mentiroso’”. (Corán 40:28)
El creyente habló con elocuencia, advirtió a su pueblo
que iban a sufrir un día de desastre, como esos días que habían afligido a la
gente en el pasado. Les recordó que Dios había enviado señales claras con
Moisés, pero sus palabras cayeron en oídos sordos. El Faraón y muchos de sus
ministros amenazaron con matar al creyente, pero Dios lo mantuvo a salvo bajo
Su protección.
“Dios lo preservó de las maldades que tramaron contra
él, y la familia del Faraón fue azotada por un terrible castigo [y perecieron
ahogados]”. (Corán 40: 45)
Dios le ordenó a Moisés que advirtiera al Faraón que
él y los egipcios sufrirían un castigo severo si los hijos de Israel no eran
liberados. Si la tortura, la opresión y el acoso no se detenían, las señales de
la ira de Dios descenderían sobre ellos. La respuesta del Faraón fue llamar al
pueblo de Egipto, incluyendo a los hijos de Israel, a una gran reunión. Les
informó que él era su Señor, les señaló que Moisés no era más que un simple
esclavo sin poder, fuerza ni posibilidades. La fuerza de Moisés, sin embargo,
venía directamente de Dios. A pesar de ello, la gente le creyó al Faraón y le
obedeció, así que las señales del poder de Dios comenzaron a descender.
Dios afligió a Egipto con una sequía severa. Incluso
el exuberante, verde y fértil valle del Nilo comenzó a decaer y morir. Las
cosechas se perdieron y la gente comenzó a sufrir, pero el Faraón se mantuvo
arrogante, por lo que Dios envió una gran inundación que devastó la tierra. La
gente, incluyendo a los principales ministros, apeló a Moisés.
“Y cuando se les castigó con esto, dijeron: ‘¡Oh,
Moisés! Ruega por nosotros a tu Señor, puesto que ha realizado un pacto contigo
[concediéndote la profecía]; si logras apartar este castigo creeremos en ti y
dejaremos que los Hijos de Israel se marchen contigo’”. (Corán 7:134)
La tierra regresó a la normalidad y los cultivos
comenzaron a crecer de nuevo, pero los hijos de Israel seguían esclavizados.
Dios envió una plaga de langostas que devoró todo a su paso. La gente acudió a
Moisés rogándole su ayuda. Las langostas se fueron, pero los hijos de Israel
seguían esclavizados. Luego llegó una plaga de piojos, propagando enfermedades
entre la gente, seguida de una plaga de ranas que acosaba y aterrorizaba a la
gente en sus casas y en sus camas. Cada vez que descendía un castigo de Dios,
la gente le rogaba a Moisés que implorara a su Señor por alivio, y cada vez se
comprometían a liberar a los esclavizados hijos de Israel, y cada vez
incumplían esa promesa.
Entonces, la última señal de la ira de Dios fue
revelada, el agua del río Nilo se convirtió en sangre. Para los hijos de Israel
el agua se mantuvo clara y pura, pero para todos los demás aparecía como sangre
roja y espesa. Incluso después de esta devastadora serie de señales del
desagrado de Dios, los hijos de Israel seguían esclavizados.
“Y azotamos al pueblo del Faraón con años de sequía y
mengua de frutos, para que reflexionaran. Y cuando les llegó nuevamente una
época de prosperidad dijeron: Esto es lo que merecemos. Cuando les acontecía un
mal le echaban la culpa a Moisés y a sus seguidores; pero ciertamente cuanto
les ocurría era porque Allah así lo decretaba, pero la mayoría lo ignoraba. Y
dijeron: ‘Cualquiera que sea el signo que nos presentes para hechizarnos con
él, no te creeremos’. Enviamos entonces contra ellos la inundación, las
langostas, los piojos, las ranas, y la sangre, como signos evidentes; pero se
ensoberbecieron y fueron un pueblo de pecadores. Y cuando se les castigó con
esto, dijeron: ‘¡Oh, Moisés! Ruega por nosotros a tu Señor, puesto que ha
realizado un pacto contigo [concediéndote la profecía]; si logras apartar este
castigo creeremos en ti y dejaremos que los Hijos de Israel se marchen
contigo’. Pero cada vez que apartamos de ellos el castigo hasta un plazo que
habíamos decretado [para castigarles nuevamente] no cumplieron lo pactado.
Entonces nos vengamos de ellos y los ahogamos en el mar, porque ellos habían
desmentido Nuestros signos y por haberse mostrado indiferentes”. (Corán 7: 130-136)
Los Hijos de Israel huyen, pero se comportan con
incredulidad
El Faraón y la mayoría de la gente de Egipto se
negaron a creer en las señales. Dios envió repetidamente sus castigos y la gente
apeló a Moisés con la promesa de adorar sólo a Dios y liberar a los hijos de
Israel, pero una y otra vez rompieron sus promesas. Finalmente, Dios retiró Su
misericordia y dio la orden a Moisés de conducir a su pueblo fuera de Egipto.
