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Hildegarda de Bingen, Santa |
Abadesa
Martirologio Romano: En el monasterio de monte San Ruperto (hoy
Rupertsberg), cerca de Bingen, en Hesse, santa Hildegardis, virgen, que
expuso y describió piadosamente en libros sus conocimientos experimentales, tanto
sobre ciencias naturales, médicas y musicales, como de contemplación mística
(1179)
Etimología : Hildegarda = guerrera vigilante. Viene de la lengua
alemana.
Nacida en Böckelheim sobre el Nahe en el año 1098;
muerta en Rupertsberg cerca a Bingen en el 1179; su
fiesta se celebra el 17 de septiembre.
Es desconocido el
apellido de la familia de esta gran vidente y profetiza,
llamada la Sibila del Rin. Los primeros biógrafos dan a
sus padres los nombres de Hildeberto y Matilde (o Matilda),
hablan de su nobleza y opulencia, pero no dan ningún
detalle de sus vidas. Escritores posteriores la llaman Santa Hildegarda
de Böckelheim, de Rupertsberg, o de Bingen.
Las leyendas la
harían una Condesa de Spanheim. J. May (Katholik. XXXVII, 143)
muestra mediante cartas y otros documentos que ella probablemente pertenecía
a la familia ilustre de Stein cuyos descendientes son los
actuales Príncipes de Salm. Su padre era un soldado al
servicio de Meginhard, Conde de Spanheim.
Hildegarda fue una niña
débil y enfermiza, y en consecuencia no recibió más que
una poca educación en su hogar. Sus padres, a pesar
de estar muy comprometidos en ocupaciones del mundo, tenían una
inclinación religiosa y habían prometido a la niña para el
servicio de Dios. A la edad de ocho años fue
puesta bajo el cuidado de Juta, hermana del Conde Meginhard,
que vivía como monja en el Disenberg (o Disibodenberg, la
Montaña de San Disibod) en la Diócesis de Speyer. Tampoco
aquí le fue dada a Hildegarda más que una mínima
instrucción dado que era muy afligida por la enfermedad, estando
con frecuencia escasamente capaz de caminar y a menudo privada
incluso del uso de sus ojos. Se le enseño a
leer y a cantar los salmos en Latín, lo suficiente
para el canto del Oficio Divino, pero nunca aprendió a
escribir.
Más adelante fue investida con el hábito de San
Benito e hizo su profesión religiosa. Juta murió en el
año 1136, e Hildegarda fue designada superiora.
Numerosas aspirantes se
unieron a la comunidad y ella decidió irse a otra
localidad, impelida además, como ella dice, por un mandato Divino.
Escogió Rupertsberg cerca de Bingen en la orilla izquierda del
Rin, aproximadamente a quince millas (unos 24 kilómetros) de Disenberg.
Tras superar muchas dificultades y obtener el permiso del señor
del lugar, el Conde Bernardo de Hildesheim, se estableció en
su nuevo hogar con dieciocho hermanas en el 1147 o
1148 (1149 o 1150 según Delehaye). Probablemente en el 1165
fundó otro convento en Eibingen en el lado derecho del
Rin dónde una comunidad ya había sido establecida en 1148,
el cual, sin embargo, no tuvo éxito.
La vida de Hildegarda
como niña, religiosa, y superiora fue extraordinaria. Pasando mucho tiempo
sola a causa de su frágil salud, desarrollo una vida
interior, intentando hacer uso de todo para su propia santificación.
Desde sus primeros años fue favorecida con visiones. Ella dice
de sí misma:
Hasta mi decimoquinto año vi mucho, y
relaté algunas de las cosas vistas a otros, quienes inquirían
con asombro, de donde podrían venir tales cosas. Yo también
me preguntaba y durante mi enfermedad le pregunté a una
de mis enfermeras si también veía cosas similares. Cuando contestó
que no, un gran temor me poseyó. Frecuentemente, en mi
conversación, relataba cosas del futuro, las cuales yo veía como
si fueran del presente, pero, notando el asombro de mis
oyentes, me volví más reservada.
