Una forma de orar propia del cristianismo oriental que puede serle útil a quien desee estar constantemente en presencia de Dios.
La oración es una necesidad para los seres humanos (un deseo escrito en nuestros corazones, hechos para buscar al Creador); es un mandato (Jesús nos lo pide); y es, finalmente, una gracia (el mismo Espíritu viene en nuestra ayuda y clama con gemidos inefables).
El gran consejo de san Pablo, “Oren constantemente. En todo den gracias” (1Tes. 5, 17-18), fue el que inquietó a muchos corazones desde tiempos antiguos. En la tradición de los cristianos orientales, surgió una forma sencilla y a la vez profunda de orar constantemente: la "invocación del Nombre de Jesús" u "Oración del corazón".
Es importante ver que este modo de orar no descarta a otros modos de comunicarse con Dios.
La "Invocación del Nombre de Jesús" es un camino de conversión que inicia un movimiento hacia el interior del hombre (Mc. 7, 21-23). Lo lleva a experimentar la misericordia, la ternura y la compasión de Dios, haciendo brotar el amor a Él y al prójimo.
Como ayuda para no distraerse, se suele usar el chotki, un rosario oriental de cien cuentas que se van pasando a medida que se va diciendo la invocación, a modo de letanía. También se puede usar el rosario de la Virgen (mucho más conocido); lo importante es orar, pues “todo el que invoque el nombre del Señor se salvará” (Rm. 10, 13 / Jl. 3, 5 / Hch. 2, 21).
Estas son las fórmulas que se suelen utilizar para ejercitarse en la “oración del corazón”:
- Señor Jesús, hijo de David, ¡ten piedad de mí!.
- Señor Jesucristo, ¡ten piedad (de mí)!.
- Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ¡ten piedad de mí que soy pecador!.
Hay otras fórmulas, a veces más breves, su uso queda a criterio del orante. También es posible usar una en ciertas ocasiones y otra distinta en circunstancias diferentes, lo importante que en ella se invoque el nombre del Señor. Veamos la tercera fórmula que tenemos aquí y expliquemos cada palabra o frase:
SEÑOR: término que indica la divinidad y realeza de Jesús. Traducción de la palabra hebrea Adonai, que en griego es Kyrios, palabras que los judíos usaban exclusivamente para designar a Dios.
JESÚS: en hebreo Yeshua, cuya traducción es "Yahveh salva" (o rescata, redime). Es un nombre que designa la vocación de la persona elegida por Dios y cuál es su misión. Hay muchos ejemplos de esto en las Sagradas Escrituras. “El salvará a su pueblo de todos sus pecados” (Mt. 1, 21 / Lc. 1, 31-33 / Lc.2, 21).
CRISTO: transcripción del griego Cristos, que traduce el hebreo Mashiah y el arameo Meshiáh, significa "Ungido". Es un título que en el Antiguo Testamento designa a todo hombre (rey, sacerdote o profeta) consagrado a Dios por la unción con el aceite (o ungüento perfumado) y con el Espíritu divino; quedando santificado, consagrado para una función o misión. En las profecías, el Mesías es el personaje que Dios enviará para llevar a plenitud la redención, el que revelará el sentido pleno de la Ley y los Profetas, el “siervo de Yahveh". Jesús se identifica con este misterioso personaje, en los Evangelios aparece el relato de su unción (Mt. 3, 16-17 / Jn. 1, 32-34). En Jesús se cumple toda la Ley y los Profetas.
- Señor Jesucristo, ¡ten piedad (de mí)!.
- Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ¡ten piedad de mí que soy pecador!.
Hay otras fórmulas, a veces más breves, su uso queda a criterio del orante. También es posible usar una en ciertas ocasiones y otra distinta en circunstancias diferentes, lo importante que en ella se invoque el nombre del Señor. Veamos la tercera fórmula que tenemos aquí y expliquemos cada palabra o frase:
SEÑOR: término que indica la divinidad y realeza de Jesús. Traducción de la palabra hebrea Adonai, que en griego es Kyrios, palabras que los judíos usaban exclusivamente para designar a Dios.
JESÚS: en hebreo Yeshua, cuya traducción es "Yahveh salva" (o rescata, redime). Es un nombre que designa la vocación de la persona elegida por Dios y cuál es su misión. Hay muchos ejemplos de esto en las Sagradas Escrituras. “El salvará a su pueblo de todos sus pecados” (Mt. 1, 21 / Lc. 1, 31-33 / Lc.2, 21).
CRISTO: transcripción del griego Cristos, que traduce el hebreo Mashiah y el arameo Meshiáh, significa "Ungido". Es un título que en el Antiguo Testamento designa a todo hombre (rey, sacerdote o profeta) consagrado a Dios por la unción con el aceite (o ungüento perfumado) y con el Espíritu divino; quedando santificado, consagrado para una función o misión. En las profecías, el Mesías es el personaje que Dios enviará para llevar a plenitud la redención, el que revelará el sentido pleno de la Ley y los Profetas, el “siervo de Yahveh". Jesús se identifica con este misterioso personaje, en los Evangelios aparece el relato de su unción (Mt. 3, 16-17 / Jn. 1, 32-34). En Jesús se cumple toda la Ley y los Profetas.
HIJO DE DIOS: Jesús se manifiesta como Hijo de Dios con hechos y con palabras, también el Padre da testimonio de Él. Algunos textos que así lo indican son: Is. 9, 5-6 / Lc. 1, 32-35 / Mt.14, 33 / Jn. 5, 16-44 .
TEN PIEDAD DE MI: Reconociendo su pequeñez, el hombre se dirige a Aquel cuyo nombre es “Dios Misericordioso y Compasivo” (Sal. 129, 7 / Lc.17, 12-13 / Mt.17, 15).
QUE SOY PECADOR: Viendo su propia realidad, el hombre clama a “Aquel que tiene poder de perdonar los pecados” (Sal130, 3-4.8). Jesús llama a la conversión al hombre, la conversión hace referencia directa al pecado y conlleva el comienzo de una nueva vida (Mt. 4,17 / Lc. 5, 7.10.24 / Jn. 4, 5.42 ).
Con esta sencilla plegaria, nadie puede decir que “no tiene tiempo” para dedicar a la oración. Por otro lado, si es posible, es bueno tomar las lecturas bíblicas del día, leerlas, y quedarse unos minutos haciendo esta invocación mental o vocal: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, que soy pecador/a".
TEN PIEDAD DE MI: Reconociendo su pequeñez, el hombre se dirige a Aquel cuyo nombre es “Dios Misericordioso y Compasivo” (Sal. 129, 7 / Lc.17, 12-13 / Mt.17, 15).
QUE SOY PECADOR: Viendo su propia realidad, el hombre clama a “Aquel que tiene poder de perdonar los pecados” (Sal130, 3-4.8). Jesús llama a la conversión al hombre, la conversión hace referencia directa al pecado y conlleva el comienzo de una nueva vida (Mt. 4,17 / Lc. 5, 7.10.24 / Jn. 4, 5.42 ).
Con esta sencilla plegaria, nadie puede decir que “no tiene tiempo” para dedicar a la oración. Por otro lado, si es posible, es bueno tomar las lecturas bíblicas del día, leerlas, y quedarse unos minutos haciendo esta invocación mental o vocal: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, que soy pecador/a".
Si perseveramos en esta práctica, el Señor que mira los corazones, nos condederá “el don de la oración contínua”, cada respiración será una alabanza.
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