“Pero cada vez que apartamos de ellos el castigo hasta
un plazo que habíamos decretado [para castigarlos nuevamente] no cumplieron lo
pactado. Entonces nos vengamos de ellos y los ahogamos en el mar, porque ellos
habían desmentido Nuestros signos y por haberse mostrado indiferentes”. (Corán 7: 135-136)
Los espías del Faraón supieron de inmediato que algo importante
estaba ocurriendo y el Faraón llamó a una reunión a sus asesores de mayor
confianza. Ellos decidieron reunir todas las fuerzas armadas para perseguir a
los esclavos fugitivos. Reunir al ejército les tomó toda la noche, y el
ejército del Faraón no dejó los confines de la ciudad hasta el amanecer.
El ejército del Faraón marchó hacia el desierto. No
pasó mucho tiempo antes de que los hijos de Israel pudieran divisar atrás en la
distancia el polvo levantado por el ejército que se les acercaba. Tampoco fue
mucho antes de que las primeras filas de los hijos de Israel hubieran llegado a
orillas del Mar Rojo.
Los hijos de Israel estaban atrapados. Frente a ellos
estaba el Mar Rojo y a sus espaldas estaba el ejército vengador. El miedo y el
pánico comenzaron a extenderse entre sus filas. Apelaron a Moisés. Moisés había
estado caminando en la parte posterior de su pueblo fugitivo, podía ver al
ejército acercarse. Se hizo camino a través de las filas hasta la orilla del
mar. Caminó entre su gente disipando sus temores y recordándoles que
mantuvieran la fe para seguir confiando en que Dios no los defraudaría.
Moisés se detuvo a orillas del Mar Rojo y observó el
horizonte. Ibn Kazir narra que Josué se dirigió a Moisés y dijo: “Frente a
nosotros hay una barrera infranqueable, el mar, y detrás está el ejército; ¡sin
duda no podemos evitar la muerte!” Moisés no se dejó llevar por el pánico,
permaneció de pie en silencio, y esperó que Dios mantuviera Su promesa de
liberar a los hijos de Israel.
En ese momento, cuando el pánico se apoderó de ellos,
Dios inspiró a Moisés que golpeara el mar con su vara. Él hizo lo que se le
había ordenado. Un fuerte viento comenzó a soplar, el mar comenzó a girar y
girar, y de repente se abrió para revelar un camino. El fondo del mar se secó
lo suficiente para que la gente pudiera caminar por él.
Moisés comenzó a dirigir a la gente a través del
corredor seco en medio del mar. Esperó a que la última persona comenzara a
caminar por el mar antes de volverse para mirar al ejército que se acercaba, y
luego siguió a su pueblo a través del lecho marino. Al llegar al otro lado, el
pánico y el miedo comenzaron a abrumar a los hijos de Israel. Volvieron a rogar
y a suplicar a Moisés para que cerrara el corredor. Moisés se negó, el plan de
Dios ya estaba en marcha y él confiaba en que su pueblo estaría a salvo a pesar
de que el ejército del Faraón los había seguido por el corredor del lecho
marino desecado.
“Hicimos que los Hijos de Israel cruzaran el mar. Y
los persiguieron el Faraón y su ejército injustamente, empujados por el odio. Y
cuando [el Faraón] sintió que se ahogaba indefectiblemente dijo: ‘Creo en una
única divinidad como lo hace el pueblo de Israel, y a Él me someto’. ¿Recién
ahora crees, luego de haber desobedecido y haberte contado entre los
corruptores? Conservaremos tu cuerpo y te convertirás en un signo para que las
generaciones que te sucedan reflexionen. Por cierto que muchos de los hombres
son indiferentes a Nuestros signos”. (Corán10:90-92)
Ibn Kazir describe así la muerte del Faraón: “Cayó el
telón sobre la tiranía del Faraón, y las olas arrojaron su cadáver a la orilla
occidental del mar. Los egipcios lo vieron y supieron que el dios al que adoraban
y obedecían era sólo un hombre que no podía alejar la muerte de su propio
cuello”. Cuando el Faraón tuvo poder, riqueza, salud y fortaleza, se negó a
reconocer a Dios; pero cuando vio la muerte aproximándosele, clamó a Dios con
miedo y horror. Si la humanidad recuerda a Dios en épocas de calma, Dios
recordará incluso al más humilde de los seres humanos en épocas de emergencia.
Generaciones de opresión habían dejado una marca indeleble
en los hijos de Israel. Años de humillación y de miedo constante los había
convertido en ignorantes y obstinados. Muchos de ellos habían sido privados de
comodidades y lujos todas sus vidas. Anhelaban algo que fuera una señal de
riqueza o materialismo. Los hijos de Israel creían en Dios, y acababan de
presenciar los milagros más sorprendentes y las señales del poder de Dios, pero
aún codiciaban un ídolo que vieron en su viaje fuera de Egipto.
“Hicimos que los Hijos de Israel cruzaran el mar, y
cuando llegaron a un pueblo que se prosternaba ante los ídolos dijeron: ‘¡Oh,
Moisés! Permítenos adorar ídolos como lo hacen ellos’. Dijo: ‘Vosotros, en
verdad, sois un pueblo de ignorantes. Ciertamente aquello en lo que creen será
destruido y sus obras habrán sido en vano’.
