miércoles, 5 de septiembre de 2012

Meditando una bienaventuranza

Felices los que aman a María.

No es propiamente una bienaventuranza enunciada por Jesús en el Evangelio, pero es realmente una gran bienaventuranza, que vuelve feliz a quien la practica.
Efectivamente la Iglesia llama a María Santísima: “Causa de nuestra alegría”, y verdaderamente es así, pues María trae la felicidad y la alegría a nuestras vidas, a nuestras familias, al mundo entero.
Porque el primer milagro que hizo Jesús fue el de convertir el agua en vino, y lo hizo por pedido expreso de su Madre, la Virgen. Y sabemos muy bien que el vino es símbolo de la alegría espiritual, porque el beber un poco de vino alegra el espíritu. Por eso aquí el Evangelio nos quiere decir que por medio de María viene la alegría al mundo, a los hombres.
También cuando María fue a visitar a su prima Santa Isabel, le llevó la alegría, puesto que al escuchar Isabel a la Virgen, el niño que llevaba en su seno saltó de alegría en su vientre.
Estos pasajes de la Escritura no están colocados por casualidad, sino que nos quieren dejar bien en claro que María Santísima es causa de alegría, y quien la ama, será feliz ya en este mundo, porque María no sólo es la alegría de los hombres, sino que es la alegría de Dios, pues Dios es infinitamente feliz porque tiene a María, como Jesús lo ha revelado en la Obra de María Valtorta.
Y si María da alegría a Dios, ¡qué alegría nos dará a nosotros, si la amamos!
Hagamos como el Apóstol San Juan, que desde el Calvario, llevó a María a su casa, y fue feliz ya en la tierra.
Entonces un secreto para ser feliz, tal vez el mayor secreto, es amar a María, tener devoción a Ella, honrarla, invocarla, rezarle, ¡y preparémonos a ser inundados de gozo espiritual, de dones y de toda clase de favores de todo tipo! El que no lo crea así, que haga la prueba y verá lo que son milagros.

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