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Luis Maria Monti, Beato |
Fundador de los Hijos de María Inmaculada
Martirologio Romano: En Saronno, cerca
de Varese, en la Lombardía, de Italia, beato Luis María
Monti, religioso, quien, a pesar de mantener su condición laical,
instituyó los Hijos de María Inmaculada, congregación que dirigió con
espíritu de caridad hacia los pobres y los necesitados, ocupándose
especialmente de los enfermos y huérfanos, y trabajando en favor
de la formación de los jóvenes (1900).
Etimología: Luis = aquel
que es famoso en el combate, viene del germánico
Fecha de
beatificación: Fue beatificado por S.S. Juan Pablo II el 9
de noviembre de 2003.
Corría el
siglo XIX y el agnosticismo cundía entre las gentes. Fue
entonces cuando el Espíritu Santo inspiró a varios hombres y
mujeres excepcionales, enriquecidos con el carisma de la “asistencia” y
de la “acogida”, para que el amor al prójimo convenciese
al hombre escéptico y positivista a creer en Dios-amor.
El Padre
Luigi Monti, beato de la caridad, pasó a engrosar las
filas de fieles sumidos en el Espíritu Santo. Dio fe
del amor al prójimo bajo la insignia de la Inmaculada:
la Mujer que nó conoció el pecado, símbolo de la
liberación de todos los males.
Luigi Monti, religioso laico, a quien
sus discípulos veneraban llamándole “padre” debido a su irrebatible paternidad
espiritual, nació en Bovisio, el 24 de julio de 1825,
el octavo de una familia con once hijos. Huérfano de
padre a los 12 años, se hizo carpintero para ayudar
a su madre y a sus hermanos pequeños. Joven apasionado,
reunió en su taller a muchos artesanos de su edad
así como a campesinos para dar vida a un oratorio
vespertino. El grupo se denominó la Compañía del Sagrado Corazón
de Jesús, pero el pueblo de Bovisio no tardó en
apodarlo “La Compañía de los Hermanos”.
Dicha compañía se caracterizaba por
la austeridad de vida, la dedicación al enfermo y al
pobre, por el tesón para evangelizar a los que se
hallaban alejados del camino. Luigi capitaneaba el grupo. En 1846,
a los 21 años de edad, se consagró a Dios
y emitió votos de castidad y obediencia en manos de
su padre espiritual. Fue un fiel laico consagrado a la
Iglesia de Dios, sin convento y sin hábito. Sin embargo,
no todo el mundo supo acoger el don que el
Espíritu había infundido en él De hecho, algunas personas del
pueblo junto al párroco, se opusieron de forma rastrera e
implacable, lo cual desembocó en una denuncia calumniosa en la
que se le acusaba de conspiración politica contra la autoridad
austríaca de ocupación. En 1851, Luigi Monti y sus compañeros
fueron encarcelados en Desio (Milán) y fueron puestos en libertad
gracias a un proceso verbal que, sin embargo, no se
celebró hasta pasados 72 días de cárcel.
Dócil con su padre
espiritual, el sacerdote Luigi Dossi, entró con él en la
congregación de los “Hijos de María Inmaculada” que el beato
Ludóvico Pavoni había fundado hacía cinco años. Se quedó seis
años de novicio. Este tiempo supuso para Luigi Monti un
periodo de transición, en el que se enamoró de las
constituciones de Pavoni, se ejercitó como educador y aprendió la
teoría y la práctica de la profesión de enfermero que
puso al servicio de la comunidad y de los afectados
por el cólera durante la epidemia de 1885, encerrándose voluntariamente
en la leprosería local.
A los 32 años, Luigi Monti todavía
estaba buscando la realización concreta de su vocación. En una
carta con fecha de 1896, cuatro años antes de fallecer,
evocó la noche del espíritu, vivida en este periodo:
“Transcurría horas
ante Jesús Sacramentado. Y, sin embargo, eran horas sin pizca
de rocío celestial. Mi corazón permanecía árido, frío, insensible.
Estaba a
punto de abandonarlo todo cuando, de repente mientras me hallaba
en mi celda, y sentí una voz en mi fuero
interno, clara y comprensible, que me decía: “Luigi, dirígete al
sagrario de la iglesia y expónle tus tribulaciones de nuevo
a Jesús Sacramentado”.
Así que haciendo caso de la inspiración, me
voy para allá, me arrodillo y al cabo de poco
!maravilla! veo a dos personajes con forma humana. Los conozco.
Son Jesús y su Madre Santísima. Se me acercan y
me dicen en voz alta: “Luigi, te queda mucho que
sufrir todavía, te quedan luchas mayores que librar. Sé fuerte.
Saldrás vencedor de todo. Nuestra ayuda poderosa no te faltará
nunca. Sigue el camino que empezaste”. Sí, dieron, y desaparecieron.
Inspirado
en el testimonio de caridad de la santa Crocifissa Di
Rosa, el sacerdote Luigi Dossi planteó a Monti la idea
de crear una “Congregación para el servicio de los enfermos”
en Roma. Luigi Monti aceptó y sugirió llamarla “Congregación de
los Hijos de la Inmaculada Concepción”. Varios amigos suyos de
la época de la “Compañía” compartieron dicha idea y, además,
se sumó un joven enfermero experto y muy apasionado, llamado
Cipriano Pezzini.
