|
Juan (Giovanni) Piamarta, Beato |
Fundador del Instituto Artigianelli y de la Congregación de la Sagrada
Familia de Nazaret
Martirologio Romano: En la aldea de Remedello,
en la provincia de Brescia, en Italia, beato Juan Piamarta,
presbítero, que tras grandes dificultades fundó el Instituto de los
Artesanitos de Brescia en las cercanías de una colonia agrícola,
con la finalidad de facilitar a los jóvenes una formación
religiosa, así como también el aprendizaje de un oficio, lo
que dio vida a la Congregación de la Sagrada Familia
de Nazaret. († 1913)
Fecha de beatificación: 12 de octubre de
1997 por el Papa Juan Pablo II. El Beato Giovanni Battista Piamarta, nacido
en Brescia en 1841 de una familia pobre artesana, se
sentirá impulsado a abrazar la causa de los huérfanos y
de los jóvenes no sólo por la indigencia infantil, sino
también por la filantropía evangélica y por el espíritu de
León XIII, el Papa dé los obreros y de la
"Rerum 1vIovarum" (1891).
Debía poseer una excepcional sutileza selectiva, aquel Don
Pancracio Pezzana, párroco de Vallio, que apreció los requisitos vocacionales
de aquel muchacho, que emprendería la cartea eclesiástica sin ningún
propósito calculador, sino con la única pasión de hallar la
felicidad en el servicio gratuito a los últimos. El nunca
querría elevarse al rol de protagonista en la compleja realidad
eclesiástica bresciana.
La Divina Providencia lo había esignado "manager" de la
caridad y de la sociabilidad, tras de los turineses Don
Bosco y Murialdo y del bresciano Pavoni, de quien, bajo
cierto aspecto, recogerá la herencia. Los hombres lo hubiesen querido
como un artesano perfecto, ojalá peluquero como lo fuera el
padre, o colchonero refinado al estilo de Zanolini.
Otras voces
evangélicas, otras instancias desde lo alto y desde abajo lo
llamaron a su auténtica vocación humanitaria.
Puesto a prueba por la
indigencia familiar y por la muerte prematura de la extraordinaria
madre, se templó sin lloriqueos en el brioso ambiente del
Oratorio bresciano, donde un innato anticonformismo y una espontánea religiosidad
fueron canalizados por el camino de una sólida formación católica.
A
imagen y semejanza de Don Bosco, él se inserta en
el contexto de su tiempo y percibe las exigencias de
la clase obrera y campesina en el período final del
siglo XIX.
En el andar de este hombre, falto de
títulos académicos, pero doctorado en amor, hallamos un ejército de
personas, de las cuales no podemos prescindir: Mons. Bonomelli, obispo
de Cremona, había sido su profesor de teología y lo
había ayudado a romper el pequeño "guetto" de sacristía para
mirar "en grande" los problemas del hombre; Mons. Pietro Capretti,
el "leader" del movimiento católico bresciano, que le inspiró varios
proyectos y no le regaló sólo buenos consejos, sino también
conspicuas ayudas económicas; y luego el grupo de laicos comprometidos
como Giuseppe Tovini, Giorgio Montini, padre de Paulo VI, y
Luigi Bazoli, a los cuales probablemente el P. Piamarta debe
no sólo el apoyo económico, sino también una equilibrada selección
de fidelidad creativa a las reglas de la Santa Sede
(piénsese en la feliz fórmula "preparación en la abstención").
Siguiendo
la huella del venerable Pavoni, cuya obra providencial para los
aprendices se había derretido bajo el calor candente del anticlericalismo
del "Risorgimento", el P. Piamarta creó hace cien años el
Instituto Artigianelli (3 de diciembre de 1886).
La iniciativa no bastó
para su fervor de sociabilidad evangélica. La caridad cristiana es
como el fuego, que salta de una rama a otra
e incendia el bosque. En 1895, junto con Bonsignori, fundó
la Colonia Agrícola de Remedello Sopra, que transformó una tierra
casi árida como un desierto, en edén de fecundidad y
bienestar.
En mayo de 1902 el Padre de los "Artigianelli" (Pequeños
Artesanos) es el fundador de la Sagrada Familia de Nazaret,
la Congregación masculina destinada a recoger su herencia moral. Algunos
años después, en pía solidaridad con Elisa Baldo, da inicio
a las Humildes Siervas del Señor. Estas dos ramas religiosas,
que se adecuaron a continuación con las normas del derecho
canónico y se pusieron al día con la urgencia de
los tiempos, mantienen viva la llama del P. Piamarta, que
se dirige hacia los altares.
Algunas memorias, aún todas por verificar,
sostienen que en su curso de estudios no brillase por
un alto coeficiente intelectual. Sin embargo, este cura de
Ars bresciano fue un creador de cultura y emprendió afortunadas
iniciativas en el campo tipográfico editorial, imprimiendo en su imprenta
artesanal diarios y periódicos, monografías apologéticas y libros de formación
de vasta resonancia, apoyando la propaganda de las sociedades obreras
(¡la buena sangre no miente!).
Su promocionalidad creativa ni siquiera rozó
el rumor del dinero. Su obra se desarrolló bajo la
insignia de la alegre pobreza franciscana.
Afligido por una salud enfermiza
se le pronosticó una corta vida.
Llegó a los ?2 años
y bajó a la tumba el 25 de abril de
1913, al cabo de un ritmo tan intenso de vida,
que habría abatido constituciones más robustas. Tenía mente de padre
y corazón de madre, fuerza de caudillo y dulzura digna
de S. Francisco de Sales y alegría como la de
S. Filippo Neri, el buen "Pippo" de los chistes y
de las burlas.
Un amigo. escritor, alérgico al agua santa y
bien conocido por una historia de Italia de muy gustoso
corte periodístico, hace algún tiempo desahogaba su malhumor, diciéndome: "La
Iglesia está desahuciada: las ha hecho de demasiados colores".
La réplica
es fácil. Ninguna sociedad ha generado una galería tan tupida
de benefactores de la humanidad como el catolicismo.
Hombres como el
P. Piamarta valen bastante más que una enciclopedia apologética. Su
aventura humana es una apología viviente.
|
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario