domingo, 1 de abril de 2012

¿A dónde vas a ir esta Semana Santa?


Marcos 14, 1-15,47. Domingo de Ramos. Otra vez va Cristo, en estos días, a morir en la cruz por nosotros, para salvarnos de nuestros pecados.
¿A dónde vas a ir esta Semana Santa?
Del santo Evangelio según san Marcos 14, 1-15, 47


Faltaban dos días para la Pascua y los Azimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo prenderle con engaño y matarle. Pues decían: "Durante la fiesta no, no sea que haya alboroto del pueblo." Estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, recostado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, de mucho precio; quebró el frasco y lo derramó sobre su cabeza. Había algunos que se decían entre sí indignados: "¿Para qué este despilfarro de perfume? Se podía haber vendido este perfume por más de trescientos denarios y habérselo dado a los pobres." Y refunfuñaban contra ella. Mas Jesús dijo: "Dejadla. ¿Por qué la molestáis? Ha hecho una obra buena en mí. Porque pobres tendréis siempre con vosotros y podréis hacerles bien cuando queráis; pero a mí no me tendréis siempre. Ha hecho lo que ha podido. Se ha anticipado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Yo os aseguro: dondequiera que se proclame la Buena Nueva, en el mundo entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho para memoria suya." Entonces, Judas Iscariote, uno de los Doce, se fue donde los sumos sacerdotes para entregárselo. Al oírlo ellos, se alegraron y prometieron darle dinero. Y él andaba buscando cómo le entregaría en momento oportuno. El primer día de los Azimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dicen sus discípulos: "¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de Pascua?" Entonces, envía a dos de sus discípulos y les dice: "Id a la ciudad; os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle y allí donde entre, decid al dueño de la casa: "El Maestro dice: ¿Dónde está mi sala, donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?" El os enseñará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta y preparada; haced allí los preparativos para nosotros."

Oración introductoria

Ven, Espíritu Santo, ilumina mi mente y, sobre todo, mi corazón. No quiero ser un simple espectador, pasivo, indiferente, que hoy aclama ¡Hosanna! Bendito el que viene… para abandonarte o traicionarte en un par de días más.

Petición

Jesús, que esta oración me dé la fuerza de voluntad para decidirme a seguirte siempre de manera apasionada y fiel.

Meditación del Papa

En la liturgia del domingo de Ramos, a la exclamación "¡Hosanna!" durante la entrada del Señor en Jerusalén, siguen los gritos: "¡Crucifícalo!" en la Pasión. Las dos expresiones están muy cercanas y manifiestan la inestabilidad del corazón humano. Pidamos al Señor en esta Semana Santa que nos ayude a permanecer en la fidelidad a Él. Que nos dé, por eso, la gracia que proviene de su muerte y su resurrección [...] La cruz de Cristo “es el "sí" de Dios al hombre, la expresión máxima de su amor y la fuente de donde mana la vida eterna. (...) Por eso, quiero invitaros a acoger la cruz de Jesús, signo del amor de Dios, como fuente de vida nueva” [...] Nos dirigimos en oración a María, para que nos ayude a vivir con intensa fe la Semana Santa. También María exultó en el espíritu cuando Jesús hizo su entrada en Jerusalén, cumpliendo las profecías; pero su corazón, como el de su Hijo, estaba preparado para el sacrificio. Aprendamos de ella, Virgen fiel, a seguir al Señor también cuando el camino lleva a la cruz» (Benedicto XVI, 17 de abril de 2011).

Reflexión

Con mucha frecuencia solemos hacer y escuchar esta pregunta: ¿A dónde vas a ir en esta Semana Santa? ¿Ya sabes a dónde?

Durante una de mis "peregrinaciones" romanas, tuve la oportunidad de visitar, hace varios meses, una histórica iglesita ubicada en la Vía Apia llamada "Quo vadis?". La tradición refiere que fue precisamente este lugar en donde se le apareció Nuestro Señor al apóstol san Pedro cuando, aconsejado por los fieles cristianos, emprendía su huida de Roma para librarse de las manos de Nerón durante la persecución religiosa del año 64 de nuestra era. El escritor polaco Henryk Sienkiewicz inmortalizó esta leyenda en la famosa novela que lleva el mismo nombre: "Quo vadis?", que quiere decir: "¿A dónde vas, Señor?". A esta pregunta, Jesús respondió: "Voy a Roma a ser otra vez crucificado". El apóstol entendió el mensaje y enseguida dio marcha atrás. A escasos tres años de este encuentro, Pedro moría crucificado a los pies de la colina vaticana, en el circo –o estadio– de Calígula y Nerón. Yo creo que también nosotros, en estos momentos, podemos dirigir a Cristo la misma pregunta que entonces le hizo Pedro: “¿A dónde vas, Señor?”.

Hoy, Domingo de Ramos, damos inicio a la Semana Santa. Es la "Semana Mayor" -como la solían llamar antiguamente- porque constituye la más importante y solemne celebración de todo el año litúrgico, pues en ella conmemoramos y revivimos los misterios de nuestra redención, los acontecimientos que nos dieron vida, vida eterna.

Sí. Otra vez va Cristo en estos días a morir en la cruz por nosotros, para salvarnos de nuestros pecados. Pero ahora no muere sólo en Jerusalén o en Roma, como entonces. Hoy en día muere místicamente en todos los rincones del planeta: muere en Irak, en la persona de tantos hombres involucrados en este conflicto armado y en tantas víctimas inocentes de esta guerra. Muere en los países del Medio Oriente, en Sudán, en Nigeria, en Indonesia, en la India y en Pakistán, a causa del terrorismo y los fanatismos religiosos; muere en Chechenia, en Colombia, en Burundi, en el Congo, en Ruanda y en Uganda, por la guerrilla, los odios raciales y la violencia; muere de hambre en tantas partes del Africa; y muere en miles y miles de mujeres de todo el mundo "civilizado" que hacen de su vientre la guillotina de sus propias criaturas indefensas y no queridas.... como Herodes en la matanza de los niños inocentes, con la diferencia de que el cruel tirano no asesinó a tantos.

¿A dónde va Cristo esta Semana Santa? Sí. A morir otra vez en la cruz. Y la causa más profunda de su muerte está en las mismas raíces del corazón humano: en la injusticia y en la soberbia de cada uno de nosotros; en la ambición y la prepotencia de los fuertes; en nuestra sensualidad y egoísmo brutal. En una palabra, en nuestro horrible pecado. ¡Ése es el motivo de por qué Nuestro Señor va a la cruz! Y el "para qué" de su muerte en el Calvario también está aquí. Él, verdadero Dios y verdadero Hombre, es el único capaz de redimirnos de nuestros males y de curar todas nuestras heridas y las llagas más profundas de nuestra alma. ¡Sólo Él podía hacerlo y lo hizo! Quizá si meditamos un poco más en esto podremos comprender algo de lo que significa la Pasión y la muerte de Nuestro Señor Jesucristo.

Hoy es Domingo de Ramos porque celebramos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Pero entra como un rey humilde, pacífico y manso. No entra con tanques ni con metralletas para conquistar la ciudad. Tampoco entra en un caballo blanco al sonido de las trompetas, como lo hacían antaño los emperadores o los generales romanos después de vencer a los enemigos. No. Jesús entra montado en un burrito, signo de humildad y de mansedumbre. Es aclamado por gente buena y sencilla, y una gran cantidad de sus discípulos son mujeres y niños. Lo proclaman rey no con el estruendo de las armas, sino con los gritos de júbilo. Y no agitan bayonetas o pancartas, sino ramos de olivo y de laurel, signos de la paz. ¡Éste es Jesús, nuestro Rey, el Rey de la paz y del amor verdadero, el que entra hoy triunfante a Jerusalén!

Pero también hoy es Domingo de "Pasión" porque iniciamos esta semana de dolor, que culminará en la Cruz. Por eso en el Evangelio de la Misa de este día se proclama toda la pasión del Señor. Sólo ocurre esto dos días en todo el año: hoy y el Viernes Santo. Pero la muerte de Cristo en el Calvario no es una derrota, sino el triunfo más rotundo y definitivo de Nuestro Señor sobre los poderes del mal, del pecado y de Satanás.

Estos días santos son, pues, para acompañar a Cristo en los sufrimientos de su Pasión y en su camino al Calvario: para unirnos a Él a través de la oración, los sacramentos, la caridad, el apostolado y las obras buenas. ¡Tántas cosas podemos hacer en favor de los demás!, pero tal vez nos falta imaginación o inventiva. O pensar más en los demás y menos en nosotros mismos.

Propósito

¿A dónde vas a ir esta Semana Santa? ¿a la playa? ¿a la discoteca? No estoy diciendo que esto esté mal necesariamente, pero sí que podría estar mucho mejor. No basta con no pecar y con no hacer mal a nadie. Creo que bastantes de nosotros deberíamos cambiar –un poco al menos– nuestro modo de concebir y de pasar estos días. No son simples días de vacación, aunque no dudo que los tengamos merecidos. Pero aquí estamos hablando de algo mucho más profundo. Cristo va a ir a la cruz esta Semana Santa. Y tú, ¿a dónde?

Diálogo con Cristo

Jesús mío, se inicia un tiempo especial para crecer en el amor, en todos los sentidos. Permite que sepa desprenderme de todo lo que me impida entregarme plenamente a los demás, especialmente a aquellos con los que voy a pasar esta Semana Santa. Quiero desgastarme, trabajar y luchar, desde mi vocación, para que tu mensaje de amor alcance al mayor número posible de hombres y mujeres.



Explicación de la Semana Santa, Domingo de Ramos, Jueves Santo, Viernes Santo, Sábado Santo, Domingo de Resurrección, Recursos, Semana Santa para niños y mucho más: Especial de Semana Santa


domingo 01 Abril 2012
Domingo de Ramos

San Hugo Francia



Leer el comentario del Evangelio por
Homilía atribuida a San Epifanio de Salamina : ¡Llega el Esposo! salid a recibirlo (Mt 25,6)

Lecturas

Isaías 50,4-7.


El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo.
El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás.
Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían.
Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.


Salmo 22(21),8-9.17-18a.19-20.23-24.


Los que me ven, se burlan de mí,
hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo:
"Confió en el Señor, que él lo libre;
que lo salve, si lo quiere tanto".


Me rodea una jauría de perros,
me asalta una banda de malhechores;
taladran mis manos y mis pies
y me hunden en el polvo de la muerte.

Yo puedo contar todos mis huesos;
ellos me miran con aire de triunfo,
se reparten entre sí mi ropa
y sortean mi túnica.


Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme.

Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos,
te alabaré en medio de la asamblea:

"Alábenlo, los que temen al Señor;
glorifíquenlo, descendientes de Jacob;
témanlo, descendientes de Israel.


Pablo a los Filipenses 2,6-11.


El, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente:
al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano,
se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz.
Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre,
para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos,
y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: "Jesucristo es el Señor".


Marcos 14,1-72.15,1-47.


Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua y de los panes Acimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban la manera de arrestar a Jesús con astucia, para darle muerte.
Porque decían: "No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el pueblo".
Mientras Jesús estaba en Betania, comiendo en casa de Simón el leproso, llegó una mujer con un frasco lleno de un valioso perfume de nardo puro, y rompiendo el frasco, derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús.
Entonces algunos de los que estaban allí se indignaron y comentaban entre sí: "¿Para qué este derroche de perfume?
Se hubiera podido vender por más de trescientos denarios para repartir el dinero entre los pobres". Y la criticaban.
Pero Jesús dijo: "Déjenla, ¿por qué la molestan? Ha hecho una buena obra conmigo.
A los pobres los tendrán siempre con ustedes y podrán hacerles bien cuando quieran, pero a mí no me tendrán siempre.
Ella hizo lo que podía; ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura.
Les aseguro que allí donde se proclame la Buena Noticia, en todo el mundo, se contará también en su memoria lo que ella hizo".
Judas Iscariote, uno de los Doce, fue a ver a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús.
Al oírlo, ellos se alegraron y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba una ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de la fiesta de los panes Acimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?".
El envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: "Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo,
y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: '¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?'.
El les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario".
Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.
Al atardecer, Jesús llegó con los Doce.
Y mientras estaban comiendo, dijo: "Les aseguro que uno de ustedes me entregará, uno que come conmigo".
Ellos se entristecieron y comenzaron a preguntarle, uno tras otro: "¿Seré yo?".
El les respondió: "Es uno de los Doce, uno que se sirve de la misma fuente que yo.
El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!".
Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen, esto es mi Cuerpo".
Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella.
Y les dijo: "Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos.
Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios".
Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos.
Y Jesús les dijo: "Todos ustedes se van a escandalizar, porque dice la Escritura: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas.
Pero después que yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea".
Pedro le dijo: "Aunque todos se escandalicen, yo no me escandalizaré".
Jesús le respondió: "Te aseguro que hoy, esta misma noche, antes que cante el gallo por segunda vez, me habrás negado tres veces".
Pero él insistía: "Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré". Y todos decían lo mismo.
Llegaron a una propiedad llamada Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos: "Quédense aquí, mientras yo voy a orar".
Después llevó con él a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir temor y a angustiarse.
Entonces les dijo: "Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí velando".
Y adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, de ser posible, no tuviera que pasar por esa hora.
Y decía: "Abba -Padre- todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya".
Después volvió y encontró a sus discípulos dormidos. Y Jesús dijo a Pedro: "Simón, ¿duermes? ¿No has podido quedarte despierto ni siquiera una hora?
Permanezcan despiertos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil".
Luego se alejó nuevamente y oró, repitiendo las mismas palabras.
Al regresar, los encontró otra vez dormidos, porque sus ojos se cerraban de sueño, y no sabían qué responderle.
Volvió por tercera vez y les dijo: "Ahora pueden dormir y descansar. Esto se acabó. Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores.
¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar".
Jesús estaba hablando todavía, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos.
El traidor les había dado esta señal: "Es aquel a quien voy a besar. Deténganlo y llévenlo bien custodiado".
Apenas llegó, se le acercó y le dijo: "Maestro", y lo besó.
Los otros se abalanzaron sobre él y lo arrestaron.
Uno de los que estaban allí sacó la espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja.
Jesús les dijo: "Como si fuera un bandido, han salido a arrestarme con espadas y palos.
Todos los días estaba entre ustedes enseñando en el Templo y no me arrestaron. Pero esto sucede para que se cumplan las Escrituras".
Entonces todos lo abandonaron y huyeron.
Lo seguía un joven, envuelto solamente con una sábana, y lo sujetaron;
pero él, dejando la sábana, se escapó desnudo.
Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y allí se reunieron todos los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas.
Pedro lo había seguido de lejos hasta el interior del palacio del Sumo Sacerdote y estaba sentado con los servidores, calentándose junto al fuego.
Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un testimonio contra Jesús, para poder condenarlo a muerte, pero no lo encontraban.
Porque se presentaron muchos con falsas acusaciones contra él, pero sus testimonios no concordaban.
Algunos declaraban falsamente contra Jesús:
"Nosotros lo hemos oído decir: 'Yo destruiré este Templo hecho por la mano del hombre, y en tres días volveré a construir otro que no será hecho por la mano del hombre'".
Pero tampoco en esto concordaban sus declaraciones.
El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie ante la asamblea, interrogó a Jesús: "¿No respondes nada a lo que estos atestiguan contra ti?".
El permanecía en silencio y no respondía nada. El Sumo Sacerdote lo interrogó nuevamente: "¿Eres el Mesías, el Hijo de Dios bendito?".
Jesús respondió: "Sí, yo lo soy: y ustedes verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir entre las nubes del cielo".
Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras y exclamó: "¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?
Ustedes acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?". Y todos sentenciaron que merecía la muerte.
Después algunos comenzaron a escupirlo y, tapándole el rostro, lo golpeaban, mientras le decían: "¡Profetiza!". Y también los servidores le daban bofetadas.
Mientras Pedro estaba abajo, en el patio, llegó una de las sirvientas del Sumo Sacerdote
y, al ver a Pedro junto al fuego, lo miró fijamente y le dijo: "Tú también estabas con Jesús, el Nazareno".
El lo negó, diciendo: "No sé nada; no entiendo de qué estás hablando". Luego salió al vestíbulo.
La sirvienta, al verlo, volvió a decir a los presentes: "Este es uno de ellos".
Pero él lo negó nuevamente. Un poco más tarde, los que estaban allí dijeron a Pedro: "Seguro que eres uno de ellos, porque tú también eres galileo".
Entonces él se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre del que estaban hablando.
En seguida cantó el gallo por segunda vez. Pedro recordó las palabras que Jesús le había dicho: "Antes que cante el gallo por segunda vez, tú me habrás negado tres veces". Y se puso a llorar.
En cuanto amaneció, los sumos sacerdotes se reunieron en Consejo con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín. Y después de atar a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato.
Este lo interrogó: "¿Tú eres el rey de los judíos?". Jesús le respondió: "Tú lo dices".
Los sumos sacerdotes multiplicaban las acusaciones contra él.
Pilato lo interrogó nuevamente: "¿No respondes nada? ¡Mira de todo lo que te acusan!".
Pero Jesús ya no respondió a nada más, y esto dejó muy admirado a Pilato.
En cada Fiesta, Pilato ponía en libertad a un preso, a elección del pueblo.
Había en la cárcel uno llamado Barrabás, arrestado con otros revoltosos que habían cometido un homicidio durante la sedición.
La multitud subió y comenzó a pedir el indulto acostumbrado.
Pilato les dijo: "¿Quieren que les ponga en libertad al rey de los judíos?".
El sabía, en efecto, que los sumos sacerdotes lo habían entregado por envidia.
Pero los sumos sacerdotes incitaron a la multitud a pedir la libertad de Barrabás.
Pilato continuó diciendo: "¿Qué debo hacer, entonces, con el que ustedes llaman rey de los judíos?".
Ellos gritaron de nuevo: "¡Crucifícalo!".
Pilato les dijo: "¿Qué mal ha hecho?". Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: "¡Crucifícalo!".
Pilato, para contentar a la multitud, les puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.
Los soldados lo llevaron dentro del palacio, al pretorio, y convocaron a toda la guardia.
Lo vistieron con un manto de púrpura, hicieron una corona de espinas y se la colocaron.
Y comenzaron a saludarlo: "¡Salud, rey de los judíos!".
Y le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando la rodilla, le rendían homenaje.
Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron de nuevo sus vestiduras. Luego lo hicieron salir para crucificarlo.
Como pasaba por allí Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que regresaba del campo, lo obligaron a llevar la cruz de Jesús.
Y condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, que significa: "lugar del Cráneo".
Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó.
Después lo crucificaron. Los soldados se repartieron sus vestiduras, sorteándolas para ver qué le tocaba a cada uno.
Ya mediaba la mañana cuando lo crucificaron.
La inscripción que indicaba la causa de su condena decía: "El rey de los judíos".
Con él crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.

Los que pasaban lo insultaban, movían la cabeza y decían: "¡Eh, tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar,
sálvate a ti mismo y baja de la cruz!".
De la misma manera, los sumos sacerdotes y los escribas se burlaban y decían entre sí: "¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo!
Es el Mesías, el rey de Israel, ¡que baje ahora de la cruz, para que veamos y creamos!". También lo insultaban los que habían sido crucificados con él.
Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres de la tarde;
y a esa hora, Jesús exclamó en alta voz: "Eloi, Eloi, lamá sabactani", que significa: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?".
Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron: "Está llamando a Elías".
Uno corrió a mojar una esponja en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña le dio de beber, diciendo: "Vamos a ver si Elías viene a bajarlo".
Entonces Jesús, dando un gran grito, expiró.
El velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
Al verlo expirar así, el centurión que estaba frente a él, exclamó: "¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!".
Había también allí algunas mujeres que miraban de lejos. Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé,
que seguían a Jesús y lo habían servido cuando estaba en Galilea; y muchas otras que habían subido con él a Jerusalén.
Era día de Preparación, es decir, víspera de sábado. Por eso, al atardecer,
José de Arimatea -miembro notable del Sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios- tuvo la audacia de presentarse ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús.
Pilato se asombró de que ya hubiera muerto; hizo llamar al centurión y le preguntó si hacía mucho que había muerto.
Informado por el centurión, entregó el cadáver a José.
Este compró una sábana, bajó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en ella y lo depositó en un sepulcro cavado en la roca. Después, hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro.
María Magdalena y María, la madre de José, miraban dónde lo habían puesto.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

Homilía atribuida a San Epifanio de Salamina (? - 403), obispo
Homilía para la fiesta de Ramos; PG 43, 427

¡Llega el Esposo! salid a recibirlo (Mt 25,6)

«Hija de Sión, ¡alégrate!» Goza y exulta, Iglesia de Dios; «he aquí
que viene tu rey», sal a su encuentro, apresúrate para contemplar su
gloria. He aquí la salvación del mundo: Dios viene hacia la cruz, y el
Deseado de las naciones (Ag 2,7) entra en Sión. La luz viene, gritemos con
el pueblo: «Hosanna al Hijo de David. Bendito el que viene en nombre del
Señor» (Sal 117). El Señor Dios nos ha aparecido a nosotros que
estábamos en las tinieblas y las sombras de la muerte (Lc 1,79). Se
manifestó, resurrección de los que duermen, liberación de los cautivos, luz
de los ciegos, consuelo de los afligidos, descanso de los débiles, fuente
de los sedientos, vengador de los perseguidos, rescate de los perdidos,
unión de los divididos, médico de los enfermos, salud de los descarriados.
Es un día de fiesta que celebra la Iglesia, bajo la sombra de
Cristo, como verde olivo en la casa de Dios (Sal 51,10); celebra un día de
fiesta con Cristo, azucena primaveral del Paraíso en flor. Porque Cristo
está en medio de la Iglesia, él verdadera azucena en flor, raíz de Jesé que
no juzga al mundo sino que lo sirve (Is 11,1.3). Está en medio de la
Iglesia, fuente eterna de donde brotan muchos de los ríos del paraíso (Gn
2,10), también Mateo, Marcos, Lucas y Juan, que riegan el jardín de la
Iglesia de Cristo. Hoy, que somos brotes fecundos de olivo (cf Sal.127, 3),
llevando en la mano ramos de olivo, suplicamos a Cristo misericordioso.
"Plantados en la casa del Señor ", floreciendo en primavera en " los atrios
de la casa de nuestro Dios ", celebremos un día de fiesta: " ¡el invierno
ha pasado!» (Sal. 91,14; CC 2,11)... Exclamo con Pablo con voz santa
y fuerte: "Lo antiguo ha pasado, ya todo es nuevo" (2Co 5,17)... Un
profeta, mirando hacia este rey exclama: "Este es el Cordero de Dios que
quita el pecado del mundo" (Jn 1,29); y David, mirando a Cristo nacido de
su raza según la carne, dice: "El Señor es Dios, él nos ilumina" (Sal.
117,27 LXX). Día de fiesta admirable por su novedad, sorprendente y
asombroso: los niños aclaman a Cristo como Dios y los sacerdotes lo
maldicen, los niños le adoran y los doctores de la Ley le desprecian y le
calumnian. Los niños dicen: " ¡Hosanna!» Y sus enemigos gritan: "
¡Crucifícalo!" Ésos se reúnen alrededor de Cristo con palmas, éstos se
echan sobre él con espadas; ésos cortan ramas, éstas preparan una cruz.



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