Una fundación en la Roma de Pío IX no
era cosa sencilla y menos todavía en uno de los
hospitales más famosos de Europa, el hospital de Santo Spirito.
Mientras tanto, los capellanes capuchinos, en el seno de dicho
hospital iniciaron una asociación de terceros de San Francisco para
la asistencia corporal a los enfermos.
Cuando Luigi Monti llegó a
Roma, en 1858, halló una realidad distinta a la que
se imaginaban tanto él como su amigo Pezzini, quien le
precedió para entablar las negociaciones que eran menester con el
Comendador, máxima autoridad del hospital.
Comprendió que Dios, en ese momento,
lo quería sencillamente como el “Hermano Luigi de Milán”, enfermero
del hospital Santo Spirito. De manera que solicitó humildemente formar
parte del grupo organizado de los PP. Capuchinos. Al principio,
se encargó de todos los servicios reservados en la actualidad
al personal sanitario asistente, y posteriormente la tarea de flebotomiano,
tal y como consta en el diploma que le concedió
la Università La Sapienza di Roma.
En 1877, por designación unánime
de sus congregantes, Pío IX le encomendó capitanear “su propia”
Congregación y así siguió hasta su muerte.
Pío IX prefirió desde
un primer momento la Congregación de los Hijos de la
Inmaculada Concepción tanto por su gran anhelo de ver bien
asistidos a los enfermos de los hospitales romanos como por
el hecho de que llevaba el nombre de la Inmaculada.
Convertido
en Superior general, Luigi Monti preparó para la Congregación un
código de vida que reflejaba las experiencias para las que
el Espíritu de Dios le había conducido. Y la comunidad
de Santo Spirito, gracias al ánimo que infundió, vivió la
“apostolica vivendi forma” de los Hijos de la Inmaculada Concepción.
Los Hermanos nutriéndose con la Eucaristía y la meditación del
privilegio de la “Completamente Pura”, se dedicaron a la asistencia
de forma heroica. En los hospicios en masa por epidemias
de malaria, de tifus o tras episodios bélicos, los Hermanos
no dudaban en prestar su propio colchón. Se declaraban todos
ellos dispuestos a asistir a los enfermos de todas las
formas de enfermedad, se les enviase a donde se les
enviase. Luigi Monti constituyó otras pequeñas comunidades en la zona
norte de la región del Lacio, en donde él mismo
había trabajado anteriormente brindando servicios médicos de todo tipo asó
como en calidad de enfermero itinerante por los caseríos desperdigados
en el campo de Orte, en la provincia de Viterbo.
En
1882, recibió en Santo Spirito la visita de un monje
cartujo que declaró haber recibido de la Virgen Inmaculada la
inspiración para presentarse ante él. Venía de Desio. El cartujo
le presentó un caso límite: se trataba de cuatro sobrinillos
suyos, huérfanos de padre y madre. Era una señal del
Espíritu de Dios y Luigi Monti amplió su obra asistencial
a los menores totalmente huérfanos. Para ellos inauguró una casa
de acogida en Saronno. Su principio pedagógico básico se basaba
en la paternidad del educador. La comunidad de los religiosos
acoge al huérfano como en familia, para “vivir juntos el
día”, para crear juntos las perspectivas de inserción en la
sociedad con una formación humana y cristiana que sea la
base para todas las vocaciones: a la vida civil, a
la familia y al estado de consagración especial.
Luigi Monti, laico
consagrado, concibió la comunidad de los “Hermanos” no sacerdotes y
sacerdotes con igualdad de derechos y de deberes, en la
que se elegía como superior al hermano más idóneo. La
muerte le halló en Saronno, exánime, casi ciego, con 75
años de edad en 1900. Su proyecto no había recibido
todavía la aprobación eclesiástica. La obtuvo en 1904 de Pío
X quién aprobó el nuevo modelo de comunidad previsto por
el fundador, concediendo el sacerdocio ministerial como complemento esencial para
desempeñar una misión apostólica dirigida a todos los hombres, tanto
en el servicio de los enfermos como en la acogida
de la juventud marginada.
En 1941, el beato Ildefonso Schuster, arzobispo
de Milán, inauguró el proceso informativo que se prolongó hasta
1951.
En el año 2001, la Congregación para las Causas de
los Santos promulgó el decreto sobre el heroísmo de las
virtudes, y en el año 2003 se redactó el decreto
que define milagrosa la curación acontecida en 1961 en Bosa
(Cerdeña) del campesino Giovanni Luigi Iecle.
Hoy en día, la Congregación
de los Hijos de la Inmaculada Concepción, esparcida por todo
el mundo, sigue plasmando en las obras de caridad el
carisma de acogida paternal y de asistencia llevada a cabo
con profesionalidad y entrega total por su fundador, Luigi Monti.
Fue beatificado por S.S. Juan Pablo II el 9 de
noviembre de 2003.
El 1 de octubre recordamos su ingreso al
reino del Señor; S.S. Juan Pablo II decretó que la
fiesta liturgica se celebrara el 22 de septiembre.
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