lunes, 6 de agosto de 2012

La Transfiguración de Jesús


Marcos 9, 2-13. En la Eucaristía, podemos decirle a Jesús "que bien se está aquí".
 
La Transfiguración de Jesús
Del santo Evangelio según san Marcos 9, 2-13


En aquel tiempo Jesús tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan, y los lleva, a ellos solos, aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos, y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo. Se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús. Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: «Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías»; - pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados.. Entonces se formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino una voz desde la nube: «Este es mi Hijo amado, escuchadle» Y de pronto, mirando en derredor, ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos. Y cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.

Oración introductoria

Qué a gusto estoy contigo en oración, Señor y Padre mío. Pero qué fácil es que convierta mi oración en un necio monólogo, en palabrería centrada en mí mismo… Por eso te pido, humildemente, la luz y la fuerza de tu Espíritu Santo que pueden transfigurar esta meditación en un auténtico momento de contemplación.

Petición

Señor, dame la gracia de tener una fuerte experiencia de tu presencia en este oración.

Meditación del Papa

Según los sentidos, la luz del sol es la más intensa que se conoce en la naturaleza, pero, según el espíritu, los discípulos vieron, por un breve tiempo, un esplendor aún más intenso, el de la gloria divina de Jesús, que ilumina toda la historia de la salvación. San Máximo el Confesor afirma que "los vestidos que se habían vuelto blancos llevaban el símbolo de las palabras de la Sagrada Escritura, que se volvían claras, transparentes y luminosas" [...] La Transfiguración no es un cambio de Jesús, sino que es la revelación de su divinidad, "la íntima compenetración de su ser con Dios, que se convierte en luz pura. En su ser uno con el Padre, Jesús mismo es Luz de Luz". Pedro, Santiago y Juan, contemplando la divinidad del Señor, se preparan para afrontar el escándalo de la cruz, como se canta en un antiguo himno: "En el monte te transfiguraste y tus discípulos, en la medida de su capacidad, contemplaron tu gloria, para que, viéndote crucificado, comprendieran que tu pasión era voluntaria y anunciaran al mundo que tú eres verdaderamente el esplendor del Padre". Queridos amigos, participemos también nosotros de esta visión y de este don sobrenatural, dando espacio a la oración y a la escucha de la Palabra de Dios» (Benedicto XVI, 20 de marzo de 2011).

Reflexión

Hoy parece ser el día de la revelación del Señor. Nos ha asegurado que algunos de los presentes no morirían sin ver la gloria de Dios. Pues bien, ya nos lo ha mostrado el evangelio: "...y se transfiguró delante de sus discípulos..."

Durante su vida terrena, no sólo hubo una sola transfiguración, sino que hubo más revelaciones o manifestaciones de su divinidad: el Nacimiento anunciado a los pastores, la voz que clama al salir Él de las aguas después de su bautismo, la entrada en Jerusalén, la Eucaristía, su muerte en la Cruz, su resurrección y ascensión a los cielos...

Pero, ¿cuáles son las transfiguraciones de Cristo en estos días? Parece ser que hay una que todos los días se lleva acabo: la Consagración del pan y del vino en su Cuerpo y su Sangre. Esa es la mayor manifestación que hay en nuestros días. Allí no están presentes ni Elías ni Moisés, sino solamente la Trinidad que nos da la certeza de estar presenciando un acto misterioso y milagroso a la vez.

Cristo nos invita a verle en la Eucaristía con ojos de fe, y decirle como Pedro: ¿qué bien se está aquí, Señor? Él nos está esperando para que le encontremos en el sagrario. Él está allí, y se te transfigurará sólo si estás dispuesto a seguirle con humildad y amor.

Propósito

Invocar a la Virgen María, para que me ayude a escuchar y seguir siempre al Señor Jesús, hasta la pasión y la cruz, para participar también en su gloria.

Diálogo con Cristo

Jesús, gracias por invitarme a subir al monte alto de la oración, porque quieres transfigurarte para que pueda comprender la grandeza de tu gloria y pueda así convertirme en ese discípulo y misionero, que con tu gracia, acerca a otras personas, especialmente de mi familia, a experimentar la luz de tu Palabra, el consuelo de tu cercanía, lo maravilloso de tu amor.
Permite que salga de esta oración configurado contigo para revestir con tu amor mis pensamientos, palabras y obras. 
 
 lunes 06 Agosto 2012
Fiesta de la Transfiguración del Señor

La Transfiguración del Señor
San Esteban Cardeña



Leer el comentario del Evangelio por
Pedro el Venerable : “Su rostro resplandecía como el sol” (Mt. 17,2)

Lecturas

Daniel 7,9-10.13-14.


Yo estuve mirando hasta que fueron colocados unos tronos y un Anciano se sentó. Su vestidura era blanca como la nieve y los cabellos de su cabeza como la lana pura; su trono, llamas de fuego, con ruedas de fuego ardiente.
Un río de fuego brotaba y corría delante de él. Miles de millares lo servían, y centenares de miles estaban de pie en su presencia. El tribunal se sentó y fueron abiertos unos libros
Yo estaba mirando, en las visiones nocturnas, y vi que venía sobre las nubes del cielo como un Hijo de hombre; él avanzó hacia el Anciano y lo hicieron acercar hasta él.
Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino no será destruido.


Salmo 97(96),1-2.5-6.9.


¡El Señor reina! Alégrese la tierra,
regocíjense las islas incontables.
Nubes y Tinieblas lo rodean,
la Justicia y el Derecho son la base de su trono.

Las montañas se derriten como cera
delante del Señor, que es el dueño de toda la tierra.
Los cielos proclaman su justicia
y todos los pueblos contemplan su gloria.

Porque tú, Señor, eres el Altísimo:
estás por encima de toda la tierra,
mucho más alto que todos los dioses.


Marcos 9,2-10.


Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos.
Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas.
Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías".
Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.
Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: "Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo".
De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.
Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.
Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría "resucitar de entre los muertos".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

Pedro el Venerable (1092-1156), abad de Cluny
Sermón 1º para la Transfiguración; PL 189, 959

“Su rostro resplandecía como el sol” (Mt. 17,2)

¿Por qué nos asombra que la cara de Jesús resplandeciera como el
sol, si él mismo era el sol? Era el sol, pero escondido detrás de una nube.
Ahora la nube se aparta, y resplandece por un instante. ¿Qué es esta nube
que se aparta? No es la carne misma, sino la debilidad de la carne que
desaparece por un instante. Esta nube, es aquella de la que habla el
profeta: "El Señor ascenderá ligero sobre una nube" (Is 19,1): nube de
carne que cubre la divinidad, ligera porque esta carne no lleva nada malo
en sí misma; nube que vela el esplendor divino y ligero porque debe
elevarse hasta el esplendor eterno. Es la nube sobre la que se ha dicho en
el Cantar de los Cantares: "Desearía yacer a su sombra..." (Ct 2,3). Nube
ligera porque esta carne es la del "Cordero que quita el pecado del mundo"
(Jn 1,29); y una vez quitados éstos, el mundo asciende a los cielos,
liberado del lastre del peso de todos sus pecados. El sol velado por
esta carne no es "el que sale para buenos y malos" (Mt 5,45), sino "el Sol
de justicia" (Ml 3,20) que sale exclusivamente para los que temen a Dios.
Habitualmente velado por la nube de la carne, esta "luz que alumbra a todos
los hombres" (Jn 1,9) brilla hoy con todo su esplendor. Hoy glorifica a la
misma carne; la muestra deificada a los apóstoles, para que los apóstoles
la revelen al mundo.
 


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