|
Jaime de Bitetto, Beato |
Religioso de la Primera Orden Franciscana (1400‑1490)
Clemente XI aprobó su culto.
Nació
en Dalmacia (de ahí el sobrenombre de Ilírico), más probablemente
en Zara (según otros en Estridonio) hacia 1400, hijo de
Leonardo y Beatriz Varinguer.
De unos veinte años de edad
entró a la Orden de los Hermanos Menores en Zara,
en calidad de hermano religioso. En 1438 acompañó a Italia
a su provincial; al llegar a Bari, pidió y obtuvo
el poder permanecer en dicha provincia.
Vivió doce años en
diversos conventos y luego fue destinado a Bitetto, donde, salvo
breves temporadas, permaneció hasta su muerte, por lo cual se
le apoda también de Bitetto. Ejercitó principalmente el oficio de
limosnero, y de esta forma ejerció un fructuoso apostolado; se
distinguió por su caridad heroica durante la peste de 1482.
Obró prodigios, algunos de ellos un tanto extraños y dignos
del mundo de las «Florecillas». Los habitantes de la Apulia
del siglo XV, durante 40 años vieron y admiraron al
humilde penitente fray Jaime recorrer sus caminos, tocar de puerta
en puerta, para pedir la limosna en el nombre del
Señor y dar a cambio una palabra de aliento que
brotaba de su gran corazón rebosante de caridad divina.
Sólo
Dios sabe cuánto bien hizo él con el buen ejemplo
y con la palabra sencilla y persuasiva.
El nombre de nuestro
Beato ha permanecido ligado a la gruta de nuestra Señora
llamada «La Bendita», no muy lejos del convento. Enamoradísimo de
la celestial Madre, pasaba largas horas en oración ante la
imagen de María; muchas veces fue visto arrobado en dulcísimos
éxtasis.
Dotado de espíritu profético, predijo muchas cosas que luego se
cumplieron, entre ellas la curación o la muerte de personas
enfermas que recurrían a él. Estos y muchos otros hechos
prodigiosos glorificaron la santidad del humilde hermano limosnero y cocinero,
quien en su vida nada buscó, nada pidió, nada amó
sino a Dios.
Era ya muy anciano y su cuerpo estaba
desgastado por las prolongadas penitencias. En los últimos años tenía
que ayudarse con el bastón para sostenerse en pie. Finalmente
vino la hermana muerte a invitarlo al reposo eterno. Siempre
había vivido en el silencio y en la humildad y
así su muerte fue rodeada de oración y de silencio.
Una antigua pintura lo representa recostado en la dura estera,
rodeado de sus cohermanos y de los fieles llorando. El
rostro del moribundo está rodeado de una misteriosa luz, el
gozo de los santos en el acto solemne de recibir
el premio eterno.
El Beato Jaime de Bitetto murió el
27 de abril de 1490. Tenía 90 años.
|
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario