miércoles, 23 de octubre de 2013

CRISTO EN LOS EE




Queremos hacer unas breves reflexiones sobre la figura de Cristo en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio y la repercusión que esa figura concreta tiene para la organización de todos los Ejercicios y, en último término, para la concepción de la existencia cristiana según san Ignacio. (…) Nos interesa reflexionar sobre el texto tal como nos ha sido transmitido y sobre la repercusión que ese texto puede tener sobre nosotros hoy. Es un principio hermenéutico elemental que un texto siempre dice más de lo que aparentemente está en él. Ese «Más» se va desarrollando a lo largo de la propia interpretación del texto. La posibilidad de que surja una nueva interpretación consiste en el nuevo horizonte que se va creando históricamente. 
En este sentido, y para nosotros, lo interesante del texto de san Ignacio aparece desde nuestro horizonte concreto latinoamericano y la comprensión cristiana que ese horizonte posibilita y exige a la vez. Esto no significa que haya que hacer una lectura alegórica del texto de san Ignacio para deducir las conclusiones deseadas a priori, como se ha hecho tantas veces. Significa, sencillamente, que es imposible una lectura de los Ejercicios que no sea, a la vez, relectura desde una situación concreta.
Podríamos describir lo típico del Jesús histórico de la siguiente manera: Jesús, al comienzo de su vida  pública, predica la venida del reino de Dios que se acerca en gracia; predica el Evangelio, la buena noticia, sobre todo a los pobres, y exige una conversión. Después de la crisis de Galilea, Jesús capta la necesidad de una entrega no sólo de su actividad, sino también de su persona. Esa entrega es provocada históricamente por la conflictividad con los poderosos, tanto religiosos como políticos, lo cual le conduce a la entrega de su vida en la cruz. La exigencia de ese Jesús a los suyos es el seguimiento de su persona y de acuerdo con los vaivenes que va experimentando su persona. 1a resurrección confirmará que esa vida concreta de Jesús ha sido, paradójica pero realmente, la existencia del Hijo de Dios.
Queremos preguntarnos qué rasgos fundamentales de esa figura de Jesús han estado influenciando a san Ignacio.
(…) Llama la atención que, para hacer viva la figura de Cristo en los Ejercicios, san Ignacio no comienza, como podría haber hecho, por los dogmas conciliares sobre Cristo. Tampoco se concentra en la cristología de Pablo o de Juan, por ejemplo, donde aparece una reflexión teológica y, por lo tanto, posterior a los mismos hechos de Jesús. No se detiene en una reflexión sobre los títulos aplicados a Jesús, aunque él llame a Jesús «Cristo nuestro Señor». Todo esto indica que, aunque san Ignacio cree realmente en el Cristo total, en el Cristo de la fe, su intuición en el momento de Ejercicios, es decir, en el momento de querer cambiar de vida, se dirige a lo que es anterior a la reflexión; se dirige a la vida misma de Jesús, con el presupuesto de que es lo histórico de esa vida lo que realmente puede y debe cambiar al ejercitante.
De ahí que el mayor número de meditaciones vaya dirigido a ver la vida de Jesús; y, de hecho, no elige para la contemplación, por ejemplo, los himnos cristológicos del NT como Flp 2, 6‑11 y otros parecidos, no porque san Ignacio no creyese en ellos, sino porque eran ya un estadio posterior de la reflexión teológica y no expresan lo más original, por ser lo más primitivo, de la vida de Jesús.
Evidentemente, los mismos Ejercicios no son en sí seguimiento, sino ejercicios espirituales, «todo modo de examinar la conciencia, de meditar, de contemplar, de orar vocal y mentalmente, y de otras espirituales operaciones» (n. 1); pero están dirigidos al seguimiento, como se explica en las meditaciones fundamentales y, se afirma programáticamente desde el principio: «para buscar y hallar la voluntad divina» (n. 1).
Las meditaciones clave de la segunda semana van dirigidas fundamentalmente a dos cosas: 1) a seguir a Jesús y 2) a asegurarse de que ese segui­miento es según Jesús. Es muy, importante notar que, en el momento cumbre de la segunda semana, san Ignacio no argumenta con consideraciones que en principio son accesibles a la razón humana, como son ‑según veremos- las explicitadas en la meditación del Principio y Fundamento. El rey temporal y, el rey eternal afirma sin rodeos el hecho de que existencia cristiana es seguimiento de Jesús. Las dos banderas explicitan el contenido de ese seguimiento. Y la tercera manera de humildad habla de la última razón de la existencia cristiana, que va no es salvar el alma ‑aunque esto se presuponga‑, sino la misma persona de Jesús.
En resumen, podemos decir que, formalmente, la intuición fundamental de. san Ignacio es que la vida de Jesús es la que puede y, debe renovar la existencia cristiana. Los Ejercicios van dirigidos a empaparse de esa vida. Para ello usa los recursos de presentar en numerosas meditaciones escenas de esa vida: pide repeticiones y aplicaciones de sentidos para que se llegue lo más posible a una identificación con Jesús en la oración y que ésta abarque también lo más posible todos los estratos de la psicología del ejercitante. Pero el fin de esas meditaciones no es el ejercitarse en contemplar, en llegar a sentir un contacto con Jesús en la misma meditación, sino crear una fuerte disposición al seguimiento de Jesús. Sin esto último, la existencia cristiana, incluida la vida de oración, no tendría ningún sentido para san Ignacio. El «dolor, sentimiento v confusión» que se pide en la tercera semana y la «alegría y gozo» de la cuarta (mí. 193, 22 1) no son un fin en sí mismo, sino una disposición a «no ser sordo a su llamamiento» (11. 91).

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