jueves, 10 de octubre de 2013

Guigo II, el cartujo

 

 

Entre los grandes maestros espirituales merece mencionarse a Guigo II, autor de un breve tratado que recoge y sistematiza con notable claridad y sentido didáctico la oración tradicional de los claustros occidentales.
En 1174, Guigo el Angélico o Guigo II fue elegido prior del monasterio de la Gran Cartuja ubicado entre ariscas montañas en las cercanías de Grenoble, en Francia. Los cartujos constituyen una orden de austeridad ejemplar, cuyos miembros desarrollan una vida aislada y silenciosa propia de eremitas, pero en el marco de un monasterio. La idea es vivir una vida solitaria, pero en una estructura que favorezca la plena dedicación de los monjes en la realización de su anhelo de soledad y silencio, en la convicción de que ellos son medios adecuados para aguzar la visión de eternidad y favorecer una vida de oración profunda, ordenada a la contemplación.
San BrunoSu fundador fue San Bruno (1032-1101), quien inició una praxis de vida luego transformada en escuela, y un tanto codificada por el quinto de sus sucesores, Guigo I (1083-1137), alrededor del primer tercio del siglo XII, en torno a un oratorio dedicado a Nuestra Señora de las Cabañas. La devoción a Santa María fue y sigue siendo uno de los elementos principales de su austera espiritualidad.
En el ámbito monacal de los discípulos de San Bruno, Guigo II, de quien se conoce poco, se convirtió en el noveno prior del centro de aquella orden de la que el Papa Inocencio XI, dijo a fines del siglo XVII: "La Cartuja nunca ha sido reformada, pues nunca ha estado deformada".

La escalera

De los trabajos del misterioso Guigo sólo han llegado hasta nosotros la Scala claustralium (1) o Scala paradisi y unas Meditaciones (2). Existe también un trabajo, menos valioso, que le viene siendo atribuido y que contiene una meditación sobre el Magnificat.
La Escalera de los monjes o Carta sobre la vida contemplativa fue redactada hacia 1150, en forma de carta, de estilo monástico, a un monje de nombre Gervasio. El contexto del escrito es la vida monástica y se orienta en una definida opción hacia la vida contemplativa. La obra de quince cortos capítulos no sólo impactó entre los monjes, sino que, en lengua vernácula, se difundió también entre los laicos. No pocos resaltan su influencia en los inspiradores de la Devotio Moderna, a través del cartujo Enrique Eger de Kalkar (m. 1408) (3) y Gerardo de Groote (1340-1384). Habrían sido los famosos "Hermanos de la Vida Común", mismo corazón de la Devotio, quienes en el siglo XV difundieron una versión breve de la obra de Guigo atribuida a San Bernardo, bajo el título de Los cuatro pasos.

Doble sentido de los pasos

San BrunoGuigo presenta una escalera simbólica de cuatro escalones o pasos espirituales ligados causalmente -lectura, meditación, oración y contemplación- como trayectoria de la tierra al cielo para los monjes. Vale aclarar que habría una doble distinción que hacer.
Ante todo, en un primer sentido, los pasos son funciones dentro de la oración. Hay una interrelación entre los escalones, reclamándose unos a otros. Así por ejemplo: "La lectura sin la meditación es árida -afirma-; la meditación sin la lectura está sujeta al error; la oración sin la meditación es tibia; la meditación sin la oración carece de frutos; la oración cuando es ferviente gana la contemplación, pero lograr la contemplación sin oración sería no sólo raro sino incluso milagroso".
Claro que en el asunto de la escala y en particular sobre la "contemplación", el autor reconoce lógicamente que la estructura que propone no puede poner límites al poder de Dios, que obra siempre con entera libertad, impulsado por su amor misericordioso. Cuidadoso teólogo y buen observador psicológico, subraya, también, la necesidad de la respuesta humana: "Nada podemos sin El. Es El quien obra en nosotros, sin embargo no sin nosotros. Y es que somos cooperadores de Dios, como dice el Apóstol (4). Dios quiere que lo invoquemos, es voluntad suya que cuando su gracia viene y toca a nuestra puerta (5), ejerciendo voluntariamente nuestra libertad, le abramos a El nuestro corazón y le otorguemos nuestro consentimiento".
Por otro lado, también, cada uno de los pasos se identifica con un grado de progreso en el camino de unión con Dios. Así, mirando a los sujetos que realizan los ejercicios espirituales, se identifica la lectura con los principiantes, la meditación con los proficientes, la oración con los devotos y la contemplación con los bienaventurados. El autor deja establecido este proceso gradual, aun cuando no lo desarrolla.

