domingo, 9 de septiembre de 2012

¿Magia negra o magia blanca?


Marcos 7, 31-37. Tiempo Ordinario. Abramos nuestro corazón de par en par para escuchar a Dios y ver con la fe, los milagros de amor, que realiza cada día en nuestra vida.
 
¿Magia negra o magia blanca?
Del santo Evangelio según san Marcos 7, 31-37


En aquel tiempo, Jesús se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él. El, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: «Effatá», que quiere decir: «¡Ábrete!» Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente. Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. Y se maravillaban sobremanera y decían «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»

Oración introductoria

Señor, así como apartaste al hombre del Evangelio a un lado de la gente, te pido hoy que me separes de las distracciones, de mis vanas preocupaciones, apártame de todo lo que no seas Tú. Toca mi alma con tus manos, mete tus dedos en los oídos de mi corazón para que me abra a tu gracia y a todo lo que me quieres decir en esta oración.

Petición

Señor, ayúdame a escuchar tu Palabra, a guardarla siempre en mi corazón y a ponerla en práctica.

Meditación del Papa

El punto central de este episodio es el hecho de que Jesús en el momento de realizar la curación, busca directamente su relación con el Padre. El relato dice, de hecho, que Él "mirando hacia el cielo, suspiró". La atención al enfermo, la atención de Jesús hacia él, están vinculados a una actitud profunda de oración dirigida a Dios. Y el suspiro se describe con un verbo que en el Nuevo Testamento indica la aspiración a algo bueno que todavía falta. El conjunto del relato muestra que la implicación humana con el enfermo lleva a Jesús a la oración. Una vez más surge su relación única con el Padre, su identidad de Hijo Unigénito. En Él, a través de su persona, se hace presente la actuación benéfica y sanadora de Dios. No es un caso en el que el comentario conclusivo de la gente, después del milagro, recuerde la valoración de la creación en el inicio del Génesis: "Ha hecho bien todas las cosas". En la acción sanadora de Jesús, entra de un modo claro la oración, con su mirada hacia el cielo. La fuerza que ha sanado al sordomudo está ciertamente provocada por la compasión hacia él, pero proviene del recurso hacia el Padre. Se encuentran estas dos relaciones: la relación humana de compasión con el hombre, que entra en la relación con Dios, y se convierte así, en curación. Benedicto XVI, 14 de diciembre de 2011.

Reflexión

¿Magia negra o magia blanca?... Los evangelios nos narran muchos milagros realizados por nuestro Señor a lo largo de su vida. Y sólo de dos o tres de ellos se nos registra también una breve fórmula pronunciada por Jesús, en su lengua original, que acompaña el milagro. Uno fue cuando resucitó a la hija de Jairo: –"Thalita qumi" –le dijo–; palabras que, según nos explica el mismo evangelista, significan: –"¡Niña, levántate!". El otro caso es el Evangelio de hoy, cuando Jesús realiza la curación del sordomudo: –"¡Effetá!", es decir, "¡ábrete!".

A un ignorante en materia de religión o desconocedor de las Escrituras –cosa, por lo demás, no muy extraña entre los católicos– estas frases le podrían sonar a una fórmula mágica, algo así como el “ada-cadabra” de los cuentos de hadas y brujas. Pero, obviamente, no es así. No se trata de magia. Son expresiones cargadas no sólo de un rico significado teológico, sino también de un profundo simbolismo espiritual: son oraciones. Una especie de "sacramento".

Cuando el sacerdote administra un sacramento, pronuncia al mismo tiempo una breve oración que acompaña el gesto, exactamente igual a como hace Jesús en esta ocasión al obrar el milagro. Su palabra omnipotente es eficaz porque produce lo que dice: Le ordena levantarse a la niña, y ésta se levanta de su lecho de muerte. Y al sordomudo le ordena que se le abran los oídos y la lengua, y éstos le obedecen. Así son también los sacramentos. El sacerdote dice, en nombre de Cristo: "yo te absuelvo de tus pecados", y los pecados son perdonados; y afirma "esto es mi Cuerpo" y se realiza el milagro de la transubstanciación, o sea, la conversión real del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor. Y en el rito del bautismo, el sacerdote pronuncia al pie de la letra la palabra "Effetá" para simbolizar que el recién bautizado ha sido ya curado de su sordera y de su mudez espiritual. ¡Cada sacramento es un auténtico milagro de la gracia, que realiza un cambio profundo en el corazón del cristiano!

Pero aún hay algo más. Nuestro Señor tiene el poder de curar enfermos, de resucitar a los muertos, de devolver la vista a los ciegos, la capacidad de oír a los sordos y el habla a los mudos porque es Dios. Es Todopoderoso y lo que El quiere, lo hace con su poder. Pero, ¡atención! El es capaz de curar las enfermedades corporales sin nuestra intervención, pero NO puede curar las enfermedades de nuestra alma si nosotros no se lo permitimos; más aún, si no colaboramos con nuestra voluntad y si no accedemos con nuestra libertad a la acción de su gracia. Dios respeta nuestra libre elección y no violenta a nadie a escoger el bien a la fuerza. ¡Qué misterio!

Jesucristo, durante su vida pública, devolvió la vista a muchos ciegos. Pero no pudo librar de su ceguera espiritual a los escribas y a los fariseos. Devolvió la capacidad de oír a este sordo, pero no fue capaz de hacer oír su voz ni el mensaje del Evangelio a muchos judíos de su tiempo. Después de que el Señor curó al ciego de nacimiento –nos cuenta san Juan– pronunció estas tremendas palabras: "Yo he venido al mundo para un juicio: para que los que no ven, vean; y para que los que ven, se vuelvan ciegos. Si fuerais ciegos, no tendríais pecado: pero como decís: Vemos, vuestro pecado permanece" (Jn 9, 40-41). Obviamente, nuestro Señor se estaba refiriendo a los incrédulos fariseos y saduceos, enemigos encarnizados de Jesús. Esos nunca se abrieron a la fe ni quisieron aceptar jamás a nuestro Señor ni su mensaje porque iba en contra de sus inconfesados intereses egoístas y de su ambición de poder. ¡Qué tragedia!

