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Antropología Filosófica |
Presentación
Este manual es fruto de muchas horas de clase y
reflexión. Lo que se trata es de ver si te
puede servir a ti, lector.
Tras quince años de dar
clase he reflexionado sobre el alcance y el sentido de
la filosofía. He visto de todo: dormir a algún alumno
-creo que hasta debía soñar- a primeras horas de la
tarde, corregir algún examen donde se hablaba del mito de
la "taberna" de Platón; e, incluso, traducir el cogito ergo
sum cartesiano por un desenfadado "¡caramba, aquí estoy!". Mas no
diría toda la verdad si no escribiera que: preguntas de
mis alumnos cómo ¿por qué la vida no puede ser
absurda? y otras tanto o más interesantes han sido para
mi un acicate para enseñar.
El libro intenta dar respuestas a
los temas más esenciales del ser humano valiéndose de una
rica herencia de pensamiento. Lo cierto es que no hago
más que repetir a mi manera lo que otros me
han enseñado en sus clases y en sus libros. He
abordado los temas con mucho espíritu crítico. Cito a diversos
autores y expongo con toda frescura lo que me parece
bien y lo que me parece mal; por esto no
podré quejarme si soy criticado. Acepto correr este riesgo.
Parto del
convencimiento de que no he utilizado una bibliografía exhaustiva; cosa,
por otra parte, muy difícil dada la extensión y universalidad
de la materia. Todos los temas pueden ser enriquecidos con
muchas aportaciones. Sin embargo pienso que sí hay un hilo
conductor en toda la exposición que da a estas páginas,
al menos, una unidad de sentido.
La lista de agradecimientos debiera
ser interminable pero voy a citar a algunas personas que
me han ayudado con sus enmiendas y consejos, así como
con su apoyo técnico como son: Javier Alonso Gutiérrez, José
Luis Galán de la Haba, Rodrigo Fernández González, Ángel García
Gilabert, Ángel Luis Jiménez Ruiz, Jorge Alonso Gutiérrez e Isidro
Fernández Ruiz. También debo agradecer su ayuda a la Secretaría
del Instituto Tajamar que desinteresadamente ha colaborado a transcribir el
manuscrito.
Como se verá se intentan articular ideas de grandes pensadores
con actividades de lectura y comprensión de textos de actualidad
y películas que pueden ayudar a entender de un modo
más vivo los aspectos abordados acerca de la persona humana.
Lógicamente se podrían analizar muchas más muestras de literatura y
producciones cinematográficas. Ojalá que muchos más se atrevan a establecer
un diálogo fecundo de las cuestiones permanentemente humanas con las
artes y las sensibilidades actuales. Tal vez personas con más
capacidad y medios se animen a producir ediciones digitales que
combinen en un solo formato todos estos aspectos para renovar
la cultura.
El temario se plantea para un curso de Antropología
para universitarios y también es válido para el Bachillerato-desmenuzando y
clarificando los contenidos por parte del profesor-; si bien en
éste último caso invito a incidir más en los aspectos
específicamente éticos y estudiar el tema 7:"Sobre el sentido de
la realidad", más complejo, en su versión reducida.
Si en algo
contribuye este libro a restaurar la menoscabada dignidad humana de
tantos necesitados, especialmente la del concebido aún no nacido y,
por esto, máximamente inocente e indefenso, habrá valido la pena.
Este
texto debe mucho a otros, especialmente al libro "En torno
al hombre" de José Ramón Ayllón. Los cinco primeros capítulos,
sobre todo el primero, contienen muchas ideas de este autor. I La materia y la vida
II La persona humana
III El proceso del conocimiento humano
IV Libertad, virtudes y
felicidad
V Derechos humanos y leyes positivas. Justicia
VI Familia,
trabajo y sociedad
VII Sobre el sentido de la realidad
y de la vida
VIII Sobre la existencia de Dios
IX Conclusiones
Filosofía del hombre |
El ser humano ha sido objeto de estudio en todas las áreas de la ciencia. Este es el tema central de Filosofía. |
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La Antropología Bíblica y Patrística |
La Biblia no es un manual de antropología, pero en ella subyace indudablemente una concepción del hombre. |
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La Antropología Bíblica y Patrística |
La aportación del cristianismo al pensamiento antropológico ha supuesto en
muchos casos una revolución de insospechadas consecuencias. Por ejemplo, el
lema "libertad, igualdad y fraternidad" que enarboló la Revolución francesa,
no hubiera sido posible en una cultura sin sustrarto cristiano.
