miércoles, 23 de octubre de 2013

El discernimiento como proceso humano




El discernimiento, con éste o con otro nombre, responde a aspiraciones y necesidades básicas de la persona humana.
Toda persona humana aspira a llevar su vida a una cierta plenitud, hacia un horizonte de sentido y plenitud al que dirige sus pasos y decisiones, tomando la ruta que piensa más idónea para caminar hacia él.
Cuando ese horizonte no existe, o no está claro, la persona se siente "perdida". Los horizontes de vida que presentan las diversas propuestas antropológicas y religiosas son bastante compartidos, expresados de una u otra manera: la felicidad, la plenitud, la salvación, la realización plena... Muchas más divergencias y diversidad hay a la hora de señalar los caminos concretos que pueden conducir hacia ese horizonte de plenitud.
Pero en la vida no basta con tener más o menos claro el horizonte al que se aspira y el camino por el que se quiere ir, sino que hay que caminar efectivamente, de hecho, por é l . . . San Ignacio lo advierte en los Ejercicios con una frase tan obvia como genial, o genial precisamente en su obviedad: hay que caminar en nuestro día a día "... andando a buscar lo que quiero" (Ej 76). Una expresión obvia en su formulación, no tan obvia en nuestras prácticas cotidianas, como sabemos por experiencia propia y ajena... El discernimiento es un instrumento para poder caminar efectivamente  por "donde queremos", sin ser llevados, arrastrados, más o menos consciente o inconscientemente, pasiva o consentidamente, ni desde fuera ni desde dentro. Desde fuera, por personas, dinámicas o mecanismos sociales externos a nosotros; o desde dentro por impulsos,  vacilaciones, miedos... que pueden llegar a condicionar de modo determinado, o a colapsar nuestra libertad.
Por otra parte, cualquier persona humana de una cierta madurez y calidad personal busca vivir con coherencia. Eso es, entre otras cosas, lo que provoca en quienes la rodean respeto, autoridad, admiración, capacidad de liderazgo... Coherencia entre las convicciones que se tienen y se manifiestan y las decisiones concretas que se toman en la vida. Y ese proceso de traducir las convicciones en decisiones concretas es el proceso del discernimiento: cómo encarno mis convicciones en las decisiones concretas de la vida. Discernimiento que muchas veces no es nada fácil porque las circunstancias de la vida son complejas y muchas de las decisiones a tomar (casi todas . . . ) tienen su carga de ambigüedad; no olvidemos que discernir no es elegir entre lo bueno y lo malo: ahí no hay nada que discernir.
Evidentemente se puede vivir, y muchas viven, no ya incoherentemente (¿quién no tiene algún grado de incoherencia...?), sino sin pretender siquiera un mínimo de coherencia, sin preocuparse lo más mínimo por ella, o sabiendo positivamente que se está siendo incoherente y sin lamentarse de ello. Más allá de las valoraciones que podamos hacer sobre este tipo de personas, es claro que si no hay correspondencia entre las decisiones cotidianas que uno toma y las convicciones que sostiene, esas convicciones se van vaciando de contenido y reduciéndose a puro slogan, propaganda o ideología en el peor sentido del término... Y vivir coherentemente en un mundo tan complejo y tan plural como el nuestro pide necesariamente un Ejercicio habitual de discernimiento.
En este contexto tan humano y tan universal de discernimiento tiene su lugar propio el discernimiento "espiritual" y evangélico.

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