Dijo: ‘¿Cómo podría admitir que adoréis a ídolos en
vez de Dios, cuando Él os ha preferido [enviándoos un Profeta] a vuestros
contemporáneos?’
Recordad cuando os salvamos del Faraón y su ejército,
quienes os castigaban sin piedad, matando a vuestros hijos y dejando con vida a
las mujeres; en esto hubo una dura prueba de vuestro Señor”. (Corán 7: 138-141)
Dios favoreció a los hijos de Israel. Fueron
conducidos a salvo fuera de Egipto y presenciaron el ahogamiento de su cruel
gobernante, el Faraón. Cuando necesitaron agua, Dios ordenó a Moisés que
golpeara una roca, que se abrió en doce fuentes para las doce tribus, de modo
que no hubiera disputa entre ellos. Dios también envió nubes para protegerlos
del sol abrasador, y para calmar su hambre les envió un alimento especial y
delicioso llamado maná, además de codornices. Lamentablemente, a pesar de la
generosidad de Dios, muchos de los hijos de Israel se quejaron y anhelaron la
comida que solían comer en Egipto, cebollas, ajos, frijoles y lentejas.
Moisés advirtió a su pueblo y les recordó que acababan
de salir de una vida de degradación y humillación. Les preguntó por qué
lloraban por las peores provisiones cuando Dios les estaba otorgando las
mejores. Moisés dijo: “¿Es que queréis cambiar lo mejor por lo
peor? Dirigíos a Egipto que allí tendréis lo que pedís” (Corán 2: 61). Dios estaba brindándoles regalos y
facilitándoles la vida a los hijos de Israel mientras ellos hacían su viaje
hacia la tierra prometida, pero ellos eran un pueblo dañado, incapaz de
mantenerse alejado del pecado y la corrupción.
El profeta Moisés condujo a su pueblo, los hijos de
Israel, fuera de Egipto
Salieron
bajo el amparo de la oscuridad, llevando sus escasas pertenencias, y se
dirigieron por el desierto hacia el Mar Rojo. Cuando llegaron al mar, el
ejército del Faraón los perseguía de cerca, el pueblo de Moisés podía ver el
polvo levantado por el ejército acercándose. Miraron al mar frente a ellos y se
sintieron atrapados. Por voluntad y con permiso de Dios, Moisés golpeó el mar
con su vara y éste se abrió revelando un camino. Los hijos de Israel caminaron
por el lecho marino. Cuando la última persona cruzó a salvo, el mar volvió a su
lugar y ahogó al ejército de Egipto, incluyendo al tiránico Faraón.
Los hijos de Israel fueron un pueblo oprimido y
humillado durante mucho tiempo. Muchas generaciones habían vivido bajo el yugo
del Faraón. Se habían convertido en un pueblo hostil. Siempre esperando lo
peor. Anhelando siempre las cosas buenas de este mundo. El sentido del honor y
la confianza en sí mismos se había erosionado. Durante su viaje fuera de Egipto
hacia la tierra prometida, hubo una gran oportunidad para que sus defectos de
carácter se hicieran obvios. Los hijos de Israel fueron ingratos con Dios, a
pesar de Su cuidado y atención hacia ellos. Eran incapaces de comportarse con
sumisión y aceptar la voluntad de Dios.
Cuando los hijos de Israel llegaron a un pueblo que
adoraba ídolos, su afán de ser como esas personas que parecían ser felices se
hizo manifiesto y le pidieron a Moisés que los dejara tener un ídolo, olvidando
por completo los milagros de Dios que habían presenciado. Cuando Dios los
proveyó con comida deliciosa que era desconocida para ellos se quejaron,
deseando la comida inferior a la que estaban acostumbrados. Cuando Moisés los
mandó a marchar contra una ciudad y derrotar a los cananeos se negaron, en su
mayoría por miedo, y así desobedecieron las órdenes de Dios. Ibn Kazir narra
que Moisés sólo pudo encontrar dos hombres dispuestos a luchar.
“Dijo: ‘¡Señor mío! Sólo tengo control de mis actos y
autoridad sobre mi hermano; apártanos, pues, de los extraviados’. Dijo [Dios a
Moisés]: ‘Les estará prohibida [la entrada en la Tierra Santa] durante cuarenta
años, tiempo en el que vagarán por la Tierra. No te aflijas por quienes se
desviaron’”. (Corán 5:25-26)
Los “días de vagar” comenzaron. Cada día era como el anterior.
La gente viajaba sin un destino en mente. Eventualmente, entraron al Sinaí,
Moisés lo reconoció como el lugar donde había hablado con Dios antes de que su
gran viaje a Egipto comenzara. Dios le ordenó a Moisés que ayunara, como
purificación, durante 30 días y luego añadió 10 días más. Después que el ayuno
terminó, Moisés estaba listo para comunicarse de nuevo con Dios.
