jueves, 24 de octubre de 2013

LA ORACIÓN, RESPIRO DEL ALMA




                          


Un anciano – starets (padre espiritual)  fue visitado por un joven quien le pidió: “Padre, enséñame a orar”.
- Bien, le respondió.  - ¡Sígueme! El anciano se levantó, se fue a un profundo río y comenzó a entrar en el agua. El joven sin saber qué hacer, lo siguió. Cuando ya estaban en el medio del río y el agua les llegaba hasta la boca, el anciano agarro al joven por sus cabellos y lo sumergió.
El joven con un gran esfuerzo logró liberarse del anciano luego de una inmensa lucha y salió del río respirando profundamente. Salió también el anciano e interrogó al joven: - ¿Cómo te sentiste debajo del agua? Este le respondió: - Padre yo gritaba a Dios, con un grito mudo para que me dé al menos un respiro y para que me libre de la muerte.
Entonces el anciano le explicó: - El río que hunde a los hombres es la vida sin Dios. Si nosotros vamos a gritar y recurrir a Dios como tú lo hiciste debajo del agua, vamos a orar correctamente. La oración siempre nos libra de la muerte y como el respiro nos llena, no de aire, sino del Espíritu Santo: portador de Vida Eterna.

1-      ¿Se aprende a respirar? 

-          No.
-          Orar es una necesidad natural.
-          Es un signo que la persona esta viva.
-          Todos respiran, creyentes y no creyentes.
-          Se aprende las formas de oración pero orar es algo natural al alma humana.
-          Orar es un rasgo propio de una persona creyente, de un alma viva, si uno no reza quiere decir que está muriendo o murió para la vida eterna.
-          Todos rezan, también los no creyentes, porque cada uno en lo profundo de su corazón se proyecta hacia un futuro.

2-      La oración – respirar con el Señor.
-          El respiro tiene dos movimientos: inspirar e espirar. Inspirando traemos los elementos vitales para la vida como el oxígeno y,  espirando retornamos los frutos del metabolismo humano.
-          Rezando dialogamos con Dios e intercambiamos con Él nuestras vidas: Él se dona a nosotros y nosotros nos donamos a Él. La oración también tiene dos movimientos: yo me elevo a Él y el acerca hacia mí.
-          Al dialogar con una persona humana ésta está fuera de mí, normalmente, sin saber que quiero decirle. Aún más, muchas veces no me entiende. Dialogando con Dios, El está en mí: Padre, Hijo y Espíritu Santo viviendo en mí, que soy templo del Espíritu Santo. Dios sabe todo lo que yo le quiero decir antes de que lo exprese. Me entiende siempre; aunque no le diga nada, solo lo mire, llore o le regale mi alegría.
-          El mismo Espíritu Santo que es Espíritu de Amor nos enseña cómo debemos orar: Rm. 8, 26 “Igualmente el mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque no sabemos orar como es debido; pero el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables”.

3-      Orando, oramos  con Dios y en Dios.
-          El Espíritu Santo nos enseña como rezar, Él es el primero quien empieza el diálogo, toca nuestro corazón, infunde el deseo de orar. En el Espíritu Santo nosotros inspiramos la vida de Dios y espirando entregamos a Él  nuestra vida. Esa es la dinámica de la oración personal.
-          Jesucristo lleva mi vida y la presenta al Padre con todas mis necesidades. Esta gran ofrenda de la vida de toda la comunidad se realiza durante la Divina Liturgia. Con el pan y el vino, entregamos al Señor  toda nuestra vida: con sus tristezas y sus alegrías; y en Jesucristo recibimos La Vida ya como Su Cuerpo y Sangre, en la Eucaristía. Por eso es importante aprender a participar en la Liturgia ofreciendo nuestras vidas como nos invita el sacerdotes: ¨Entreguémonos unos a otros y nuestras vidas enteras a Cristo Dios¨. (Divina Liturgia de San Juan Crisóstomo).
-          Dios  Padre, mi verdadero Padre, que me ama infinitamente, es mi fuente de vida y felicidad. Por eso cuando los Apóstoles pidieron: Señor Enséñanos a orar (Lc 11,1) Él les dijo cuando oren digan: Padre nuestro
En el camino de la oración el Espíritu Santo nos conduce por Cristo a Dios Padre. Si descubrimos que nuestro Dios es un Dios más cercano de lo que puedo imaginar, que se ocupa de mí, que mi oración le permite entrar en mi vida para que Él la llene de su amor, entonces la oración puede cambiar el sentido de mi vida.

4-      Como orar?
-          Hay que orar cada día con la conciencia de que estoy hablando con una persona viva, que me escucha, me recibe, me entiende, me ama y me va a responder. Solo debemos estar preparados para recibir Su respuesta.
Los Santos Padres dicen que el alma de una persona orante es como la cuerda de un violín que necesitamos afinar cada día, y esperar, perseverando hasta el momento en que el Divino Músico lo toque. Y este toque hace cantar. Pero si la cuerda esta floja no puede sentir el toque de Dios, y su presencia pasa inadvertida. En este encuentro vamos a afinar nuestras cuerdas!
-          También, hay que orar con obras, sufrimientos, alegrías…y no sólo con palabras. La oración es vana si mi vida no está en armonía con ella.
-          Cuando vamos a la Divina Liturgia, en cada domingo o en cada fiesta, tenemos que presentar al Señor  nuestra historia personal. La Divina Liturgia es un espacio y tiempo privilegiado porque en ella el Señor nos quiere hablar a través de las lecturas de la Palabra, de la homilía del sacerdote, los cantos de la Iglesia… Sólo debemos estar preparados para oír Su vos. Porque la Liturgia no es una ceremonia, un rito incomprensible; es acercamiento: Yo me acerco a Dios y Dios se acerca a mí. Por eso la Divina Liturgia es la oración más poderosa que Jesús dejó a su Iglesia. Es la escuela permanente de la oración.

5-      Oración de Jesús: Tchotki.
-          Esta oración tiene dos partes.
Primero: Señor, Jesús, Hijo de Dios. Indica quien es el Señor.
 Segundo: Ten piedad de mí, pecador. Indica quien soy yo.
-          Esta oración nos hace cada vez más semejante a Jesús porque Él con su misericordia sana nuestras heridas del pecado y nos hace comprender que también yo soy hijo de Dios.
-          Esta oración es acompañada por el respiro. Rezando la primera parte (Señor, Jesús, Hijo de Dios)  inspiramos y sentimos la presencia del Espíritu Santo  llegando a nuestro corazón. Rezando la segunda parte (Ten piedad de mí, pecador)  espiramos y hacemos entrega de nuestro pecado, nuestra debilidad, nuestra existencia como pecadores. 

El fruto de este intercambio de la vida de un corazón que ora es la sanación espiritual del pecado y la armonía de la vida interior que se manifiesta como: La paz.


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