miércoles, 24 de octubre de 2012

Temía estar solo hasta que...


Temía estar solo hasta que aprendí a gustarme a mí mismo.
Temía al fracaso hasta que me di cuenta que sólo fallo cuando no lo intento.
Temía al éxito hasta que me di cuenta que tenía que intentarlo para estar feliz conmigo mismo.
Temía a la opinión de la gente hasta que aprendí que la gente tendrá opiniones de mí de todas maneras.
Temía el rechazo hasta que aprendí a tener fe en mí mismo.
Temía al dolor hasta que aprendí que este es necesario para crecer.
Temía a la verdad hasta que vi la fealdad de las mentiras.
Temía a la vida hasta que experimenté su belleza.
Temía a la muerte hasta que me di cuenta de que no es un fin sino un comienzo.
Temía a mi destino hasta que me di cuenta que tengo el poder para cambiar mi vida.
Temía al odio hasta que vi que no era más que ignorancia.
Temía al amor hasta que tocó mi corazón, haciendo que la oscuridad se disipara en días soleados sin fin.
Temía el ridículo hasta que aprendí cómo reírme de mí mismo.
Temía envejecer hasta que me di cuenta que adquiría sabiduría cada día.
Temía al futuro hasta que me di cuenta de que la vida sólo se pone mejor.
Temía al pasado hasta que me di cuenta que no podía lastimarme más.
Temía a la oscuridad hasta que vi la belleza de la luz de las estrellas.
Temía la luz hasta que aprendí que la verdad siempre me dará fortaleza.
Temía al cambio hasta que vi que aún la más hermosa mariposa tuvo que atravesar una metamorfosis antes de poder volar.


La reflexión de hoy, siendo increíblemente original, despierta al mismo tiempo, un eco en cada una de nuestras vidas, si bien su intensidad puede variar según nuestra experiencia personal.  Y es que todos tenemos temores, ya sea que lo aceptemos públicamente o no.

Es parte de la condición caída de la humanidad… pero la buena noticia es que no tenemos por qué quedar esclavizados por un temor paralizante, que se yergue como obstáculo para que podamos vivir la vida abundante que Dios diseñó para nosotros.

Nuestra fe vence al mundo pero, esta victoria comienza por el escalón en el cual nos atrevemos a creerle a Dios por encima de nuestros temores y damos pasos de fe para conquistar nuestros mañanas.
¿Nos atreveremos a hacerlo hoy?  Adelante y que Dios les bendiga.

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