Esta situación continuó hasta el fin
de su vida. Juta había notado sus dones y se
los había hecho conocidos a un monje de la abadía
vecina, pero, al parecer, no se hizo nada en el
momento. Cuando tenía aproximadamente cuarenta años de edad, Hildegarda recibió
un mandato de divulgar al mundo lo que ella veía
y oía. Ella dudó, temerosa de lo qué las personas
podrían pensar o decir, a pesar de que estaba plenamente
convencida del carácter Divino de las revelaciones. Pero, continuamente urgida,
reprendida, y amenazada por la voz interior, manifestó todo a
su director espiritual, y a través de él al abad
bajo cuya jurisdicción estaba puesta su comunidad. Entonces se le
ordeno a un monje que pusiera por escrito cualquier cosa
que ella relatara; algunas de sus monjas también la ayudaban
con frecuencia. Los escritos fueron sometidos al obispo (Enrique, 1145-53)
y al clero de Mainz (Maguncia) que los declaro como
provenientes de Dios.
La cuestión fue llevada también a conocimiento
de Eugenio II (1145-53) quién estaba en Trier (Tréveris) en
el 1147. Albero de Cluny, Obispo de Verdun, fue comisionado
para investigar e hizo un informe favorable. Hildegarda continuó sus
escritos. Muchedumbres de personas se congregaron en torno a ella,
provenientes de los alrededores y de todas partes de Alemania
y la Galia, para escuchar palabras de sabiduría de sus
labios, y para recibir consejo y ayuda en las dolencias
corporales y espirituales.
Estos no provenían solo de entre la
gente vulgar sino que también hombres y mujeres notables de
la Iglesia y del Estado eran llevados por las noticias
de su sabiduría y santidad. Así por ejemplo, leemos que
el Arzobispo Enrique de Mainz (Maguncia), el Arzobispo Eberhard de
Salzburgo y el Abad Luis de San Eucario en Trier
(Tréveris), le hicieron visitas. Santa Isabel de Schönau era amiga
íntima suya y frecuente visitante. Tritemio en su "Crónica" habla
de una visita de San Bernardo de Claraval, pero esto
probablemente no sea correcto. No sólo en su casa da
consejo, sino también en el extranjero. Muchas personas de todos
los estados de vida le escribían y recibían respuesta, por
lo que su correspondencia es bastante extensa. Su gran amor
por la Iglesia y sus intereses la llevo a hacer
muchas jornadas; visitaba a intervalos las casas de Disenberg y
Eibingen; por una invitación vino a Ingelheim a ver al
Emperador Federico; viajó a Würzburg, Bamberg, y la vecindad de
Ulm, Cologne (Colonia), Werden, Trier (Tréveris), y Metz. No es
verdad, sin embargo, que halla visto París o la tumba
de San Martín en Tours.
En el último año de su
vida Hildegarda tuvo que atravesar una prueba muy dura. En
el cementerio adyacente a su convento fue enterrado un joven
que había estado una vez bajo excomunión. Las autoridades eclesiásticas
de Mainz (Maguncia) exigieron que hiciera sacar el cuerpo. Ella
no se consideró obligada a obedecer dado que el joven
había recibido los santos oleos y se supone que estaba
por consiguiente reconciliado con la Iglesia. Una sentencia de entredicho
fue puesta sobre su convento por el capítulo de (Mainz)
Maguncia, la sentencia fue confirmada por el obispo Christian (V)
Buch que en ese momento se encontraba en Italia. Tras
mucha preocupación y correspondencia logro que el entredicho fuera levantado.
Murió de santa muerte y fue enterrada en la iglesia
de Rupertsberg.