Esta revolución arranca, en su raíz, de la cultura hebrea
y de una peculiar concepción de Dios, entendido como un
ser personal que es fundamento único de todos los seres.
La Biblia no contiene ninguna teogonía. Sí una cosmogonía: el
cosmos nace por un acto libre y creador de Dios.
El hombre es criatura de Dios.
Además, Dios se ha hecho
más accesible al hombre por la revelación, obrada por amor
con obras y palabras a lo largo de la historia.
La plenitud de la revelación es Cristo. Dios ha hecho
a los hombres cooperadores de su providencia para que perfeccionen
la obra de la creación. El pecado, tanto el original
como el personal, es el apartarse el hombre de la
voluntad divina. La consecuencia de ese desorden conlleva un castigo
eterno, a menos que medie el arrepentimiento, como conlleva premio
eterno la aceptación del designio divino sobre cada quien. Ese
designio no es arbitrario, pues Dios no se contradice, no
realiza acciones absurdas sino perfectas. Por ello ese designio, también
llamado vocación (1), es lo mejor para cada quien, y
decir sí a él es la respuesta fiel y responsable
del hombre que se encamina a la felicidad, a Dios
mismo, porque no cabe felicidad personal al margen de Dios
sino en Dios.
El Antiguo Testamento (s. IX-II a. C) La Biblia
no es un manual de antropología, pero en ella subyace
indudablemente una concepción del hombre. Su tema principal es la
revelación de Dios, pero como Dios se revela al hombre,
se nos dicen una serie de verdades respecto de éste
último. Entre las contenidas en el Antiguo Testamento cabe mencionar
que el hombre es criatura de Dios (ex Deo) (2),
"capaz de conocer y amar a su Creador"; "única criatura
en la tierra a la que Dios ha amado por
sí misma" (3). Constituidos desde el principio varón-mujer.
La tradición del
pensamiento hebreo desconoce o ignora los mitos órficos: no existe
dualismo alma - cuerpo. Para ella no hay "preexistencia" de
las almas; ni se puede hablar de una "caída" del
alma en el cuerpo; ni hay una concepción negativa del
cuerpo y de la sexualidad. En este sentido, es significativo
que exista un término para designar el alma (nefesch) y
otro para el cadáver, pero no existe una palabra para
el cuerpo en cuanto distinto del alma. El hombre es
considerado como una unidad psicosomática indisociable.
En el Génesis se relata
que Dios infunde el alma (cada alma es creada por
Dios directamente) sobre una materia preexistente (4). Dios forma a
cada uno desde el seno materno. La naturaleza del alma
humana es espiritual e inmortal. El hombre es el centro
de la creación y Dios cuida de él. El alma
creada a imagen de Dios fue dotada al inicio con
unos dones preternaturales (5), pero esa condición primera fue rota
por la primera desobediencia a Dios, llamada pecado original. Esta
culpa se transmite a los descendientes de la primera pareja.
La muerte es una de las consecuencias de ese caída.
Usando la ironía podríamos decir que la "buena noticia" que
encontramos en la Sagrada Escritura es el pecado original, pues
si el hombre es culpable del pecado significa que se
le supone dueño de sus actos, es decir, libre. Ante
el determinismo fatalista de las culturas paganas, la Biblia aporta
una idea verdaderamente novedosa y revolucionaria: el hombre es auténticamente
libre (6), no está sometido a un destino fatal.
El Nuevo
Testamento (s. I d. C.) Aparece claro en el Nuevo
Testamento que el hombre es radicalmente hijo de Dios. Dios
es trino en Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. El
hombre es hijo de Dios Padre en el Hijo. Esta
es la radical novedad humana del Nuevo Testamento: la filiación
divina. Por lo demás, la concepción del hombre en otros
aspectos, abunda y profundiza en la del Antiguo Testamento, porque
todos esos asuntos son entendidos desde la filiación divina. Por
ejemplo, de ahí deriva también la dignidad del cuerpo humano
(7).