Lectura

Guigo enmarca el ejercicio de la oración en las diversas prácticas y ejercicios de la vida monástica, que bien pueden considerarse como una preparación remota.
El paso inicial es la lectura, que consiste en la aplicación de toda la atención a un pasaje concreto de la Sagrada Escritura. Bien podría haber escrito: "aplícate todo al texto". Es el "fundamento" que proporciona al ejercitante la "materia" y "lleva a la meditación". El interés despertado por una primera inteligencia de lo que sosegadamente se ha leído impulsa a ahondar más en ello, pasando así a otro de los escalones: la meditación.

Meditación

Incentivado el ejercitante con el texto que ha leído aplica a él su mente procurando captar todo su sentido. Guigo no se queda en una repetición rumiativa, va más allá aplicando el discurso, pero siempre en un sentido inquisitivo anclado en el texto, buscando "extraerle el jugo a la uva". Es un trabajo que ante todo busca "el corazón del asunto", sin dejarse distraer por lo superficial (6). Una vez en posesión del sentido busca la implicancia y aplicación del pasaje a la propia vida. Al proceder así se llega a percibir una "nueva dimensión" en el texto que despierta "hambre" de aquello que aún no se posee, o también, habría que decir de algo que sobra y constituye un obstáculo para el propio camino espiritual, lo que conduce al tercer escalón: la oración.
El Prior cartujo cuida mucho de hacer notar que el ejercicio de la meditación no es una actividad de la inteligencia aplicada a obtener mayores informaciones o conocimientos, sino que está ordenada a algo mayor. No rechaza el uso de la razón, pero tampoco cae en un racionalismo que en definitiva terminaría siendo fin de sí mismo. Obviamente se trata de una advertencia contra el intelectualismo. Hilvanando textos escriturísticos Guigo habla de la necia sabiduría del mundo, de la de "aquellos que no tenían la gracia de comprender lo que tenían la habilidad de ver. `Se entontecieron en sus razonamientos (7)' y `toda su sabiduría fue devorada' (8)".

Oración

San BrunoLa conciencia de la lejanía del bien que aparece en la meditación, inaccesible a las solas fuerzas, lleva al ejercitante a implorar la misericordia divina. Es un momento fuerte en que la persona toma especial conciencia de su propia identidad, su contingencia, su pecado y de la nostalgia de Dios, que siente en lo profundo de su ser. Guigo manifiesta algo de la experiencia interior que conduce a la oración y en ella se expresa cuando dice en una plegaria: "Cuando partes para mí el pan de la Sagrada Escritura te reconozco en la fracción del pan, y cuando más te conozco, más te anhelo conocer, pero no ya desde fuera, en la corteza de la letra, sino en su sentido profundo... Dame, pues, Señor, una prenda de lo que espero heredar, al menos dame una gota de lluvia celestial con la que pueda refrescar mi sed, pues me estoy quemando de amor".

Contemplación

Este paso es puro fruto de la liberalidad divina. Ante la plegaria y la nostalgia de Dios que ella manifiesta, El "no espera que el alma nostálgica termine de expresarse sino que interrumpe la oración... y se presenta de improviso cubierto del dulce rocío celestial... Renueva entonces al alma fatigada, sacia su sed y colma su hambre, hace que se olvide de las cosas materiales, haciendo que muera a sí misma le da nueva vida, y embriagándola la hace recuperar el sentido". En la contemplación "la mente es como elevada sobre sí misma y suspendida en Dios, saboreando las alegrías de la eterna dulzura (9)".
No está demás hacer notar que no se debe ver una relación mecánica necesaria entre los ejercicios de oración y la experiencia de la contemplación (10). Pero, conviene también tomar en consideración la perspectiva del Plan de Dios y de la "cooperación" humana a la gracia que se descubre en el pensamiento de Guigo. Si bien la contemplación es eminentemente donal, su recepción -según se desprendería de la Escalera- suele favorecerse dispositivamente por los ejercicios de la oración, en respuesta a la gracia de Dios. El, en su libre magnanimidad y misericordia, puede premiar las fatigas del que ora y anhela su visita.
Teniendo todo esto como transfondo, Guigo sale al encuentro de una perspectiva que juzga temeraria: "no debemos tentar a Dios presumiendo que algo semejante -que seremos conducidos a la contemplación en la misma forma como, por ejemplo, han sido bendecidos San Pablo y otros- nos habrá de ocurrir. Más bien, debemos hacer nuestra parte, es decir, leer y meditar sobre la ley de Dios, y orarle para que nos ayude en nuestras debilidades y mire compasivo nuestra fragilidad. El nos enseña a proceder así, cuando dice: `Pedid y recibiréis; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá' (11). Pues `el Reino de los cielos padece violencia y son los violentos los que lo conquistan' (12)".
Guigo expresa muy bien la convicción que tiene de la conveniencia de esforzarse para mejor disponerse a la contemplación, como algo que puede hacer para encontrar respuesta a su hambre de Amor. En ello no parece querer prescindir de la libertad de Dios, "quien obra cuando El quiere y sobre quien El quiere", sino tan sólo expresar la magnitud del propio anhelo por la unión amorosa, que se manifiesta por el deseo de poner los medios más adecuados a su alcance para hacer concreto su clamor a la benevolencia divina.

