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Pedro de Osma, Santo |
Monje y Obispo
Martirologio Romano: En Palencia, en la región hispánica
de Castilla, muerte de san Pedro, obispo de Osma. Fue
primeramente monje, después archidiácono de la Iglesia de Toledo y,
finalmente, elevado a la sede de Osma, recientemente liberada del
dominio mahometano, la cual organizó con pastoral celo (1109).
Nacido Pedro en Bourges,
en Francia, hacia el año 1040, recibió de sus piadosos
padres una sólida educación cristiana, y habiéndose formado convenientemente en
las letras, según la costumbre del tiempo, se dedicó a
la carrera de las armas, en las que dio buenas
pruebas de su carácter intrépido y decidido, y no menos
de la elevación de su espíritu. Consciente, pues, de los
gravísimos peligros a que en esta vida se exponía, e
ilustrado por Dios sobre las vanidades del mundo, determinó entregarse
a su servicio en la vida religiosa.
Entró, pues, en el monasterio de Cluny, que constituía el
centro de la reforma cluniacense de la Orden benedictina, entonces
en su máximo apogeo, y allí vivió varios años, entregado
a la práctica de las virtudes religiosas. Parecía que iba
a continuar una vida tranquila en su monasterio; pero Dios
tenía otros planes sobre él.
En efecto, el
rey Alfonso VI de León y Castilla, en su afán
por el adelantamiento del cristianismo en España, no sólo dio
un empuje extraordinario a la Reconquista, sino que trabajó con
el mayor empeño en la reforma y renovación eclesiástica de
todos sus territorios. Conociendo, pues, la prosperidad en que se
hallaba la reforma cluniacense en Francia, suplicó encarecidamente al abad
de Cluny que enviara a España algunos monjes escogidos de
su monasterio, y, en efecto, le fueron enviados algunos, al
frente de los cuales se hallaba Bernardo de Sauvetat, con
los cuales se reorganizó el monasterio de Sahagún, que bien
pronto se convirtió en el Cluny de la España cristiana.
No mucho después, el año 1085, al realizar Alfonso VI
la reconquista de Toledo, que tanta resonancia alcanzó en toda
la cristiandad, designó como su primer arzobispo al abad Bernardo
de Sahagún, que desde entonces, con el nombre de don
Bernardo, fue el alma de la renovación religiosa de España.
Pues bien; según refieren don Rodrigo Jiménez de
Rada y Yepes en su Crónica General Benedictina, don Bernardo,
ya arzobispo de Toledo, conociendo bien a los monjes de
Cluny, y deseando utilizarlos para la gran obra de reforma
de España, obtuvo que se le enviaran algunos, escogidos, entre
los cuales se distinguía el monje Pedro de Bourges. Llegó,
pues, Pedro a Sahagún juntamente con los demás, y durante
el corto tiempo que allí se detuvo contribuyó a afianzar
definitivamente la reforma cluniacense, no sólo en aquel monasterio, sino
en otros muchos en los que ésta se fue introduciendo.
Entretanto don Bernardo de Toledo, que conocía a
fondo su eximia virtud y sus grandes cualidades naturales, obtenida
la aprobación del rey Alfonso VI, lo llamó a Toledo
y, asignándole el cargo de arcediano de la catedral, lo
constituyó en una especie de secretario suyo en el inmenso
trabajo de la organización de la diócesis y de las
iglesias que se iban conquistando a los musulmanes.
Como en todas partes, distinguióse Pedro en su nuevo cargo
por su religiosidad, espíritu de trabajo y amor a los
pobres.
En estas circunstancias, cuando Pedro se hallaba
más centrado en su trabajo, tuvo lugar la conquista de
Osma, para cuya reorganización eclesiástica, como había hecho anteriormente con
Toledo, quiso Alfonso VI destinar a uno de los hombres
de mayor confianza. Entonces, pues, él y el arzobispo de
Toledo destinaron para la iglesia de Osma a Pedro, y,
efectivamente, vencida la repugnancia que éste sentía para abrazarse con
aquella dignidad, y obtenido el nombramiento de parte del Papa,
se dirigió a Osma, para tomar la dirección de aquella
iglesia.
Y con esto comienza la parte más
característica, más grandiosa y más meritoria de San Pedro de
Osma, quien puede ser presentado como monje modelo, perteneciente a
la reforma cluniacense; mas por encima de todo aparece en
la historia como un dechado de eminentes y santos prelados.
Como obispo de una iglesia pobre, que acababa
de ser reconquistada de los moros, tuvo que cargar sobre
sus espaldas el ímprobo trabajo de reconstrucción moral y aun
material de la diócesis. La iglesia catedral, destruida hasta los
cimientos, tuvo que ser levantada de nuevo. Con el celo
de la gloria de Dios que le abrasaba emprendió decididamente
este trabajo, y, sea dedicando a ello sus propias rentas,
sea reuniendo con gran esfuerzo abundantes limosnas, llevó tan adelante
la obra que pudo iniciar el culto en la nueva
catedral, si bien no quedó ésta completamente acabada.
A la par que en el templo material trabajó desde
el principio con toda su alma en el espiritual de
sus ovejas, procurando fomentar en ellas por todos los medios
posibles la vida religiosa, eliminando toda clase de abusos, extendiendo
en todas partes los principios fundamentales de la reforma cluniacense,
que él representaba. De este modo se puede afirmar que,
a los pocos años de su gobierno de la diócesis
de Osma, ésta quedó material y espiritualmente renovada.
En este trabajo de reforma y renovación espiritual se vio
obligado algunas veces a desarrollar una energía extraordinaria en defensa
de los derechos de la Iglesia y de los bienes
que a ella pertenecían. Como en toda su actuación no
tenía miras humanas, no había consideración ninguna que pudiera doblegarlo
o apartarle del cumplimiento de su deber. Con su entereza
y constancia logró que algunos hombres, pertenecientes a la más
alta nobleza, restituyeran a la Iglesia los bienes que le
habían robado.
Estos y semejantes hechos, más o
menos maravillosos, abundan en los relatos que se nos han
conservado de su extraordinaria actividad como gran prelado, renovador y
reformador de la iglesia de Osma. El año 1109, cuando
terminaba una visita de una buena parte de su diócesis,
dirigióse a Toledo, donde se hallaba Alfonso VI gravemente enfermo.
Asistióle con la mayor devoción y agradecimiento juntamente con el
arzobispo don Bernardo, y después de la muerte del gran
rey acompañó a sus restos al monasterio de Sahagún, donde
el monarca había dispuesto que fuesen enterrados. Una vez realizada
esta piadosa ceremonia, mientras el santo obispo Pedro de Osma,
rendido de fatiga, volvía a su iglesia de Osma, se
sintió acometido de una enfermedad, y, llegado a Palencia, el
2 de agosto entregó allí su alma a Dios.
Conforme a su deseo expresamente manifestado antes de morir,
sus restos fueron conducidos a Osma y depositados en su
catedral, Así se cumplía su voluntad de que su cuerpo
reposara junto a su iglesia, a la que él consideraba
como su esposa. Así vivió y así murió este santo
monje y obispo, verdadero modelo, tanto para los religiosos como
para todos los eclesiásticos, particularmente para los prelados.
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