El ángelus es una oración querida en la tradición eclesial, que marcaba la jornada incluso al toque de las campanas. Rezarla con amor es entrar en la interioridad de la Virgen María, en su corazón dócil y obediente, que se abre al Misterio, acepta el plan propuesto por Dios, colabora en el orden de la Redención. Sus entrañas purísimas reciben el Espíritu Santo como la nube que cubre la tienda del encuentro. Su disponibilidad es modelo para nosotros.
"Nuestra palabra sobre el "Angelus" quiere ser solamente una simple pero viva exhortación a mantener su rezo acostumbrado, donde y cuando sea posible. El "Angelus" no tiene necesidad de restauración: la estructura sencilla, el carácter bíblico, el origen histórico que lo enlaza con la invocación de la incolumidad en la paz, el ritmo casi litúrgico que santifica momentos diversos de la jornada, la apertura hacia el misterio pascual, por lo cual mientras conmemoramos la Encarnación del Hijo de Dios pedimos ser llevados "por su pasión y cruz a la gloria de la resurrección", hace que a distancia de siglos conserve inalterado su valor e intacto su frescor. Es verdad que algunas costumbres tradicionalmente asociadas al rezo del Angelus han desaparecido y difícilmente pueden conservarse en la vida moderna, pero se trata de cosas marginales: quedan inmutados el valor de la contemplación del misterio de la Encarnación del Verbo, del saludo a la Virgen y del recurso a su misericordiosa intercesión: y, no obstante el cambio de las condiciones de los tiempos, permanecen invariados para la mayor parte de los hombres esos momentos característicos de la jornada mañana, mediodía, tarde que señalan los tiempos de su actividad y constituyen una invitación a hacer un alto para orar" (Pablo VI, Marialis cultus, n. 41).
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