jueves, 16 de agosto de 2012

Ordinario de la Misa: Asunción de la Bienaventurada Virgen María. 15 de Agosto, 2012


Solemnidad de la Asunción de la Virgen María
Misa del día
Santo es su nombre
María fue llevada al cielo y los ángeles se alegran
Antífona de Entrada
Un gran signo apareció en el cielo; una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza.
Se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, que hiciste subir al cielo en cuerpo y alma a la inmaculada Virgen María, Madre de tu Hijo, concédenos vivir en este mundo sin perder de vista los bienes del cielo y con la esperanza de disfrutar
eternamente de su gloria.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
 
Primera Lectura
Lectura del libro
del Apocalipsis
del apóstol san
Juan (11, 19; 12,
1-6. 10)
Se abrió el templo de Dios en el cielo y dentro de él se vio el arca de la alianza. Apareció entonces en el cielo una figura prodigiosa: una mujer envuelta por el sol, con la luna bajo sus pies y con una corona de doce estrellas en la cabeza. Estaba encinta y a punto de dar a luz y gemía con los dolores del parto.
Pero apareció también en el cielo otra figura: un enorme dragón, color de fuego, con siete cabezas y diez cuernos, y una corona en cada una de sus siete cabezas. Con su cola barrió la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra.
Después se detuvo delante de la mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo, en cuanto éste naciera. La mujer dio a luz un hijo varón, destinado a gobernar todas las naciones con cetro de hierro; y su hijo fue llevado hasta Dios y hasta su trono. Y la mujer huyó al desierto, a un lugar preparado por Dios.
Entonces oí en el cielo una voz poderosa, que decía:
“Ha sonado la hora de la victoria de nuestro Dios, de su dominio y de su reinado, y del poder de su Mesías”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
 
Salmo Responsorial Salmo 44
De pie, a tu derecha,
está la reina.
Hijas de reyes salen a tu encuentro. De pie, a tu derecha, está la reina, enjoyada con oro de Ofir.
De pie, a tu derecha,
está la reina.
Escucha, hija, mira y pon atención: olvida a tu pueblo y la casa paterna; el rey está prendado de tu belleza; ríndele homenaje, porque él es tu señor.
De pie,a tu derecha,
está la reina.
Entre alegría y regocijo van entrando en el palacio real. A cambio de tus padres, tendrás hijos, que nombrarás príncipes por toda la tierra.
De pie, a tu derecha,
está la reina.
 
Segunda Lectura
Lectura de la primera carta
del apóstol san Pablo a los
corintios (15, 20-27)
Hermanos:
Cristo resucitó, y resucitó como la primicia de todos los muertos. Porque si por un hombre vino la muerte, también por un hombre vendrá la resurrección de los muertos.
En efecto, así como en Adán todos mueren, así en Cristo todos volverán a la vida; pero cada uno en su orden: primero Cristo, como primicia; después, a la hora de su advenimiento, los que son de Cristo.
Enseguida será la consumación, cuando, después de haber aniquilado todos los poderes del mal, Cristo entregue el Reino a su Padre. Porque él tiene que reinar hasta que el Padre ponga bajo sus pies a todos sus enemigos. El último de los enemigos en ser aniquilado, será la muerte, porque todo lo ha sometido Dios bajo los pies de Cristo.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
María fue llevada al cielo y todos los ángeles se alegran.
Aleluya.
 
