viernes, 25 de octubre de 2013

CONTEMPLACiÓN ANTE LA CRUZ

 


 
Si te sientes roto, agotado, sin fuerzas físicas, por causa de tu intenso trabajo, de tu edad, por motivo de distintas circunstancias adversas íntimas o externas. Ven, acércate al manantial de mi costado abierto y bebe de la expresión más tangible de mi amor por ti. Seguro que sentirás alivio.
 Si crees que no tienes remedio, que te falta fe, y dudas de tu vida espiritual, porque te sientes insensible, sin vibración interior, aunque mantienes intelectualmente la adhesión a las verdades reveladas. Ven, pon tus ojos en mi Cruz y comenzarás a sentir que no estás solo.
 Si dudas de todo, y hasta de ti mismo, y sospechas de que has perdido el tesoro del amor, de la sensibilidad, por notarte endurecido ante los acontecimientos y personas, como si nada te moviera por dentro. Ven, adéntrate por la herida de mi costado y te emocionarás al percibir el latido de mi corazón por ti.
 Si cuando te dispones a acercarte a mí, te previenes, pensando que, en el mejor de los casos, será un sentimentalismo, sin repercusión real, ni afectación de tu conducta, y dudas anticipadamente de todo. Puedes tener razón en sospechar de ti, pero ¿por qué dudas de mi amor por ti? ¿Por qué dudas de mi Palabra? Ven, y no seas incrédulo, sino creyente. Palpa mi entrega por ti.
 Si te vienen a la memoria tus pecados, tu estrategia justificativa, para permanecer en tu mediocridad, y tu imaginación te adelanta que todo seguirá igual. Yo te aseguro que he asumido tu historia y sigo esperándote. Que confío en ti, que creo en ti. ¿Por qué no das crédito a mi ofrecimiento? Estoy en la Cruz por ti, hasta que te convenzas de que tu vida se ilumina desde la mía, tu cruz, desde mi Cruz.
 Puede que sigas escéptico, pero ten por cierto que no solo existe tu pobreza, tu pecado, tu debilidad… También existe mi amor, mi fidelidad, mi ofrenda por ti. ¿Crees esto?
 Si no sientes nada de lo que te digo, ni te sucede mayor conmoción ante mi declaración. Si no te convence la verdad de mi Palabra. Si puede más en ti tu mala memoria y tu desengaño. Yo no me cansaré de esperarte en la Cruz. Tengo los brazos abiertos y el costado, para que cuando llegues no encuentres ningún obstáculo y entres  a la hondura del amor divino.
 Te lo repito, una vez más, te espero.
 Te adoro, Señor. Te bendigo. Te reconozco. Te amo
Señor mío y Dios mío.

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