“Y convocamos a Moisés durante treinta noches, pero
luego extendimos [la cita] otras diez noches más, y el encuentro con su Señor
duró cuarenta noches. Y [antes de partir hacia Él] Moisés dijo a su hermano
Aarón: ‘Remplázame ante mi pueblo y ordena el bien, y no sigas el sendero de
los corruptores’. Y cuando Moisés acudió al encuentro y su Señor le habló,
[Moisés] le pidió: ‘Muéstrate para que pueda verte’. Dijo [Allah]: ‘No lo
resistirías. Observa la montaña, si permanece firme en su lugar [después de
mostrarme a ella], pues entonces tú también podrás verme’. Pero cuando su Señor
se mostró a la montaña, ésta se convirtió en polvo, y Moisés cayó inconsciente.
Cuando volvió en sí exclamó: ‘¡Glorificado seas! Me arrepiento y soy el primero
en creer en Ti’. Dijo: ‘¡Oh, Moisés! Ciertamente te he distinguido entre los
hombres con la profecía y por haberte hablado directamente. Aférrate a lo que
te he revelado y sé de los agradecidos’”. (Corán 7:142-144)
Dios le dio a Moisés dos tablas de piedra, con los
Diez Mandamientos escritos sobre ellas. Estos mandamientos forman la base de la
ley judía, la Tora, y son normas morales que siguen siendo establecidas por las
iglesias cristianas. Ibn Kazir y los sabios del Islam afirman que los Diez
Mandamientos están reiterados en dos versículos del Corán:
“Diles: Venid que os informaré lo que vuestro Señor os
ha prohibido: No debéis asociarle nada y seréis benevolentes con vuestros
padres, no mataréis a vuestros hijos por temor a la pobreza, Nosotros Nos
encargamos de vuestro sustento y el de ellos, no debéis acercaros al pecado,
tanto en público como en privado, y no mataréis a nadie que Dios prohibió
matar, salvo que sea con justo derecho. Esto es lo que os ha ordenado para que
razonéis. No os apropiaréis de los bienes del huérfano si no es para su propio
beneficio [del huérfano] hasta que alcance la madurez; mediréis y pesaréis con
equidad. No imponemos a nadie una carga mayor de la que puede soportar. Cuando
habléis [para declarar o decir algo] deberéis ser justos, aunque se trate en
contra de un pariente, y cumpliréis vuestro compromiso con Dios. Esto es lo que
os ha ordenado para que recapacitéis”. (Corán 6:151-152)
Moisés había estado ausente durante 40 días. Su pueblo
se había inquietado, eran como niños, quejándose y actuando de manera
impulsiva. Ibn Kazir describe su descenso hacia el imperdonable pecado de la
idolatría: “As-Samiri, un hombre que se inclinaba hacia el mal, sugirió que
debían encontrar otra guía, pues Moisés había roto su promesa. Él les dijo: ‘A
fin de hallar la guía verdadera, necesitan un dios, y yo voy a darles uno’. De
modo que recolectó todo el oro y las joyas de ellos, y los fundió. Durante el
proceso, lanzó un puñado de polvo de oro, actuando como un mago para
impresionar a los ignorantes. A partir del metal fundido, hizo un becerro de
oro. Era hueco, y cuando el viento pasaba a través de él, producía un sonido”.
Era como si hubiera conseguido hacerles un dios
viviente. El hermano de Moisés, Aarón, tuvo miedo de enfrentarse a la gente,
pero cuando vio el ídolo y se dio cuenta de que se estaba cometiendo un pecado
grave, habló. Le recordó a la gente que debían adorar sólo a Dios y les
advirtió de las graves consecuencias de sus actos, tanto de Moisés a su regreso
como de Dios mismo. Aquellos que permanecieron fieles a su creencia en Dios se
apartaron de aquellos que adoraron al ídolo. Cuando Moisés regresó con su
pueblo, los vio cantando y bailando alrededor del becerro de oro. Estaba
furioso.
Dios castiga a los idólatras y Moisés muere
Moisés no podía creer lo que veían sus ojos, a pesar
de que Dios le había advertido que un castigo severo estaba por caer sobre su
pueblo por adorar al becerro de oro. El corazón de Moisés estaba lleno de
vergüenza y de ira. Su propio pueblo había sido testigo del poder y la majestad
de Dios, sin embargo actuaba de forma hostil y sin temor al castigo de Dios.
“Dijo [Dios]: Por cierto que hemos puesto a prueba a
tu pueblo después de que los dejaste, y el samaritano los extravió
[exhortándolos a adorar el becerro]. Y cuando Moisés regresó ante su pueblo
airado y apenado, les dijo: ‘¡Oh, pueblo mío! ¿Acaso vuestro Señor no os ha hecho
una hermosa promesa? ¿Es que os parece que me ausenté por mucho tiempo? ¿Acaso
queréis que la ira de vuestro Señor se desate sobre vosotros, y por ello
quebrantasteis la promesa que me hicisteis?’” (Corán 20:85-86)
Moisés se volvió hacia su hermano Aarón, se enojó y lo
tomó por la barba acercándolo de cabeza hacia él. Le gritó a su hermano Aarón
exigiéndole que explicara por qué había desobedecido las instrucciones que le
había dado, y por qué había permitido que As-Samiri engañara a los hijos de
Israel. Aarón le explicó que la gente no lo había escuchado y habían estado a
punto de matarlo. Pidió a Moisés que no permitiera que los idólatras los
separaran. Aarón no era tan fuerte y poderoso como su hermano y temía no ser
capaz de controlar a su pueblo, por lo que había esperado el regreso de su
hermano Moisés.
