jueves, 24 de octubre de 2013

La oración del Corazón

 

Una forma de orar propia del cristianismo oriental que puede serle útil a quien desee estar constantemente en presencia de Dios.
                 
La oración del Corazón
La oración es una necesidad para los seres humanos (un deseo escrito en nuestros corazones, hechos para buscar al Creador); es un mandato (Jesús nos lo pide); y es, finalmente, una gracia (el mismo Espíritu viene en nuestra ayuda y clama con gemidos inefables).

El gran consejo de san Pablo, “Oren constantemente. En todo den gracias” (1Tes. 5, 17-18), fue el que inquietó a muchos corazones desde tiempos antiguos. En la tradición de los cristianos orientales, surgió una forma sencilla y a la vez profunda de orar constantemente: la "invocación del Nombre de Jesús" u "Oración del corazón".

Es importante ver que este modo de orar no descarta a otros modos de comunicarse con Dios. 

La "Invocación del Nombre de Jesús" es un camino de conversión que inicia un movimiento hacia el interior del hombre (Mc. 7, 21-23). Lo lleva a experimentar la misericordia, la ternura y la compasión de Dios, haciendo brotar el amor a Él y al prójimo.

Como ayuda para no distraerse, se suele usar el chotki, un rosario oriental de cien cuentas que se van pasando a medida que se va diciendo la invocación, a modo de letanía. También se puede usar el rosario de la Virgen (mucho más conocido); lo importante es orar, pues “todo el que invoque el nombre del Señor se salvará” (Rm. 10, 13 / Jl. 3, 5 / Hch. 2, 21).

Estas son las fórmulas que se suelen utilizar para ejercitarse en la “oración del corazón”:

- Señor Jesús, hijo de David, ¡ten piedad de mí!.

- Señor Jesucristo, ¡ten piedad (de mí)!.

- Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ¡ten piedad de mí que soy pecador!.



Hay otras fórmulas, a veces más breves, su uso queda a criterio del orante. También es posible usar una en ciertas ocasiones y otra distinta en circunstancias diferentes, lo importante que en ella se invoque el nombre del Señor. Veamos la tercera fórmula que tenemos aquí y expliquemos cada palabra o frase:



   SEÑOR: término que indica la divinidad y realeza de Jesús. Traducción de la palabra hebrea Adonai, que en griego es Kyrios, palabras que los judíos usaban exclusivamente para designar a Dios.



    JESÚS: en hebreo Yeshua, cuya traducción es "Yahveh salva" (o rescata, redime). Es un nombre que designa la vocación de la persona elegida por Dios y cuál es su misión. Hay muchos ejemplos de esto en las Sagradas Escrituras. “El salvará a su pueblo de todos sus pecados”  (Mt. 1, 21 / Lc. 1, 31-33 / Lc.2, 21).



   CRISTO: transcripción del griego Cristos, que traduce el hebreo Mashiah y el arameo Meshiáh, significa "Ungido". Es un título que en el Antiguo Testamento designa a todo hombre (rey, sacerdote o profeta) consagrado a Dios por la unción con el aceite (o ungüento perfumado) y con el Espíritu divino; quedando santificado, consagrado para una función o misión. En las profecías, el Mesías es el personaje que Dios enviará para llevar a plenitud la redención, el que revelará el sentido pleno de la Ley y los Profetas, el “siervo de Yahveh". Jesús se identifica con este misterioso personaje, en los Evangelios aparece el relato de su unción (Mt. 3, 16-17 / Jn. 1, 32-34). En Jesús se cumple toda la Ley y los Profetas.

    HIJO DE DIOS: Jesús se manifiesta como Hijo de Dios con hechos y con palabras, también el Padre da testimonio de Él. Algunos textos que así lo indican son: Is. 9, 5-6 / Lc. 1, 32-35 / Mt.14, 33 / Jn. 5, 16-44 .



   TEN PIEDAD DE MI: Reconociendo su pequeñez, el hombre se dirige a Aquel cuyo nombre es  “Dios Misericordioso y Compasivo”  (Sal. 129, 7 / Lc.17, 12-13 / Mt.17, 15).



   QUE SOY PECADOR: Viendo su propia realidad, el hombre clama a “Aquel que tiene poder de perdonar los pecados” (Sal130, 3-4.8). Jesús llama a la conversión al hombre, la conversión hace referencia directa al pecado y conlleva el comienzo de una nueva vida (Mt. 4,17  / Lc. 5, 7.10.24 / Jn. 4, 5.42 ).



Con esta sencilla plegaria, nadie puede decir que “no tiene tiempo” para dedicar a la oración. Por otro lado, si es posible, es bueno tomar las lecturas bíblicas del día, leerlas, y quedarse unos minutos haciendo esta invocación mental o vocal: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, que soy pecador/a".

Si perseveramos en esta práctica, el Señor que mira los corazones, nos condederá  “el don de la oración contínua”, cada respiración será una alabanza.

No hay comentarios: