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Carmelo Sastre Sastre, Beato |
Presbítero y Mártir
Martirologio Romano: En Palma de Gandía, en el
territorio valenciano, España, beato Carmelo Sastre Sastre, presbítero y mártir,
que, en la persecución contra la Iglesia, siguiendo las huellas
de Cristo llegó, ayudado por su gracia, al reino eterno
(1936).
El Beato nació en Pego
el 21 de diciembre de 1890 y en la parroquial
iglesia de la Asunción recibió ese mismo día el bautismo
de manos de D. Jaime Ortí, Coadjutor. Era hijo legítimo
de José Sastre Bañuls y de Josefa Sastre Ferrando, quienes
formaron una familia cristiana. Ingresó en el Seminario de Valencia,
de donde salió ordenado sacerdote en 1919. El primer pueblo
que se le encomendó fue Margarida, pasando al poco tiempo
a Villalonga, en donde realizó una extraordinaria labor apostólica de
captación, especialmente a los niños, que fueron el principal objeto
de sus muchos desvelos: después de instruirles en las enseñanzas
del Catecismo, emprendió una ardorosa campaña contra el analfabetismo, tan
extendido en aquellos tiempos. Su casa pronto se convirtió en
una escuela, a la que acudían los niños a aprender
a ser buenos ciudadanos y cristianos, y para ellos organizó
excursiones con mucha frecuencia, alternando las enseñanzas con la sana
diversión, porque, fiel seguidor de las enseñanzas evangélicas, fueron los
niños los predilectos en sus tareas apostólicos: los amó, los
educó, y, como su mayor elogio, podemos decir que se
hizo como uno de ellos. Estableció la Congregación de San
Luis Gonzaga, en la que recogió a un buen número
de niños y niñas y, además, creó una banda de
música. Más de cuatro años estuvo en Villalonga desplegando su
tenaz actividad apostólica.
La Sra. Amparo Mascarell Roselló, doméstica del Beato,
depone: Era "tan limosnero que muchas veces atravesábamos verdaderos apuros.
Una vez vi como a una mujer de Piles, le
ayudó con 35 duros. Otra vez dio 30 duros a
otro hombre. Yo misma a veces negaba estuviera en casa
sin él saberlo, porque venían a pedirle dinero, por su
fama de limosnero. Incluso tuvo que vender una casa de
sus padres, y un campo de Pego, para salir adelante
y poder comer. Otra vez dijeron que habían entrado en
su casa unos ladrones y le robaron. Como los vecinos
vieran a los asaltantes, llamaron a la Guardia Civil, y
cuando ésta llegó, el Beato, para que no los perjudicaran
a los asaltantes, dijo que no sabía nada.”
Tabernes de Valldigna
fue luego el escenario de sus virtudes, población en la
que estuvo dos años y allí encontró la capilla a
medio construir y tuvo que recurrir a funciones teatrales y
a recaudar limosnas hasta terminarla. Posteriormente desempeñó una vicaría en
Oliva, en la Parroquia de Santa María, durante cuatro años.
Por último, fue nombrado Párroco de Piles, en donde sus
actividades apostólicas se vieron llenas de dificultades por el ambiente
hostil que imperaba hacia todo lo que significara Religión. Muy
pronto se dio a conocer por sus virtudes sacerdotales. Organizó
grupos de formación y oración. Promovió los retiros espirituales y
se entregó de lleno a la catequesis.
Tuvo un trato muy
abierto y buscaba a la gente incluso en el café
del pueblo. Era campechano con todos y hacía muchas obras
de caridad con los más pobres y necesitados. Una feligresa
declara: "De su peculio particular construyó un Vía Crucis y
adquirió una máquina de cine que en aquel entonces era
de los primeros. Al decirle, por qué tenía que gastar
sus ahorros contestó: ‘Mis hijos y herederos son la Iglesia,
el Señor y las almas’. Todo cuanto gaste en ello
es poco para la solemnidad que merece. Quedó tan sin
un céntimo, que una tía mía y otras señoras habían
de procurarle la comida. Visitaba a todos los enfermos. Tan
limosnero que no hay hoy en el pueblo nadie, por
enemigo o indiferente que sea, que no le recuerde con
gratitud y como un santo. Hasta con los más enemigos
se los quería atraer para evitar blasfemaran, o tomasen el
Santo Nombre de Dios en vano. Vivió siempre para sí
muy pobre, hasta dar sus propias prendas que vestía a
los que llamaban a su puerta.”
Al poco de llegar a
Piles organizó una procesión para llevar la Unción de los
enfermos, incluso a los que vivían alejados del pueblo, algunos
de ellos muy distantes en medio del campo. De su
predicación traslucía un encendido amor a la Eucaristía y a
María Santísima. Un amigo del Beato, declara: "Era [don Carmelo],
en cuanto yo lo podía apreciar, muy buen sacerdote, y
un excelente cura. Yo tenía entonces trece años y recuerdo
el gran atractivo que tenía su persona sacerdotal, para todos
y especialmente para los niños. Su gran afán era siempre
atraer a sus feligreses a la práctica del bien y
al cumplimiento de sus deberes cristianos. Para los niños eran
sus mejores afanes. La Casa Abadía era nuestra casa, nos
enseñaba religión, música y cuanto pudiera instruirnos y formarnos.” Los
enemigos de la fe y la religión lo arrestaron y
asesinaron por ser sacerdote.
LA PERSECUCIÓN RELIGIOSA EN PILES A partir de
las elecciones de febrero de 1936 comenzó a vivirse en
Piles una situación violenta contra la Iglesia, ya que los
virulentos arrojaron una botella de gasolina contra el templo. Las
autoridades se incautaron del campanario y prohibieron los oficios religiosos
de la Semana Santa. La reacción de algunos católicos fue
muy valiente pero el pueblo católico en general no reaccionó
por miedo a las violencias de los exaltados locales y
otros procedentes de Oliva. Al estallar la revolución, quienes ejercían
la autoridad, mandaron cerrar inmediatamente el templo parroquial que fue
totalmente saqueado y mutilado en su fábrica, quedando solamente las
cuatro paredes y éstas con muchos deterioros; lo mismo le
pasó a la ermita enclava en la playa. Todo quedó
incautado, y la parroquia destinada a mostrador, cocina, sala de
teatro y de bailes. La ermita se convirtió en almacén
de pescadores del comité revolucionario. Todas las imágenes, retablos, ornamentos
y enseres de culto fueron robados y quemados.
La casa parroquial
fue parcialmente destruida. El párroco, don Carmelo Sastre, y dos
sacerdotes hijos del pueblo fueron perseguidos, encarcelados y martirizados. Lo
mismo les ocurrió a siete seglares, asesinados por sus ideas
religiosas ya que eran colaboradores del párroco. El culto católico
fue totalmente suprimido durante todo el período revolucionario por prohibición
expresa de los milicianos, pero en una caseta cercana a
la playa un religioso que estaba escondido pudo celebrar algunos
actos religiosos y administrar sacramentos en la clandestinidad. Los milicianos
cometieron profanaciones, pues sacaron el copón del Sagrario y esparcieron
las Sagradas Formas por las calles del pueblo, siendo recogidas
por algunos niños que las sumieron. Se cometieron imitaciones sacrílegas
escenificando una especie de entierro por las calles del pueblo,
en plan de mofa y burla de la religión, revistiéndose
con ornamentos sagrados.
Los testigos afirman que el Beato Carmelo Sastre
Sastre era de carácter sencillo, agradable, servicial, bondadoso y paciente.
Estaba dotado de un gran atractivo como persona y como
sacerdote, digno, delicado, atento, amable, cordial. Era humilde, prudente, desapegado
de los bienes terrenos, muy limosnero, constante, virtuoso en extremo,
ejemplar, exacto en el cumplimiento de sus deberes parroquiales hasta
la abnegación y el sacrificio. Amante de todos y de
los pobres con los que era espléndido. Los testigos interrogados
acerca de las virtudes practicadas por la Beato describen una
personalidad moral rica, en la cual brillan las virtudes teologales,
cardinales y anexas. Lo describen como un sacerdote, coherente, dedicado
activamente al apostolado, al mismo tiempo que cumplía ejemplarmente y
con exactitud sus deberes sacerdotales.