La promesa de Dios es verdadera y su castigo no se
hizo esperar. Moisés se enfrentó con As-Samiri y lo envió al exilio.
“Dijo [Moisés]: ‘Aléjate de nosotros; ciertamente tu
castigo en esta vida será vivir sólo, sin que nadie se te acerque, y [en la
otra] te aguarda una cita ineludible [el Día del Juicio]. Y observa [lo que
haremos con] lo que consideraste tu divinidad, y a lo cual has adorado: Lo
quemaremos y esparciremos sus restos en el mar. Ciertamente vuestra única
divinidad es Dios. No existe nada ni nadie con derecho a ser adorado salvo Él,
y todo lo abarca con Su conocimiento’”. (Corán 20:97-98)
El castigo impuesto a los idólatras fue severo.
“Y cuando Moisés dijo a su pueblo: ‘¡Oh, pueblo mío!
Ciertamente habéis sido injustos con vosotros mismos al tomar el becerro [como
objeto de adoración]. Arrepentíos ante vuestro Señor y mataos unos a otros
[ejecutando a quienes adoraron el becerro]. Ello será lo mejor para vosotros
ante vuestro Creador. Así os perdonará, pues Él es Indulgente, Misericordioso’”. (Corán 2:54)
Dios es el Más Misericordioso y perdona. Después de
que los hijos de Israel se habían purificado y habían ejecutado a los
idólatras, Dios aceptó su arrepentimiento. Incluso después de su continua
hostilidad y obstinación, los hijos de Israel sintieron de nuevo la gracia de
Dios sobre ellos.
Moisés escogió entonces a 70 hombres entre los
ancianos más piadosos de los hijos de Israel. Regresó con ellos al Monte Tur.
Eran una delegación con la intención de pedir perdón a Dios por su
comportamiento. Se quedaron atrás y Moisés se perdió entre la neblina para
hablar con Dios mientras los ancianos esperaban. Cuando regresó a ellos, en
lugar de sentirse arrepentidos y pedirle disculpas a Moisés, le informaron que
realmente no lo seguirían hasta que vieran a Dios con sus propios ojos.
“¡Oh, Moisés! No creeremos en ti hasta que veamos a
Dios en forma manifiesta”. (Corán 2:55)
La tierra tembló y los 70 hombres fueron alcanzados
por un rayo. Cayeron muertos al suelo. Moisés quedó atónito. De inmediato se
preguntó qué le diría a los hijos de Israel. Estos 70 hombres eran los mejores
entre su pueblo; Moisés sintió que ahora los hijos de Israel no tenían esperanza.
Acudió a Dios.
“Y Moisés eligió entre su pueblo a setenta hombres
para que se encontrasen con Nosotros, y cuando les azotó un violento temblor,
[Moisés] exclamó: ‘¡Señor mío! Si hubieras querido los habrías aniquilado
antes, y a mí también. ¿Acaso nos aniquilarás por lo que han cometido los
necios que hay entre nosotros? Ciertamente esto [el becerro] no es sino una
prueba con la que extravías y guías a quien quieres. Tú eres nuestro protector,
perdónanos y ten misericordia de nosotros; Tú eres el más Indulgente. Y
concédenos el bienestar en esta vida y en la otra; ciertamente nosotros nos
hemos arrepentido’. Dijo [Dios]: ‘Azoto con Mi castigo a quien quiero, pero
sabed que Mi misericordia lo abarca todo, y se la concederé a los piadosos que
pagan el Zakat y creen en Nuestros signos’”. (Corán 7:155-156)
Dios es en verdad el Más Misericordioso y Su
misericordia abarca todas las cosas. Cuando Moisés suplicó a Dios, Él resucitó
a los 70 ancianos muertos. Por muchos años, los hijos de Israel vagaron por el
desierto y tierras baldías. El profeta Moisés sufrió mucho a manos de ellos.
Soportó su amotinamiento, hostilidad, ignorancia e idolatría, y ellos incluso
le causaron daños personales. Sufrió sólo por causa de agradar a Dios. Después
de muchos años el Profeta Aarón murió, de modo que Moisés estaba finalmente sin
su mayor apoyo. Sin embargo, se mantuvo firme, continuó en el desierto sin
alcanzar nunca la tierra prometida. Moisés murió, rodeado aún por los hostiles
hijos de Israel. Rodeado por la gente que se negó a ver los milagros que tenían
ante sus ojos, a pesar de que Dios en Su misericordia continuaba dándoles
oportunidad tras oportunidad.
En las tradiciones del
Profeta Muhammad, la paz y las bendiciones de Dios sean con él, se cuenta la
muerte del Profeta Moisés: “El ángel de la
muerte fue enviado a Moisés. Cuando llegó, Moisés lo golpeó
en el ojo. El ángel regresó a su Señor diciendo: ‘Me has enviado a un siervo
que no desea morir’. Dios dijo: ‘Regresa con él y dile que ponga su mano sobre
el lomo de un buey, y que por cada pelo que quede debajo de ella le otorgaré un
año de vida’. Moisés dijo: ‘¡Oh Señor!, ¿qué pasará después?’ Dios contestó:
‘Morirás’. Moisés dijo: ‘¡Que la muerte llegue ya!’ Moisés pidió entonces a
Dios que le dejara morir cerca de la Tierra Santa, estando a una distancia de
un tiro de piedra de ella”[1].