En los textos neotestamentarios se ve que el ser
humano es compuesto de materia y espíritu, pero no existe
un dualismo como en Platón, o en los gnósticos, maniqueos
(8), etc. Tampoco el hombre es sólo su alma, ni
sólo su cuerpo, sino alma y cuerpo. Por lo demás,
en cuanto al origen, naturaleza, inmortalidad individual y juicio particular
y restitución tras la muerte, etc., el Nuevo Testamento va
más allá que el Antiguo, en el sentido de abundar
y clarificar, pero en la misma línea
Con el cristianismo
el hombre adquiere el papel hegemónico de la creación. Es
la criatura central del Universo físico. Se desmitifica la visión
del mundo, pues ya no se le rinde culto al
cosmos, merced a la noción de creación, y ahora el
hombre pasa a ocupar el centro (no geográfico, sino en
importancia) de la creación visible. En efecto, no se concibe
sólo al hombre como criatura sino como hijo de Dios
en el Hijo de Dios, Jesús. Éste es el Dios-Hombre,
no el "hombre-Dios", nombre que aparece en otras religiones o
mitos. Todo lo demás está en función de éste y
éste en función de Dios. De este modo, tanto el
hombre como el cosmos se entienden como dependientes de Dios,
y la religión se abre a la pura trascendencia del
espíritu respecto de lo material (pero sin descalificarlo).
La Patrística y
Agustín de Hipona (354-430) El periodo de la Patrística alcanza
su esplendor en los años que median entre el Concilio
de Nicea (325) y el ocaso del Imperio Romano (476).
La cumbre de todo este periodo es sin duda San
Agustín. En cuanto al problema del alma, la influencia de
Platón en esta época es clara. Las verdades básicas defendidas
por todos los autores son la existencia del alma, su
creación por Dios, la espiritualidad, (aunque no tan pura como
la divina), la inmortalidad, la vida futura, etc. Se duda,
en cambio, respecto del modo cómo se origina el alma
y cómo será inmortal tras la muerte del cuerpo.
SAN
AGUSTÍN de Hipona (354-430) es reunión y cumbre de la
patrística. Su antropología es de un claro sabor platónico: "El
hombre, tal como aparece como hombre, es un alma racional,
que usa de un cuerpo terreno y mortal" (9). Un
alma que se sirve de un cuerpo pero no admite
el dualismo, porque el alma vivifica y gobierna al cuerpo
(10). Sobre el origen del alma, sostiene que es creada
por Dios. Pero no acierta a decir cuál es el
momento de ese origen. Duda si Dios creó a cada
alma individual por separado, o si creó las demás almas
en la de Adán, de modo que fuese transmitida por
los padres (traducianismo) (11).
En cuanto a la naturaleza del
alma sostiene San Agustín que ésta es una sustancia por
sí misma, que es imagen de Dios, y que su
fin es la unión con él. El alma no es
de naturaleza corporal, y sin embargo está dotada de cantidad,
pero esta cantidad, según el obispo de Hipona, no se
refiere a su extensión sino a su potencia, virtud o
capacidad. No duda respecto de la inmortalidad del alma. Libertad
y gracia, historia y providencia, intimidad y conciencia, tiempo del
alma y diversidad de potencias, autrascendencia como vía de acceso
a Dios e imagen de la Trinidad en el alma
humana, son algunos de los grandes temas nucleares humanos introducidos
por Agustín de Hipona, cuyo influjo a lo largo de
la historia ha sido enorme. Aportes que siguen estando vigentes
y que para hacerle justicia a este autor de primera
línea deberíamos tratar pormenorizadamente. Sin embargo, la síntesis de nuestra
redacción de momento lo impide (12).
La noción cristiana de
persona A distinción de los griegos el pensamiento cristiano no cifra
lo diferencial del hombre en el tener, sino en el
ser, en la persona. "Persona", "corazón", "cada quien", "hijo de
Dios" etc., son denominaciones equivalentes dentro del cristianismo. Aunque alguno
de estos modos de designar a cada persona humana tiene
precedentes dentro del judaísmo, no es explícito en él el
descubrimiento de la persona, que es un hallazgo netamente cristiano
(13). Sin embargo, lo radical de la persona humana dentro
del cristianismo no estriba en que sea un ser clausurado,
como lo es el ser del Universo, sino un ser
que crece como tal, y ello merced a la fuente
y origen de todo ser, Dios, el Ser al que
permanece abierto y que lo hace rebrotar. Podemos afirmar, pues,
quela noción de persona es un descubrimiento cristiano. No está
en los escritos de los filósofos griegos. Para ellos esa
noción (prosopon) está tomada del teatro, y designa el papel
que el artista desempeña. Los griegos describen al ser humano
con el término "hombre" (antropos), no con el de "persona".
En el Antiguo Testamento, a pesar de contener referencias implícitas,
la revelación de las tres Personas divinas no es explícita.