El perseguidor sin lugar a dudas
provocó la muerte natural, cumpliendo uno de los requisitos, según
la doctrina de Benedicto XIV, por los cuales se concreta
el verdadero martirio. En el proceso, no obstante las dificultades
para encontrar testimonios sobre el hecho del martirio del Beato,
perpetrado de manera clandestina, se consiguieron suficientes testigos. a) Del
hecho y las circunstancias de la detención depusieron de visu,
dos testigos. b) De la período de encarcelamiento, depusieron de
visu, la Sra. Amparo Mascarell Roselló y un compañero de
prisión del Beato. c) De la llegada al lugar de
la ejecución y del fusilamiento depuso de auditu el Sr.
Vicente Císcar Torregrosa, quien lo supo de un vendedor de
fruta el cual encontró agonizante el Beato, y de auditu
la Sra. Julia Climent Borrás, porque se lo contó la
sirvienta del Beato quien fue a recoger el cuerpo después
de la ejecución y los mismos milicianos le confiaron detalles
de la agonía del Beato. d) Reconocieron el cadáver la
Sra. Julia Climent Borrás. e) Del ambiente hostil a la
Iglesia depusieron, de visu, todos los testigos.
HORAS AMARGAS El Beato era
consciente, en los días previos a la revolución, de la
situación que estaba por afrontar: persecución religiosa y probable martirio.
Así lo manifiesta la doméstica del Beato: "En los meses
anteriores a la Revolución él veía con claridad los acontecimientos.
Sabía que mucha sangre se derramaría en España. Pero se
mostraba sereno y optimista. Como al 14 de julio viniéramos
a Villalonga, un socialista desde el Casino al verle pasar,
se adelantó a él y le dijo: ‘D. Carmelo venga
aquí a Villalonga, yo respondo que aquí, no le pasará
nada, Ud. es el amo de Villalonga’. Pero el Beato,
cuando llegó el 15 de julio, víspera de la Virgen
del Carmen, y no pudiendo resistir que en tal fecha
su parroquia de Piles no tuviera Misa y dejaran de
ganar la indulgencia del Jubileo, se volvió a Piles.” Una
feligresa del Beato, hasta 1935, cuando se fue a vivir
a Austria, depone: "En los años que precedieron a la
Revolución, nos reunía en su casa y nos leía del
martirologio vidas de Santos, y luego nos hacia un comentario
aleccionándonos a que los imitáramos. Cierto día recuerdo que dijo:
‘Nosotros no tendremos esa dicha del martirio, porque es una
gracia muy grande llegar a ser mártir por Cristo’.” Otra
feligresa del Beato, afirma: "Hasta que estalló el Movimiento ejerció
el culto y se le vio animoso, muy animoso, pues
contagiaba a todos de optimismo. Recuerdo que dos días antes
del Alzamiento por ser su santo, como tuviese las puertas
de casa de par en par abiertas, yo le dije:
‘Cierre las puertas D. Carmelo, pues ¿no ve cómo está
el ambiente?’.”
El Sr. Eugenio Císcar Tur, feligrés del Beato, declara:
"En el período pre revolucionario continuó al frente de la
parroquia, afrontando una situación que iba haciéndose difícil. No se
ocultaba la gravedad de la situación, y preveía los tristes
sucesos que después vinieron. Solía decir que venían cosas muy
malas. Más bien era pesimista. Pero se le veía animoso,
decidido y hasta valiente. Los enemigos de Dios pusieron serias
dificultades al cumplimiento de sus deberes ministeriales, llegando un día
a arrojar en el campanario una botella incendiaria. El cura
no se amedrentó y se le veía dispuesto a hacer
frente a lo que se presentara.” Una feligresa del Beato,
confirma la deposición anterior y agrega: "Se afligió mucho cuando
el día de Jueves Santo, se le impidió celebrar los
Oficios Divinos." Y uno de sus feligreses del Beato, anota:
"En los meses anteriores al movimiento mostraba su ánimo sereno
y pacífico, y siempre decía igual: ‘Paciencia. ¿qué hemos de
hacer? Paciencia’.” Y el Sr. Felipe Tur Salom, feligrés del
Beato, afirma: "Lo traté en los meses anteriores al Movimiento.
Recuerdo que el Beato veía con tanta claridad los acontecimientos
que se avecinaban, que más de una vez me decía:
‘Pasma el pensar los ríos de sangre que han de
correr sobre el suelo de nuestra amada Patria’. Pero siempre
nos traía optimismo.”
La revolución en Piles inició con el cierre
de la iglesia, la quema de objetos religiosos y la
persecución de los católicos. Al estallar la revolución de 1936,
el Beato, mantuvo el ánimo sereno y se confió en
las manos de la Divina Providencia, viviendo su condición sacerdotal.
La criada del Beato, afirma: "Iniciada la guerra, cerraron la
iglesia, a los pocos días. Él se recluyó en la
Abadía, pero a los cuatro o cinco días, salimos de
la Abadía, para otra casa, con deseos de volver a
Villalonga pues nos echaban de casa; le dijeron del Comité
que no se fueran del pueblo, porque allí no le
pasaría nada. Durante aquellos días de prueba, en que se
lo quitaron todo, y le quemaron la biblioteca, el Beato,
siempre decía: ‘Paciencia, venga lo que Dios quiera’.” Y agrega:
"Lo mataron por ser sacerdote, pues además de no mezclarse
jamás en política, como cierto día le viera yo, ya
iniciada la guerra, que habían encerrado a dos de Piles
por ser fascistas, el Beato sonriendo un poco me contestó:
‘Pues a mi si me detienen y matan, no será
por ser fascista, sino por ser sacerdote’.”
La Sra. Bárbara Tomás
Torres, feligresa del Beato, agrega: "Los días anteriores a su
detención los pasó en casa de unas vecinas, que lo
hospedaron al despedirle de la Casa Abadía. Como el pobre
no tenía un céntimo yo misma recuerdo le dije: ‘D.
Carmelo aquí tiene este dinero - muy poco - para
que pueda comer’.” Un feligrés del Beato, afirma: "Cierta tarde,
a escondidas, le visité y le advertí de las dificultades
y peligros que se avecinaban. Le encontré tan animoso como
siempre. Recuerdo que me decía estas palabras: ‘No tengas miedo,
ánimo y adelante; si a nosotros nos matan, otros harán
triunfar la Causa de Dios. Confiemos en Él, que nos
ayudará en todo momento... no pasa nada. Ya verás cómo
todo se arregla. Pero no confiemos más que en Dios,
por Él lo hemos de sufrir todo’. Y salí más
confortado de la conversación.” Y agrega: "Yo mismo en conversaciones
con el Beato le decía: ‘Mire, D. Carmelo, que esto
no me gusta nada. Márchese, escóndase’. Y me contestó: ‘No
tengas miedo. Yo he de estar donde está mi obligación.
No me voy’. Por eso juzgo que nunca pensó en
ocultar su condición de sacerdote por salvarse.”
En el mismo modo,
una feligresa del Beato, anota: "Despedido de la Casa Abadía,
se refugió en una casa vecina a la mía. Yo
oía como rezaban el rosario. Yo le visité algunas veces
y le vi animado y confiado en que todo se
resolvería bien.” Y agrega: "Conociendo bien a D. Carmelo yo
puedo asegurar, que D. Carmelo no pensó jamás en ocultar
su condición de sacerdote. Mucho menos que intentara renegar o
apostatar, ni hacer ninguna indignidad por salvarse. Y digo esto
porque yo misma le propuse que por la puerta trasera
de mi casa, que había quedado sin sellar, se marchase
a Villalonga o a otro lugar en que no lo
conocieran, o donde pudiera esconderse más y me contestó: ‘
No; estoy bien aquí. Ocurra lo que Dios quiera, y
en Dios solo he de confiar’. Esto se lo oí
yo misma.”
