De
la tradición a los escritos
Tal
como se ha indicado en la publicación anterior, se fue así formando “una rica
tradición” sobre Jesús, trasmitida por testigos autorizados en la Iglesia
naciente, durante los primeros veinte a treinta años. Y al mismo tiempo fueron
surgiendo unos detallados escritos como los relatos de la pasión y algunas
colecciones de dichos y milagros (signos) del Señor Jesús.
Al
parecer una de las primeras series de “dichos” fue redactada en arameo y su
datación corresponde a los años 45-55. La redacción del evangelio según san
Marcos ocurre, conforme a la hipótesis más probable, entre los años 60-65. Y los
evangelios según san Mateo y según san Lucas son fecha posterior (a. 70-85) y su
redacción última se hace teniendo en cuenta la citada colección de “dichos”, el
evangelio según san Marcos y otras fuentes propias y personales de sus
respectivos autores.
En
esta elaboración de los evangelios tal como hoy los conocemos, el más antiguo,
el que se dice “según san Marcos” parece ser obra escrita por Marcos, discípulo
muy cercano al apóstol Pedro. Papías, que fue obispo de Hierápolis en Asia Menor
y vivió entre los años 70-160, afirma en un fragmento de sus escritos: “Marcos,
que fue el intérprete de Pedro, puso cuidadosamente por escrito, aunque no con
orden, cuanto recordaba de lo que el Señor había dicho y hecho. Aunque él no
había oído al Señor ni le había acompañado, fue compañero de Pedro, como acabo
de decir, y éste impartía sus enseñanzas según las necesidades de la gente y no
como alguien que cuida de un orden en lo que ha de ser escrito. Por ello, Marcos
en nada se equivocó al redactar algunas cosas tal como las recordaba, pues se
había preocupado en transcribir cuanto había escuchado, tratado de evitar el
engaño en lo más mínimo, evitando el ser negligente ni descuidado.”
Es
también evidente que los evangelios tanto el de Mateo como el de Lucas, tienen
relaciones innegables con el de Marcos. Y si los ponemos los tres en columnas
paralelas y comparamos sus pasajes similares y sus diferencias obtendremos una
visión de conjunto (sinopsis) que puede ayudar a su mejor interpretación. Así
estos tres evangelios reciben el calificativo de “sinópticos”.
En
resumen: los evangelistas escribieron los evangelios en lugares, tiempos y
situaciones diversas; ellos eligieron, ordenaron y adaptaron el material que
conocían de la “tradición” apostólica desde su origen ocular hasta su aceptación
como alimento nutritivo de vida cristiana en las diversas comunidades. En todo
este proceso, y en la redacción definitiva, la experiencia atestiguada y
recibida con fe en el resultado reconoce en tales escritos la indudable
inspiración del Espíritu Santo. Esta alienta, consuela y se prolonga hoy hasta
nosotros en el sentido de poder darnos vida plena y permanente si la recibimos y
le damos una acogida en nuestro corazón con sencillez y con la humildad de
aceptar algo que nos es dado y comunicado como un don. Es un vital alimento para
nuestro espíritu.
Historicidad de los
Evangelios
“La
Iglesia ha defendido siempre y en todas partes, con firmeza y máxima constancia,
que los cuatro Evangelio mencionados, cuya historicidad afirma sin dudar, narran
fielmente lo que Jesús, el Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y
enseñó realmente para la eterna salvación de los hombres hasta el día de la
ascensión” (Vaticano II, DV 19). Con el término “historicidad” no se está
diciendo que los evangelios cuentan los hechos tal como sucedieron en forma de
crónica científica en todos sus detalles. Sus autores se centraron más bien en
el sentido profundo de la verdad de las cosas que narraban; y ello desde la fe
en la resurrección gloriosa de Jesús y bajo la iluminación del Espíritu de esa
verdad. Ese significado de “las cosas” lo comunicaron manteniendo el carácter de
predicación de acuerdo a las necesidades diversas de las comunidades cristianas;
y lo hicieron habiendo recogido los testimonios de testigos oculares, las
referencias comprobadas e incluso avivando sus propios e inmediatos recuerdos.
No pretendieron escribir “una historia” tal cual, sino anunciar a Jesucristo
como nuestro salvador y Señor. Este anuncio se basa fielmente en hechos y dichos
reales y no inventados.
El
evangelio de Marcos tiene 678 versículos (16 capítulos). El evangelio de Mateo
suma 1015 versículos (28 capítulos). Y el evangelio de Lucas se extiende hasta
los 1112 versículos (24 capítulos). En los tres libros se cuentan hasta 330
versículos similares en lo esencial. Y cerca de otros 200 versículos de Marcos
resuenan en Mateo, y un centenar en Lucas. Por otro lado más de 200 extraños a
Marcos, son comunes a Mateo y Lucas. Los estudiosos, no todos, tratan de
explicar esta situación mediante la “teoría de las dos fuentes”: Mateo y Lucas
tendrían en cuenta el evangelio de Marcos y también conocieron una segunda
fuente común, la calificada como fuente “Q”. Al mismo tiempo, cada uno de ellos
tuvo y manejó sus propias fuentes. Esta verosímil y probable hipótesis podría
explicar tanto sus coincidencias como sus variantes y diferencias. Estos tres
primeros evangelios reciben así el calificativo de “sinópticos” porque pueden
presentarse en una visión comparativa de conjunto (“sinopsis”). Es una clave
para su interpretación y captación de lo característico de cada
evangelio.
La fuente
"Q"
Los
evangelios de Mateo y de Lucas coinciden en bastantes dichos que no aparecen en
Marcos, el más antiguo de los evangelios sinópticos. Se supone así, que ambos
escritores tienen a su vez en cuenta otra fuente de inspiración pero común, que
se suele identificar con la letra “Q” (inicial de Quelle que en alemán significa
“fuente”). Provendría ésta, de una supuesta tradición oral que recogería
palabras y dichos de Jesús. Hay interés por investigar esta fuente “Q”, pues su
mayor conocimiento podría acercarnos a los planteamientos teológicos más
antiguos de los primeros cristianos seguidores de Jesús.
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