El misterio de la Santísima Trinidad es revelación neotestamentaria. Descubrir
la trinidad de Personas en Dios es conocer que existen
varias Personas en un único Dios, y que, por tanto,
no es lo mismo la noción de persona que la
de divinidad, puesto que en Dios caben otras Personas. No
es, pues, lo mismo persona que Dios, pero cada Persona
divina es Dios no menos que las demás. Cada Persona
divina es Dios, pero se distinguen entre sí. A la
par, la revelación sobre el Verbo (la Segunda Persona de
la Trinidad) ayudó a conocer mejor al hombre. En efecto,
si en Cristo se distingue entre Persona (la divina) y
dos naturalezas (divina y humana), ello indica que persona no
equivale a naturaleza.
Por otra parte, la naturaleza humana es
propia de la especie hombre, pero no coincide con cada
hombre. La naturaleza humana es, además dual, constituida por varón
y mujer, pero cada persona, como tal, no es dual.
Por esto, el hombre es social por naturaleza debido a
la comunidad de origen (14). Por consiguiente, la familia es
una institución natural. Conviene, por tanto, establecer en el hombre
la distinción entre persona y naturaleza. Ello permite distinguir entre
hombre y persona. Ambas realidades no se confunden porque no
se reducen una a otra. Si bien todo hombre es
persona, no toda persona es hombre (pues los ángeles, por
ejemplo, también son personas y no son hombres).
Persona, según
la concepción cristiana, es cada quien. Alguien distinto de todos
los demás, pero abierto a ellos. Capaz, por tanto, no
sólo de conocerse y amarse a sí, sino también a
los demás y a Dios. La persona humana es un
ser a la vez corporal y espiritual, dotado de alma
y cuerpo. "A menudo, el término alma designa en la
Sagrada Escritura la vida humana o toda la persona humana.
Pero designa también lo que hay de más íntimo en
el hombre (cfr. Mt 26, 38) y de más valor
en él (cfr. Mt 10, 28), aquello por lo que
es particularmente imagen de Dios: alma significa el principio espiritual
en el hombre. "El cuerpo está animado por el alma
espiritual" (15). Hay una unidad profunda entre alma y cuerpo,
es decir, que no se trata de "dos naturalezas unidas,
sino que su unión constituye una única naturaleza" (16). Cada
alma es creada directamente por Dios y es inmortal (17).
El término "carne" designa al hombre en su condición de
debilidad y mortalidad, pero que resucitará al final de los
tiempos.
La persona humana es lo radical. Sus rasgos radicales
no se reducen a lo propio de la naturaleza humana.
La persona es cada quien, el ser irrepetible e irreductible
a la humanidad, a lo común de los demás hombres.
Es de la naturaleza humana la corporeidad, la razón, la
voluntad, pero no la persona. los griegos desconocieron este hallazgo,
pero los modernos lo olvidaron. No así los cristianos. temáticamente
la recuperación del hallazgo data de hace poco. En la
filosofía moderna se habla de yo o de sujeto, pero
aquello que conciben como lo distintivo de él no es
lo radical de la persona. En efecto, se habla de
racionalidad, conciencia, conjunto de fenómenos psíquicos, subsistencia, totalidad substancial, independencia,
fundamento, "en sí", "para sí", etc., pero ninguno de esos
rasgos es un radical como la persona.
Notas: 1. Vocación no
es algo que tenga cada persona, sino que es cada
persona. Cada quien es una vocación. Es la relación de
cada quien con Aquél de quien recibe el ser persona:
el Creador. Toda vocación personal proviene de Dios, e incluye
las diversas facetas de lo más humano, como la profesional,
la matrimonial, etc.
2. "Y por fin dijo: hagamos al
hombre a imagen y semejanza nuestra... Dios creó el hombre
a su imagen, a imagen de Dios lo creó, hombre
y mujer los creó", Génesis 1, 26-27. Esta semejanza con
Dios consiste en ser persona y es lo que dignifica
al hombre.
3. Génesis 24, 3. Cfr. Concilio Vaticano II, Gaudium
et spes, No 24.
4. "Dios formó al hombre con
polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de
vida y resultó el hombre un ser viviente", Génesis 2,
7.
5. Los dones preternaturales son regalos divinos no exigidos por
la naturaleza humana, pero conformes a ella y a su
ennoblecimiento. El Catecismo de la Iglesia Católica dice al respecto:
"Por la irradiación de esta gracia, todas las dimensiones de
la vida del hombre estaban fortalecidas. Mientras permaneciese en la
intimidad divina, el hombre no debía ni morir (cfr. Gn
2, 17; 3, 19) ni sufrir (cfr. Gn 3, 16).
La armonía interior de la persona humana, la armonía entre
el hombre y la mujer, y, por último, la armonía
entre la primera pareja y toda la creación constituía el
estado llamado "justicia original"", No 376.
