miércoles, 2 de octubre de 2013

Gerardo de Brogne, Santo


Abad, 3 de octubre
 
Gerardo de Brogne, Santo
Gerardo de Brogne, Santo

Abad

Martirologio Romano: En la región de Namur, en Lotaringia, san Gerardo, primer abad del monasterio de Brogne, que él mismo había fundado. Trabajó para instaurar la disciplina monástica en Flandes y Lotaringia, y ayudó a muchos monasterios a recuperar la observancia primitiva (959).

El ejemplarísimo abad san Gerardo, fue hijo de Estancio, varón ilustre de la casa de Haganón, duque de la Austrasia inferior, y de Plectrudis, hermana de Esteban, obispo de Lieja.

Hiciéronle seguir sus padres desde muy joven la carrera de las armas, propia a la sazón de mancebos nobles, y le enviaron a la corte de Berengario conde de Namur; donde resplandeció así por la modestia de sus costumbres, como por la discreción de sus palabras y natural elegancia de su persona.

Cobróle tanto amor el conde, que le llevó a su casa, y se servía de él para muchas cosas de importancia, y así le envió a Francia por su embajador para tratar con el príncipe Roberto un negocio grave que se le ofrecía. Luego que llegó a París, dejando allí sus criados, se fue solo al monasterio de san Dionisio para retirarse en él algunos días; y quedó tan edificado de la virtud de los monjes, y tan aficionado al sosiego y felicidad de la vida religiosa, que determinó dar libelo de repudio a todas las cosas de la tierra, para recogerse a servir a Dios en aquel monasterio.

Trató los negocios a que iba, y volviendo a dar cuenta de ellos al conde Berengario, suplicóle que le diese licencia pata profesar en dicho monasterio: y aunque con mucha dificultad y tristeza del conde, obtuvo su beneplácito. Vistióse pues el hábito de san Benito, y desde luego fue espejo de toda santidad y virtud.

Allí comenzó a estudiar desde las primeras letras como niño, y aprovechó tanto en las humanas y después en las divinas, que a los nueve años de su conversión se ordenó de sacerdote con grande gozo de su espíritu, y aprovechamiento de los otros monjes, de los cuales era tenido en gran veneración. Fue el primer abad del célebre monasterio de Broñá, a cuya iglesia trasladó con gran solemnidad muchas reliquias de santos cuerpos.

Un día vino al monasterio una mujer ciega y pidió que le diesen del agua con que el santo diciendo misa se había lavado los dedos: lavóse con ella los ojos, y luego cobró la vista. Habiendo recibido el marqués Arnulfo, señor de Flandes, de mano del santo la Comunión, se vio enteramente libre de un mal de piedra que le fatigaba mucho, encomendóle el gobierno de todas las abadías que tenía en su estado, y el santo las reformó, y tuvo cargo de diez y ocho monasterios, en los cuales floreció la más perfecta observancia religiosa. Finalmente recogido en su pobre monasterio de Bro ñá, y cargado de días y merecimientos, dio su espíritu al Señor, el cual le ilustró con muchos milagros.

REFLEXIÓN

Siempre han sido las órdenes religiosas semillero de santos, y la vida ejemplar de sus miembros poderoso aliciente para atraer las almas a la virtud. Si no tienes valor, oh cristiano, para despojarte, a imitación de san Gerardo, de las cosas de la tierra (que tarde o temprano te ha de arrebatar la muerte), tenlo al menos para dejarlas con el afecto, poniendo tu principal cuidado en amar y servir a Dios solamente y a todas las de más cosas sólo en Él y por Él. Porque ¿de qué nos aprovechará ganar todo el mundo, si perdemos el alma? Esta máxima bien ponderada hizo de un Javier un apóstol: ésta ha poblado el cielo de santos y ésta debe ser la única norma de todas nuestras acciones. ¡Dichoso quien se guía por ella, pues tiene asegurada su eterna salvación, único negocio para el cual estamos en este mundo, y que nos ha de preocupar seriamente!

ORACIÓN

Rogámoste, Señor, que nos recomiende delante de Ti la intercesión del bienaventurado abad Gerardo, para que alcancemos con su patrocinio lo que no podemos conseguir por nuestros méritos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén

San Gerardo de Brogne, abad
fecha: 3 de octubre
†: 959 - país: Bélgica
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En la región de Namur, en Lotaringia, san Gerardo, primer abad del monasterio de Brogne, que él mismo había fundado. Trabajó para instaurar la disciplina monástica en Flandes y Lotaringia, y ayudó a muchos monasterios a recuperar la observancia primitiva.

