¿Por qué no recuperarlos?
El primer viernes de mes es un día consagrado a Cristo en su Pasión redentora, memoria de la cruz, de su costado traspasado y de su Amor salvador. La Liturgia de las Horas siempre tiene un matiz penitencial ese día: se reza el salmo 50 -"Misericordia, Dios mío"-, las preces de Laudes, las oraciones de Laudes y Vísperas... hacen referencia a la pasión y a la cruz.
El viernes es día para entregar a Cristo el homenaje de nuestro amor. La confesión nos hace ser lavados por su Sangre redentora; preparar bien la celebración de la Penitencia con un examen de conciencia pausado, contrastando la propia vida con Cristo, una pequeña mortificación, la celebración del Sacramento. Es día para participar en la Eucaristía poniendo en el corazón mayor amor aún y pidiendo por la humanidad, siempre necesitada de redención. Es día para adorar eucarísticamente.
Sea una invitación lo que prescribe el Directorio sobre Piedad popular y liturgia: “En nuestros días, la devoción de los primeros viernes de mes, si se practica de un modo correcto, puede dar todavía indudable fruto espiritual. Es preciso, sin embargo, que se instruya de manera conveniente a los fieles sobre el hecho de que no se debe poner en esta práctica una confianza que se convierta en vana credulidad que, en orden a la salvación, anula las exigencias absolutamente necesarias de la fe operante y del propósito de llevar una vida conforme al Evangelio” (nº 171). Es decir, los "nueve primeros viernes de mes" no son algo mágico, es camino de conversión y reparación.
Una fórmula que suele ser muy válida es tener el Santísimo expuesto varias horas o todo el día, con retiro, o meditación, o una Hora santa, con un folleto de lecturas bíblicas, preces, letanías al Sagrado Corazón, para que sea un día intenso de reparación amorosa y eclesial.
¿Nos atrevemos a ponerlo en marcha?
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