lunes, 8 de octubre de 2012

Sábado de la vigésima sexta semana del tiempo ordinario

sábado 06 Octubre 2012
Sábado de la vigésima sexta semana del tiempo ordinario

San Bruno Colonia


Leer el comentario del Evangelio por
San Francisco de Asís   : “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra”

Lecturas

Job 42,1-3.5-6.12-16.


Job respondió al Señor, diciendo:
Yo sé que tú lo puedes todo y que ningún proyecto es irrealizable para ti.
Sí, yo hablaba sin entender, de maravillas que me sobrepasan y que ignoro.
Yo te conocía sólo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos.
Por eso me retracto, y me arrepiento en el polvo y la ceniza.
El Señor bendijo los últimos años de Job mucho más que los primeros. El llegó a poseer catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas.
Tuvo además siete hijos y tres hijas.
A la primera la llamó "Paloma", a la segunda "Canela", y a la tercera "Sombra para los párpados".
En todo el país no había mujeres tan hermosas como las hijas de Job. Y su padre les dio una parte de herencia entre sus hermanos.
Después de esto, Job vivió todavía ciento cuarenta años, y vio a sus hijos y a los hijos de sus hijos, hasta la cuarta generación.


Salmo 119(118),66.71.75.91.125.130.


Enséñame la discreción y la sabiduría,
porque confío en tus mandamientos.
Me hizo bien sufrir la humillación,
porque así aprendí tus preceptos.

Yo sé que tus juicios son justos, Señor,
y que me has humillado con razón.
Todo subsiste hasta hoy conforme a tus decretos,
porque todas las cosas te están sometidas.

Yo soy tu servidor: instrúyeme,
y así conoceré tus prescripciones.
La explicación de tu palabra ilumina
y da inteligencia al ignorante.



Lucas 10,17-24.


Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre".
El les dijo: "Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.
Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos.
No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo".
En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar".
Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: "¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven!
¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

San Francisco de Asís  (1182-1226), fundador de los Hermanos menores
Regla Primera, § 17

“Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra”

Por lo que, en la caridad que es Dios (cf. Jn 4,16), ruego a todos
mis hermanos, predicadores, orantes, trabajadores, tanto clérigos como
laicos, que procuren humillarse en todo, no gloriarse ni gozarse en sí
mismos, ni exaltarse interiormente de las palabras y obras buenas, más aún,
de ningún bien que Dios hace o dice y obra alguna vez en ellos y por ellos,
según lo que dice el Señor: Pero no os alegréis de que los espíritus os
estén sometidos (Lc 10,20). Y tengamos la firme convicción de que a
nosotros no nos pertenecen sino los vicios y pecados...El espíritu del
Señor, en cambio, quiere que la carne sea mortificada y despreciada, tenida
por vil y abyecta. Y se afana por la humildad y la paciencia, y la pura, y
simple, y verdadera paz del espíritu... Y restituyamos todos los bienes al
Señor Dios altísimo y sumo, y reconozcamos que todos son suyos, y démosle
gracias por todos ellos, ya que todo bien de El procede. Y el mismo
altísimo y sumo, solo Dios verdadero, posea, a El se le tributen y El
reciba todos los honores y reverencias, todas las alabanzas y bendiciones,
todas las acciones de gracias y la gloria, suyo es todo bien; sólo El es
bueno (cf. Lc 8,19). Y, si vemos u oímos decir o hacer mal o
blasfemar contra Dios, nosotros bendigamos, hagamos bien y alabemos a Dios
(cf. Rom 11,21), que es bendito por los siglos (Rom 1,25).

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