Del santo Evangelio según san Mateo 18, 1-5.10 En aquel momento se acercaron a Jesús los discípulos y le dijeron:«¿Quién es, pues, el mayor en el Reino de los Cielos?» El llamó a un niño, le puso en medio de ellos y dijo: «Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos. «Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe. «Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos. Oración introductoria Señor, concédeme iniciar esta meditación con un corazón de niño, es decir, consciente de mi pequeñez, de mi fragilidad, de mi necesidad de tu gracia. Dame un espíritu humilde y sencillo para escuchar tus palabras en esta oración, y así, tener una experiencia viva de Ti, de tu amor, de tu misericordia.
Petición Con la confianza de un niño, te pido, Jesús: ¡quiero ser santo! Ayúdame a aprovechar todas las oportunidades de este día para crecer en el amor.
Meditación del Papa Francisco Y con Pilato usarán el mismo idioma: nosotros tenemos sólo un rey, que es César. Este lenguaje es un intento de "persuasión diabólica". En efecto, quienes en ese momento "alababan" a Cristo, terminan traicionándole y mandándole a la cruz. Jesús, mirándolos a la cara, les dice esto: ¡hipócritas! En cambio, la mansedumbre que Jesús quiere de nosotros no tiene nada que ver con esta adulación. La mansedumbre es sencilla, como la de un niño; y un niño no es hipócrita, porque no es corrupto. Cuando Jesús nos dice: que vuestro modo de hablar sea: "sí, sí", "no, no", con alma de niño, nos dice lo contrario de aquello que dicen los corruptos. Que nuestro hablar sea evangélico. Pidamos hoy al Señor que nuestro modo de hablar sea el de la sencillez, el de los niños, hablar como hijos de Dios: por lo tanto, hablar en la verdad del amor.
(S.S. Francisco, 4 de junio de 2013). Reflexión El mundo de hoy sólo acepta a los "grandes", a los mejores, a los primeros en el ámbito económico. Se ve también en los jóvenes, cómo ansían tener lo mejor del momento, aunque no les falte nada o lo tengan todo. Esto ha provocado que el hombre se olvide de su dignidad, de que está hecho para conseguir ideales más grandes, que un poco de gloria, por tener abundantes riquezas, no pueden dar.
Así es nuestro mundo, o mejor así hemos hecho nuestro mundo. Pero la realidad de Dios es otra. Es opuesta a los criterios del mundo. Cristo nos dice que si queremos ser los primeros seamos los últimos, y si queremos ser los más grandes sirvamos a todos. Lo que más vale en el hombre es su vida interior, sus virtudes, su voluntad, y no cuánto tiene o posee.
Por eso los más grandes en el Reino de los Cielos son los que son como niños, porque Dios ama a los pequeños de espíritu. ¿Cómo podemos hacernos niños ante Dios? La solución es sencilla, pero muy difícil por lo que significa para cada persona. Hay que ser humildes a ejemplo de Cristo, que supo decir que sí a lo que el Padre le pedía aun cuando le costase muchísimo.
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Hoy celebramos a los Ángeles Custodios
¿Quiénes son?
Dios ha asignado a cada hombre un ángel para protegerle y facilitarle el camino de la salvación mientras está en este mundo. Afirma a este respecto San Jerónimo: "Grande es la dignidad de las almas cuando cada una de ellas, desde el momento de nacer, tiene un ángel destinado para su custodia".
En el Antiguo Testamento se puede observar cómo Dios se sirve de sus ángeles para proteger a los hombres de la acción del demonio, para ayudar al justo o librarlo del peligro, como cuando Elías fue alimentado por un ángel (1 Reyes 19, 5.)
En el nuevo Testamento también se pueden observar muchos sucesos y ejemplos en los que se ve la misión de los ángeles: el mensaje a José para que huyera a Egipto, la liberación de Pedro en la cárcel, los ángeles que sirvieron a Jesús después de las tentaciones en el desierto.
La misión de los ángeles custodios es acompañar a cada hombre en el camino por la vida, cuidarlo en la tierra de los peligros de alma y cuerpo, protegerlo del mal y guiarlo en el difícil camino para llegar al Cielo. Se puede decir que es un compañero de viaje que siempre está al lado de cada hombre, en las buenas y en las malas. No se separa de él ni un solo momento. Está con él mientras trabaja, mientras descansa, cuando se divierte, cuando reza, cuando le pide ayuda y cuando no se la pide. No se aparta de él ni siquiera cuando pierde la gracia de Dios por el pecado. Le prestará auxilio para enfrentarse con mejor ánimo a las dificultades de la vida diaria y a las tentaciones que se presentan en la vida.
Muchas veces se piensa en el ángel de la guarda como algo infantil, pero no debía ser así, pues si pensamos que la persona crece y que con este crecimiento se tendrá que enfrentar a una vida con mayores dificultades y tentaciones, el ángel custodio resulta de gran ayuda.