¡Pon tu confianza en Dios!
La
condición humana está llena de pruebas, preocupaciones y curvas de aprendizaje
tremendas. La vida está llena de sorpresas. Sin embargo, recordar a Dios y
esforzarse por complacerlo es la clave para la salvación de la humanidad. El Corán
contiene historias inspiradoras de la vida de los Profetas y de hombres y
mujeres rectos. La vida de Moisés se discute con frecuencia y su historia nos
enseña que Dios es Misericordioso, Confiable y Cariñoso. Allah, el Más
Clemente, no nos ha dejado solos, nos ha proporcionado Su guía y Su luz.
“Por cierto que en las historias [de los Profetas] hay
un motivo de reflexión para los dotados de sano juicio. No es [el Corán] un
relato inventado sino una confirmación de lo revelado anteriormente, y es una
explicación detallada de todas las cosas, guía y misericordia para los
creyentes”. (Corán 12: 111)
A lo largo de esta serie de artículos hemos aprendido
sobre la tremenda fortaleza de carácter de Moisés y su habilidad para
perseverar incluso en circunstancias extremas. Moisés siguió los mandamientos
de Dios con valor y determinación, y más allá de todo; poseía una
característica de gran importancia, la característica de la sinceridad. Moisés
era sincero en todos sus esfuerzos. Sin importar lo que hiciera, actuaba
siempre con el propósito expreso de agradar a Dios. Cuando la determinación es
acompañada con sinceridad, el carácter de una persona puede llegar a ser
extraordinario.
Durante los años en que los hijos de Israel vagaron
por el desierto sin poder entrar a la tierra prometida, Moisés encontró a Jidr
y pasó un tiempo con él. Un hombre que la mayoría de los eruditos cree que era
un Profeta.
Ibn Kazir narró que un día alguien le preguntó a
Moisés: “Oh, Mensajero de Dios, ¿hay en la tierra alguien con más conocimiento
que tú?” Moisés le contestó: “¡No!”, creyendo que, ya que Dios le había
permitido hacer milagros y le había entregado la Tora, él debía ser el hombre
vivo más sabio. Esto, sin embargo, no era cierto. El encuentro de Moisés con
Jidr le enseña a la humanidad que ninguna persona puede tener toda la
información disponible y que, aunque pensemos que somos inteligentes y sabios,
la necesidad de buscar el conocimiento nunca termina. Cuando Moisés se dio
cuenta de la existencia de Jidr, pidió reunirse con él.
Dios le dijo a Moisés que pusiera un pez vivo en un
recipiente. Cuando el pez desapareciera, él se encontraría con el hombre que buscaba.
Moisés inició su viaje acompañado por un joven que llevaba el recipiente con el
pescado. Llegaron a un lugar donde se encontraban dos mares y decidieron descansar
allí. Moisés se durmió al instante. Mientras dormía, su compañero vio cómo el
pez se escapaba hacia el mar y se iba nadando, pero olvidó informar de ello a
Moisés.
Cuando Moisés despertó, continuó su viaje hasta que estaban
exhaustos y hambrientos. Moisés pidió comida. Sólo cuando hizo esto, su
compañero recordó que el pescado se había escapado. Al oír esto, Moisés
exclamó: “¡Eso es exactamente lo que buscábamos!” Volvieron rápidamente sobre
sus pasos para encontrar el lugar donde los mares se encontraban y donde el pez
había saltado.
Cuando Moisés se dio cuenta que habían tomado la dirección
equivocada, de inmediato volvió atrás. No siguió adelante con la esperanza de
proteger su reputación o ahorrar tiempo, él sabía que el camino era errado y lo
corrigió. En esta vida, muchos de nosotros elegimos el camino incorrecto, pero
nos da miedo o vergüenza volver atrás y tomar una dirección distinta. Hay
grandes lecciones para aprender de los actos del Profeta Moisés. Una vez una
persona se da cuenta que va en la dirección equivocada en la vida, debe de
inmediato dar la vuelta y volver al camino correcto. Uno no debe considerar
esto como una derrota, sino como una victoria.
Cuando Moisés regresó al camino correcto, conoció a
Jidr. Fue un encuentro diseñado para darle la luz del conocimiento. Este
momento histórico de la reunión de Moisés con Jidr se narra en el Corán en el
capítulo 18, “La Cueva”.