Una obra valiosa

Guigo II muere hacia 1188 (13), pero el influjo y valor de su obra lo sobreviven. La Escalera se impuso por sus propios méritos, sin que se conozca referencia alguna a los rumores de santidad (14) sobre el Prior que la redactó, pues según la costumbre cartuja, los autores no firman sus trabajos, que son presentados como anónimos: "Un cartujo" o "Un cartujo de X lugar", o simplemente sin referencia alguna. La obra se difunde ampliamente bajo atribución ya de San Bernardo (15), ya de San Agustín (16).
La concepción explícita de la interrelación causal de los pasos de la oración constituye un claro antecedente de la metodización de la Devotio Moderna. Esa explicitación causal es nota clave que resalta la obra de Guigo en la marcha de la metodización, puesto que los elementos que presenta ya se conocían desde antiguo. Las traducciones modernas de este clásico de la vida espiritual señalan un renovado interés (17) por las enseñanzas del Prior de la Gran Cartuja y por el camino de la lectio divina practicado en medios monacales.



Método de oración

Guigo II, el cartujo

 

Preparación inmediata

Lectura: Atenta recolección de las facultades orientadas al cuidadoso examen de la Sagrada Escritura. La lectura, que está en la superficie, busca y provee comida sólida.

Cuerpo

Meditación: Aplicación diligente de la mente que va investigando el conocimiento de la verdad oculta, con el auxilio de la propia razón. La meditación encuentra, ahondando en la inteligencia interior, masticando la comida.
Oración: Orientación devota del corazón hacia Dios para solicitarle bienes y que aleje los males. La oración capta el sabor, responde al gusto y pide ardientemente según la nostalgia interior y el deseo.
Contemplación: Elevación de la mente sobre sí misma, como merced graciosamente concedida por Dios, que la mantiene suspendida en El, mientras ella gusta y goza de las dulzuras eternas. La contemplación, cuando se produce, gusta las delicias y las dulzuras que regocijan y refrescan. 