El Sr. Felipe Tur Salom, feligrés del Beato, anota:
"Un día recibió un anónimo en que se le conminaba
a que vaciara casa [Abadía] en 24 horas y que
se quitara la sotana. Entonces él, para salvar el archivo
y objetos de culto, los trasladó a mi casa vecina
y otra del lado. El Ayuntamiento le advirtió que saliera
de la Abadía, asegurando que no le ocurriría nada. Se
trasladó a otra casa hasta que fueron por él para
detenerlo. El no tomó medidas de seguridad personal para defenderse.
Hasta una escopeta que tenía el Sr. Cura, la echó
en un pozo.”
El Sr. Felipe Todolí Climent, feligrés y acólito
del Beato, declara: "Iniciado el movimiento, le traté mucho en
esos días. Como acólito visitaba mucho su casa. Le veía
casi siempre con el libro de rezo. Se mostraba muy
alegre y bondadoso con los niños acólitos.” Y agrega: "De
tal manera preveía su muerte, que dijo a los que
le habían acogido: ‘Mi cuerpo pide tierra’.” Y continúa: "El
quería irse a su pueblo por aquellos días, pero los
del Comité le dijeron que no le pasaría nada. Se
quedó pues sereno, pero presintiendo su fin como dije antes.”
DETENCIÓN La
empleada doméstica del Beato, afirma: "Estando en la casa de
la familia que nos habían acogido, una noche, de doce
a una, nos vinieron una caterva de milicianos llamando a
la puerta. Abrimos la puerta y se coló el jefe,
pero cerré inmediatamente y el jefe dentro la casa preguntó
dónde estaba D. Carmelo. Lo llamé y bajó él. Le
hizo una serie de preguntas y serenamente contestó D. Carmelo,
diciendo que su actuación la sabían todos cuál había sido.
La de un sacerdote preocupado de los intereses de Dios
y de las almas. Salió el miliciano, yo cerré la
puerta y pude oír cómo decían los demás: ‘¿Pero cómo
sales sin el cura?’ A lo que el jefe, haciendo
un gesto de que callaran, se fueron tras de él.
Entonces el Beato exclamó: ‘Le he pedido a la Virgen
que no fuera esta noche la de mi martirio, sino
otro día, pues temía por vosotras, por si también les
pasará algo’. El solía decir que la muerte no le
importaba diez años antes o después.” Y agrega: "El día
13 de agosto de 1936, sobre las cuatro de la
tarde, nos lo vimos bajar de su habitación donde estaba
tomando la siesta y todo impresionado nos dijo: ‘¿qué pasa?’,
le dijimos que no ocurría nada y como él insistiera
que no había sido sueño, sino que ocurría algo grave,
para serenarlo nos pusimos a rezar el rosario con él.
Sobre el cuarto misterio, vinieron dos milicianos preguntando por él.
Dijeron que les siguiera al Comité. Él sin ofrecer resistencia
se ofreció y lo encerraron en el Ayuntamiento.” Continúa: "Como
yo le llevara la comida varias veces, y me viera
llorar, me decía: ‘Tonta, pero por qué lloras, morir como
mártir es lo más glorioso y la gracia mejor’.”
El Sr.
Felipe Tur Salom, feligrés y compañero de prisión del Beato,
depone: "Como yo estuviera detenido con él, lo veía sereno.”
Continúa: "Estoy convencido de que sí sabía su próxima muerte,
puesto que como yo le dijera... si no tenía miedo
de que nos mataran, pues le veía tan sereno, él
lejos de negar el peligro, exclamó: ‘¿Tú has hecho mal
a nadie?’ - Yo no, le dije - ‘Pues entonces,
no temas, pues qué gloria más grande morir por la
gloria de Dios’. Recuerdo me dijo el Beato, estas palabras.”
Y agrega: "Yo estuve con él hasta el mismo día
15 de agosto que lo mataron, pues estábamos detenidos juntos.
