miércoles, 23 de octubre de 2013

Orar con la respiración (anhélitos)



El término anhélitos (del lat. anhelitus) aparece en el texto de los Ejercicios citado en la explicación del tercer modo de orar [258, 260]  y en el Diario Espiritual [49].


            El anhélito tiene sobre todo un carácter afectivo. El uso que S. Ignacio hace del término en el Diario Espiritual está relacionado con una intensa moción afectiva [49].  El P. Calcagno, S.J. comenta el tercer modo de orar por  anhélitos en este sentido, dando a este método una prioridad afectiva sobre las reflexiones mentales y elevándolo a la categoría de oración contemplativa de simplicidad, dado su exiguo contenido esencialmente repetitivo.  Es interesante recordar en este contexto cómo Santa Teresa de Jesús usa el término “resolgar” (S. Ignacio dice “anhélito o resollo”) precisamente en una descripción de la  oración de quietud.

            En la tradición jesuita no faltan, sin embargo, practicantes fervientes del tercer modo de orar, llevado a un nivel repetitivo casi inverosímil. Ya en el siglo XX suita William Doyle “respiraba” cien mil veces al día su oración-jaculatoria. Más recientemente aún  Juan Bautista Reus, un jesuita muerto en 1947, recomendaba  “volar a Dios con frecuentes aspiraciones” y él mismo repetía diariamente doce mil veces la jaculatoria “Jesús, José y María”.

            Un moderno resurgir de la oración repetitiva “respirada” podemos también encontrarlo en los monjes que siguen la trayectoria iniciada por el autor anónimo inglés del siglo XIV en su obra La Nube del No-Saber. En esta perspectiva se sitúan los monjes benedictinos  John Main y Laurence Freeman, el cisterciense Basil Pennington y su sucesor el trapense Thomas Keating.

            La oración por anhélitos puede ser una importante ayuda para introducir a los ejercitantes en una sencilla vida contemplativa-afectiva[1]. Con la flexibilidad y creatividad sugerida por el mismo Directorio (741, 268) y con el estímulo de los modernos métodos contemplativos de inspiración oriental y neo-hesicasta, los ejercitantes podrán encontrar en esta modalidad de oración un horizonte abierto hacia la comunión con Dios por medio del continuo deseo y afecto incesantemente repetido. El método de meditación zen, tan atento al ritmo respiratorio de los meditantes,  ha sido también adaptado a los Ejercicios  por algunos jesuitas en  diálogo con la tradición budista japonesa. B. Senécal propone un retiro llamado “Zazen y Ejercicios Espirituales”[2], insistiendo sobre todo en la concentración del ejercitante en el ritmo respiratorio y en la disciplina corporal exigida por el método zen; Juan Catret[3], ofrece Ejercicios personalmente guiados por medio de koans o breves frases paradójicas tomadas de la Sagrada Escritura, para ser repetidas, respiradas y meditadas en cada meditación.

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