Notas

1. Son varias las traducciones hodiernas, generalmente de la versión crítica de E. Colledge y J. Walsh. Entre ellas: Guigues II Le Chartreux, Lettre sur la vie contemplative (L'echelle des moines). Duze méditations, par E. Colledge, O.S.A. - J. Walsh, S.J., Sources Chrétiennes 163, Ed. du Cerf, París 1970, pp. 81ss. Guigo II, The Ladder of Monks (A Letter on the Contemplative Life) and Twelve meditations, Translated, with an Introduction by Edmund Colledge, O.S.A., and James Walsh, S.J., Cistercian Publications, Kalamazoo 1981, pp. 65ss. Lettera sulla vita contemplativa di Guigo certosino al fratello Gervasio, en Giorgio Giurisato, Abate de Praglia, Lectio divini oggi, Edizioni Scritti Monastici, Abbazia di Praglia 31988, pp. 55ss. En la Bibliografía que sobre la Lectio Divina presenta Giurisato aparecen, bajo Guigo II, hasta cuatro otras referencias en italiano. Guigo II, cartuxo, Carta sobre a vida contemplativa ou A escada dos monges en A Lectio Divina, ontem e hoje, Monasteiro de S. Bento da Bahia 1989, pp. 7ss. Carta sobre la vida contemplativa, en Hugo Mujica, Camino de la palabra, Ediciones Paulinas, Buenos Aires 1989, pp. 133ss. También en castellano, se puede ver: P. Sáenz, Carta sobre la vida contemplativa (La escala de los monjes) por Guigo II, en "Cuadernos Monásticos", año XII, 1977, n. 42, pp. 367ss.
2. Son doce las meditaciones atribuidas a Guigo. Ellas son ejemplo de una teología llena de imágenes y en recurso constante a la Sagrada Escritura. Algunos pasajes permiten encontrar ideas que aparecerán en su Escalera. Las Meditaciones no han tenido la divulgación de aquélla.
3. Fue Prior de la Cartuja de Munnikhuizen, vinculado a la Devotio, y partidario de la sistematización de la oración. Ver Dom François Vandenbroucke, New milieux, new problems. From the twelfth to the sixteenth century, en Dom Jean Leclercq, Dom François Vandenbroucke, Louis Bouyer, The spirituality of the middle ages, Burns & Oates, London and Tunbridge 1968, p. 433. Sobre la influencia de la espiritualidad cartuja en la Devotio puede también verse Otto Gründler, Devotio Moderna atque antiqua: the modern devotion and carthusian spirituality, en The spirituality of western christendom. II The roots of the modern christian Tradition, Cistercian Publications, Kalamazoo 1984, pp. 27 ss.
4. Ver 1Cor 3, 9.
5. En referencia a Apoc 3, 20: "Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta entraré en su casa y cenaré con él y el conmigo".
6. En una breve presentación de Guigo y recogiendo su perspectiva, Keith Egan señala: "Mientras Guigo es sobrio y restringido en su exégesis espiritual, no se siente inclinado a alinearse con el nuevo énfasis en el sentido literal o histórico. En realidad, Guigo considera el sentido literal como superficial y externo". Keith J. Egan, Guigo II, The theology of the contemplative life, en The spirituality of western christendom, Cistercian Publications, Kalamazoo 1976, p. 113. Sobre los sentidos de la Escritura se puede leer una presentación sintética en Hugo Mujica, ob. cit., pp. 118-130.
7. Rom 1, 21.
8. Sal 106, 27.
9. Estos dos textos de Guigo permiten hacerse una idea bastante precisa de qué contemplación está hablando.
10. Aun cuando Guigo establece este paso como parte de un proceso secuencial causal, no parece que se pueda entender que lo es en el mismo sentido que los anteriores, sino tan sólo como usualmente ubicado en dicho lugar. Al depender de Dios y no del esfuerzo humano, no puede ser considerado como un escalón final del ejercicio que realiza el orante, salvo en un sentido muy amplio en el que por contemplación se entienda algo diverso a lo que parece desprenderse de la Escalera.
11. Mt 7, 7.
12. Mt 11, 12.
13. Usualmente el año reconocido era 1193, ver Guigues II en DS, cols. 1175 y 1176. Sobre la nueva fecha ver Guigo II, The ladder of monks (a letter on the contemplative life) and twelve meditations, p. 3s.
14. Refiriéndose a Guigo II, Hugo Mujica -quizá inspirándose en Le Couteulex, historiador de la Cartuja o en Colledge y Walsh, responsables de la hodierna edición crítica, que dan noticia del hecho- señala: "Quizá haya que identificarlo con aquel cartujo que, después de muerto, tantos milagros hacía en su tumba que, atrayendo a numerosos peregrinos hacía peligrar la soledad de la Cartuja, por lo cual el prior tuvo que darle la orden por la santa obediencia de cesar de hacer milagros, orden que cumplió inmediatamente", ob. cit., p. 132. Colledge y Walsh recuerdan un par de historias parecidas y juzgan que en todo caso ella "muestra que luego de su fallecimiento Guigo debe haber disfrutado entre sus hermanos una muy singular reputación de santidad", Guigo II, The ladder of monks (a letter on the contemplative life) and twelve meditations, ob. cit., p. 4.
15. En el Migne aparece referido a San Bernardo bajo el título Scala claustralium sive tractatus de modo orandi, PL 184, 475-484.
16. También el Migne lo recogía entre las obras de San Agustín, con el título Scala paradisi, PL 40, 997-1004.
17. Ver nota 1.

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