viernes, 18 de octubre de 2013

La Orden de los Cartujos se originó gracias a San Bruno

 
 
 
Vidas dedicadas a la contemplación, la oración y el silencio

Los Orígenes Esta Orden se originó gracias a San Bruno, quien fue el primer Cartujo. Nació alrededor de 1030 en Colonia, Alemania y aún joven marchó para Reims, Francia, para completar sus estudios. Cursó las ciencias eclesiásticas y las profanas, progresando tanto en ambas que llegó a ser un afamado Maestro.
En aquella época, una de las desgracias de la Iglesia eran las llamadas ”investiduras”. Manassés, pariente del Rey de Francia, había conseguido simoniacamente la sede arzobispal de Reims. Bruno no dudó, a pesar de haber sido favorecido por el arzobispo intruso con el nombramiento de arcediano, en oponerse a él. Tras varios años de enfrentamiento, el Papa depuso a Manassés en 1080, y nombró a Bruno como sucesor en 1083. Sin embargo, lo que Bruno deseaba era otra cosa: abrazar la vida monástica, por lo que decidió abandonar los frutos de su combate y encaminarse para el desierto.
 
El desierto de la Cartuja Bruno empezó por ensayar la vida monástica en Sèche-Fontaine, dependencia de la abadía de Molesmes, pero insatisfecho con esa experiencia, partió en busca de una mayor soledad. Y así, en el verano de 1084 y con seis compañeros más, se dirigió al obispo de Grenoble, San Hugo, solicitando un lugar adecuado en su diócesis para llevar en él la vida eremítica que anhelaba.
Iluminado San Hugo por un misterioso sueño en que veía siete estrellas conduciéndolo a un yermo inhóspito donde estaba Dios construyéndose una morada para su gloria, no dudó el santo obispo de que Bruno y sus compañeros eran los enviados divinos para dar cumplimiento al sueño profético.
Los encaminó al desértico valle de Chartreuse, un lugar de difícil acceso y con abundantes acantilados, la mejor clausura natural para quienes buscaban a Dios en el mayor alejamiento posible del mundo.
Ahí construyeron un eremitorio humilde, y se entregaron a la vida contemplativa, a la oración y la penitencia.
Al servicio de la Iglesia Pocos años pudo Bruno disfrutar de aquel desierto, ya que en 1090 el Papa Urbano II, antiguo discípulo suyo en Reims, lo llamó a Roma al servicio a la Iglesia.
Lamentablemente no consiguió acomodarse a la vida de la corte pontificia y el Papa le permitió retirarse nuevamente a su amada soledad, pero sin salir de aquella península.
Entonces se estableció con otros compañeros en el Sur de Italia, en Calabria, dando origen a la segunda Casa de la futura Orden Cartujana: Santa Maria de la Torre, donde estuvo hasta su muerte, ocurrida en 1101. Ahí descansan sus restos mortales.
San Bruno fue canonizado el 19 de julio de 1514.
Carácter de la Orden Cartujana Bruno nunca pensó en fundar una Orden. Sin embargo, su espíritu y su método de vida fueron transmitidos a sus sucesores por tradición oral durante cuarenta años. El quinto Prior de Chartreuse, Guigo, cediendo a las instancias de otros monasterios que habían adoptado la forma de vida de Chartreuse, y por consejo del santo obispo de Grenoble, escribió “Las Costumbres de la Chartreuse.” De ese lugar y de ese nombre deriva en cada idioma la denominación de estos monjes y de esta Orden. En su escudo aparecen siete estrellas en memoria de los siete fundadores y de la visión de San Hugo.
La Vida Cartujana Algunas normas que siguen estrictamente los Cartujos son:
• Ausencia del confort humano y de distracciones que debilitan la voluntad y disipan el espíritu.
• La práctica de la pobreza en los utensilios de uso personal.
• La interrupción del sueño en dos partes.
• El trabajo, el silencio y la soledad.
• El ayuno y la frugalidad en la comida.
Los Cartujos nunca comen carne y un día a la semana, practican el ayuno a pan y agua. Sin embargo, su comida principal es abundante y bien preparada.
¿Cómo es una Cartuja? Se entiende por vida eremítica aquella en que sus monjes viven de modo habitual y concreto en la soledad de un eremitorio (eremo significa desierto), consagrados a la búsqueda de Dios en el silencio de la soledad. Para ello es necesario un lugar propicio, como una Cartuja.
Los monjes eremitas tienen cada uno su ermita, o celda de varios compartimentos, alineándose en un patio amplio y solitario que se denomina Claustro.
Una Cartuja cuenta con dependencias agrícolas y de servicios, tales como graneros, tahona, horno de pan, cocina, etc., a las que se les da el nombre de Obediencias.
La Orden Cartujana es una orden eremita, consagrada específicamente a la vida contemplativa, es decir, a la oración en soledad.

