miércoles, 23 de octubre de 2013

ACTITUD CONTEMPLATIVA IGNACIANA




“Esta apuesta de Jesús quiere suscitar en nosotros una respuesta nueva, fresca, real... Pero que no sea una respuesta reflexiva. La reflexión es el gran instrumento de buscar justificaciones y camuflajes. Tiene sus cosas buenas,  pero también la de justificarse... y justificar las cosas más horrendas (…) Y lo que descoloca al hombre / mujer es la sorpresa, la admiración (el susto) ante una cosa que ha ocurrido y no puedo prepararla con la reflexión, con mis defensas: me ha sorprendido, me ha toma desprevenido...
Tener siempre una actitud contemplativa: no meditativa, ni reflexiva. Contemplación es abrir los ojos, sin defensa. Algo raro, algo extraño y significativo es que cuando nos ponemos más místicos tenemos que cerrar los ojos (algo extraño ha pasado).
Ante Jesús hay que abrir los ojos y asustarnos de lo que está ocurriendo y llevarnos sorpresas y que nos sintamos descolocados.
San Ignacio usa "reflectir" al hablar de la contemplación (no de reflexión). Reflexión es discurrir con el entendimiento (meditaciones). Reflectir: "es el hecho de reflejarse el rayo de luz en el cuerpo opaco". Dejar que se refleje en nosotros lo que está ocurriendo, sin manipularlo previamente a mi acceso. Es abrir los ojos: y resulta que está ocurriendo esto y dejarse impresionar, oír lo que ha dicho (sin glosa...) y que me agarre desprevenido, desprovisto. Vamos por la vida reflexionando, justificando, acomodando para convencerme de que estoy respondiendo como Dios manda... y a lo mejor no es así.
"Abrir los ojos": esto es contemplar. Es la apuesta de la espiritualidad ignaciana. Hombres y mujeres contemplativos en la acción, y no para la acción. Si tenemos los ojos cerrados alucinamos. Y alucinar es convertir en realidad lo que yo he imaginado.
El Reino no está fuera de la realidad. La apuesta es desde esa realidad. Y Jesús nos hace una lectura real del Reino: desde esta realidad sencilla. Y Jesús lo hace a base de parábolas, Algunas simples, que son paradójicas y las utiliza para expresarnos el Reino. El Reino está aquí, no me puedo escapar a  un sobrenaturalismo para acceder a la realidad. Tengo que descubrir que la realidad está manifestando el Reino (y puedo yo estar fabricando mi "reino"). Tener una actitud de sorpresa y de agradecimiento de que Jesús nos abra los ojos y nos libere de las trampas que ponemos para posibilitar objetivamente un Reino que está ahí, entre nosotros. Y que está ahí y nosotros podemos impedir de alguna forma.
No dar por supuesto nada en mí. Vamos a ver qué pasa hoy, qué ocurre en este momento, cómo accedo yo al Evangelio. Hasta qué punto he modificado el Evangelio. Si el Evangelio deja de ser Buena Noticia, algo que sorprende, deja de ser Evangelio. Vamos a abrirnos a través de la contemplación de que a lo mejor el Evangelio es Evangelio y no una cosa ya supuesta y sabida.
Y aquí no se supone nada. Sólo en la medida que nos sorprendemos de que a lo mejor  el Evangelio es verdad y que lo que es mentira son nuestros camuflajes, nuestros acomodos del Evangelio, nuestra manera de acceder al Evangelio..., a lo mejor la apuesta de Jesús en toda su frescura, en todo su escándalo que le hace decir: "¡dichosos quien no se escandalicen de mí!", entonces será Buena Noticia. Dejarnos sorprender. El Evangelio es Buena Noticia siempre. Algo que me sorprende permanentemente.”

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