lunes, 30 de abril de 2012

“¿Por qué mis papás se separan?”

Si Dios bendijo vuestra boda, ¿podemos dejar que Dios cure lo que pueda haber sido dañado, por culpa o sin culpa?
 
“¿Por qué mis papás se separan?”
“¿Por qué mis papás se separan?”
Jaime escribió todo de un golpe, casi sin pestañear.

“¿Por qué mis papás se separan? ¿Por qué un día dejaron de hablarse? ¿Por qué ya no están juntos?

No entiendo que dejen de quererse. Era tan hermoso vivir unidos como familia. Mamá cocinaba el pastel que nos gustaba a todos. Papá cantaba en el comedor. La pequeña tarareaba, mientras la mayor daba un portazo porque quería estudiar en silencio. Los gemelos entraban y salían para enseñar sus dibujos. Y yo iba y venía para traer todo lo que mamá me pedía.

Ahora la casa es distinta. Hay un hueco grande en todos. Falta papá. Mamá llora a veces, sobre todo si contesta el teléfono. La mayor no se concentra en sus estudios: llega y se va entre prisas y nervios. La pequeña tiene los ojos rojos de tanto restregárselos. Los gemelos no dibujan nada. Y yo sigo ayudando en la cocina, pero me da pena no poder hacer algo más por mis padres.

Ayer le dije a papá por teléfono que no nos dejase. Hubo silencio. Como que quería explicarme algo que no iba a entender. ¿Es qué uno puede entender razones para resignarse a que tu padre ya no esté en casa? ¿Es que hay motivos buenos para que mis padres dejen de estar juntos?

Mamá también me quiso explicar algo hace tres días, pero al final optó por callar y llorar. Me duele verla tan nerviosa. Hay momentos en los que duda, en los que quisiera cambiar algo que no está en sus manos. Luego, se encierra en su cuarto y no podemos verla por un rato largo.

¿Por qué mis papás se separan? Son adultos, lo sé. Cada uno hace sus opciones. Pero estamos nosotros, sus hijos. ¿Podemos hacer algo por ellos? ¿Podemos darles una mano para juntar las suyas?

Ahora quiero dirigir estas líneas a vosotros, a papá y a mamá. Si hubo por parte nuestra, de los hijos, alguna culpa, de corazón os pedimos perdón. De verdad, vamos a ser buenos, a estudiar, a no romper cristales ni dejar sucia la vajilla toda la tarde. Si no somos culpables, ¿por qué nos dejáis y optáis por separaros?

¿Qué podemos hacer para que vuestro amor renazca? ¿Qué hace falta para que os beséis como antes? ¿Qué necesitáis para arreglar la situación que se ha producido? Si Dios bendijo vuestra boda, ¿podemos dejar que Dios cure lo que pueda haber sido dañado, por culpa o sin culpa?

Así os dejo estas líneas. Son simplemente pensamientos de un hijo que no ha sido bueno, pero que os quiere mucho. Y os necesita. Porque sois mis padres, porque me habéis dado la vida y tantas y tantas cosas. Vosotros mismos me las recordabais cuando no hacía las tareas. Ahora os las recuerdo, no para hacer las tareas, sino para poder ser un hijo que tenga en casa, a su lado, felices y enamorados, a su padre y a su madre...”

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