San Gerardo nació a fines del siglo IX, en las cercanías de Namur, Bélgica. Su bondad innata le ganó la estima y el afecto de cuantos le conocieron. Por otra parte, su virtud tenía la elegancia y el encanto de la cortesía y de la munificencia. Un día, al volver de caza, en tanto que sus compañeros descansaban un poco, Gerardo se retiró furtivamente a una capillita de Brogne, que estaba en sus posesiones, y permaneció allí largo rato en oración. En esa ocupación encontró tal dulcedumbre, que hubo de hacerse violencia para volver a donde estaban sus compañeros. Mientras caminaba, se decía: «¡Cuán felices deben ser quienes no tienen otra obligación que alabar al Señor día y noche y viven siempre en su presencia!» La gran obra de su vida consistió, precisamente, en procurar a otros esa felicidad y en hacer que elevasen incesantemente el tributo de su oración a la infinita majestad de Dios. Según cuenta la leyenda, san Gerardo tuvo una visión en la que san Pedro le ordenó que llevase a Brogne las reliquias de san Eugenio, compañero de san Dionisio de París. Los monjes de Saint-Denis le regalaron las presuntas reliquias del mencionado mártir y san Gerardo las depositó en un relicario en Brogne. Algunos aprovecharon la ocasión para acusarle ante el obispo de promover el culto de reliquias de antenticidad dudosa, pero las de san Eugenio obraron un milagro para disipar las dudas del obispo. Algún tiempo después, san Gerardo abrazó la vida religiosa en la abadía de Saint-Denis.

Una vez hecha su profesión, el santo se entregó totalmente a la práctica heroica de las virtudes. Al cabo de algún tiempo, recibió las sagradas órdenes, por más que su humildad se oponía a ello. El año 919, tras haber pasado once en la abadía, obtuvo permiso para ir a fundar un monasterio en Brogne. Así lo hizo, en efecto, pero, viendo que las obligaciones del superior de una comunidad numerosa se prestaban poco para la vida de recogimiento a la que él aspiraba, se construyó una celda en las proximidades de la iglesia y vivió recluido en ella. Algún tiempo después, Dios le llamó nuevamente a la vida activa, de suerte que Gerardo se vio obligado a emprender la reforma de la abadía de Saint-Ghislain, que distaba unos diez kilómetros de Mons. Impuso a los monjes la regla de San Benito y la más admirable disciplina. Los religiosos tenían la costumbre de pasear en procesión por los diversos pueblos las reliquias de su santo fundador a fin de recoger dinero que empleaban para malos fines. San Gerardo desempeñó el difícil oficio de reformador con tanto tino, que el conde de Flandes, Arnulfo, a quien el santo había curado de una enfermedad de la vesícula y había convertido a mejor vida, le confió la inspección y reforma de todos los monasterios de Flandes. En el curso de los siguientes veinte años, San Gerardo restableció la estricta observancia en numerosos monasterios, incluso en algunos de Normandía, siguiendo las líneas de la reforma de San Benito de Aniane.

Aunque San Gerardo se hizo famoso como reformador de la disciplina monástica, no todos los monjes se plegaban fácilmente a sus deseos; por ejemplo, los de Saint-Bertin prefirieron emigrar a Inglaterra antes que aceptar la austera observancia que el santo quería imponerles. El rey Edmundo los acogió amablemente el año 944 y les dio asilo en la abadía de Bath. Las fatigas de su cargo no impedían a san Gerardo practicar toda clase de austeridades y vivir en estrecha unión con Dios. Al cabo de veinte años de infatigable reforma, sintiéndose ya achacoso, el santo visitó por última vez todos los monasterios que tenía bajo su dirección. Una vez terminada la visita, se encerró en su antigua celda de Brogne para prepararse a la muerte. Dios le llamó a recibir el premio de sus trabajos el 3 de octubre del año 959.

Alban Butler resumió la biografía de san Gerardo, escrita unos cien años después de su muerte y publicada en Mabillon y en Acta Sanctorum, octubre, vol. II. Dicha biografía ha sido muy discutida. Está fuera de duda que depende de un documento más antiguo, que ha desaparecido; a pesar de ello, muchos detalles son poco fidedignos: por ejemplo, es muy dudoso que san Gerardo haya sido monje en Saint-Denis. Véase sin embargo a Sackur en Die Cluniacenser, vol. I (1892), pp. 366-368; y sobre todo a U. Berliére en Revue Bénédictine, vol IX (1892), pp. 157-172.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
 

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