Hildegarda fue grandemente venerada en vida y después
de su muerte. Su biógrafo, Teodorico, la llama santa, y
de muchos milagros se dice haber sido hechos a través
de su intercesión. Gregorio IX (1227-41) e Inocencio IV (1243-54)
ordenaron un proceso de investigación el cual fue repetido por
Clemente V (1305-14) y por Juan XXII (1316-34). Ninguna canonización
formal ha tenido lugar , pero su nombre está en
el Martirologio Romano y su fiesta es famosa en las
Diócesis de Speyer, Mainz (Maguncia), Trier (Tréveris), y Limburg, también
en la Abadía de Solesmes dónde un oficio propio es
cantado (Brev. Monast. Tornac., 18 Sept.). Cuando el convento de
Rupertsberg fue destruido en 1632 las reliquias de la santa
fueron llevadas a Colonia y más tarde a Eibingen. En
la secularización de este convento, fueron colocadas en la iglesia
parroquial del lugar. En 1857 un reconocimiento oficial fue hecho
por el Obispo de Limburg y las reliquias fueron puestas
en un altar especialmente construido. En esta ocasión el pueblo
de Eibingen la escogió como patrona. El 2 de julio
del 1900, fue puesta aquí la piedra angular para el
nuevo convento de Santa Hildegarda. El trabajo fue comenzado y
completado a través de la munificencia del Príncipe Karl de
Löwenstein, y las monjas Benedictinas de San Gabriel en Praga
entraron a la nueva casa (17 Sept., 1904).
Todos los
manuscritos encontrados en el convento en Eibingen fueron transferidos en
1814 a la biblioteca estatal en Wiesbaden. De esta colección
el primero y mayor trabajo de Santa Hildegarda es el
"Scivias" (Scire o vias Domini, o vias lucis), parte del
cual había sido presentado al Arzobispo de Mainz (Maguncia). Ella
lo comenzó en 1141 y trabajó en él durante diez
años. Es una producción extraordinaria y difícil de entender, todo
el profético y admonitorio al estilo de Ezequiel y el
Apocalipsis.
En la introducción ella habla de sí misma y
describe la naturaleza de sus visiones. Siguen tres libros, el
primero contiene seis visiones; el segundo da siete visiones y
tiene alrededor del doble el tamaño del primero; el tercero,
igual en tamaño a los otros dos juntos, tiene trece
visiones. El "Scivias" representa a Dios en Su Santa Montaña
con la humanidad en la base; narra la condición original
del hombre, su caída y redención, el alma humana y
sus luchas, el Santo Sacrificio de la Misa, los tiempos
por venir, el hijo de perdición y el fin del
mundo.
Las visiones se entremezclan con admoniciones saludables a vivir
en el temor del Señor. Los manuscritos del "Scivias" están
también en Cues y en Oxford. Fue impreso por primera
vez en París (1513) en un libro que contiene además
los escritos de varias otras personas. Fue impreso de nuevo
en Colonia en 1628, y fue reproducido por Migne, PL
197. El "Liber vitae meritorum" escrito entre 1158 y 1163,
es una descripción pintoresca de la vida de un Cristiano
virtuoso y de su contrario. Fue impreso por primera vez
por Pitra, "Analecta Sacra", VIII (Monte Cassino, 1882). El "Liber
divinorum operum" (1163-70) es una contemplación de toda la naturaleza
a la luz de fe. El sol, la luna, y
las estrellas, los planetas, los vientos, los animales, y el
hombre, son en sus visiones expresión de algo sobrenatural y
espiritual, y como ellos vienen de Dios deben conducir a
Él (Migne, el loc. cit.). Mansi, en "Baluzii Missell". (Lucca,
1761), II, 337, lo toma de un manuscrito perdido desde
entonces. Su "Carta a los Prelados de Mainz (Maguncia)" con
respecto al entredicho puesto sobre su convento es colocada aquí
entre sus trabajos por el manuscrito de Wiesbaden; en otros
manuscritos está ubicado entre sus cartas.
