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Carlos Díaz Gandía, Beato |
Mártir Laico
Martirologio Romano: En la aldea Agullent, en el territorio
de Valencia, en España, beato Rafael Alonso Gutiérrez, mártir, que
era padre de familia y, en el furor de la
persecución contra la fe, derramó su sangre por Cristo. Con
él se conmemora también al bienaventurado mártir Carlos Díaz Gandía,
que este mismo día y en la misma localidad recibió
la vida eterna por la defensa de la fe (1936).
Carlos Díaz Gandía nació el 25
de diciembre de 1907 en Onteniente, y Fue bautizado el
26 de diciembre del mismo año en la Iglesia parroquial
de Santa María de aquella Ciudad. Sus padres, Cándido y
Vicenta, formaron un hogar cristiano y educaron a sus hijos
en la fe. El Beato recibió el sacramento de Eucaristía
en la iglesia Arciprestal y en la misma parroquia recibió
el sacramento de la Confirmación el 23 de abril de
1911. Recibió la instrucción escolar en una escuela nacional y
más tarde en el Centro parroquial. Contrajo matrimonio con Luisa
Torró Perdeguer el 3 de noviembre de 1934 en Santa
María de Onteniente. De dicho matrimonio nació una hija, María
Luisa Díaz Torró, ocho meses antes de la muerte del
Beato.
Vivió auténticamente su vocación laical, tratando de impregnar de espíritu
evangélico las realidades temporales en las cuales vivió su condición
de esposo, padre de familia y trabajador, así lo testimonia
su esposa. Hombre de fe profunda, solía concurrir a todos
los actos religiosos, recibía frecuentemente la Eucaristía. Era muy devoto
del rosario de la aurora. En esta intensa vida de
piedad fue disponiendo su persona a una respuesta generosa a
la acción que el Espíritu Santo le lanzó al apostolado
organizado siendo miembro de varias asociaciones laicales. A los 14
años de edad, y dirigido espiritualmente por el entonces arcipreste
de Onteniente, don Rafael Juan Vidal, ingresó en la naciente
Rama de la Juventud de Acción Católica, de la que
llegó a ser Presiente.
Bajo la dirección de su Consiliario, fundó
los Centros catequísticos de las partidas de "Casa Eusebi", "San
Vicente" y "Las Aguas" y "Morena", a los cuales acudía
como catequista todos los domingos del año, teniendo que andar
a pie o, en bicicleta, hasta tres horas de camino
con frío o calor, siendo insultado a menudo por este
rasgo. Era aficionado a organizar funciones de teatro en el
Centro Catequístico de Onteniente con objeto de moralizar las costumbres
y ayudar a santificar los días del Señor. Pertenecía también
a la Adoración Nocturna, al Apostolado de la Oración y
a la Escuela de Cristo.
Apóstol social era caritativo con los
pobres en toda ocasión. Ya militando en la Rama de
Hombres de Acción Católica, fue presidente de la misma, distinguiéndose
en su labor de ayuda especialmente hacia los jóvenes de
condición más humilde. Pertenecía también a la Conferencia de San
Vicente de Paúl. Visitaba a los enfermos de la localidad
con asiduidad y desprendimiento. Por la intensa actividad apostólica que
realizaba era considerado por los enemigos de la Iglesia como
un católico ferviente y por eso fue el primero que
arrestaron.
Un amigo y compañero de prisión del Beato, afirma: "Se
distinguió en la formación de los obreros. Los obreros de
izquierda le apodaron maliciosamente un sobrenombre porque socorría y atendía
a sus compañeros de trabajo. Por todo lo cual estaba
fichado por los enemigos de la fe y le temían
por su corpulencia física".
Los testigos procesales afirman que Carlos Díaz
Gandía era de temperamento fuerte, enérgico, vehemente, serio, alegre y
jovial. Interrogados acerca de las virtudes practicadas por el Beato,
lo describen como una personalidad moral rica en la cual
brillaron las virtudes infusas en el bautismo dentro de las
cuales subrayan especialmente los aspectos concretos de la espiritualidad laical.