6. "El (Dios) al
principio hizo al hombre y le ha dejado en manos
de su propio albedrío" (Eccli 15,14).
7. Un texto de SAN
PABLO referente a ello dice: "¿Por ventura no sabéis que
vuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo, que habita en
vosotros, el cual habéis recibido de Dios, y que ya
no os pertenecéis? Habéis sido comprados a gran precio. Glorificad
a Dios con vuestro cuerpo", I Corintios 6, 19-20.
8.
El gnosticismo de esta época es una corriente herética del
cristianismo iniciada en el s. II, que respecto del hombre
piensan que está compuesto de dos elementos contrapuestos, uno malo,
la materia, y otro bueno, el alma, la cual procede
de un mundo superior y está en el cuerpo encarcelada.
El alma sería de origen divino, pero ahora no recuerda
nada: no sabe quién es. Una de las escuelas gnósticas
más destacada era la también denominada maniquea, debido a Manes,
su fundador. El gnosticismo ha perdurado estando presente en todas
las épocas; también hoy.
9. De Moribus Ecclesiae, I, 27,
52 (PL, 32, col. 1332).
10. "A ti te digo,
¡oh alma! porque tú vivificas la mole de tu cuerpo
prestándole la vida, lo que ningún cuerpo puede prestar a
otro", Confesiones, l. X, c. VI, 10.
11. Esta segunda
posibilidad explicaría, según el autor, la transmisión del pecado original,
y por eso parece inclinarse en ocasiones a su favor,
cfr. De anima et eius origine, l. 1, c. 15.
12. Por ejemplo, es el autor más citado (90 veces)
en el Catecismo de la Iglesia Católica.
13. "La noción de
persona (...) es cristiana y no hay precedente pagano de
ella. La noción de persona se desarrolla dentro del pensamiento
cristiano, primero en los padres griegos y luego en la
teología-filosofía medieval", POLO, L., Introducción a la Filosofía, Pamplona, Eunsa,
1995, p. 199. Cfr. asimismo "La originalidad de la concepción
cristiana de la persona", en Sobre la existencia cristiana, Pamplona,
Eunsa, 1996, pp. 247-270.
14. La naturaleza humana es dual
(varón mujer). Lo masculino o lo femenino es lo común
a todas las personas de ese sexo. No se trata
de que por "Adán" o "Eva" haya de entenderse un
grupo o comunidad de personas, tesis rechazada por el Magisterio,
sino de notar que Adán y Eva, dos personas humanas
concretas de diverso sexo, son creados a la vez y
son inviables por separado. No cabe Adán a solas como
tampoco Eva a solas, porque ninguno de los dos por
separado constituyen la naturaleza humana completa, pues ésta es varón
y mujer conjuntamente.
15. Catecismo, No 364.
16 Ibidem, No
365.
17. Cfr. Ibidem, No 366.
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Igualdad y diferencia. Antropología Diferencial |
¿Son los hombres y las mujeres iguales o diferentes? Los filósofos prefieren hablar de identidad en vez de igualdad. |
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Igualdad y diferencia. Antropología Diferencial |
¿Somos los hombres y las mujeres iguales o diferentes?
Los filósofos prefieren hablar de identidad en vez de igualdad.
Somos idénticos, por ejemplo, en que todos somos hijos. Pero
siempre hay matices ¿es lo mismo ser hijo que hija?
En realidad somos iguales y diferentes simultáneamente y
en lo mismo. Somos iguales por ser personas; por participar
de la misma naturaleza; ambos tenemos cuerpo y espíritu. Y
a la vez somos diferentes en cuanto al cuerpo, a
la psicología y al modo de ver las cosas.
Sin
embargo, somos más iguales que distintos, pues la diferencia se
calcula únicamente en un 3%. Esto lo afirman los genetistas
que evidencian que todas las células de nuestro cuerpo son
sexuadas. Hasta las de los dedos de las manos son
o XX o XY. -Seguramente la endocrinología aumente ese %,
porque la diversa combinación de hormonas condiciona bastante la biología
y la psicología-. Pues bien, ese pequeño % presente en
todas las células, lo está igualmente en todos los ámbitos
de nuestra personalidad.
Esa pequeña diferencia nos hace complementarios; allí donde
juegan masculinidad y feminidad mana fecundidad, no sólo en el
aspecto biológico, también en el cultural, en el artístico, en
el político y en el social. Sin embargo, se trata
de plantear nuevas hipótesis porque la complementariedad se ha entendido
mal. Durante siglos, y aún hoy en día la imagen
intelectual de la complementariedad es la del andrógino platónico: un
ser dividido en dos mitades, y que se completan en
uno aportando cada cual la mitad. (El andrógino sigue actuando
en el imaginario).
