“¡Bendita seas, Cruz, esperanza única!
De esta manera nos invita la Iglesia a implorar, en el tiempo dedicado a la contemplación de los amargos sufrimientos de Nuestro Señor Jesucristo. El grito de gozo del aleluya pascual hizo enmudecer el solemne himno de la Cruz, pero el signo de nuestra salvación siguió bendiciéndonos en medio de la alegría pascual, en tanto que nosotros rememorábamos el hallazgo del que había desaparecido. La Cruz nos bendice al término de las grandes fiestas de la Iglesia, desde el corazón mismo del Salvador. Y ahora que el año litúrgico ya declina, él será elevado delante de nosotros y ha de mantener nuestras miradas cautivas hasta que el aleluya pascual nos invite nuevamente a olvidar por un momento la tierra, para colmarnos de gozo en las bodas del Cordero...
Los discípulos del Anticristo le hacen ignominias mucho peores que las que le hicieron antiguamente los mismos persas que la saquearon. Ellos profanan la imagen de la Cruz y hacen los esfuerzos posibles para arrancarla del corazón de los cristianos. Lamentablemente, con bastante frecuencia han tenido éxito, incluso con aquellos que, como nosotras, habían prometido ya cargar con la Cruz de Cristo. Por eso el Salvador nos contempla hoy, serio y examinante, y nos pregunta a cada una de nosotras: ¿Quieres ser fiel al Crucificado? ¡¡Piénsalo bien!!
El mundo está en llamas, el combate entre Cristo y el Anticristo ha comenzado abiertamente. Si tú te decides por Cristo, te puede costar la vida; reflexiona por eso muy bien sobre aquello que prometes...
Los brazos del crucificado están extendidos para atraerte hacia su corazón. Él quiere tomar tu vida para ofrecerte la suya. ¡¡¡Ave Crux, spes unica!!!
El mundo está en llamas. El incendio puede hacer presa también en nuestra casa; pero en lo alto, por encima de todas las llamas, se elevará la Cruz. Ellas no pueden destruirla. Ella es el camino de la tierra al cielo y quien la abraza creyente, amante, esperanzado, se eleva hasta el seno mismo de la Trinidad.
¡El mundo está en llamas! ¿Te apremia extinguirlas? Contempla la Cruz. Desde el corazón abierto brota la sangre del Salvador. Ella apaga las llamas del infierno. Liberta tu corazón por el fiel cumplimiento de tus votos y entonces se derramará en él el caudal del Amor divino hasta inundar todos los confines de la tierra. ¿Oyes los gemidos de los heridos en los campos de batalla del Este y del Oeste?... Unida a él, eres como el omnipresente. Tú no puedes ayudar aquí o allí como el médico, la enfermera o el sacerdote; pero con la fuerza de la Cruz puedes estar en todos los frentes, en todos los lugares de aflicción. Tu Amor misericordioso, Amor del corazón divino, te lleva a todas partes donde se derrama su sangre preciosa, suavizante, santificante, salvadora. Los ojos del Crucificado te contemplan interrogantes, examinadores. ¿Quieres cerrar nuevamente tu alianza con el Crucificado? ¿Qué le responderás? “¿Señor, a dónde iremos? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna”.
¡¡¡AVE CRUX, SPES UNICA!!!”
De esta manera nos invita la Iglesia a implorar, en el tiempo dedicado a la contemplación de los amargos sufrimientos de Nuestro Señor Jesucristo. El grito de gozo del aleluya pascual hizo enmudecer el solemne himno de la Cruz, pero el signo de nuestra salvación siguió bendiciéndonos en medio de la alegría pascual, en tanto que nosotros rememorábamos el hallazgo del que había desaparecido. La Cruz nos bendice al término de las grandes fiestas de la Iglesia, desde el corazón mismo del Salvador. Y ahora que el año litúrgico ya declina, él será elevado delante de nosotros y ha de mantener nuestras miradas cautivas hasta que el aleluya pascual nos invite nuevamente a olvidar por un momento la tierra, para colmarnos de gozo en las bodas del Cordero...
Los discípulos del Anticristo le hacen ignominias mucho peores que las que le hicieron antiguamente los mismos persas que la saquearon. Ellos profanan la imagen de la Cruz y hacen los esfuerzos posibles para arrancarla del corazón de los cristianos. Lamentablemente, con bastante frecuencia han tenido éxito, incluso con aquellos que, como nosotras, habían prometido ya cargar con la Cruz de Cristo. Por eso el Salvador nos contempla hoy, serio y examinante, y nos pregunta a cada una de nosotras: ¿Quieres ser fiel al Crucificado? ¡¡Piénsalo bien!!
El mundo está en llamas, el combate entre Cristo y el Anticristo ha comenzado abiertamente. Si tú te decides por Cristo, te puede costar la vida; reflexiona por eso muy bien sobre aquello que prometes...
Los brazos del crucificado están extendidos para atraerte hacia su corazón. Él quiere tomar tu vida para ofrecerte la suya. ¡¡¡Ave Crux, spes unica!!!
El mundo está en llamas. El incendio puede hacer presa también en nuestra casa; pero en lo alto, por encima de todas las llamas, se elevará la Cruz. Ellas no pueden destruirla. Ella es el camino de la tierra al cielo y quien la abraza creyente, amante, esperanzado, se eleva hasta el seno mismo de la Trinidad.
¡El mundo está en llamas! ¿Te apremia extinguirlas? Contempla la Cruz. Desde el corazón abierto brota la sangre del Salvador. Ella apaga las llamas del infierno. Liberta tu corazón por el fiel cumplimiento de tus votos y entonces se derramará en él el caudal del Amor divino hasta inundar todos los confines de la tierra. ¿Oyes los gemidos de los heridos en los campos de batalla del Este y del Oeste?... Unida a él, eres como el omnipresente. Tú no puedes ayudar aquí o allí como el médico, la enfermera o el sacerdote; pero con la fuerza de la Cruz puedes estar en todos los frentes, en todos los lugares de aflicción. Tu Amor misericordioso, Amor del corazón divino, te lleva a todas partes donde se derrama su sangre preciosa, suavizante, santificante, salvadora. Los ojos del Crucificado te contemplan interrogantes, examinadores. ¿Quieres cerrar nuevamente tu alianza con el Crucificado? ¿Qué le responderás? “¿Señor, a dónde iremos? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna”.
¡¡¡AVE CRUX, SPES UNICA!!!”
(Edith Stein, Ave Crux-Spes unica, 14-9-1939).
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