Lo definen como un fiel laico auténtico, coherente que cumplió
con exactitud sus deberes profesionales, formó un hogar cristiano y
se comprometió activamente en el apostolado.
El perseguidor sin lugar a
dudas provocó la muerte natural, cumpliendo uno de los requisitos,
según la doctrina de Benedicto XIV, por los cuales se
concreta el verdadero martirio. En el proceso, no obstante las
dificultades para encontrar testimonios sobre el hecho del martirio del
Beato, se consiguieron suficientes testigos. Del hecho y las circunstancias
de la detención de Carlos Díaz Gandía testificó de visu
su viuda. Y del período transcurrido en la cárcel dieron
testimonió sus compañeros de prisión. Del traslado de la cárcel
al lugar de la ejecución y del fusilamiento atestiguaron de
auditu ab ipsis interfectoribus, cuatro testigos de oficio. Del reconocimiento
del cadáver del Beato depuso de visu su esposa, la
Sra. María Torró Perseguer. Y del ambiente hostil a la
Iglesia depusieron, de visu, todos los testigos.
En los días previos
a la revolución Carlos Díaz Gandía era consciente de la
situación que estaba por afrontar: la persecución religiosa y el
probable martirio. Carlos se distinguió por su valentía en la
defensa de la Religión, al peligrar la seguridad de los
templos. Al peligrar la seguridad de los templos, Carlos no
vaciló en montar un puesto de guardia en su propio
domicilio que se halla situado entre la Arciprestal de Sta.
María y el Convento de Madres Carmelitas, en el cual
pasaba noche tras noche con algunos jóvenes de A.C. Una
de ésas noches observó que un grupo de enemigos de
Dios se dirigían al domicilio del Sr. Arcipreste gritando desaforadamente
¡A él! ¡A él! y con todo el valor salió
a la calle dispuesto si era preciso a dar la
vida por su Párroco, consiguiendo con su audaz actitud acobardar
al grupo que huyó cobardemente. Y el 28 de Julio
de 1.936, cuando sistemáticamente comenzaron los saqueos de los templos
de la Ciudad, persuadido de que el Señor estaba en
el Sagrario, corrió a la Arciprestal e inmediatamente, y sin
contar con el peligro que ello suponía, evitó que fuese
profanada la Santa Eucaristía. Esto le produjo gran satisfacción. A
partir de esta fecha su casa fue rodeada por los
milicianos armados. Un compañero de apostolado del Beato, afirma: "Preveía
todo lo que podía ocurrir".
La revolución en Onteniente inició con
el incendio de las iglesias, la quema de las imágenes
y objetos religiosos y el encarcelamiento de algunos católicos. Así
lo testimonian los testigos. Al estallar la Revolución del 36
Carlos Díaz reaccionó como católico auténtico. El 24 de julio
de 1936 junto a algunos más, ofreció en la Vigilia
de la Adoración nocturna su vida por la salvación de
España. Su esposa, declara al respecto: "Estando yo leyendo los
escritos de la M. Rafols en lo que predecía una
persecución en España, me dijo que él se había ofrecido
ya hacía tiempo como víctima".
En este clima de persecución el
Beato mantuvo el ánimo sereno, confiando su vida en las
manos de Dios, y continuando en sus actividades cotidianas con
total naturalidad. Dice su esposa: "Desoyó las advertencias de su
madre a que abandonara el Centro parroquial por el peligro
que corría". Y un compañero de apostolado del Beato, declara:
"El Beato a pesar de estar fichando de antemano y
sentirse amenazado no se escondió".
Detención y Encarcelamiento
En la madrugada del
4 de agosto de 1936 fue detenido por unos milicianos
en su casa, quienes con gran vocerío llamaron a la
puerta gritando: "Venim pel President del Sentro". Les abrió la
puerta y apunto de pistola se lo llevaron, manifestando lo
hacían a requerimiento y en nombre de la C.N.T. Así
lo testifica su viuda, la Sra. Luisa Torró Perseguer.
