domingo, 6 de octubre de 2013

Soledad Torres Acosta, Santa


Fundadora de las Siervas de María, octubre 11
 
Soledad Torres Acosta, Santa
Soledad Torres Acosta, Santa

Fundadora de las Siervas de María
Octubre 11



Manuela Torres Acosta nació en Madrid (España), el 2 de diciembre de 1826. Sus padres, Manuel Torres y Antonia Acosta, era una modesta pareja de labriegos que poseían una lechería en Chamberí, barrio pobre del Madrid del ochocientos. De niña fue a la escuela que las Hijas de la Caridad abrieron en el Hospital de Incurables. Ayudaba en la lechería de sus padres y al mismo tiempo cuidaba los niños de las vecinas organizándoles juegos para entretenerlos.

A los veinticinco años pidió la admisión como hermana lega en el convento de dominicas, pero tenía que esperar hasta que hubiera lugar... En esa espera conoció los planes de fundación del cura de Chamberí, padre Miguel Martínez, de una asociación de mujeres para asistir a enfermos en casa. En 1851 reunió a siete mujeres en comunidad que el día 15 de agosto recibieron el hábito y el nombre de Siervas de María. Manuela tenía veintisiete años y escogió el nombre de María Soledad en honor a la Virgen. A finales de 1853 la pequeña comunidad de Siervas llegó a veinticuatro. En 1855, de las siete fundadoras sólo quedaba una, la hermana Soledad, que había llegado la última, y que el padre había recibido a regañadientes: cuatro de las fundadoras habían abandonado el grupo y dos habían muerto.

Finalmente en 1856 también el padre Miguel abandonó la asociación por él fundada dejando sola a sor María Soledad que se convirtió en fundadora y superiora de doce religiosas distribuidas en tres casas: Madrid, Getafe y Ciudad Rodrigo.

El 13 de noviembre de 1856 el nuevo director, padre Francisco Morales, decidió cambiar a la superiora y el cardenal de Toledo pensó en suprimirlas. Cambiaron entonces al padre Francisco por el padre Gabino Sánchez, fraile capuchino, quien en 1857 repuso a la madre Soledad en el puesto de superiora; ambos redactaron unos estatutos para la asociación y, con el apoyo de la reina de España, Isabel II, evitaron la supresión.

Dos años después de la aprobación, en octubre de 1878, madre Soledad visitó Roma. Ante el papa León XIII quien le puso las manos sobre la cabeza y le dijo palabras cariñosas, no pudo sino llorar. En 1875, con ayuda del obispo Orberá, fundaron una casa en Cuba. A partir de entonces se aceleró el crecimiento de la congregación en España: Santander, Almería, Zaragoza... De 1877 a 1887 se pusieron en pie un total de veintinueve fundaciones. También se les confió el Hospital de San Carlos del Escorial. En la epidemia del cólera del año 1885 las Siervas, con madre Soledad al frente, ayudaron a cuidar a los enfermos. El 21 de noviembre el cardenal Rampolla, nuncio del Papa en España, inauguró la casa madre y el noviciado. Estuvieron presentes veintiocho superioras que representaban a casi trescientas religiosas. Se aprovechó esa circunstancia para celebrar un capítulo general extraordinario, quedando madre Soledad como superiora general. A finales de septiembre de 1887 madre Soledad cayó enferma. Al acercarse la muerte, le pidieron su bendición. Una hermana le sostuvo la mano mientras decía: Hijas, que tengáis paz y unión. Murió el 11 de octubre. El papa Pío XII la beatificó el 5 de febrero de 1950 y fue canonizada por el papa Pablo VI el 25 de enero de 1970.

Santa María Soledad Torres Acosta, virgen y fundadora
fecha: 11 de octubre
n.: 1826 - †: 1887 - país: España
canonización: B: Pío XII 5 feb 1950 - C: Pablo VI 25 ene 1970
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Santa Soledad (Manuela) Torres Acosta, virgen, que desde su juventud demostró gran solicitud hacia los enfermos pobres, a los que atendió con total abnegación, especialmente al fundar la Congregación de Sien as de María Ministras de los Enfermos. Murió en Madrid, ciudad de España.
oración:
Señor, tú que concediste a santa Soledad Torres Acosta la gracia de servirte con amor generoso en los enfermos que visitaba, concédenos tu luz y tu gracia para descubrir tu presencia en los que sufren y merecer tu compañía en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).

