Señor: he tenido muchas pérdidas y estoy sufriendo mucho debido a los cambios que ha habido en mi vida: cambios en mi relación contigo, con mi Iglesia. Estoy sufriendo rechazos y soledad. Tal parece como si Tú me hubieras dado la espalda.
Me siento como si mi relación contigo y con la Iglesia no fuera ya lo que una vez fue.
Ayúdame y guíame para poder comprender, Señor que todo lo que nos sucede, sea bueno o malo, tiene un propósito, y que el sufrimiento aceptado con humildad me ayuda a crecer espiritualmente.
Ayúdame a experimentar de nuevo Tu amor y Tu sanación. Ayúdame a sentir tu presencia en lo más profundo de mi corazón y saber que Tú eres mi Dios y que me amas con un amor misericordioso y eterno.
Ayúdame a encontrar mi lugar en la Iglesia. Enséñame a buscar y aceptar tu perdón y a perdonarme por mis errores. Muéstrame cómo amarte a ti, a mí mismo y a mis hermanos. Guíame por el camino del amor.
La respuesta de Jesús Hola, ¿cómo estás? Te envío esta carta para decirte que me preocupo por ti. Ayer vi que hablabas con tus amigos y yo también quería hablarte. Esperé todo el día, pero no acudiste a mí.
En la tarde te envié un hermoso atardecer para que tu día terminara bellamente, y también te envié la brisa suave para que pudieras descansar. Te esperé, pero no acudiste a mí. Esto me duele mucho, pero te amo y sigo siendo tu amigo.
Anoche velé tu sueño, toqué tu frente y tu cara con los rayos de la luna. Nuevamente esperé que me hablaras pero no lo hiciste.
En la mañana ya era tarde cuando saliste corriendo a trabajar y ni siquiera te acordaste de mí.
Hoy estás triste, te sientes solo. Mi corazón entiende; mis amigos también a veces me abandonan. Otros me hieren, pero yo los sigo amando.
Si tan sólo tú me buscaras. ¿Acaso no ves mi amor reflejado en el azul del cielo y en el verdor de los campos? Yo susurro en tu oído con el crujir de las hojas, con el canto de las aves y el murmullo de los ríos, para decirte que mi amor por ti durará por toda la eternidad.
Yo sé que para ti la vida es difícil pero quiero ayudarte.
Llámame, pídeme, háblame. No te olvides de mí. La decisión de buscarme a través de la oración y la meditación es tuya. Ya yo te creé, te amé y te escojí para salvarte. Te espero como el Padre del hijo pródigo, para darte todas las riquezas de mi reino. Sólo tienes que pedírmelas.
Tu amigo fiel,
Jesús
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