Rezamos por la tarde el Rosario. Y como luego nos
trajeran la cena los familiares, al ponernos a cenar, yo
recuerdo que no podía tragar por el temor de que
me mataran. Y al ver yo como D. Carmelo comía
tan sereno, le dije: ‘¿Y Ud. no tiene miedo?’, me
contestó: ‘No haciendo nada malo, qué gloria más grande si
nos matan que por la Religión y la gloria de
Dios’.”
Una feligresa del Beato, depone: "Yo vi cómo sé lo
llevaban detenido. Iba mansamente siguiendo a los milicianos. Estaba rezando
cuando iban a por él.” Y otro feligrés, afirma: "Fueron
unos milicianos a detenerle. Estaba tan dispuesto a no ofrecer
resistencia, que al atarle las muñecas les dijo: ‘No apretéis
tanto, que no me escaparé’.”
EJECUCIÓN La muerte del Beato está probada
mediante el certificado de defunción y la documentación sobre el
martirio del mismo, que se encuentra en la Sección Causa
General del Archivo Histórico Nacional de Madrid.
Un feligrés del Beato,
declara: "Un vendedor de uva que vino al pueblo nos
contó que en Palmera, había visto muerto en la carretera
a un sacerdote con rasgos y fisionomía que todos dedujimos
había sido muerto nuestro cura D. Carmelo.” Y agrega: "Dicen
que tardó mucho en morir, y que mantuvo su fervor
hasta el último momento. Esto nos lo dijo el vendedor
de uva que lo vio y comentaba diciendo: ‘Vaya hombre
fuerte y fervoroso, después de martirizarlo tanto con qué fervor
aguantaba’.”
Uno de los compañeros de prisión del Beato, afirma: "Sé
que su martirio fue largo y sufrió mucho antes de
morir, pero esto lo sé por referencias.” Y el que
fuera acólito del Beato, depone: "Sé que uno de los
milicianos que lo mató, dos días antes pasó por casa
y nos dijo: ‘Acabo de ver al Sr. cura, y
le he dicho, que esté tranquilo, que no le pasará
nada’. Luego al cabo de dos días, este mismo miliciano...
lo mató. Su muerte, según dicen, fue muy lenta, de
verdadero martirio... Dicen, que en la agonía se aclamaba mucho
a la Santísima Virgen.”
La Sra. Julia Climent Borrás, feligresa del
Beato, declara: "Sé por referencias, que en la madrugada del
16 de agosto se lo llevaron del Ayuntamiento, y como
un miliciano le atara fuertemente de las muñecas, el Beato,
le dijo: .”.., ¿qué mal te he hecho yo, para
que así me ates las manos?.”.. Y cuando fueron sus
sirvientas a por el cadáver del Beato... les informaron que
lo dejaron mal herido creyéndolo muerto, y en su larga
agonía no cesaba de repetir: ‘Ay Mare de Deu’, hasta
que lo remataron luego otra vez....” Confirmado por la deposición
de la Sra. Bárbara Tomás Torres, feligresa del Beato.
La Sra.
Amparo Mascarell Roselló, doméstica del Beato, afirma: "Lo mataron en
Palma [de Gandía] y allí lo enterraron de momento hasta
que terminó la guerra. Luego de acabada ésta lo trasladaron
a Piles, donde está actualmente enterrado.” En el mismo modo
testifica una feligresa del Beato, anota: .”.. Terminada la guerra,
lo exhumaron y fue trasladado al cementerio de Piles. Yo
misma estuve presente. Estaba natural y se le podían apreciar
en la cabeza los orificios de las balas. Actualmente está
enterrado en el panteón del cementerio.” Confirmado por la deposición
de varios feligreses: el Sr. Felipe Todolí Climent, acólito del
Beato, del Sr. Felipe Tur Salom y de la Sra.
Victoria Císcar Torregrosa.. Lo corroboran, además, los siguientes documentos: partida
civil de defunción y certificado de enterramiento.
El Papa Juan Pablo
II el 11 de marzo de 2001, en la plaza
de San Pedro, beatificó a un grupo de 233 víctimas de la sangrienta Guerra Civil española, uno de
ellos es nuestro beato Carmelo.
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