Así pues, las palabras de nuestro Señor en el Evangelio de hoy no son una "fórmula mágica"; nos revelan todo un mensaje de salvación. Ojalá que nosotros no cerremos nunca a Dios los oídos de nuestra alma ni nos tapemos los ojos para no ver la luz del sol. Más bien, abramos nuestro corazón de par en par para escuchar su palabra y para ver con la fe los milagros de su amor, que realiza cada día en nuestra vida. "Ver", en lenguaje bíblico, significa creer; y "oír" es sinónimo de docilidad.

Propósito

Ojalá que ya no seamos ciegos ni sordomudos, sino que, viendo y escuchando, produzcamos frutos de buenas obras y de caridad verdadera. Son las obras y no sólo las palabras las que dan testimonio de nuestra fe, como nos recuerda el apóstol Santiago: "Muéstrame tu fe sin las obras, que yo por mis obras te mostraré mi fe".

Diálogo con Cristo

Jesús, conducir a una persona a tu encuentro, invitar a los demás a tener una experiencia espiritual de tu amor, ¡qué inmerecida pero maravillosa misión! Concédeme tu gracia para ser un buen instrumento en tus manos.

domingo 09 Septiembre 2012
Vigésimo tercer Domingo del tiempo ordinario

San Pedro Claver


Leer el comentario del Evangelio por
Juan Taulero : «Todo lo que hace es admirable: hace oír a los sordos y hablar a los mudos»

Lecturas

Isaías 35,4-7a.


Digan a los que están desalentados: "¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios! Llega la venganza, la represalia de Dios: él mismo viene a salvarlos!".
Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos;
entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Porque brotarán aguas en el desierto y torrentes en la estepa;
el páramo se convertirá en un estanque y la tierra sedienta en manantiales; la morada donde se recostaban los chacales será un paraje de caña y papiros.


Salmo 146(145),7.8-9a.9bc-10.


Hace justicia a los oprimidos
y da pan a los hambrientos.
El Señor libera a los cautivos,

abre los ojos de los ciegos
y endereza a los que están encorvados.
El Señor protege a los extranjeros
y sustenta al huérfano y a la viuda;
el Señor ama a los justos
y entorpece el camino de los malvados.



El Señor reina eternamente,
reina tu Dios, Sión,
a lo largo de las generaciones.
¡Aleluya!



Santiago 2,1-5.


Hermanos, ustedes que creen en nuestro Señor Jesucristo glorificado, no hagan acepción de personas.
Supongamos que cuando están reunidos, entra un hombre con un anillo de oro y vestido elegantemente, y al mismo tiempo, entra otro pobremente vestido.
Si ustedes se fijan en el que está muy bien vestido y le dicen: "Siéntate aquí, en el lugar de honor", y al pobre le dicen: "Quédate allí, de pie", o bien: "Siéntate a mis pies",
¿no están haciendo acaso distinciones entre ustedes y actuando como jueces malintencionados?
Escuchen, hermanos muy queridos: ¿Acaso Dios no ha elegido a los pobres de este mundo para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del Reino que ha prometido a los que lo aman?


Marcos 7,31-37.


Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis.
Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos.
Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua.
Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: "Efatá", que significa: "Abrete".
Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.
Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban
y, en el colmo de la admiración, decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

Juan Taulero (hacia 1300-1361), dominico en Estrasburgo
Sermón 49

«Todo lo que hace es admirable: hace oír a los sordos y hablar a los mudos»

Es preciso que examinemos de cerca qué es lo que hace que el hombre
sea sordo. Por haber escuchado las insinuaciones del Enemigo y sus
palabras, la primera pareja de nuestros antepasados han sido los primeros
sordos. Y nosotros también, detrás de ellos, de tal manera que somos
incapaces de escuchar y comprender las amables inspiraciones del Verbo
eterno. Sin embargo, sabemos bien que el Verbo eterno reside en el fondo de
nuestro ser, tan inefablemente cerca de nosotros y en nosotros que nuestro
mismo ser, nuestra misma naturaleza, nuestros pensamientos, todo lo que
podemos nombrar, decir o comprender, está tan cerca de nosotros y nos es
tan íntimamente presente como lo es y está el Verbo eterno. Y el Verbo
habla sin cesar al hombre. Pero el hombre no puede escuchar ni entender
todo lo que se le dice, a causa de la sordera de la que está afectado...
Del mismo modo ha sido de tal manera golpeado en todas sus demás facultades
que es también mudo, y no se conoce a sí mismo. Si quisiera hablar de su
interior, no lo podría hacer por no saber dónde está y no conociendo su
propia manera de ser...

¿En qué consiste, pues, este cuchicheo dañino del Enemigo? Es todo
este desorden que él te hace ver y te seduce y te persuade que aceptes,
sirviéndose, para ello, del amor, o de la búsqueda de las cosas creadas de
este mundo y de todo lo que va ligado a él: bienes, honores, incluso amigos
y parientes, es decir, tu propia naturaleza, y todo lo que te trae el gusto
de los bienes de este mundo caído. En todo esto consiste su cuchicheo...

Pero viene Nuestro Señor: mete su dedo sagrado en la oreja el
hombre, y la saliva en su lengua, y el hombre encuentra de nuevo la
palabra.

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