Sin embargo, el caso del ser humano no
es el del andrógino: la unidualidad humana está compuesta por
dos seres humanos que se hacen uno. No es que
originariamente uno se parta en dos, sino al revés, dos
que se hacen uno. Pero no deja de haber complementariedad,
biológica, psicológica y ontológica. Esta es una parte de la
antropología que está sin desarrollar a la que yo he
venido a denominar pomposamente ANTROPOLOGÍA DIFERENCIAL. Porque - como afirma
Janne Haaland Matláry- el «eslabón perdido» del feminismo es «una
antropología capaz de explicar en qué y por qué las
mujeres son diferentes a los hombres»[1].
Por otra parte está el
grave problema de la subordinación de la mujer, todavía existente
en la práctica en diferentes aspectos y justificada en alguna
cultura, como la musulmana. En este aspecto se centra todo
el ámbito académico, que ha forjado hasta términos específicos, como
«el patriarcado», cultura en que domina en androcentrismo. Y los/as
distintas intelectuales forjan sus términos para combatirlo. Así Amelia Valcárcel[2]
emplea el término «equipotencia» o el de «equivalencia» de Børresen[3],
para poner de manifiesto que varón y mujer son de
la misma categoría también en su distinción. Otro término importante
es el de «modalización».
«Reciprocidad» y «Complementariedad» Pero a mi modo
de ver los términos por excelencia son: ««reciprocidad» y «complementariedad».
La Reciprocidad es «pieza clave». En honor a la justicia
el que ha matado todos los fantasmas de la «sumisión
unilateral» es Juan Pablo II, en las Audiencias Generales sobre
Teología del cuerpo, que comenzaron en 1979 y se desarrollaron
hasta 1982, y especialmente en la Carta apostólica Mulieris dignitatem,
n. 24 de 1998, cita 49. Ahí reinterpreta todos aquellos
pasajes neotestamentarios donde parece que está revelada la sumisión de
la mujer sin que esta sea mutua o recíproca. Son
7 pasajes, 6 de ellos de San Pablo, en los
que se conservan el modo de vivir la relación varón-mujer
en la cultura judía y romana, pero no expresa la
«novedad evangélica», aunque si la predica en otros lugares.
Luego está
el tema de la Complementariedad. Hay autores que tienen reparos
en utilizarlo, como le pasa a Ángelo Scola: habla de
la “reciprocidad asimétrica”. Pero a mi no me gusta. La
asimetría sigue arrastrando el fantasma de la superioridad del varón.
El Papa habla -y le cito a él, no por
su autoridad para los católicos, sino porque es el intelectual
que más a fondo ha tratado este tema- «Unidualidad relacional
complementaria (Carta a las Mujeres, nn. 7-8)». Si se entiende
bien se puede seguir hablando de complementariedad.
Errores que ha habido
con respecto a la complementariedad además del andrógino:
1. se ha
considerado que el varón era superior a la mujer; ésta
no parecía tener valor por sí misma, era el complemento
del varón y su única misión era servirle. A esto
le hace una crítica soberana Simone de Beauvoir.
2. Otras veces
se ha entendido como una distribución de virtudes y cualidades.
Se hablaba de virtudes femeninas y masculinas. Propio del varón
es la fortaleza, de la mujer la ternura (aunque luego
vienen los psiquiatras y dicen que ternura, ternura, la del
varón, que puede pasar sin ella hasta los 35 pero
a partir de entonces si no la desarrolla personalidades deformes).
3.
Por último se decía que la complementariedad estaba en un
reparto de roles sociales. Esto teñido de una característica: los
trabajos desarrollados por las mujeres eran considerados como subalternos y
de simple apoyatura a los masculinos. Durante siglos se ha
repartido el mundo pensando que la esfera privada pertenecía a
las mujeres y la pública a los varones. Pues bien,
si se unen todos estos argumentos la mezcla es explosiva:
la mujer, inferior al varón, representaba la pasividad frente a
la actividad masculina, era sentimental e indefensa frente a la
racionalidad y la valentía del varón.