La vida
en prisión estuvo caracterizada por malos tratos y vejaciones morales
que el Beato supo llevar con entereza cristiana. Compañeros de
detención de Carlos Díaz Gandía fueron: el Cura-Arcipreste de Onteniente
don Juan Belda y el Beato Rafael Alonso Gutiérrez, ambos
fueron asesinados. También compartieron la cárcel los supervivientes: Eduardo Latonda
Puig, Juan y Vicente Mico Penadés, Gonzalo Gironés Plá y
Luis Mompó Delgado de Molina.
La esposa de Carlos Díaz, señala:
"Quedó preso en la iglesia de San Carlos, donde fui
a verle con la niña. El no quiso decir que
le habían atormentado". Y su cuñada, declara: "Fue trasladado a
la iglesia de San Carlos, donde igualmente fue maltratado, según
me consta por otro preso que durante el día tenía
libertad para ir a trabajar". Un compañero de prisión, afirma:
"El Beato se encontraba recluido en una de las capillas
laterales de San Francisco. Poco después fue trasladado a San
Carlos. Normalmente se nos obligaba a estar separados, durmiendo sobre
unas esteras de las Iglesia. A Carlos le amenazaron de
muerte, aunque él entonces pensó que no eran capaces de
matar a nadie".
Al hablar del Beato Rafael Alonso Gutiérrez ya
señalamos el violento episodio que tuvo lugar en Ayelo de
Malferit, en donde fueron bárbaramente martirizados. El 6 de agosto
Carlos Díaz Gandía y Rafael Alonso Gutiérrez fueron trasladados, junto
con Eduardo Latonda Puig, al vecino pueblo de Ayelo. Allí
los sometieron a varias torturas, y les dieron una gran
paliza. Después fueron devueltos a Onteniente. Era el 6 de
agosto, día muy significativo para la población en de Malferit.
Aquellos terribles hechos los vivió y presenció uno de los
testigos, el Sr. Eduardo Latonda Puig.
Vida De Oración Constante
Carlos Díaz,
mientras estuvo en la cárcel, convencido que iban a asesinarlo,
mantuvo la entereza cristiana que era típica en él: pasaban
muchas horas en oración, con una total confianza en la
voluntad de Dios. Un compañero de prisión, anota: "En la
cárcel hizo vida normal y de oración intensísima". Y otro
compañero, depone: "Yo fui detenido el día 5 de agosto
de 1936 y al llegar a la cárcel - Iglesia
de San Francisco allí me encontré al Beato Carlos Díaz
Gandía. Aquella misma tarde recé el rosario con él paseando
por dentro de la Iglesia".
Sintiendo próxima la muerte el Beato
hizo las últimas recomendaciones a sus amigos y a su
esposa con absoluta confianza, con total abandono en la providencia
Divina: Declara un compañero de prisión: "El 10 de agosto,
víspera de su muerte, a mediodía, al disponerse a comer
junto con D. Rafael Alonso, D. José Mª. García Marcos
(también asesinados), y el declarante, le entró como un síncope,
atendiéndole yo y los demás compañeros, manifestando Carlos Díaz que
sabía absolutamente cierto que iba a morir, y añadió literalmente:
‘Algunos de vosotros, viviréis, perdonad a los que se sientan
bien arrepentidos y tened caridad con todos’. Anteriormente varias veces
había dicho que debíamos perdonar a los enemigos".