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Lucas (1, 39-56)
Gloria a ti, Señor.
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno.
Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó:
“¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno.Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.
Entonces dijo María:
“Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.
Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre y su misericordia llega de generación en generación a los que lo temen.
Ha hecho sentir el poder de su brazo: dispersó a los de corazón altanero, destronó a los potentados y exaltó a los humildes. A los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió sin nada.
Acordándose de su misericordia, vino en ayuda de Israel, su siervo, como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia para siempre”.
María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
La primera lectura nos enseña a mostrar las señales con que Dios invita a la esperanza. Aparece la lucha a muerte del dragón contra la mujer y su descendencia (Cristo y los cristianos). La aparición del arca de la alianza de Dios (cf. Nm 10,33-36); 1Sam 4,6-7) señala el hoy de la presencia de Dios en medio de los seres humanos, ya derrotados el pecado y el mal (21,3). Las dos señales que aparecen en el cielo, la mujer y el dragón, deben ser interpretadas por la asamblea litúrgica en el espacio-tiempo. La mujer es el pueblo de Dios; es más, representa la asamblea del pueblo de Dios reunida ya, ahora y aquí, en la Eucaristía dominical. El dragón es el mal, que actúa insertándose en la historia humana, y sobre todo desde los centros de poder (las siete cabezas con siete diademas), para intentar destruir la unidad y la comunión de la asamblea dominical (arroja a la tierra parte de las estrellas). El poder de este mundo se opone al alumbramiento de la mujer (se opone a Cristo) y quiere destruir su fruto (los cristianos). El Cristo elevado y sentado en el Trono de Dios señala la derrota de Satanás. La Iglesia en el desierto, huye del mal y es sostenida por Dios, como Jesús. La glorificación de Cristo, una vez para siempre, es la garantía que nunca jamás nada impedirá que El sea dado a luz por la asamblea eucarística dominical en el hoy, en el espacio-tiempo, hasta su venida en la plenitud de la gloria. María asunta es figura de la Iglesia, tanto la celestial como la que camina dando a luz a Cristo para el ser humano de hoy, y prefigura la victoria final de toda la Iglesia con Cristo, por él y en él.
La segunda lectura nos presenta la afirmación central sobre la resurrección de Cristo y de los muertos: Cristo no es un cadáver que revive, sino que es le Resucitado (el vencedor de la muerte) que causa la resurrección de los muertos. Cristo ha derrotado la muerte (la vencedora de la vida) en su propio terreno, la ha destituido (le ha arrebatado todo su poder sobre la vida ), a fin de liberar a todos los que estaban bajo su poder. Cristo resucitado garantiza la resurrección de todos los muertos. Conviene notar el paralelismo alternado: por un ser humano, la muerte; por otro ser humano, la resurrección de los muertos; en Adán, todos murieron; en Cristo, todos vivirán. En definitiva, Pablo afirma que el don de la vida se da en la resurrección de Cristo. María, al frente de los que son de Cristo (15,23), goza de la vida de la gloria del Reino y ya celebra la destitución del único y último enemigo: la muerte.
La escena evangélica de hoy se centra en el encuentro de las dos madres y de sus respectivos niños, en la continuidad del designio de Dios (AT y NT), une teológicamente los relatos paralelos de la infancia de Juan (el último profeta del AT) y de Jesús. Y es el Espíritu quien marca esta continuidad. Toda la escena rebosa de teología, y para que no se pierda ni un ápice, Lucas la concluye con el mutis de María (1,56). En este encuentro, Lucas pone en boca de María este himno judeocristiano (1,47-55), que se inspira en el cántico de Ana (1Sam 2,1-10) y en toda la tradición bíblica (sobre todo de los salmos). Himno que expresa la fe y la esperanza de los pobres y humildes del pueblo de Dios. Son los «hijos de Sión», «los pobres del Señor», quienes, en María y con ella, alaban a Dios por las grandes obras que ha hecho en ellos/en ella (1,46-49), por lo que hace en su favor (1,50-53) y, finalmente, por su amor misericordioso a favor de Israel, en conexión con las promesas realizadas y selladas con la bendición de Abraham y a su descendencia (1,54-55). María es también hija de Abraham. Así, en María, en este encuentro entre el AT y el NT, se une la espera con la realización y, al mismo tiempo, se manifiesta la predilección histórica del Señor de Abraham y de María por los pobres de todos los tiempos.
Hoy celebramos la «asunción» gloriosa de María. No se trata de ninguna elevación vertical, de ninguna traslación física, de ningún viaje sideral. No lo fue la «ascensión» de Jesús; mucho menos lo es en el caso de María. Esa asunción gloriosa es una manera de hablar, que quiere decir algo, muy importante, pero no precisamente un traslado físico, un sentido literal inmediato de las palabras. Podemos –y deberíamos- ser creyentes de hoy, maduros, conscientes del valor simbólico y metafórico de muchas de las expresiones clásicas de nuestra fe. Valor «simbólico», «metafórico», no significa, en absoluto, falta de valor, carencia de sentido, ausencia de contenido. Muy al contrario. Significa que la verdad expresada es una verdad profunda, no susceptible de ser expresada con palabras fáciles, descriptivas, meramente referenciales de lo físico o material
Nuestra fe expresa que en María Dios ha dignificado a todos los seres humanos, en especial a las mujeres, convirtiéndolos en plenos participantes de su obra salvífica. El ser humano había echado a perder los planes de Dios con opresiones, violencias y desigualdades. Dios, en Jesús, llama el mundo al nuevo orden, donde todos los seres humanos son igualmente dignos y de este modo se inaugura una nueva era de plenitud.
La fiesta de la «asunta», como la llama el pueblo cristiano en muchos lugares de América Latina, nos invita a vivir en el presente el futuro de Dios. María vivió su existencia como una manifestación de la obra salvadora de Dios. No hubo momento de su humilde existencia en el que el amor misericordioso del padre no se hiciera solidaridad, misericordia y compasión con todas las personas que, como ella, vivían situaciones de pobreza y exclusión. María encarnó todos aquellos valores que nos permiten comprender como el futuro de Dios se manifiesta en las limitaciones de nuestro presente. María nos invita a vivir gozosamente la vida como un encuentro permanente con el Dios de la vida y la historia que realiza su obra redentora en las miserias de nuestro mundo y en las limitaciones de nuestra existencia.
¿Comprendemos el profundo significado de la asunción de la virgen maría? ¿Estamos dispuestos, como María, a modelar nuestra existencia de acuerdo con la propuesta del evangelio?
Para la revisión de vida
A ejemplo de María, motivado por su Asunción, ¿respondo de inmediato a las necesidades de los demás?.
Sabiendo que mi trabajo contribuye al plan de salvación de Dios, ¿cumplo con diligencia mis obligaciones religiosas, laborales, familiares y civiles?.
¿Qué espacio tienen en mi vida los pobres y marginados?.

 
Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Pidamos al Señor, en esta fiesta de la Virgen María, que al contemplar su rostro en la gloria se acuerde que somos sus hijos y nos bendiga. Digamos juntos como hermanos:
Por María escúchanos.
Por la Iglesia: que como María todos los cristianos dejemos que Jesús se encarne en nuestras vidas.
Oremos al Señor.
Por María escúchanos.
Por todos los hombres del tercer milenio: que la presencia pascual de María en la gloria, avive la esperanza en la gloria futura.
Oremos al Señor.
Por María escúchanos.
Por los pastores de la Iglesia y los misioneros: que la Virgen les alcance fidelidad y coherencia de vida con el Evangelio.
Oremos al Señor.
Por María escúchanos.
Por los sacerdotes y consagrados: que la Madre de Dios, en plena posesión de la gloria merecida por Jesús, le presente sus vidas, para que las bendiga y haga fecundas.
Oremos al Señor.
Por María escúchanos.
Por los jóvenes: que la figura gloriosa de María les infunda el amor a la pureza, la fortaleza en la fe y la valentía en el compromiso evangélico.
Oremos al Señor.
Por María escúchanos.
Por nosotros y por los que ya han dejado este mundo: que seamos transformados en la gloria y gocemos contemplando cara a cara a Dios.
Oremos al Señor.
Por María escúchanos.
 
Celebrante:
Por intercesión de María escucha nuestras oraciones, haz que vivamos en constante actitud de servicio a nuestros hermanos, y que viviendo el amor esperemos tu llegada en gloria.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, este sacrificio que vamos a ofrecerte para celebrar la Asunción de la Virgen María y ayúdanos, por su intercesión, a buscarte y a vivir siempre en tu amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio propio
La gloriosa Asunción
de la Virgen.
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor.
Porque hoy ha sido llevada al cielo la Virgen Madre de Dios, figura y primicia de la Iglesia, garantía de consuelo y esperanza para tu pueblo, todavía peregrino en la tierra.
Con razón no permitiste, Señor, que conociera la corrupción del sepulcro aquella que, de un modo inefable, dio vida en su seno y carne de su carne al autor de toda vida, Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor.
Por eso, unidos a los ángeles, te aclamamos llenos de alegría:
Santo, Santo, Santo...
 
Antífona de la Comunión
Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Tú que nos has hecho partícipes de este sacramento de vida eterna, concédenos, Señor, por intercesión de la Virgen María, en este día de su Asunción al cielo, alcanzar la gloria de la resurrección.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

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