Origen de la Cartuja de Jerez de la Frontera

Santa María de la Defensión En 1407 nació en Jerez, Álvaro Obertos de Valeto, quien gozaba de una posición económica muy solvente. Nunca se casó.
Don Álvaro sabía de la fama de caridad que tenía la Sevillana Cartuja de las Cuevas, y una mañana de abril de 1463, salió para constatarlo. Providencialmente llegó a la hora precisa en que los pobres entraban en una sala para comer. Y había otros muchos pobres a la puerta del Monasterio, a los que se les daba también su ración de comida.
Acabada la comida se dirigió al fraile: “Decidme, Padre, ¿esto que habéis hecho en dar de comer a estos pobres lo hacéis en días particulares?” El cartujo le respondió que era una acción habitual en servicio de Dios. De inmediato Don Álvaro supo que eso era lo que tanto había buscado.
En marzo de 1467, Don Álvaro Obertos de Valeto, se comprometió ante los monjes de Las Cuevas (Sevilla) a fundar una nueva cartuja.
Había una condición, la Cartuja debía estar enclavada dentro de Jerez.
De esta manera fue adquirido el terreno a Leonor Núñez, viuda del Capitán Alonso de Trujillo y Riquel y a su hijo Bartolomé Núñez por la cantidad de 95.000 maravedíes. Un pequeño montículo sobre el río Guadalete, a cuatro kilómetros de la Ciudad, llamado El Sotillo, junto a la antigua ermita de Nuestra Señora de la Defensión.
Hasta el 13 de febrero de 1476 tomó posesión de él la primera comunidad, que hubo de alojarse en la casa de labor con su palomar. El 17 de diciembre de 1478 se ponía la primera piedra de la iglesia y en 1525 los religiosos pasaban a ocupar definitivamente el nuevo recinto, que siguió poco a poco completándose hasta casi mediados del siglo XVIII.
¿Por qué el nombre de La Defensión de Nuestra Señora? Esta Cartuja se fundó en el mismo lugar donde antiguamente había una ermita dedicada a la Defensión de María. Así se resume su historia: Una emboscada puesta por los árabes a los jerezanos a una hora oscura del día. Un acontecimiento luminoso inesperado que los salva, y una Capilla que los cristianos levantan a María en agradecimiento por tal defensa y, que en los muros de tal capilla se pintó lo acaecido como ex-voto.
Hay quien asegura que algunos vieron, durante ese resplandor, la imagen de la Santísima Virgen.
¿Qué ha sido de esta capilla al parecer levantada hacia 1368? ¿Se derribó para levantar la actual iglesia de la Cartuja como alguno ha afirmado? No existen documentos que avalen esta teoría.
Muchos años después, en la Cartuja de Jerez se construyó la Capilla de las Mujeres, con las mismas características de la Defensión. Parece ser que la Ermita de la Defensión y la Capilla de las Mujeres son la misma. Levantada la de la Defensión en fecha anterior a la llegada de los cartujos, en el priorato de Dom Diego de Salas (1550-56) se rehizo a fondo la ermita aprovechando los cimientos anteriores. Lo que no ha llegado hasta nuestros días es la pintura exvoto con el milagro de la Defensión.
Esta ermita la inmortalizó Zurbarán cuando en 1636 pintó su célebre cuadro “La Batalla de la Defensión” para el altar mayor de la iglesia conventual (hoy en el Metropolitan Museum de Nueva York).
Los Monjes Cartujanos, ganaderos escrupulosos Aprovechando las extensas dehesas que rodeaban al Monasterio de Jerez, los monjes cartujanos se convirtieron en ganaderos, logrando crear una de las líneas más importantes dentro de la Raza Española: El Caballo Cartujano
Ya había en la zona de la Bahía gaditana y la campiña jerezana buenos caballos, y los monjes, con la fuerza que da el efecto de la continuidad, fueron mejorando esos briosos animales.
Sus caballos adquirieron tanta fama que de los países más remotos los buscaban príncipes y grandes señores pagando grandes sumas. Sostenida con inmensas rentas, inteligencia y afición, pudieron los monjes llegar a poseer una soberbia yeguada de origen oriental, sin mezcla alguna con el caballo de raza germánica, pues nunca aceptaron la moda de cruzar la raza. Así, ésta se conservó pura, hasta que fueron obligados a abandonar el monasterio en 1835.

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