miércoles, 9 de octubre de 2013

Eutanasia y cambio de sexo

Hay pasos que son irreversibles como la decisión de morir, que pueden responder a condiciones concretas que pueden ser superadas
 
Eutanasia y cambio de sexo
Eutanasia y cambio de sexo
La noticia, más o menos destacada, recorre Europa: En Bruselas, los médicos practicaron la eutanasia a un hombre de 44 años. No sufría ninguna enfermedad terminal ni mucho menos. Lo hicieron porque su sufrimiento, se sobreentiende que psíquico, “era insoportable”, según los propios médicos.

Primera constatación: la eutanasia en Bélgica, como en Holanda, en realidad en los pocos lugares donde se ha legalizado, se aplica ya con criterios de perfecta subjetividad. Nada que ver en todos los casos con las enfermedades terminales, y este último ejemplo es una buena demostración. Además, en Bélgica se está debatiendo que se extienda a menores -atención a la brutalidad- con capacidad de discernimiento. Es decir, otra serie de médicos, de psicólogos, determinarán si un adolescente que dice que quiere morir tiene capacidad para discernir y si la tiene lo matarán.

Podría extenderme en una reflexión sobre todo esto y lo que entraña de fondo, pero ahora quiero situar el acento sobre el caso de Nathan Verhelst, que cambió de sexo. La razón de su sufrimiento fue derivada de las operaciones a las que se sometió para pasar de ser mujer a ser un hombre: tratamientos hormonales, extirpación de los pechos y el cambio de la formación genital, algo que llevó a cabo entre 2009 y 2012. La razón de esta voluntad de sentirse hombre, venía, según cuentan los periódicos, de que en su casa, donde era el cuarto hijo, con tres hermanos por delante, no fue bien recibida porque querían un niño y nació una niña. Pero, entonces, sucedió algo imprevisto. Él, como afirmó, pensaba celebrar finalmente su nuevo cuerpo, pero dice que la primera vez que se observó en el espejo lo que sintió fue aversión hacia sí mismo. Y esta es la causa que desencadenó su sufrimiento que terminó con la muerte.

Es una historia bien triste, que debería servir de advertencia ante todos estos juegos sobre la naturaleza humana, la vida y la muerte. Hay pasos que son irreversibles como la decisión de morir, que pueden responder a condiciones concretas que pueden ser superadas. Hay otros cambios, también irreversibles, que prácticamente también lo son, como el transformarse de mujer a hombre, cortándose los pechos y transformando los genitales masculinos. Nuestra sociedad europea juega cada día más a ser un pequeño dios, en unos países más que en otros, y los resultados son cada vez más temibles.

La eutanasia es una pésima solución porque la muerte no es nada, y el cambio de sexo, cuando implica transformaciones radicales en la persona, debería ser algo hecho en circunstancias muy particulares y con muchas limitaciones, porque si no los resultados pueden arrojar a la persona a la desesperación. En lugar de actuar con estos límites y estas prevenciones, existe toda una cultura que hace exactamente lo contrario: proclama sin ninguna reflexión la bondad de la eutanasia y presenta la transexualidad, a pesar de que su nombre indica un estado transitorio, como una de las identidades posibles del ser humano. Esto es lo que hace el lobby gay cuando pasa a denominarse sistemáticamente GLBT (gays, lesbianas, bisexuales y transexuales). Lo que son problemas de carácter psíquico, que conllevan riesgos físicos, como la transexualidad, se levantan al nivel de identidad y esto es un error también brutal. La sociedad europea, en buena medida la española plenamente, se está hundiendo en sus propias contradicciones. Se ha metido en el laberinto de los deseos y, al continuar por él, no solo no va a encontrar nunca la salida sino que va a conseguir, al final, un resultado catastrófico.

No hay comentarios: