lunes, 21 de octubre de 2013

Meditación: de la Creación

 


Dios te ha hecho salir de esta nada, para hacer de ti lo que eres
Dios te ha hecho salir de esta nada, para hacer de ti lo que eres
Meditación 1ª: De la Creación
«Ponte en la presencia de Dios. Pídele que te ilumine.
Considera que sólo hace algunos años no estabas en el mundo y que tu ser era una verdadera nada. ¿Dónde estábamos, ¡oh alma mía!, en aquel tiempo? El mundo era ya de larga duración, y de nosotros todavía no se tenía noticia.
Dios te ha hecho salir de esta nada, para hacer de ti lo que eres, sin que te hubiese menester, únicamente por su bondad.
Considera el ser que Dios te ha dado; el primer ser del mundo visible capaz de vivir eternamente y de unirse perfectamente a la divina Majestad.
Humíllate profundamente delante de Dios y dile de corazón con el salmista: «¡Oh Señor!, soy una verdadera nada delante de Ti. Y, ¿cómo te has acordado de mí para crearme?» ¡Ah!, alma mía, tú estabas sumida en el abismo de esta antigua nada, y todavía estarías allí, si Dios no te hubiese sacado de ella; y ¿qué harías en esta nada? … ¿Qué podré hacer jamás para bendecir tu santo Nombre y agradecer tus inmensas bondades?
… No quiero, en adelante, complacerme más en mí misma, ya que, por mi parte, nada soy. ¿De qué te glorias, ¡oh! polvo y ceniza? O mejor dicho, ¿de qué te ensalzas, ¡oh¡ verdadero nada? Para humillarme, quiero hacer tal o cual cosa, soportar este o aquel desprecio. Deseo cambiar de vida, seguir, en adelante, a mi Creador, y honrarme con la condición del ser que Él me ha dado, empleándola toda en obedecer a su voluntad, por los medios que me serán enseñados, acerca de los cuales preguntaré a mi padre espiritual.
CONCLUSIÓN.
Da gracias a Dios. «Bendice, ¡oh alma mía!, a tu Dios y que todas mis entrañas alaben su santo Nombre», porque su bondad me ha sacado de la nada y su misericordia me ha creado.
Hazle ofrenda. ¡Oh Dios mío!, te ofrezco el ser que me has dado, con todo mi corazón; te lo dedico y te lo consagro.
Ruega. ¡Oh Dios mío!, robustéceme en estos afectos y en estas resoluciones; ¡oh Virgen Santísima!, recomiéndalas a la misericordia de tu Hijo, con todos aquellos por quienes tengo obligación de rogar, etc.
Padrenuestro, Avemaría».
“Introducción a la vida devota” de San Francisco de Sales

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