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Andrés Solá y Molist, Beato |
Presbítero y Mártir
Martirologio Romano: En el rancho de San
Joaquín, Jalisco, México, beatos José Trinidad Rangel Montaño, presbítero, Andrés
Solá y Molist, presbítero y Leonardo Pérez Larios, laico, todos
ellos mártires. († 1927)
Fecha de beatificación: 20 de noviembre de
2005, siendo Papa Benedicto XVI. Nació el 7 de octubre de 1895 en la
masía conocida con el nombre de Can Vilarrasa, situada en
el municipio de Taradell, parroquia de Santa Eugenia de Berga,
provincia de Barcelona, diócesis de Vich, España. Fue el tercer
hijo de una familia numerosa compuesta de once hermanos y
los padres, que eran agricultores.
Al escuchar la predicación de
un misionero claretiano en el pueblo de Sentforas, él y
su hermano Santiago sintieron la vocación religiosa y entraron en
el seminario que los misioneros tenían en Vich. Recibió la
ordenación sacerdotal el 23 de septiembre de 1922 en la
capilla del palacio episcopal de Segovia, España. Durante un año
estuvo preparándose para el ministerio de la predicación en Aranda
de Duero.
Terminado el curso de preparación recibió su destino,
México, llegando junto con otros cinco claretianos a Veracruz el
20 de agosto de 1923. Ocho días más tarde llegó
a la capital y visitó el santuario de Nuestra Señora
de Guadalupe, poniendo bajo su protección su ministerio sacerdotal. En
México desempeñó diversos oficios.
En diciembre de 1924 recibió, junto
con sus hermanos de comunidad de León, la noticia de
las leyes anticatólicas y anticlericales del presidente Calles, optando por
refugiarse en una casa amiga, la de las hermanas Josefina
y Jovita Alba, para evitar la expulsión del país.
En
marzo de 1927, al arreciar la persecución religiosa, obedeciendo al
superior local, p. Fernando Santesteban, dejó León y se marchó
a México, D.F., donde estuvo unos cuantos días, regresando con
el permiso del superior provincial para residir en León y
ejercer allí su ministerio misionero. A los pocos días de
haber llegado, el 23 de abril el superior de la
comunidad le entregó una carta en la que le comunicaba
la existencia de una orden de detención contra él y
le invitaba a suspender toda actividad, a huir o a
esconderse, y a cambiar de domicilio. No le dio importancia
a dicha carta, considerando que nada malo le podría pasar,
siendo detenido al día siguiente.
Una detención que no fue
fruto de su imprudencia, sino más bien de la ingenuidad
de dos señoras que tratando de hacer el bien, no
se les ocurrió tomar las precauciones necesarias tras su visita
al cuartel, donde pidieron la libertad para el P. José Trinidad Rangel. Cuando entraron los soldados en la
casa de las hermanas Alba no reconocieron al p. Solá
como sacerdote, sólo tras el registro efectuado a su habitación
descubrieron una fotografía en la que estaba dando la primera
Comunión a una niña. En ningún momento negó su condición
sacerdotal, más bien confesó su nombre y condición, siendo suficiente
para detenerlo junto con Leonardo Pérez, que se encontraba en
el oratorio de la casa.
Fue llevado a la comandancia militar,
último lugar terreno antes de abrazar la palma del martirio
y contemplar a Cristo, era el 25 de abril de
1927.
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