Obras mejor que palabras
Se cuenta que un día una madre atribulada de acercó a Gandhi con su hija y le explicó que ésta tenía el habito de comer más dulce de lo conveniente. “¿Querría el señor Gandhi, le preguntó, hablar a la chica y persuadirla a que deje esta nociva costumbre?” Gandhi se sentó un momento en silencio, y dio después “Tráeme a tu hija dentro de tres semanas y entonces la hablaré”. La madre se fue según se lo había mandado y volvió después de tres semanas. En esta ocasión Gandhi tomó aparte a la muchacha y en unas pocas y sencillas palabras le demostró los efectos perjudiciales del exceso de dulce; le urgió a abandonar la costumbre. Agradeciendo a Gandhi el haber dado a su hija tan buen consejo, la madre con voz temblorosa dijo: “Me gustaría saber ahora, Gandhi-ji, por qué no dijiste estas palabras a mi hija hace tres semanas, cuando te la traje”. “Hace tres semanas, le explicó Gandhi, yo mismo era muy aficionado comer cosas dulces”
Miguel Limardo
Las palabras mueven, los ejemplos arrastran. Es verdad. No hace falta que traten de convencernos que el mejor remedio para acabar con toda clase de dependencias, es que el que da el consejo sea libre. Pero por desgracia vemos que la práctica es muy distinta, pues “es más fácil predicar que dar trigo”. Sin embargo, hacen muy bien los doctores en aconsejar a los enfermos sobre los perjuicios que acarrean el tabaco y el alcohol, aunque ellos fumen y beban.
Gandhi estaba convencido de que había que ser consecuentes con lo que se creía. “Cuando leo el evangelio, me siento cristiano, ero cuando os veo a los cristianos hacer la guerra, oprimir a los pueblos colonizados, emborracharse, fumar opio…, me doy cuenta de que no vivís el evangelio” (Gandhi).
San Agustín fue un gran pecador. Pero tuvo la suerte de tener una madre cristiana que a base de oraciones, muchas lágrimas y amor incondicional le salvó. Tardó muchos años, pero al fin Agustín se encontró con el amor de Dios a través del comportamiento de su madre.
De ella recibió el tesoro de buenas obras, sabias enseñanzas, mucha fe y mucho amor. “Lo mejor que un padre puede dejar a sus hijos es el ejemplo de sus virtudes y la herencia de sus bellas acciones (Cicerón).
Bastaría que alguien nos amara de verdad, para dejar de comer dulce, aunque él siga con esa y otras tantas adiciones.
“Bastaría que nos sintiéramos amados incondicionalmente de una sola persona para estar sanos y bien desarrollados” (Leo Buscaglia).
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