“Moisés le dijo: ‘¿Puedo seguirte para que me
instruyas sobre aquello que se te ha enseñado?’ Respondió: ‘Tú no podrás
soportarlo. ¿Cómo podrías soportar algo que desconoces?’ Dijo: ‘Verás, si Allah
quiere, que lo resistiré y no te desobedeceré’. Dijo: ‘Si me sigues, no me
preguntes sobre nada hasta que yo no te haga mención de ello’. Y partieron
hasta que abordaron una embarcación a la que dañó. Dijo [Moisés]: ‘¿La has
dañado para que se ahoguen quienes la abordaron? Has cometido algo asombroso y
grave’. Dijo: ‘¿No te había dicho que no lo soportarías?’ ‘Disculpa mi olvido,
y no me impongas una carga muy difícil’. Y partieron hasta que se encontraron
con un niño al que mató. Dijo [Moisés]: ‘¿Has matado a una persona inocente sin
que él haya matado a nadie? Por cierto que has cometido algo terrible’. Dijo:
‘¿No te había dicho que no lo soportarías?’ Dijo [Moisés]: ‘Si vuelvo a
preguntarte por algo, no consientas en que te acompañe. Ya me has disculpado
varias veces’. Y partieron hasta que llegaron a un pueblo y pidieron a sus
habitantes que los alimentaran, pero ellos se negaron a ser hospitalarios.
Luego encontraron en el pueblo un muro que estaba a punto de derrumbarse, y lo
reconstruyó. Dijo [Moisés]: ‘Si hubieras querido, podrías haber pedido una paga
por ello’. Dijo: ‘Aquí nos separamos. Pero te informaré acerca de aquello que
no pudiste soportar.
En cuanto a la embarcación, pertenecía a unos pobres
que trabajaban en el mar, y quise averiarla porque detrás de ellos venía un rey
que se apoderaba por la fuerza de todas las naves que estuvieran en perfectas
condiciones. En cuanto al niño, sus padres eran creyentes y supimos que él los
induciría al desvío y la incredulidad. Quiso su Señor concederles en su lugar otro
hijo más puro y benevolente. En cuanto al muro, pertenecía a dos jóvenes
huérfanos del pueblo. Había debajo de él un tesoro que les pertenecía. Su padre
había sido un hombre piadoso y tu Señor quiso que cuando alcanzaran la madurez
encontrasen el tesoro, como una misericordia de tu Señor. Yo no lo hice por
propia iniciativa. Ésta es la razón de aquello que no pudiste soportar’”. (Corán
18:66-82)
La historia de Moisés y Jidr nos recuerda que Dios es
el Más Sabio. La frágil vida del ser humano puede contener mucha alegría y
risas, pero a veces nos vemos acosados por las pruebas, las tragedias y las
calamidades que aparentemente no tienen sentido. Como creyentes, debemos creer
que todo lo que Dios decreta surge de Su Sabiduría Suprema y Absoluta.
Moisés, profeta y legislador hebreo, fundador de Israel o del pueblo judío. La historia de su vida se relata sobre todo en los libros Éxodo y Deuteronomio del A.T.. Nació en Gosén, región del antiguo Egipto. Los judíos residentes en Egipto se hallaban esclavizados por el faraón. Poco antes del nacimiento de Moisés, el faraón había ordenado dar muerte a todos los varones hebreos recién nacidos. Para salvar a su hijo, su madre le colocó en una cesta de papiro que echó al Nilo, episodio que fue observado por su hermana Miriam (Éx.2:4; Nu.26:59). Fue rescatado por la hija del faraón, que crió al niño como si fuera suyo. Moisés mató a un egipcio que a su vez había asesinado a un hebreo, por lo que hubo de huir de Egipto. En el exilio, Moisés fue pastor toda su vida. A los 80 años, Jehová, se le apareció en una zarza ardiente y le ordenó volver a Egipto y salvar a su pueblo de la esclavitud. Una vez hecho esto, debía guiarlos hacia la tierra de Canaán, donde debían instalarse de forma permanente. Para ayudarle en el proyecto, Jehová otorgó a Moisés el poder de realizar milagros. Moisés se presentó ante el faraón junto con su hermano Aarón, pero a pesar de los milagros realizados azotando a los egipcios con una serie de plagas—, el faraón se negó a liberar al pueblo hebreo. Al final, aceptó que Moisés condujera a los hebreos fuera de Egipto, camino de Canaán. Al aproximarse al Mar Rojo, un ejército egipcio enviado por el faraón se les aproximó. Moisés extendió su brazo, dividiendo el mar y formando murallas de agua a derecha e izquierda. Los hebreos cruzaron el tramo, pero cuando los egipcios intentaron seguirles, las murallas de agua cayeron sobre ellos y los ahogaron. Al llegar al pie del monte Sinaí, en la península homónima, Moisés subió a la cima para hablar con Jehová. Estuvo con él por 40 días y 40 noches y recibió dos tablas de piedra en las que estaban escritos los Diez Mandamientos. Tras 40 años de travesía del desierto bajo la dirección de Moisés, periodo signado por diversas tribulaciones como terremotos, plagas, incendios, sequías y guerras con los pueblos nativos de Palestina, los hebreos llegaron al fin a Canaán. Jehová permitió a Moisés divisar la Tierra Prometida, desde la cima del monte Nebó, y después de esta visión murió. Sin embargo, ya había entregado el liderazgo del pueblo a Josué. Aunque es difícil precisar las fechas de nacimiento y muerte de Moisés, numerosos especialistas contemporáneos aseguran que el éxodo tuvo lugar en el siglo XIII a.C. Además Moisés fue quizá el autor de