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| Dalmacio Moner, Beato |  
Presbítero DominicoMartirologio Romano: En Girona, de Cataluña, en España, beato 
Dalmacio Moner, presbítero de la Orden de Predicadores, conocido por 
su amor a la soledad y al silencio (1341).
 San  
Dalmacio Moner (san Dalmau Moner para los catalanes) nace el 
año 1289 en Santa Coloma de Farners, a unos 20 
kms. de la ciudad de Girona. Sus padres eran de 
condición económica  acomodada, como consta por su comparecencia en 
diversos  juicios sobre conflictos de bienes, relatados  en 
documentos de la época.
 
 Cursó estudios elementales con los padres benedictinos, 
En Gerona, donde radicó en su adolescencia y juventud, aprendió 
las artes liberales; en esa época conoció a los padres 
dominicos, a quienes admiró por sus conocimientos.
 
 Estudió lógica en Montpellier, 
profesó en 1314 en la Orden de los Predicadores, concluyó 
filosofía en Valencia y se doctoró en teología.
 
 Fue docente en 
Castelló, Tarragona y Cervera. Se distinguió por la extrema obediencia 
a la Regla Dominica, su entrega a la oración, estudio 
y predicación; promovió vocaciones entre los jóvenes, además de ser 
consejero de prelados, reyes y catedráticos.
 Contribuyó en la organización de 
nuevos conventos y formó centros de espiritualidad y apostolado. En 
vida, los frailes y el pueblo lo reconocían como santo; 
le llamaban "el fraile que habla con el ángel", debido 
a su piedad y silencio; además, se le atestiguaron levitaciones 
y favores considerados milagrosos.
 
 Fray  Dalmacio  practicó la austeridad 
también en el alimento, vestido y aposento. Durante su vida 
religiosa, no sólo fue solícito en el cumplimiento de  
los ayunos y abstinencias, prescritos por las Constituciones dominicanas, sino 
que renunció del todo a comer carne (salvo en caso 
de enfermedad) y procuraba alimentarse de verduras endurecidas -a veces 
de raíces-  y de legumbres, cocidas y preferentemente frías. 
Cuando había de compartir  la misma comida que los 
otros religiosos  en el refectorio, evitaba los platos  
sabrosos o les echaba agua para quitarles el sabor. En 
cuanto a la vestimenta, usaba hábitos viejos y apedazados, aunque 
procuraba ir limpio.
 
 Cuando le regalaban un hábito o una 
capa, pedía a otro religioso que la usase primero él 
hasta envejecerla por el uso. Su celda era pequeña y 
angosta, una de las destinadas a los novicios o jóvenes 
estudiantes. Oraba hasta altas horas de la noche y, cuando 
le vencía el sueño,  se acostaba sobre  un 
 saco de sarmientos, a modo de  colchón,  
y reposaba su cabeza sobre un saco rellenado de paja 
sin cortar, a modo de almohada.
 En los  cuatro últimos 
años de su vida vivió una vida de extrema austeridad. 
Empeñado en dedicar los últimos años de su vida a 
la contemplación y a la mortificación de su cuerpo, obtuvo 
del P. Maestro General de los dominicos en 1336 un 
permiso especial para ir a vivir y morir en la 
Cueva de Santa Magdalena, conocida aún hoy día como  
La Sainte Baume, situada cerca de Marsella y custodiada por 
los frailes dominicos franceses.  Vivió allí unos meses, pero 
tuvo que volver a Girona por  asuntos urgentes.
 Entonces 
fue cuando empezó el cuatrienio más severo de su vida 
en Girona.  Volvió a conseguir del P. Maestro General 
un permiso especial para vivir como anacoreta  en  
una cueva angosta y húmeda  excavada en una de 
las  laderas de la amplia huerta del Convento de 
Santo Domingo. Allí pasó los cuatro últimos años de su 
vida dedicado a la oración, contemplación y penitencia, con la 
única obligación comunitaria de acudir al convento a las horas 
 de las comidas y de los rezos en el 
coro.
 
 El P. Diago resume su muerte con estas 
palabras: “Recibidos los Santos Sacramentos de la Iglesia, estando presentes 
los frailes más importantes de la Provincia que habían acudido 
a aquel convento para celebrar el capítulo y, rogando por 
él, murió dichosamente de edad de cincuenta años en aquella 
áspera cueva a 24 de septiembre del año de 1341.
 
 Su culto fue confirmado por Inocencio XIII de 13 de 
agosto de 1721.
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