El «eslabón perdido» del que
hablábamos -la diferencia-, no deja de tener sus dificultades- En
efecto, igualdad o identidad no es uniformidad ni igualitarismo. En
concreto dividir las cualidades y las virtudes entre masculinas o
femeninas es ilusorio. Las cualidades, en gran medida, dependen de
las individualidades, no del sexo. Respecto a las virtudes éstas
son humanas y, por tanto, el varón y la mujer
pueden vivirlas todas. Lo que sucede es que el varón
o la mujer, ordinariamente tienen más inclinación para unas determinadas
cualidades o virtudes. Así en términos generales los varones suelen
tener mayor capacidad de proyectos a largo plazo, cierta tendencia
a la racionalización, la exactitud y el dominio técnico sobre
las cosas, etc...; y hay otras cualidades que las aporta
generalmente la feminidad. Entre otras, es más espontáneo en la
mujer una mayor facilidad para conocer a las personas, la
delicadeza en el trato, la capacidad de estar en el
concreto, la intuición, la tenacidad[4]. Pues bien, cada cual, sea
varón o mujer, puede vivir todas las virtudes, y para
ello cada uno ha de aprender -no imitar- del otro
sexo. Esto se hace de un modo natural en la
familia. En este sentido, afirma Yung que los sexos no
sólo son complementarios entre ellos, sino en el interior de
cada uno. Hablaba del ANIMA de los varones (La Gioconda
de Ortega y Gasset). Y no le quedó más remedio
que admitir también un ANIMUS en el alma femenina.
Por otra
parte, teniendo capacidad para ejercitar todas las virtudes, sin embargo,
éstas cristalizan de un modo distinto en el varón y
en la mujer. Varón y mujer tienen un modo peculiar
de hacer y vivir lo mismo. Ahí surge un nuevo
concepto de la antropología diferencial:
La Modalización. Ahí radica la
verdadera complementariedad. Por eso la diferencia varón-mujer no se cifra
en tener diversos roles. La mayor parte de los trabajos
son intercambiables. Y precisamente por la diferencia es bueno que
los equipos laborales estén formados por hombres y mujeres. En
cada actividad se hace necesaria la cooperación de los dos
sexos, en razón de sus matices femeninos y masculinos. Por
eso el varón ha de estar más presente en la
familia y la mujer en la sociedad. Hace falta ir
hacia lo que se podría describir como una familia con
padre y una cultura con madre.
Esto requiere muchos cambios
sociales y cambios de mentalidad.
Persona femenina, persona masculina
La Complementariedad Ontológica.
Hay otra afirmación imponente en los textos de Juan Pablo
II, que afirma que «el sexo es constitutivo de la
persona no sólo atributo suyo». Hasta ahora venía considerándose un
accidente.
Que sea constitutivo de la persona tiene muchas consecuencias influye
directamente en la personalidad, configura el yo y la identidad
personal.
La persona tiene al menos dos notas peculiares:
1. La autopropiedad
de su propio acto de ser, distinto del acto del
ser del Cosmos, que es uno solo para todo él
y no es libre. Por eso desde Heidegger al acto
de ser del Hombre se lo le llama SER-CON.
2.
La segunda nota también se refiere al SER-CON. Es la
apertura, su llamada a la comunión. Toda persona está abierta
al otro. Una persona sola sería una desgracia, porque no
tendría con quien comunicarse, a quien darse. Eso es lo
que le pasaba al Adán solitario de la Biblia. Todo
“yo” requiere al menos un “tú”.
Si el sexo configura la
persona misma, se podría decir que la apertura constitutiva que
tiene cada persona tiene dos modalidades. Esa MODALIZACIÓN -de la
que hablábamos- ES RELACIONAL. En este sentido Julián Marías es
muy gráfico y certero. Ej. de las manos. Existen muchas
constataciones fenomenológicas: ej. de Buytendij, que necesitan una profundización filosófica.
En cuanto a la apertura, el varón se abre de
un modo peculiar: hacia fuera. La mujer también se abre
a los demás con su modo: hacia dentro, acogiendo.
Estos tipos
de apertura se pueden expresar con preposiciones, que son las
palabras que indican las relaciones. Al varón le correspondería la
preposición DESDE, pues parte de sí para darse a los
demás. A la mujer le correspondería la preposición EN: pues
se abre dando acogida en sí misma.
Esas relaciones se manifiestan
de un modo gráfico en la generación de un nuevo
ser. El varón al darse sale de sí mismo. Saliendo
de él se entrega a la mujer y se queda
en ella. La mujer se abre y se da pero
sin salir de ella. Es apertura pero acogiendo en ella.
Su modo de darse es distinto al del varón y
a la vez complementario, pues acoge al varón y a
su amor. Sin la mujer el varón no tendría donde
ir. Sin el varón la mujer no tendría a quien
acoger. La mujer acoge el fruto de la aportación de
los dos y lo guarda hasta que germine y se
desarrolle. Durante este proceso el varón está al margen.
Así,
si la metafísica versa con substancias y la antropología axesuada
conjuga pronombres, la antropología diferencial sólo se puede hacer con
PREPOSICIONES, que son los términos gramaticales que describen las relaciones.
Al varón le correspondería la preposición DESDE, pues parte de
sí para darse a los demás. A la mujer le
correspondería la preposición EN: pues se abre dando acogida en
sí misma. La persona varón se podría describir, entonces con
SER-CON-DESDE, o COEXISTENCIA-DESDE, y a la mujer como SER-CON-EN, o
COEXISTENCIA-EN.
Posteriormente la mujer es apertura para dar a luz un
ser que tendrá vida propia. A través de la mujer
y con ella el varón está también en el hijo.
El varón está en la mujer y está en el
hijo, pero como fuera de él. La mujer, sin embargo,
es sede, casa. El varón está en la mujer. El
hijo, cuando ya está fuera de su madre, en cierto
modo, sigue estando en ella. También la mujer está en
el hijo, pero fundamentalmente ellos están en ella.
Pues bien, este
modo de darse diferente y complementario se da en todas
los campos y en todas las relaciones humanas heterosexuadas, y
apoyándose en la dimensión constitutiva de apertura que la persona
tiene podría dar lugar a dos modos de ser persona
la persona femenina y la persona masculina.
La realidad humana
sería, entonces, disyuntamente o SER-DESDE o SER-EN. Ahí radicaría la
principal diferencia entre varón y mujer, en ser dos tipos
de personas distintas, que se abren entre sí de un
modo respectivo diferente y complementario. En este sentido el Ser
humano sería también más rico que el Ser del cosmos,
en el que el transcendental por antonomasia sería el UNO
(no el DOS, como en el ser humano, ni el
TRES como en el ser divino) ni estaría internamente diferenciado.
Se
podría decir que así como en Dios hay una Naturaleza
y Tres Personas distintas, en el ser humano hay una
naturaleza y Dos tipos de personas.
Afirmar que la diferencia varón-mujer
es una diferencia en la persona supone, por otra parte,
haber anclado la diferencia definitivamente en la igualdad. Varón y
mujer, cada uno es persona. Tienen la misma categoría; la
diferencia entre ellos posee el mismo rango ontológico. La diferencia
no rompe la igualdad. Sobre la base de la reciprocidad
se trata de una UNIDUALIDAD RELACIONAL COMPLEMENTARIA.
Universidad de Navarra, 4
DE MARZO del 2004
NOTAS
[1] HAALAND MATLARY, Janne, El tiempo
de las mujeres. Notas para un Nuevo Feminismo, ed. Rialp,
Madrid, 2000, p. 23.
[2] Cfr: VALCÁRCEL, Amelia, Sexo y Filosofía.
Sobre mujer y poder, Anthropos Barcelona 1991.
[3] Cfr. BØRRESEN, Kari
Elizabeth, 1990, Immagine di Dio e modelli di genere nella
Tradizione cristiana, en SPINSANTI, Sandro, Maschio-femmina ..., p. 113.
[4] Tengo
ante mis ojos una larga lista titulada «valores de la
complementariedad», entresacada de varios autores y también de la observación.
Así los empresarios dicen que los varones tienen mayor capacidad
para hacer proyectos y las mujeres para valorarlos, ballesteros hace
un elenco mayor. Relaciona:
La exactitud…………………..la analogía; Lo superficial (Longitudinal
o lineal)………..lo profundo; El análisis……………………..la síntesis; El discurso…………………….la intuición; La
competencia………………..la cooperación; El crecimiento…………………la conservación; cuidado Lo productivo………………….lo reproductivo.
Los primeros
corresponden a la masculinidad y los segundos a la feminidad. Desde
otro punto de vista más espacial se dice:
La línea/el cubo..............el
círculo/ la esfera.
Y hay un gran elenco de valores complementarios:
Proyectos a largo plazo ...............captar y resolver con lo mínimo
necesidades presentes
(Magnanimidad)............(Economizar) Inventar..................mantener: cuidado Lo abstracto..............lo concreto La norma..................la flexibilidad La justicia...............la misericordia Lo cuantitativo...........lo
cualitativo La expresión..............la interpretación El concepto...............el símbolo
La especialización la visión de conjunto
Todos
estos valores se resumen diciendo que los varones tienen una
mayor habilidad para dominar las cosas y para manejar ideas
abstractas y las mujeres una mayor facilidad para el conocimiento
y el trato con las personas.
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