Santa María Soledad Torres Acosta, junto con las santas María Micaela Desmaisiéres, Joaquina Vedruna y Vicenta López, forma parte del escuadrón de virtuosas mujeres españolas que alcanzaron un grado de santidad heroica al servicio de los enfermos en el siglo XIX. Los padres de María Soledad eran Francisco Torres y Antonia Acosta, una pareja ejemplar de modestos comerciantes de Madrid. María, la segunda de sus cinco hijos, nació en 1826. La niña, que recibió en el bautismo el nombre de Manuela, era apacible y tan generosa que desde pequeña solía ocultar un poco de comida para repartirla entre los mendigos, y estaba siempre más pronta a enseñar el catecismo a los niños pobres que a jugar con ellos. En una época frecuentó el convento de las religiosas de Santo Domingo y parece que se sintió inclinada a ingresar en él, pero finalmente decidió esperar una indicación más clara de la voluntad de Dios.

La señal llegó cuando el servita Miguel Martínez y Sanz, vicario de una parroquia del barrio de Chamberí, angustiado por el crecido número de enfermos que había en su distrito, reunió en 1851 a siete mujeres en una comunidad religiosa para que se consagrasen al cuidado de los enfermos. Manuela ingresó en dicha comunidad a los veintiocho años y escogió el nombre de María Soledad, en honor de Nuestra Señora de la Soledad.

Aunque no escasearon las dificultades tanto interiores como exteriores, la nueva congregación fue creciendo gradualmente. Cinco años después de la fundación, el P. Miguel partió a Po con la mitad de los miembros para establecer allí una nueva congregación. María Soledad quedó como superiora de las seis religiosas de la casa de Madrid. En un momento dado, pareció que las autoridades eclesiásticas de la capital iban a disolver la comunidad, pero el P. Gabino Sánchez, su nuevo director, ayudó a María Soledad a obtener el apoyo de la reina, y así quedó conjurado el peligro. En 1861, empezó a despejarse el horizonte, ya que las Siervas de María recibieron entonces la aprobación diocesana, y otro agustino, el P. Angel Barra, fue nombrado director. La congregación amplió su campo de actividades con una institución para atender a las jóvenes delincuentes, y las fundaciones empezaron a multiplicarse.

Durante la epidemia de cólera de 1865, la caridad heroica de María Soledad y sus compañeras les ganó el agradecimiento de los madrileños. Algunos años más tarde, una parte de las religiosas se independizó de la superiora para formar una nueva congregación. Naturalmente, no escasearon entonces las acusaciones tan comunes en la vida de las fundadoras de congregaciones religiosas. Según la expresión de una de sus súbditas, santa María Soledad era como el yunque sobre el que se descargan todos los golpes. Pero el cielo premió la paciencia de su sierva concediéndole, en 1875, el gozo de ver su congregación extenderse hasta Santiago de Cuba. A partir de entonces, se aceleró el desarrollo de la obra: las casas y hospitales de la congregación surgieron en todas las provincias de España y ese período de multiplicación culminó en 1878, cuando se confió a las Siervas de María el antiguo hospital de San Carlos del Escorial.

El crecimiento de la congregación continuó durante los diez últimos años de la vida de María Soledad, que fueron extraordinariamente serenos. A fines de septiembre de 1887, la santa cayó enferma. El 8 de octubre, sus religiosas comprendieron que se acercaba su fin y le pidieron: «Madre, bendecidnos como san Francisco a sus hijos». María Soledad movió la cabeza en señal de negativa; pero una de las religiosas la ayudó a erguirse un poco en el lecho, y entonces la fundadora dijo lentamente, al tiempo que alzaba la mano: «Hijas mías, vivid siempre en paz y unión». El 11 de octubre murió apaciblemente. Había sido durante treinta y cinco años la directora, la guía y la inspiradora de las Siervas de María. Bajo su dirección, la pequeña semilla de las seis primeras religiosas había producido una congregación floreciente, bien disciplinada, muy efectiva y profundamente fervorosa. La obra seguiría extendiéndose después de la muerte de María Soledad, por Italia, Francia, Portugal y América. A muy pocos es dado comprender la humildad, la caridad, la prudencia y el olvido de sí mismo que exige la fundación de una obra de tal envergadura, pero la Iglesia, que lo sabe muy bien, beatificó en 1950 a la Madre María Soledad, y SS. Pablo VI la canonizó en 1970.

En Acta Apostolicae Sedis, vol. XLII (1950), pp. 182-197, puede verse el documento de beatificación y una nota biográfica. Existe en italiano una biografía escrita por E. Federici (1950); se trata de una obra sustancialmente exacta, pero prolija. En español existe por lo menos la biografía de J. A. Zugasti. Puede leerse, parte en español, parte en italiano, la homilía de Pablo VI en la canonización.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI



Santa Soledad Torres Acosta, no es mujer de 10

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