Ejecución
La noche del
11 de agosto de 1936 sacaron de la prisión, al
doctor José María García Marcos, a Rafael Alonso Gutiérrez y
a Carlos Díaz Gandía y los asesinaron con disparos en
el término municipal de Agullent, población cercana a Onteniente. La
Sra. Adelaida Alonso Ruiz, hija del Beato Rafael Alonso Gutiérrez,
depone: "[mi padre] fue llevado por la carretera de Albaida
hasta el término de Agullent juntamente con Carlos Díaz y
José García Marcos. Los tres murieron perdonando a los enemigos
y dando vivas a Cristo Rey. Los compañeros murieron en
el acto y mi padre quedó agonizante”. Y agrega: "Los
milicianos contaron posteriormente el valor y la entereza de los
tres hasta el último momento, pues les habían ofrecido, si
renegaban, volverlos a Onteniente, y ellos prefirieron seguir el camino".
El Sr. Eduardo Latonda Puig, compañero de prisión y testigo
de oficio, afirma: "El comentario de los rojos fue el
que el Beato había muerto diciendo: ‘¡Viva Cristo Rey!’".
Y agrega:
"El Beato salió para el martirio la noche del 11
de agosto de 1936. Con él también iba Rafael Alonso.
Ambos fueron conducidos a la carretera de Albaida cerca de
Agullent. El Beato en el momento de disparar se adelantó
a los milicianos cubriendo con su cuerpo el de Rafael
Alonso. Esto lo sé por lo que dijeron los mismos
milicianos". Y otro compañero de prisión, afirma: "Hubo reunión de
dirigentes en lugar de juicio, en que decidieron el orden
en que habían de asesinar a los primeros, y antes
que a ninguno a Carlos Díaz. Dormíamos en la misma
capilla, habilitada como celda, y en la madrugada del día
11 de Agosto subieron los milicianos y enfocándole con la
lamparilla eléctrica le obligaron a levantarse a puntapiés, sacándole junto
con D. Rafael Alonso y José M. García. Les subieron
en un taxi y les llevaron por la carretera de
Agullent". Y agrega: "Al llegar al entrador de dicho pueblo,
en la curva en donde se inicia una bajada en
dirección a Albaida, les hicieron descender y casi a bocajarro
les dispararon varios tiros de escopeta y pistola y según
manifestaron los propios asesinos al volver a la cárcel, Carlos
Díaz sacó una estampa de la Virgen y se la
puso en la frente, llevando la estampa a la herida.
Serían las dos a lo más de la madrugada".
Carlos Díaz
Gandía y José Mª. García murieron en el acto. Pero
Rafael Alonso quedó malherido y sobrevivió unas horas. El que
fuera Alcalde de Agullent en aquella fecha declara: "En los
primeros días del mes de agosto de 1936 siendo yo
alcalde de Agullent vino a mi casa hacia las 4
de la mañana un guardia rural y me dijo que
en la carretera de Albaida Onteniente, cerca del cruce de
Agullent, había tres hombres muertos. Inmediatamente me dirigí a dicho
lugar acompañado del secretario del Ayuntamiento; vi en un campo,
separado unos 100 metros de la carretera un cadáver [el
de. José Mª. García]; cien metros más lejos a dos,
uno de los cuales era [Rafael Alonso Gutiérrez] que estaba
malherido y el otro era el cadáver de Carlos Díaz
Gandía".
La muerte del Beato está probada mediante los respectivos certificados
de defunción. Y en la documentación que se encuentra en
el Archivo Histórico Nacional de Madrid, en donde se lee:
Carlos Díaz Gandía, "Si, fue encontrado su cadáver, en qué
sitio y clase de heridas que presentaba: Sí. Arma de
fuego".
La esposa de Carlos Díaz, afirma: "Está enterrado en un
nicho del Cementerio de Agullent". Y la cuñada del Beato,
declara: "Yo misma, como he dicho, lo vi muerto en
el referido cementerio. Tenía los tiros en la cabeza. Está
enterrado en Agullent, nosotras mismas lo enterramos". Confirmado por los
siguientes documentos: Certificado de defunción y de inhumación de sus
restos mortales.
El 11 de marzo de 2001, el Papa Juan
Pablo II lo beatífico junto a otros 232
mártires de la persecución a la fe.
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