los cinco primeros libros del Antiguo Testamento, denominados en su conjunto Pentateuco, así como de otras partes del A.T., incluyendo quizá el Libro de Job. Sin embargo, la opinión casi unánime de los especialistas es que estos libros son la obra combinada de numerosos autores. Moisés se le menciona con frecuencia en el N.T. como en la transfiguración de Cristo, Moisés representa a la Ley (Mt. 17,3). El papel que desempeñó en el A.T. es reseñado en la Epístola a los Hebreos, comparándolo con el de Cristo (Heb. 3:1-6). También se le menciona en el Evangelio de San Juan, de nuevo para destacar el papel de Cristo (Jn.1:17) como refrendo de lo anunciado en las Escrituras. También el islam, que le llama Musa, le venera. Moisés Profeta y legislador hebreo, fundador de Israel o del pueblo judío. También el islam, que le llama Musa, le venera. La historia de su vida se relata sobre todo en los libros Éxodo y Deuteronomio del Antiguo Testamento. Según estos relatos, nació en Gosén, región del antiguo Egipto. A la sazón, los judíos residentes en Egipto se hallaban esclavizados por el faraón. Poco antes del nacimiento de Moisés, el faraón había ordenado dar muerte a todos los varones hebreos recién nacidos. Para salvar a su hijo, su madre le colocó en una cesta de papiro que echó al Nilo, episodio que fue observado por su hermana Miriam (Éx. 2,4; Núm. 26,59). Fue rescatado por la hija del faraón, que crió al niño como si fuera suyo. Ya adulto, Moisés mató a un egipcio que a su vez había asesinado a un hebreo, por lo que hubo de huir de Egipto. En el exilio, Moisés fue pastor toda su vida. A los 80 años, Dios se le apareció en una zarza ardiente y le ordenó volver a Egipto y salvar a su pueblo de la esclavitud. Una vez hecho esto, debía guiarlos hacia la tierra de Canaán, más tarde denominada Palestina, donde debían instalarse de forma permanente. Para ayudarle en el proyecto, Dios otorgó a Moisés el poder de realizar milagros. El éxodo Moisés se presentó ante el faraón junto con su hermano Aarón, pero a pesar de los milagros realizados -como convertir en sangre las aguas del Nilo y azotar a los egipcios con una serie de plagas-, el faraón se negó a liberar al pueblo hebreo. Al final, aceptó que Moisés condujera a los hebreos fuera de Egipto, camino de Canaán. Al aproximarse al Mar Rojo, un ejército egipcio enviado por el faraón se les aproximó. Moisés extendió su brazo, dividiendo el mar y formando murallas de agua a derecha e izquierda. Los hebreos cruzaron el tramo, pero cuando los egipcios intentaron seguirles, las murallas de agua cayeron sobre ellos y los ahogaron. Al llegar al pie del monte Sinaí, en la península homónima, Moisés subió a la cima para hablar con Dios. Estuvo con la divinidad 40 días y 40 noches y recibió dos tablas de piedra en las que estaban escritos los Diez Mandamientos, que a partir de entonces constituyeron las leyes fundamentales de los hebreos. Tras 40 años de travesía del desierto bajo la dirección de Moisés, periodo signado por diversas tribulaciones como terremotos, plagas, incendios, sequías y guerras con los pueblos nativos de Palestina, los hebreos llegaron al fin a Canaán. Dios permitió a Moisés divisar la Tierra Prometida, desde la cima del monte Nebó (hoy Jordania), y después de esta visión murió. Sin embargo, ya había entregado el liderazgo del pueblo a Josué. Aunque es difícil precisar las fechas de nacimiento y muerte de Moisés, numerosos especialistas contemporáneos aseguran que el éxodo tuvo lugar en el siglo XIII a.C. El Pentateuco Además de ser uno de los líderes nacionales y legisladores más famosos de la historia, Moisés fue quizá el autor de los cinco primeros libros del Antiguo Testamento, denominados en su conjunto Pentateuco, así como de otras partes del Antiguo Testamento, incluyendo quizá el Libro de Job. Sin embargo, la opinión casi unánime de los especialistas es que estos libros son la obra combinada de numerosos autores. En el cristianismo Moisés es un personaje bien conocido en el cristianismo, y se le menciona con frecuencia en el Nuevo Testamento. En la transfiguración de Cristo, Moisés representa a la Ley (Mt. 17,3). El papel que desempeñó en el Antiguo Testamento es reseñado en la Epístola a los hebreos, comparándolo con el de Cristo (Heb. 3,1-6). También se le menciona en el Evangelio de San Juan, de nuevo para destacar el papel de Cristo (Jn. 1,17) como refrendo de lo anunciado en las Escrituras.
Video de Moisés:
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*"Deja el amor del mundo y sus dulcedumbres, como sueños de los que uno despierta; arroja tus cuidados, abandona todo pensamiento vano, renuncia a tu cuerpo. Porque vivir de la oración no significa sino enajenarse del mundo visible e invisible. Nada. A no ser el unirme a Ti en la oración de recogimiento. Unos desean la gloria; otros las riquezas. Yo anhelo sólo a Dios y pongo en Ti solamente la esperanza de mi alma devastada por la pasión"
martes, 4 de septiembre de 2012
Moisés, Santo
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