Dos espectaculares prosas San Agustín, sobre el momento de la muerte o la pérdida de un ser amado. Para reflexionar con los ojos cerrados.
*Una lágrima se evapora, una flor
sobre mi tumba se marchita, mas
una oración por mi alma la recoge
Dios. No lloréis, amados míos, Voy a
unirme con Dios y los espero en el
cielo. Yo muero, pero mi amor no
muere, yo os amaré en el cielo como
los he amado en la tierra. A todos
los que me habéis querido os pido
que roguéis por mí, que es la mayor
prueba de cariño.
* No llores si me amas... Si conocieras el don de Dios y lo que es el cielo... Si pudieras oír el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos... Si por un instante pudieras contemplar, como yo, la belleza ante la cual las bellezas palidecen... Créeme. Cuando llegue el día que Dios ha fijado y conoce, y tu alma venga a este cielo en el que te ha precedido la mía... Ese día volverás a verme... Sentirás que te sigo amando, que te amé y encontrarás mi corazón con todas sus ternuras purificadas. Volverás a verme en transfiguración, en éxtasis, feliz... Ya no esperando la muerte, sino avanzando contigo, que te llevaré de la mano por los senderos nuevos de luz y de vida. Enjuga tu llanto y no llores si me Amas.
San Agustín
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