El manuscrito de Wiesbaden
le anexa nueve pequeños ensayos: Sobre la Creación y la
caída del hombre; el trato de Dios a los renegados;
sobre el sacerdocio y la Santa Eucaristía; sobre la unión
entre Cristo y la Iglesia; sobre la Creación y la
Redención; sobre los deberes de los jueces seculares; sobre las
alabanzas a Dios con oraciones entremezcladas. "Liber Epistolarum et Orationum";
el manuscrito de Wiesbaden contiene las cartas de y para
Eugenio III, Anastasio V, Adrian IV, y Alejandro III, El
Rey Conrad III, el Emperador Federico, San Bernardo, diez arzobispos,
nueve obispos, cuarenta y nueve abades y prebostes de monasterios
o capítulos, veintitrés abadesas, muchos sacerdotes, maestros, monjes, monjas, y
comunidades religiosas (P. L., loc. cit.). Pitra pone muchas adiciones;
L. Clarus las editó en una traducción alemana (Ratisbon, 1854).
"Vita S. Disibodi" y "Vita S. Ruperti"; éstos "Vitae", los
cuales además Hildegarda declara ser revelaciones, fueron probablemente producto de
las tradiciones locales y siendo, sobre todo la de San
Ruperto, de fuentes muy exiguas; tienen sólo valor de legenda.
"Expositio Evangeliorum" cincuenta homilías en alegoría (Pitra, el loc. cit.).
"Lingua Ignota"; el manuscrito, en once folios con una lista
de novecientas palabras de un idioma desconocido, principalmente sustantivos y
sólo unos pocos adjetivos, una explicación en latín, y en
algunos casos en alemán, junto con un alfabeto desconocido de
veintitrés letras impreso por Pitra. Una colección de setenta himnos
y sus melodías. Un manuscrito de esto está también en
Afflighem, impreso por Roth (Wiesbaden, 1880) y por Pitra. No
sólo en este trabajo, sino en otros lugares Hildegarda exhibe
elevados dotes poéticos, transfigurados por su persuasión íntima de una
misión Divina. "Liber Simplicis Medicinae" y "Liber Compositae Medicinae"; el
primero fue editado en 1533 por Schott en Strasburgo como
"Physica S Hildegardis", El Dr. Jessen (1858) encontró un manuscrito
de este en la biblioteca de Wolfenbuttel. Consiste de nueve
libros que tratan de las plantas, de los elementos, de
los árboles, de las piedras, de los peces, de los
pájaros, de los cuadrúpedos, de los reptiles, de los metales,
impresos por Migne como "Subtilitatum Diversarum Naturarum Libri Novem." En
I859, Jessen logró obtener de Copenhague un manuscrito titulado "Hildegardis
Curae et Causae", y examinándolo comprobó satisfecho que era el
segundo trabajo médico de la santa. Consiste en cinco libros
y tratados de las divisiones generales de las cosas creadas,
del cuerpo humano y de sus dolencias, de las causas,
síntomas, y tratamiento de enfermedades. "38 Solutiones Quaestionum" son las
respuestas a preguntas propuestas por los monjes de Villars a
través de Gilberto de Gembloux sobre varios textos de la
Escritura (P. L., loc. el cit.). "Explanatio Regulae S. Benedicti",
también declarado revelación, exhibe la regla tal como la entendía
y aplicaba en esos días por un superior inteligente y
moderado. "Explanatio Symboli S. Athanasii", una exhortación dirigida a sus
hermanas en religión. El "Revelatio Hildegardis de Fratribus Quatuor Ordinum
Mendicantium", y las otras profecías contra los Mendicantes, etc., son
falsificaciones. El "Speculum futurorum temporum" es una adaptación libre de
textos escogidos de sus escritos hecha por Gebeno, prior de
Eberbach (Pentachronicon, 1220). Algunos impugnarán la autenticidad de sus escritos,
entre otros Preger en su "Gesch. der deutchen Mystik", 1874,
pero sin razones suficientes. (Ver Hauck en "Kirchengesch. Deutschl", IV,398
sqq). Su correspondencia es para ser leída con cautela; tres
cartas de papas han sido probadas falsas por Von Winterfeld
en "Neue Archiv", XXVII, 297.
La primera biografía de Santa
Hildegarda fue escrita por los monjes contemporáneos Godofredo y Teodorico.
Guilberto de Gembloux comenzó otra.
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