domingo, 30 de octubre de 2011

Effetá



Effetá: ábrete. Al pronunciar Jesús esta palabra y al tocar la lengua de un sordo-mudo, éste quedó totalmente curado de su doble impedimento. (cf. Mc. 7, 31-37).

Durante el Bautismo hay un momento cuando el Celebrante hace mención a este milagro: “El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te conceda, a su tiempo, escuchar su Palabra y proclamar la fe”.

En efecto, el Bautismo nos ha liberado de la sordera para escuchar la voz de Dios y de la traba en la lengua para proclamar nuestra fe en El. Pero el Demonio, que no ceja en tratar de llevarnos a su bando y a la condenación eterna, puede poner nuevas sorderas y nuevas trabas.

Sin embargo, después de Cristo y después del Bautismo ya hemos sido redimidos y tenemos todos los medios necesarios para poder escuchar la voz de Dios y para proclamar nuestra fe en El. Todos los obstáculos y trabas del Demonio quedan eliminados, siempre y cuando aprovechemos las gracias que Dios nos comunica en todo momento.

Las enfermedades físicas pueden ser un gran peso, sobre todo si no se llevan con entrega a la voluntad de Dios. Pero, con todo el peso que éstas pueden causar, las otras, las espirituales, son mucho más dañinas y peligrosas.

Un ciego espiritual que no pueda ver los caminos de Dios, un cojo espiritual que no pueda andar por los caminos de Dios, un sordo espiritual que no pueda oír la voz de Dios, un mudo espiritual que no pueda proclamar su fe en Dios, están en una situación mucho más grave que un ciego que, no pudiendo ver el mundo físico que lo rodea, puede sin embargo ver en su corazón el camino que Dios le señala, o un sordo que sin poder oír a nadie, puede sin embargo oír a Dios en su corazón, seguirlo y proclamar su fe en El desde su interior.

Ya en el Antiguo Testamento habían sido anunciados los milagros de curaciones físicas y espirituales que el Mesías realizaría. Sobre todo el profeta Isaías los anunció como si los hubiera visto (Is 35, 4-7). Y cuando San Juan Bautista manda a preguntar a Jesús si era el Mesías esperado, Jesús le envía una respuesta haciendo referencia a esa profecía de Isaías: “Vayan y cuéntenle a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los sordos oyen, los leprosos quedan sanos, los muertos resucitan, y la Buena Nueva llega a los pobres” (Mt. 11, 4-5 y Lc. 7, 22-23).

Además de las curaciones, Jesús hace saber a Juan que la Buena Nueva ha llegado a los pobres. ¿Por qué a los pobres? ¿A quiénes se refiere Cristo? En la pobreza también distinguimos la material y la espiritual. En cuanto a la pobreza material, Dios no hace distinciones y exige que nosotros tampoco las hagamos, como bien instruye el Apóstol Santiago (St. 2, 1-5). Y si alguna preferencia tiene el Señor es por los pobres, pero sobre todo por los que son pobres espirituales.

La pobreza material puede ir acompañada o no de la pobreza espiritual. La espiritual es la realmente importante y consiste en sabernos necesitados de Dios, en sabernos débiles si no tenemos la fuerza de Dios, en reconocernos incapaces de nada si no es Dios quien actúa, en saber poner nuestra esperanza sólo en Dios.

“¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres de este mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del Reino que prometió a los que lo aman?”, nos dice el Apóstol Santiago. Y esa promesa de heredar su Reino se cumplirá en aquéllos que sabemos que sin El, nada somos ni podemos.


Oración Effetá

Effetá ¡ABRETE!

Ven Espíritu Santo y ábrenos: abrenos a la realidad que vivimos para que podamos captar en ella la voluntad de Dios y seguirla. Danos un oído atento para escuchar las voces del tiempo, un corazón sensible a las necesidades de los hermanos más débiles y una mente lúcida para poder organizarnos y servir.

Effetá ¡ABRETE!

Ábrenos al espíritu de unidad y ayúdanos a trabajar juntos, apoyarnos, juntar esfuerzos, potenciarnos, que podamos dialogar, entendernos entre nosotros, aprovechar los tiempos .

Effetá ¡ABRETE!

Ábrenos al espíritu de fortaleza para que no nos achiquemos al ver el tamaño de la obra comparado con la pequeñez de los instrumentos y recursos. Que no nos cansemos en la espera y que no le aflojemos en las adversidades, porque estás apoyando a los que trabajan por el Reino. Que aprendamos la paciencia y seamos fieles al espíritu que generó nuestra Fundación.

Effetá ¡ABRETE!

Ábrenos al espíritu de alegría. Que gocemos de lo que has hecho en nosotros y con nosotros, que valoremos lo tenemos, los logros y podamos agradecerlos y celebrarlos como familia.

Effetá ¡ABRETE!

Ábrenos al espíritu de amor que todo lo transforma, que todo soporta, que todo lo cree, que todo lo espera, que todo lo renueva.

Effetá ¡ABRETE!

Amén


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