Para que la relación de la persona con el ángel custodio sea eficaz, necesita hablar con él, llamarle, tratarlo como el amigo que es. Así podrá convertirse en un fiel y poderoso aliado nuestro. Debemos confiar en nuestro ángel de la guarda y pedirle ayuda, pues además de que él nos guía y nos protege, está cerquísima de Dios y le puede decir directamente lo que queremos o necesitamos. Recordemos que los ángeles no pueden conocer nuestros pensamientos y deseos íntimos si nosotros no se los hacemos saber de alguna manera, ya que sólo Dios conoce exactamente lo que hay dentro de nuestro corazón. Los ángeles sólo pueden conocer lo que queremos intuyéndolo por nuestras obras, palabras, gestos, etc.
También se les pueden pedir favores especiales a los ángeles de la guarda de otras personas para que las protejan de determinado peligro o las guíen en una situación difícil.
El culto a los ángeles de la guarda comenzó en la península Ibérica y después se propagó a otros países. Existe un libro acerca de esta devoción en Barcelona con fecha de 1494.
miércoles 02 Octubre 2013
Memoria de los Santos Ángeles Custodios
Santos Ángeles Custodios
Leer el comentario del Evangelio por
Beato John Henry Newman : "Los ángeles del cielo ven sin cesar el rostro de mi Padre"
Exodo 23,20-23.
Yo voy a enviar un ángel delante de ti, para que te proteja en el camino y te conduzca hasta el lugar que te he preparado.
Respétalo y escucha su voz. No te rebeles contra él, porque no les perdonará las transgresiones, ya que mi Nombre está en él.
Si tú escuchas realmente su voz y haces todo lo que te diga, seré enemigo de tus enemigos y adversario de tus adversarios.
Entonces mi ángel irá delante de ti y te introducirá en el país de los amorreos, los hititas, los perizitas, los cananeos, los jivitas y los jebuseos, y los exterminará.
Salmo 91(90),1-2.3-4.5-6.10-11.
Tú que habitas al amparo del Altísimo
y resides a la sombra del Omnipotente,
dile al Señor: «Mi amparo, mi refugio,
mi Dios, en quien yo pongo mi confianza».
El te librará del lazo del cazador
y del azote de la desgracia;
te cubrirá con sus plumas
y hallarás bajo sus alas un refugio.
No temerás los miedos de la noche
ni la flecha disparada de día,
ni la peste que avanza en las tinieblas,
ni la plaga que azota a pleno sol.
La desgracia no te alcanzará
ni la plaga se acercará a tu tienda:
pues a los ángeles les ha ordenado
que te escolten en todos tus caminos.
Mateo 18,1-5.10.
En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: "¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?".
Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos
y dijo: "Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos.
Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos.
El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo.
Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial.
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
Beato John Henry Newman (1801-1890), teólogo, fundador del Oratorio en Inglaterra
Sermón “El mundo invisible" PPS, t. 4, n°13
"Los ángeles del cielo ven sin cesar el rostro de mi Padre"
Los ángeles se ocupan activamente de nosotros en la Iglesia; se nos dice: "¿Es que no son todos espíritus servidores, enviados en ayuda de los que han de heredar la salvación?”(He 1, 149. No hay ningún cristiano que por muy humilde que sea que no tenga un ángel para servirle, si vive por la fe y el amor. Aunque ellos sean tan excelsos, gloriosos, puros, tan maravillosos que su sola vista nos hace postrar en tierra, como le sucedió al profeta Daniel (10,9), con todo ellos son nuestros servidores y nuestros compañeros de trabajo. Ellos velan sobre nosotros; nos defienden hasta al más humilde de entre nosotros, si nosotros estamos enraizados en Cristo.
Ellos son parte de nuestro mundo invisible, en alguna ocasión se manifiestan como al patriarca Jacob (Gn, 28,10s). El pensó que ¡qué era aquella cosa tan maravillosa que le estaba ocurriendo si estaba dormido! Este era un lugar como todos los otros, un sitio solitario e incomodo; ¡y por tanto, que realidad tan distinta! Jacob no conocía más que el mundo visible; no conocía el mundo invisible, y sin embargo el mundo invisible estaba allí. Estaba allí, aunque Jacob no realizó nada para provocar su presencia, la cual solo se revela sobrenaturalmente. El tiene la revelación en un sueño: " una escalinata apoyada en la tierra, y lo alto tocaba el cielo; los ángeles de Dios subían y bajaban por la escalinata; y el Señor estaba en la cumbre."
He aqui que existe otro mundo: la gente habla como si no existiera nada más después de la muerte. No, existe ya ahora, aunque nosotros no lo veamos: está entre nosotros, en torno nuestro. Así se le mostró a Jacob; los ángeles estaban a su alrededor, allí mismo sin saberlo él. Lo que Jacob vio en sueños, otros también lo han visto...y entendido como los pastores de noche buena. Estos espíritus bienaventurados alaban a Dios día y noche, y nosotros, desde nuestro estado, también los podemos imitar.
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