lunes, 21 de octubre de 2013

La oración


No podía Dios dar a la gente un don mayor que éste. Hace de su palabra eterna, que con ella creó a todos, la cabeza de ellos y los hace dignos de ser para Él: elementos. Así el hijo del hombre es un solo Dios y con la gente un solo hombre, hasta si suplicamos a Dios no separarnos de Él, su hijo. Y si reza el cuerpo de la gente, no se separa de la cabeza. Así nuestro señor Jesús es el hijo de Dios que reza en nosotros y por nosotros, y a Él le rezamos. Él es el salvador de su cuerpo. ´´Reza en nosotros como cabeza y por nosotros como cura, y rezamos a Él como Dios". En Él conocemos nuestras voces y en nosotros conocemos su palabra. Y quien nos responde con su Padre, ha bajado y rezó al Padre por nosotros, y no hay más seguridad para nuestra alegría que una oración que la eleva por nuestro nombre nuestro señor salvador, que da todo lo que pedimos. Jesús rezó para enseñarnos a rezar y si lo vimos rezando, debemos aprender de Él la oración. Él nos dice: pidan y se les dará. Si queremos santidad hay que pedirle eso en la oración que nos enseñó y Él sabe quien le está pidiendo porque Él es el Padre de todo. Y si Él nos dice: pidan. ¿Creen que nos niega una petición? Él nos provoca a pedir y aunque se tarde en darnos, seguro no nos niega la petición, más bien nos aumenta con sus dones. La cosa que pedimos y se tarda de obtenerla es más dulce que la que obtenemos fácil. Y cuando Dios nos conserva una petición es porque quiere que crezca en nosotros el anhelo a los bienes eternos. Por eso debemos rezar sin aburrimiento.
La manera de orar: Jesús es nuestro socio en lo que pedimos y socio de su Padre en sus dones. Él no nos provoca a pedir si Él no tiene deseo seguro de dar. Él está decidido a dar más que nosotros, a preguntar. Decidido a perdonar más que nosotros, a salvarnos de nuestra miseria, el pecado. Él quiere dar pero no da sino al que le pregunta, porque no le gusta que sus dones se vayan en vano. Jesús nos dice: si quieres llegar a mí a través de la oración, ´´sé humilde``, para que venga Dios hacia ti y habite en tu corazón. Así, pues, que sean nuestras oraciones humildes, amorosas, un ayuno, una caridad, una reconciliación, un perdón, un alejar del mal y amor al bien, que es la única manera para obtenerlo. Y así, si la sabemos manejar, se purifica de todo mal y se alimenta siempre del amor de Dios. Cada oración sale del cariño profundo, da el fruto mejor. Evitando nuestra mente de las preocupaciones terrenales, que reduce nuestro deseo a la vida eterna, y también evitar la habladera para no aparecer a Dios como si le estamos dando una lección. Nuestra necesidades son la adoración y no la habladera.
Ahora vamos a limpiar nuestras oraciones de las mentiras: mentira es la oración mágica: médicos brujos por la fe de las imaginaciones y tonterías dicen: solamente por rezar diez o cincuenta veces esa oración se te acaba el cáncer. Muchos cristianos se acercan a Dios o a la Virgen como distribuidores automáticos que fueron creados para servir a sus necesidades y sus deseos. Hacen una novena y esperen el milagro que tiene que ser rápido, y si no pasa se ponen bravos y dejan a Dios hasta la próxima..... El Dios verdadero no es el anillo de Aladino ni tampoco un servidor automático que hace todo lo que el hombre quiere.
Mentira es la cadena de oración: te llega una oración y te dice: si rezas ésto diez veces y lo repartes a diez personas recibes todas las bendiciones, y si no lo haces recibes todos los golpes. Esa es una tontería, mejor botarla en la basura.
Mentira son las velas multicolores: esas no son una oración. El hombre sólo reza. Sin embargo el alma creyente puede expresar su petición por una vela y así no solamente el vendedor de las velas le sonríe sino también la Virgen y su hijo.
Mentira es la oración a júpiter: mentira es la oración comercial: mentira es la oración egoísta: todas las inclinaciones y las decepciones en la oración son por este motivo: las consideramos como una receta médica para nuestra alegría pequeña, mientras el Dios verdadero es amor, amor a los demás. Y Él nos está preparando su alegría eterna. Nosotros nos inclinamos a hacer de la oración una máquina, una manera de escapar de los resultados de nuestros hechos, para aliviar un dolor o evitar una desgracia. Pedimos la sanación, no la paciencia, la riqueza, no la valentía, la paz, no el amor. Pedimos de Dios que nos ayude a nuestras flojeras e ignorancias y a excusar nuestros errores, y Dios no hace ese tipo de milagros. Esas oraciones son nulas si no comenzamos a pedir nuestra conversión: rezar para ser mejores cristianos.
¿Qué es la oración? Es una conversación con Dios. Si lees, Dios te conversa y si rezas, tu conversas con Él. Hay dos tipos de oraciones: mental y vocal. Hay personas que rezan de labios y se callan de corazón. La oración debe estar acompañada siempre con hechos. ¿Qué se debe pedir en la oración? Ella es un acto espiritual. Los bienes son de dos clases: terrenales y eternos. Terrenales: salud, riqueza, trabajo, amigos, etc. Eternos: inmortalidad, ángeles, victoria final, padre, patria, etc. Lo mejor es no pedir de lo terrenal algo como si estuviera fijo sino pedir lo que Dios sabe que es mejor para nosotros. Si rezamos bien nos damos cuenta que Él sabe todo lo que es bueno para nosotros y así comenzamos a pedir todo lo que es eterno. Pero si queremos pedir los terrenales tenemos que hacerlo con equilibrio y paciencia, sabiendo que si lo obtenemos será porque Él sabe nuestro bien. Ejemplo: nosotros ignoramos lo que es espiritual divino exactamente como nuestros hijos ignoran los terrenales ante nosotros.
Ejemplo: los malos que disfrutan y los buenos que sufren. Nunca hay que amar a Dios para que nos recompense, sino que Él mismo sea nuestra recompensa. Si pedimos otra cosa le insultamos prefiriendo su creatura a Él, mientas que Él es su creador y quiere darse a sí mismo para todo.

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